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retirarla muchas leguas, lo que seria la total ruina de todo el pais: que esta incomodidad no debía prevalecer á las grandes utilidades que ofrecia la presente situacion: que en la misma ciudad, fuera de otras, se tenia el ejemplar de lo poco que habia aprovechado su traslacion del antiguo sitio que llaman la Ciudad Vieja: que entónces acosados de los temblores y erupcion de aguas de otro monte cercano, se habia retira. do la poblacion media legua mas al Norte, sin que en cerca de dos siglos se hubiese vuelto jamás á esperimentar, lo que dió ocasion á tantos costos. Confirmaba todo esto con el ejemplo de Lima en la Amé. rica meridional, de Leon de Nicarágua, de Catani en Sicilia y de Nápoles en Campania, y de otras diferentes ciudades.

Este dictámen calmó las inquietudes y tanta variedad de opiniones, que hacia renacer en el ánimo de los consejeros de Indias, y se resolvió desde luego que no convenia mudar la situacion de la ciudad.

Era uno de los asuntos principales de que iba encargado el padre procurador á la corte de Madrid alcanzar del rey alguna órden apretada para la pronta y entera exhibicion de la limosna que su piedad se habia dignado señalar anualmente á los misioneros. Con el motivo de las guerras y dificultades del real erario, á principios del reinado del Sr. Felipe V, á dificultar de modo que despues de muchas visitas y sonrojos, apenas conseguian los padres procuradores alguna parte de lo consignado con grandes atrasos de la provincia, obligada á contraer cada año nuevos empeños para proveer á los ministros de todo lo neccsario. Se habia ocurrido varias veces á la corte y aun conseguídose una excitativa; pero todo en vano. La actividad del padre Oviedo consiguió finalmente cédula de S. M., fecha en 5 de agosto de este presente año de 1718, en que manda se satisfaga cuanto se debe á las misioncs sin dilacion alguna, y sin dar lugar á que se haga nuevo ocurso á su real persona, que le seria muy desagradable.... Y no se entienda (añade S. M.) ser incluido lo respectivo al importe de estas limosnas en ningunas cédulas ni órdenes que se espidieren tocantes á los ramos de real hacienda, en que estuviesen consignadas, si no se especificase expresamente en ellas que sean comprendidas las referidas limosnas.

Despachados felizmente los negocios que llevaba á su cargo, se émbarcó el padre procurador para Veracruz en 21 de abril de 1719 con ui escogida mision de diez y ocho jesuitas, que dieron fondo el 5 de julio. En 7 de enero de este mismo año se habia abierto un nuevo pliego de gobierno, en que se halló nombrado provincial el padre Ale

jandro Romano. Desde esta ocasion se unieron los gobiernos de provincial y rectores de los colegios que hasta entonces habian venido siempre separados. El gobierno del padre Alejandro Romano fué notado de suma severidad. Era el padre un hombre verdaderamente espiritual y religioso; pero de un génio duro, inflexible, y nímiamente celoso de la regular observancia, en que no habia para él faltas ligeras. Despidió de la Compañía á muchos, y hubieran sido muchos mas y de los sugetos que mas ilustraron la provincia, si otros de las primeras personas de la Compañía no se le hubieran opuesto. Allegábase el que habiendo vivido muchos años en los fructuosísimos empleos de misionero y operario de indies con grandes créditos de virtud y austeridad de vida, entró al gobierno de la provincia sin la esperiencia que trae consigo el régimen de otros menores colegios. En su tiempo se proyectó y efectuó con rara prontitud la fundacion del colegio que hoy tiene la Compañía en la ciudad de Celaya. El motivo que hizo resucitar en los vecinos el antiguo deseo de tener en el lugar los jesuitas, fué una fervorosa mision, que á fines de este año pasó á hacer allí el padre Manuel Valtierra. Este insigne jesuita, despues de haber gobernado el colegio de Guatemala y obtenido en la línea de las cátedras la prefectura de estudios mayores en el colegio máximo, se habia retirado al de Querétaro, de donde salia á hacer frecuentes misiones en muchos grandes y vecinos lugares del obispado de Michoacán. En la que deciamos de Celaya, eran tan numerosos los concursos, que no bastando á contenerlos la iglesia parroquia!, aunque muy capaz, era forzoso predicar en las plazas. En la comunion general pasaron de setecientas las personas que por medio de los santos Sacramentos purificaron sus conciencias, número exhorbitante en una ciudad de las ménos pobladas de la América. El deseo de tener consigo unos operarios tan útiles fué comun en todos los vecinos, y mucho mas en el ánimo de D. Manuel de la Cruz y Sarábia. Creció tanto, que la última noche de la mision, no pudo aquel piadoso caballero tomar el sueño antes de resolverse á emplear su caudal en la fundacion de un colegio. Comenzó desde luego á practicar las mas vivas diligencias. El padre provincial se escusó con la falta de sugetos apenas suficientes para los ministerios en los colegios antiguos, hasta que finalmente hubo de condescender á las instancias del noble fundador y de toda la ciu. dad, como veremos adelante.

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Desde fines del año antecedente habia vuelto á la California el her

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mano Jaime Bravo. Su regreso acordó á todos la memoria del padre Juan María Salvatierra. Tanto los padres como los soldados é indios, gustaban de oirle referir las circunstancias mas menudas de su enfermedad y muerte, y lloraban al oir las humildes espresiones con que habia suplicado al hermano pidiese perdon á todos de sus malos ejemplos. El gran vacío que dejaba en la nueva colonia el padre Salvatierra, lo suplió, el Señor, con dos insignes operarios que ya por este tiempo trabajaban gloriosamente en aquel pais.

A fines del año de 1817 habia entrado el padre Nicolás Tamaral, destinado á la mision de la Purísima, y por agosto de 1718 el padre Sebastian de Sistiaga, que de maestro de letras humanas en el noviciado de S. Andrés habia sido llamado de Dios al cultivo de aquella viña. Se le encomendó desde luego la mision de Santa Rosalía, pasando á la de Loreto el padre Piccolo. El padre Juan de Ugarte, que habia succedido al padre Salvatierra en el rectorado de aquellas misiones, no pudo resolverse á desamparar el puesto de S. Javier que habia cultivado tantos años. El padre Tomaral estuvo algun tiempo en S. Miguel, ranchería perteneciente á la mision de S. Javier, mientras se le proporcionaba ocasion de agregar catecúmenos y pasarse á la Purísima. No tardaron mucho en venir de aquellas rancherías á visitarle á S. Miguel. Crecia cuotidianamente el número y las instancias con que pedian que el padre se pasase á vivir á sus tierras. Efectivamente, hubo de condescender con sus ruegos. Halló algun terreno acomodado para siembras; pero era muy escasa la agua. Finalmente, luchando contra las dificultades del suelo, con la inconstancia y torpeza de los naturales, con la maldad de los hechiceros, ó que fingian ́serlo para apartar á los suyos del bautismo, el buen padre se mantuvo allí muchos años, bautizó mas de dos mil gentiles, y fundó una de las mas arregladas, floridas y numerosas misiones que habia tenido hasta entónces la California. Entre tanto, con la misma fatalidad que habia seguido hasta entónces á todos los barcos de la mision, naufragó sobre la costa de Sinaloa y puerto de Ahome, el que poco ántes se habia comprado de órden de la junta. Nada era mas incómodo para la mision que esta falta por la necesidad de traerse de fuera todo lo necesario para la subsistencia de ella. El padre Juan de Ugarte se hallaba en la contracosta del mar del Sur, donde por la primavera de este año habia pasado en busca de algun puerto, conforme á los repetidos encargos de S. M. y órdenes de la junta. Descubrieron en efecto la bahía

un

mes dificulta.

de Santa María Magdalena, capaz, limpia y de bastante abrigo para el galeon de Filipinas; pero de malas y muy escasas aguas, y aun esas no constantes en todo el año. Al poco fruto de esta espedicion se agre gó la noticia del barco perdido. Quedaba la mision con sola la lancha S. Javier, ya vieja y de muchos años de servicio. Conseguir la compra de otro barco parecia muy dificil, y aun cuando se consiguiese, no se podrian conseguir sino peruleros, que la esperiencia de tres ó cuatro habia mostrado ser muy débiles. Fábrica de barco en la costa de Nueva-España era costosísima y muy incómoda á la mision, y bastaba la triste esperiencia del que se habia construido pocos años ántes. Entre tantas dificultades, pensó el padre Ugarte le seria mas fácil Emprende el padre Ugarte fabricar un barco en la misma California. No hubo quien no oyesc construir con risa semejante proposicion. No habia constructor, no habia ofi- barco para conducir víve ciales, todo, hasta las maderas habia de estraerse de las costas de la res á las miNueva-España, con que se aumentaban mucho los costos que procura- consigue supe siones y lo ban evitarse. Nada bastó para desanimar al esforzado espíritu del pa. rando enordre Juan de Ugarte. Hizo venir á Loreto á un inedio constructor y des. algunos pocos oficiales con ánimo de traer del continente las maderas que hasta entonces no se habian descubierto en la península. Estando en esto, se tuvo por algunos indios noticia de que como á setenta leguas al Norte de Loreto se hallaban muy gruesos y sólidos árboles. Voló al instante allá el padre Ugarte con el constructor; el sitio estaba á mas de treinta leguas del mar por el lado mas cercano, que era el de Santa Rosalía: hallóse maderajo proporcionado; pero entre tales quiebras y barrancos, que el constructor vuelto al padre Ugarte....Yo (le dijo) jamás he fabricado barco alguno: me habia ofrecido á hacer cuanto alcanzase por ayudar á la mision; pero esto no es posible. La playa dista treinta leguas de un camino muy quebrado, y aun cuando lo demas no lo fuese, solo el sacar de esta profundidad un palo de estos no se hace con mil peones y cien yuntas de bueyes.... El padre entónces con grande ánimo (le dijo) yo he traido á V. conmigo para que reconozca si son 6 no á propósito, que el corte y la conducion es de mi cuenta. No lo hizo con ménos valor que lo dijo. Volvió luego á Loreto: juntó cuanto fierro y mulas pudo de todos los soldados y padres misioneros: dió todas las providencias necesarias, y por setiembre, se pasó á vivir á la sierra para comenzar en la menguante de aque. lla luna el corte de las maderas.

Para sufragar á estos nuevos gastos y demas necesidades de la mi.

1720.

sion, pareció necesario que el hermano Jaime Bravo en la lancha S.
Javier pasase á Sinaloa en busca de bastimentos y otras cosas que la
falta de embarcacion no le permitia traer de Nueva-España. En Sinaloa
se halló el buen hermano con carta del padre provincial en que de parte
del padre general Miguel Angel Tamburini, le mandaba pasar á Guadala-
jara á recibir los sagrados órdenes, y de ahí á México para informarle
del estado de la mision. Obedeció no sin sorpresa el hermano Jaime,
y habiéndose ordenado de mano del Illmo. Sr. D. Manuel de Mim-
bela pasó á México. Con su pleno y sincero informe se movió el pa-
dre Alejandro Romano á pedir al Exmo. marqués de Valero se compra.
se para la California un nuevo barco, ó porque no se juzgaba po-
sible que el padre Ugarte saliese con la fábrica de su pretendida
balandara, ó porque siendo este barco pequeño seria mas á própósito
el descubrimiento
para
reconocimiento de las costas, que no para el
y
tráfico y conduccion de bastimentos y memorias. El Sr. virey remitió
la peticion á la junta, por cuyo dictámen en 15 de marzo del siguiente
año, de 1720 se espidió decreto, adjudicando á la mision un barco del
Perú, que se hallaba actualmente en Huatulco. † Tuvo que esperar.
lo el padre Jaime hasta el mes de junio. No fué inútil su detencion en
México. El ilustre Sr. marqués de Villapuente, movido de sus infor
mes y del fervor y celo- que manifestaba, y de que habia dado tan sin.
ceras pruebas aun en el estado de coadjutor, determinó fundar otra
nueva mision en que se ocupase el nuevo sacerdote en el puerto de la
Paz, y nacion de los guaicuros. Habia ya barco, fondos para una nue-
va mision y nuevo misionero: solo faltaba para volver enteramen-
te proveido, destinar algun hermano coadjutor que entrase en su lugar
como procurador de la California. Habia tiempo que D. Juan Bautis
ta Mugazábal, alferez de aquel presidio, pretendia ser admitido en la
Compañía, movido de los grandes ejemplos de virtud que sus juiciosos
talentos le hacian observar en los padres, y singularmente en el padre
Francisco María Piccolo, en cuya compañía habia vivido muchos años.
Trajo órden el padre Jaime Bravo de que fuese admitido en la Compa-
ñía, y cuasi sin ejemplar pasase allí su noviciado bajo la direccion del
padre Juan de Ugarte.

Esta, que acaso pudiera parecer indulgencia, no era en realidad si

+ Puerto famoso por haber allí planteado una cruz Santo Tomás en la costa de Oaxaca, de la que ya ha hablado el padre Alegre en su primer tomo.-EE.

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