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Guzman. Los demás prosiguieron su marcha subiendo cada soldado en medio de dos indios flecheros, donde no lo impedia la angostura de las veredas. Habia que luchar al mismo tiempo con las breñas y las malezas, con las peñas y troncos de árboles que atajaban el paso, con las flechas que llovian de todas partes, con las piedras que disparaban de las hondas, y con los peñascos que rodaban con inmenso estruendo desencajando los árboles y cuanto encontraban á su paso. Un golpe de estos dejó sin sentido por largo rato al cacique D. Pablo que avan. zaba con valor entre los primeros. Con algunas descargas de flechas de los nuestros y tiros de fusil interrumpidos con órden, se apartaban los indios, se tomaba alguna respiracion y se avanzaba mucho camino. La parte superior del monte la habian fortificado mas los indios, formando de trecho en trecho estacadas en que fácilmente hubieran podido acabar con nuestras gentes, 'si ó por aviso de alguno, ó por singular pro. videncia no hubiesen tomado otra vereda que por impracticable no habian pensado fortificar. Ya estaban muy cerca de la cima, cuando un cacique á quien llamaban Tlahuicole, uno de aquellos que habian que. rido darse de paz, vuelto á los suyos... Y bien (les dijo) ¿no era mejor haber admitido una paz honrosa que no rendirse ahora vergonzosamente por fuerza á un puñado de españoles? ¿dónde están ahora los que me trataron de cobarde porque abrazaba la amistad que nos ofrecian? Vengan y síganme, que estoy pronto á cumplir mejor que ellos lo que prometí entónces.... Dichas estas palabras, seguido de algunos pocos, se arrojó como un leon con un alfange en la mano sobre los primeros que subian. Su valor y desesperacion causó tanto pasmo, que, como dijeron despues los mismos españoles, si otros ocho ó diez hubiesen mostrado los mismos brios, fuera imposible conquistar aquella altura. Al Tlahuicole le cegó su mismo furor, arrojándose brutalmente en medio de sus mismos enemigos; no pudo precaver las flechas y balas, de que cayó bien presto atravesado. Su muerte decidió la contienda: al instante cesó el alarido, la llúvia de flechas y piedras, todo quedó en quietud. Los españoles acabaron de subir con la mayor tranquilidad, y luego los que habian quedado con los caballos. Ni era conveniente ni posible seguir el alcance de los fugitivos que con maravillosa prontitud se descolgaban por las rocas mas escarpadas al Sur y al Norte de la Mesa. *

* Este hombre (Tlahuicole) nos recuerda la memoria de otro del mismo nombre, capitan de Tlaxcala que derrotó el ejército de Moctehuzoma II cuando inten

Al dia siguiente llegó el gobernador no poco corrido de habérsele arrebatado de las manos la tal cual gloria de aquella accion.

Sus ce

los estuvieron para prorrumpir en una funesta enemistad, que procuró sufocar desde sus principios el padre Antonio Arias. Destacó luego cien hombres que en pocos dias trajeron mas de cien prisioneros que se entregaron solo al terror de algunos tiros. Se puso fuego al adoratorio del sol y algunos otros idolillos. Los de la Mesa del Cangrejo que habian guardado exactamente la neutralidad prometida, enviaron al gobernador un cacique ofreciendo venir á dar la obediencia el dia siguiente, como lo ejecutaron, mostrándose dispuestos á congregarse en pueblo y abrazar nuestra santa religion. El gobernador pasó poco despues á pagarles la visita, y dejó á su arbitrio la eleccion del puesto en que hubiesen de formar su pueblo. Escogieron el que lo es ahora de Jesus María, y pidieron en recompensa de su docilidad perdon para los que estaban presos en Peyotán y en Zacatecas, y todo se les concedió con benignidad, Al cacique D. Domingo de Luna se dió órden que con las gentes de sus rancherías se pasase á Quaimazuri. La vecindad de este buen indio y la libertad con que podian ocurrir á él sin miedo de los españoles, fué un medio tan suave como eficaz para que se congregasen allí muchísimos otros, de quienes se comenzó á fundar el pueblo de Santa Teresa. A principios de febrero salió de la Mesa el gobernador, y por otra parte el capitan Escobedo, para recoger los fugitivos y dar corriente regular á las comenzadas poblaciones. El gobierno de la Mesa quedó á cargo de D. Miguel Cañas, á quien vinieron á dar dentro de poco la obediencia tres caciques de los principales del pais. La corta ausencia del gobernador dió aliento á los de Quaimazuri, mal hallados con la integridad de su cacique D. Domingo de Luna: intentaron darle muerte, y acometida ya la casa y

tó conquistar aquella república. Hecho prisionero en el Malpais de Chalco, Moc. tehuzoma no quiso sacrificarlo, sino que le dió el mando de un ejército contra el rey de Michoacán en que obró maravillas. Vuelto á México pidió por favor que se le sacrificase en la piedra gladiatoria, donde mató el número de combatientes designapor la ley para quedar libre; no obstante insistió en que se le sacrificase, porque no queria volver á Tlaxcala infamado de cobarde, en lo que convino con suma repug. nancia Moctehuzoma, justo apreciador del valor. La macana ó espada de este nuevo Hércules, que él manejaba á maravilla, apénas la podia cargar con dos manos un hombre forzudo. Es de notar que algunos nayaritas tenian el mismo nombre de los antiguos mexicanos, señal de que eran de la misma tribu ó nacion.

herido un hermano suyo, lo hubieran conseguido con facilidad, si al ver á algunos indios de Guazamota que andaban con el gobernador no hubieran creido que venia sobre ellos todo el poder de los españoles. Este error salvó la vida al buen cacique; pero de aquel pequeño incendio habian saltado algunas chispas á la Mesa del Cangrejo que soplaba uno de los principales caciques. Deciales que en la Mesa del Tonati no habian quedado sino doce 6 catorce españoles habitando en casas pajizas, que era muy fácil apoderarse de sus personas y del puesto. Estos rumores se avisaron á la Mesa, y á pocos dias se apagaron enteramente con la venida del gobernador. Se dió órden de que pasara á Quaimaruzi el capitan D. Cristobal de Muro y el alférez. D. Nicolas García para hacer entrar en su deber aquellos pueblos. Pocos dias despues, habiendo ya dejado en forma de pueblo la Mesa del Tonati, á quien se dió el nombre de la Santísima Trinidad, partió el gobernador y en su compañía el padre Antonio Arias, para el sitio de Quaimaruzi. Como á doce leguas de la Mesa, sobre el mismo camino, habia dos numerosas rancherías de que se formó el pueblo de Santa Gertrudis. Bautizó el padre cerca de doscientos párvulos y mas de ciento en Santa Teresa de Quaimaruzi, donde pasó despues para dar la última mano á aquella poblacion, que muy contra la esperanza, se halló en una suma tranquilidad y perfecta armonía. El Tonati, que desde su vuelta á México no se habia puesto en presencia de los españoles, habia pasado por aquellos dias á la Mesa del Cangrejo. Aquí, por medio de algunos caciques fieles y deudos suyos, fué fácil persuadirle que pasara á verse con el gobernador y con los padres: vino en efecto y fué recibido con muestras de especial estimacion. Se escusó cortesmente de no haberse juntado con los nuestros en tiempo del avance por el riesgo que corria su vida entre unos hombres obstinados que jamás quisieron acceder á sus consejos de paz. Dijo que estaba pronto á instruirse y bautizarse, y probó desde luego la sinceridad de sus espresiones ofreciendo al santo bautismo cuatro párvulos hijos suyos.

Con este suceso tan feliz se creia ya pacífica y asegurada del todo la posesion de aquellas sierras, y el gobernador, con licencia que habia obtenido del Sr. virey, resolvió dar una vuelta á su casa, donde le lłamaba la urgencia de sus negocios domésticos. Breve se conoció lo que podria prometerse de la inconstancia y estupidez de aquellos bárbaros. Sabiendo que con el gobernador faltaban tambien de la provin

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cia los mas de los oficiales, y aun muchos de los soldados é indios ami. gos que ya no se juzgaban necesarios, comenzaron á hacer juntas se. cretas en la ranchería de D. Alonso, cercana al rio de Santiago. Este cacique revoltoso se ofreció á ir personalmente á solicitar la alianza de los tobosos; y efectivamente llegó á ponerse en camino, aunque por saber que andaba en campaña el gobernador de la Nueva-Vizcaya se retiró sin algun fruto. Aumentó los recelos la muerte que dieron á un español, bien que despues se supo haber sido provocados los nayaritas por aquel mozo inconsiderado, que habiendo tomado dos caballos de uñ indio, quiso aun defender con las armas el hurto y ultrajar, como suele acontecer, al indio.

El cacique D. Alonso envió por este mismo tiempo á solicitar parą la rebelion al pueblo de Sta. Gertrudis; pero descubiertos los discursos sediciosos del enviado por el alférez D. José Carranza y Guzman, pudo sufocarse en sus principios. A tiempo que el cacique D. Alonso andaba mas diligente en sus negociaciones, llegó á la sierra el gobernador. Con su venida, cayeron todos sus perversos designios, y temiendo no poder evitar el castigo que merecia su obstinacion, tomó el partido de acojerse á la clemencia de los padres. Bajaban estos á recibir al gobernador, cuando les salió impensadamente al camino, pidien. do que le obtuviesen el perdon que no osaba pedir por sí mismo. Al. canzado, no sin dificultad, y remitido un salvo conducto, pasó con toda su familia á la Mesa 6 pueblo de la Santísima Trinidad. A la reduccion de este bárbaro (que no era de poca importancia) se añadió la formacion de un nuevo pueblo en Guazamota, á quien se dió el nombre de S. Ignacio. Se fundó por la mayor parte de nayaritas refugiados on Huaximique, de donde los sacó, la prudencia y valor del capitan D. Cristóbal de Muro. Despues de una ligera controversia sobre division de territorios, se adjudicó al Nayarit, y el mismo alcalde, mayor de Ostotipac D. Agustin Fernandez, dió jurídica posesion al padre José de Mesía, que poco antes habia llegado á México. Solo quedaban aun por reducir los tecualmes, nacion distinta de la cora; pero que ha bitaba tambien el territorio del Nayarit, y no daba muestras de querer rendirse á la obediencia del rey. Pasó allá el gobernador á la mitad de junio. Los tecualmes atemorizados, se retiraron, unos al pueblo de Tonalizco, otros á lo mas áspero de las quebradas; pero sacados con facilidad, se redujeron á los pueblos de S. Pedro y S. Juan Bautista, á los que solo divide el rio de S. Pedro, y son el término de

1722.

la provincia ácia el Norte.

Cerca de estos, se fundó cuasi inmediata

mente el del Rosario, cerca de Tecualoyan, á quien divide el de S. Juan el rio Coyonqui.

Tal era el estado de la provincia del Nayarit á la mitad del año de 1722. Poco ántes se habia abierto en la provincia el nuevo pliego de gobierno en que venia señalado provincial el padre José Arjoó. Uno de sus primeros cuidados fué enviar á la Habana algunos sugetos para la fundacion de aquel colegio. Despues de cuasi tantos años de pretension, como llevaba de fundada la provincia, no habia podido la Compañía condescender á la constante aficion de aquella ciudad. Ella fué la primera en esta América, donde tuvieron residencia fija los jesuitas despues de desamparada por la indomable fiereza de sus naturales la península de la Florida. En ella se mantuvieron por ocho años, mientras se hacian repetidas instancias al rey y á los superiores de la Com. pañía para la licencia de fundacion. No permitiéndolo entónces la pobreza del vecindario, se resolvió el padre Pedro Sanchez á sacar de allí á los padres, no sin grande sentimiento de toda la república. Se puede decir con verdad que no pasó en estos ciento cincuenta años jesuita alguno por aquel puerto sin que se procurase detenerlo y darle algun establecimiento. Por los años de 1643, con ocasion de pasar á Roma el padre Andrés Perez de Rivas, significando por órden del pa. dre provincial Luis Bonifaz lo agradecido que se hallaba su reverencia y toda la provincia, á los esfuerzos con que solicitaba la Compañía aquella noble ciudad, se juntó cabildo, en que á 30 de marzo se instó de nuevo á S. M. por la licencia. Por los de 1656, habiendo el padre Eugenio de Loza renunciado a favor de nuestra religion unas posesiones de casas que en aquella ciudad tenia frente de la iglesia parroquial, el padre Andrés de Rada, señalado para visitar el colegio de Mérida, tuvo órden de pasar á la Habana. En cabildo junto en 6 de abril propuso el procurador general los gravísimos motivos que habia para solicitar de nuevo la fundacion de un colegio, estendiéndose en diversos capítulos muy honoríficos á la Compañía, y promoviendo el gran. de interés y utilidad de toda la isla. En atencion á esto, se resolvió suplicar al padre Rada quisiese detenerse en el puerto mientras se tenia respuesta de la corte y del padre provincial de México, á quien al mismo tiempo escribian. En efecto, con fecha de 5 de julio represen. taron á S. M. la importancia de la fundacion, ofreciendo, fuera de las limosnas ya prometidas, competentes tierras para la fábrica de un in

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