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génio de azúcar. Fueron, tanto de Madrid, como de México, favorables las respuestas; sin embargo, no siendo suficientes las rentas, el maestre de campo D. Juan de Salamanca, caballero del órden de Calatrava, gobernador y capitan general de la isla, en 4 de noviembre de 1658, propuso al cabildo que destinase dos comisionados encargados de cobrar las limosnas prometidas y juntar otras de nuevo. Hízose así; pero por mucho calor que intentó dar al negocio aquel noble caballe. ro deseoso de que en su gobierno se fundase el colegio, no pudo conscguirse la renta suficiente. Repitióse esta diligencia por los años de 1682; pero tuvo siempre el mismo éxito. No por eso desmayaron los conatos de la ciudad, ántes crecieron mucho mas á fines del siglo, animados con el ejemplo y aprecio singular que hacia á los jesuitas el Illmo. Sr. D. Diego Evelino de Compostela.

Habia ya juntos para la fundacion como diez y seis mil pesos, en virtud de lo cual, determinó el celoso pastor escribir al padre general Tirso Gonzalez. Su paternidad muy reverenda, con fecha de 11 de julio de 1699, respondió agradeciéndole, como debia á su ilustrísima, la singular estimacion con que miraba á nuestra misma Compañía; pero representándole que la cantidad prometida, aun cuando llegara á cobrarse, no era suficiente para la fundacion: que un colegio en la Habana tan distante de cualquiera de las provincias de México ó Santa Fé, á que pudiera agregarse, no se podia mantener en observancia y disciplina religiosa sin competente número de sugetos, ni estos conservarse con el decoro y desinterés que en sus ministerios observa la Compañía sin rentas suficientes. Estas mismas razonės movieron al padre general para no condescender con su ilustrísima en la súplica que tambien le bacia de que se fundase un hospicio. No era hombre el Sr. Eveli. no que pudiera desconocer el peso y fondo de estas razones. Sin embargo, firmemente persuadido á que la obligacion de su cargo pastoral le acompañaba á pretender la fundacion de un colegio y á procurarse unos coadjutores fieles que le aliviasen el peso de la mitra, intentó de nuevo que á lo menos en mision de tiempo en tiempo se enviasen algunos jesuitas, ó cuando así no fuese, se le concediese siquiera alguno de los padres á quien tener siempre al lado para confesor y consultor de sus dudas. Esto último, pareció que no se podia negar al afecto y ruegos de prelado tan venerable. Por tanto, se enviaron de México á principios del año de 1705 los padres Francisco Ignacio Pi. mienta y Andrés Resino. Cuando llegaron, habia ya fallecido el vene

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rable obispo, dejando comprado un solar, que eran chozas de pescadores y formadas de horcones y palma, que allí llaman guano, una hermita dedicada á nuestro glorioso P. S. Ignacio. Tomaron los padres posesion jurídica de dicho solar, hermita y sus alhajas en 11 de mayo con caucion de restituir al colegio Seminario de S. Ambrosio, lo que constaba del inventario, si no se obtenia la pretendida licencia. Las dificultades no parece que hacian sino inflamar mas el ánimo de aquellos ciudadanos. Informado el marqués de Casa Torres, gobernador y capitan general de aquella isla, del estado de la pretension en noviembre de 1713, hizo concurrir á todas las personas que sabia haber ofrecido, y les hizo poner por escrito, y firmar en su presencia lo que cada uno prometia. La Compañía, de su parte, para corresponder á los deseos de la ciudad, hizo en ella y en todos los lugares mas considerables de la isla una fervorosa mision por medio de los padres José Arjuó y Fernando Reinoso, con grande satisfaccion del Ilmo. Sr. D. Gerónimo Valdés. Este prelado habia succedido al Sr. D. Diego Evelino, no ménos en la mitra que en la singular estimacion á la Compañía. Luego que volvió de su espedicion el padre Fernando Reinoso, instó su ilustrísima porque abriera estudios de gramática, pero duraron poco, El padre provincial Alonso de Arrevillaga, hallándose al fin de su gobierno, y no viendo forma de asegurar aquella fundacion, mandó reti. rar á los padres á pesar de las instancias de la ciudad y del Sr. obispo, que se mostró muy sentido de aquella providencia.

Acontecieron estas cosas por los años de 1714. Ya por este tiempo habia movido el Señor el ánimo del piadoso eclesiástico D. Gregorio Diaz Angel para tomar sobre sí la fundacion del colegio. No iguala. ba el caudal á los deseos, y así tuvo muy callados sus designios, mien. tras el Señor le abria camino para una obra de tanta gloria suya.

No le engañó su confianza: andaba en estos pensamientos, cuando un caballero que le era deudor de alguna cantidad (aunque no muy crecida) viéndose perseguido de otros muchos acreedores, llegó á ofrecerle una hacienda de ganado mayor, y habiéndolo instruido del valor de ella, que excedía en mucho a la cantidad de su crédito, la recibió con ciertas condiciones, persuadido desde aquel mismo instante que Dios queria servirse de él para la ereccion del colegio, y resolviéndose desde luego á consagrar á su Magestad todos sus bienes. Tuvo secreta esta resolucion mientras satisfacia sus obligaciones mas urgentes. Luego que se halló desembarazado, comunicó sus designios al Sr. D. Pedro

Morel de Santa Cruz, entónces provisor y vicario general de aquella diócesis, y ahora su dignísimo pastor, despues de haberlo sido de Nicarágua. Este señor, que nada habia mas deseado ni procurado promover aun con el Illmo. Sr. Valdés, lo animó á cumplir y poner en ejecucion sus deseos. Prontamente dió aviso al padre provincial, que justamente lo era el mismo padre José Arjoó, quien como agradecido á la singular estimacion que en aquella ciudad se hizo siempre á la Compañía, y singularmente á su persona, y fiado por otra parte enteramente en el juicio, madurez y afecto del Sr. Morel, no dudó señalar luego á los padres José de Castrolid y Gerónimo Varaona: uno y otro eran muy propios para dar un gran crédito á la Compañía en las circunstancias de una nueva fundacion. Llegaron al puerto en ocasion bien favorable para hacer un gran fruto en las almas. Habia precedido pocos dias antes, el 26 de julio, la furiosa tormenta y tempestad que hasta hoy se recuerda con horror el dia de Santa Marta. El mar, entrándose por la ciudad, parecia intentaba tragársela á cada golpe de las aguas, al tiempo que con truenos espantosos y rayos asustaba por todas partes el cielo, Los padres, aprovechándose del temor de que estaban sobrecogidos los ánimos, predicaron con tanto espíritu y fervor, que jamás se habia visto semejante conmocion, A vista del celo apostólico de los operarios, el celoso pastor depuso bien presto aquel amoroso sentimiento que le causó la resolucion del padre provincial. Se aplicó á fomentar con el mayor esmero unos operarios tan útiles. Mandó que en la parroquial se les diese todo favor para el ejercicio de sus ministerios, mientras obtenia la licencia del rey y levantaban propia iglesia, lo que veremos á su tiempo.

En la misma ocasion en que llegó á Nuova-España el pliego del gobierno, le vino patente al padre Juan Antonio de Oviedo, rector del colegio del Espíritu Santo, para visitador de la apostólica provincia de Filipinas, para donde salió el 10 de marzo de 1723, Los principios de este año, fueron á nuestra provincia bastante gloriosos por el nuevo favor que se dignó hacer á su escuela y maestros la real y pontificia Universidad de México. Citados por una cédula ante Diem los doctores y maestros de ella para claustro pleno el dia 28 de enero el Dr. D. Pedro Ramirez del Castillo, como rector que era, propuso en un breve y discreto discurso varias razones y fundamentos sobre que se informase y pidiese á S. M. C. cátedra de teología para la Compañía de Jesus en dicha real Universidad. Conferida entre los votantes la ma

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1723.

teria, salió resuelto por todo el claustro, se suplique á S. M. se conce da á la Compañía y su escuela cátedra de teología, dejando á la justificacion del rey, como dueño soberano de sus estados, y sobre ellos determinar la hora de la lectura, la obligacion de los estudiantes que deban cursarle, el grado, estipendio y turno del catedrático, &c. Añadieron los doctores D. Juan Ignacio Castorena, despues obispo de Yucatán, D. José de Soria y D. Juan Rodriguez Calado, que determina. damente se pidiese al rey cátedra del exímio Dr. padre Francisco Suarez; pensamiento que siendo rector D. Juan Miguel Carballido, ya se habia propuesto tratándose de la cátedra del sutil Escoto que pretendió la seráfica religion de S. Francisco. Determinó asimismo el claustro que de esta pretension y determinacion se diese cuenta á la parte de la misma Compañía, para la cual nombró el Sr. rector por comisionados á los doctores Castorena y D. Márcos Salgado. El éxito feliz de esta pretension se verá pocos años adelante. En el mismo mes de enero, falleció en el colegio máximo el hermano Juan Nicolás, natural de Villaromancos, en la diócesis de Toledo. Ejercitó por treinta y ocho años el oficio de procurador con una exactitud y actividad, con un despego de todo lo temporal, y al mismo tiempo con una religiosidad y una observancia regular, que era la admiracion aun de las personas mas autorizadas, que se veia obligado á tratar por razon de su oficio. En los gravísimos negocios que manejó por tantos años, jamás se le notó alguna violencia ó alteracion en las palabras ó en el semblante; jamás se le escapó alguna que pudiese ofender la caridad. Dotóle el cielo de una rara espedicion para desenredar los negocios mas enmarañados, con tanta claridad y precision, que con pocos renglones no dejaba que hacer á los abogados, como ellos mismos lo confesaban. De esta suerte, jamás perdió pleito alguno de cuantos se le ofrecieron, porque no entraba en ellos sino cuando tenia entera y cabal satisfaccion de la justicia de su causa. En lo doméstico, su retiro, su aplicacion á los ejercicios humildes de su estado, cuanto se lo permitian sus ocupaciones, su constancia en la oracion, exámenes y leccion espiritual, era de suma edificacion. Murió con admirable quietud el dia 2 de

enero.

A 2 de diciembre del mismo año, falleció en el colegio del Espíritu Santo de la Puebla el padre Juan Carnero, natural de México, varon de extraordinarios talentos, y uno de los mas aplaudidos oradores de su tiempo. Debió á la Santísima Vírgen no solo la prontitud y viveza

Muerte del P. Juan Car

nero en Pue

de ingenio, siendo ántes tenido por estremamente rudo, sino la vocacion á la Compañía, despues de una aversion y fastidio tan natural, como innato á los jesuitas, que nunca habia podido tratarlos sin hacerse violencia. Se consagró enteramante al culto de la Santísima Vírgen en la prefectura de la congregacion del colegio de la Puebla, á la que agregó la de la Buena Muerte, erigida con autoridad apostólica. Dejó en ella dote para tres huérfanas, que salen anualmente el dia de la Visitacion, y la enriqueció de otras muchas cosas, siendo en lo perso- bla, varon sin gular. nal tan pobre que llegaba á faltarle á veces aun el ordinario desayuno. Dirigió á la mas alta perfeccion muchas almas; aseguró en los monasterios y en honestos matrimonios la castidad de muchas doncellas pobres; y como aseguró un padre que lo acompañó por muchos años, jamás salió á otras visitas que á buscar dotes ó capellanías para estudian. tes pobres, á interceder por presos ó por esclavos fugitivos y otras obras de caridad. Llamábase frecuentemente para su abatimiento el hijo del pintor, contrapesando con este arte el grande aprecio que se le tenia en toda la ciudad por su virtud y literatura. Predijo muchas veces las cosas futuras con la luz de la oracion, en que tal vez le hallaron enteramente arrebatado. Entre ellas, habiendo comenzado á predicar la novena de S. Francisco Javier, que llamaba la mision, afirmó que el dia del Santo estaria en la iglesia, pero llevado en hombros agenos, como efectivamente aconteció. Hizo el oficio sepulcral el dia de su entierro el Sr. D. Francisco Javier de Vasconcelos, canónigo entonces, y dean despues de la Santa Iglesia de Puebla. La congregacion, fuera de la costumbre de la Compañía le hizo de allí algunos dias unas ruidosas exéquias, con elogios é ingeniosas poesías, y sermon que predicó el padre Joaquin de Villalobos. Autorizáronlas con su presencia el Illmo. Sr. D. Juan de Lardizábal, entrambos cabildos y religiones, y cantó la misa el Illmo. Sr. Dr. D. Diego Felipe Gomez, obispo de Oaxaca, y entonces arcediano de aquella Santa Iglesia.

En las misiones de California todo procedia con felicidad, adelan. tándose cada dia los pueblos en instruccion y policía. El padre Everardo Helen, misionero de Guadalupe, fué sin embargo, el que mas trabajó en este año y el antecedente por las calamidades de hambre y dos consecutivas pestes que afligieron á su rebaño. Al Nayarit, para la asistencia de las nuevas poblaciones se enviaron este año los padres Manuel Fernandez, que se encargó despues del pueblo de Santa Rosa, Urbano de Covarrubias y Cristóbal de Lauria. A fines del año, se

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