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divulgó sin saber el origen ó motivo, un rumor falso de que se habian visto indios tobesos en las fronteras de la provincia. Fácilmente dicron crédito y aun mayor cuerpo á esta voz algunos mal contentos, ó por el deseo que tenian.de aquel socorro ó por causar inquietud á los españoles, y ver si podian con este motivo sacar de la provincia al gobernador, que poco ántes habia vuelto de su casa. En efecto, consiguieron alarmarle, de suerte, que sin ser bastantes á desengañarlo las razones que se alegaban, hubo de ponerse en camino a reconocer las fronteras. Esta ausencia dió ocasion de nuevas juntas á los inquietos, y de forjar una conspiracion que pudo ser la ruina de toda aquella cristiandad, como veremos despues de haber referido lo que por este mismo tiempo pasaba entre los pimas. Acababa de llegar de vuelta del Nuevo-México el capitan D. Antonio Becerra, que habia mu. chos años comandaba el presidio de Janos. Confina con el NuevoMéxico por el Norte la provincia de Moqui, y se creia estenderse por Poniente hasta muy cerca de la Pimería. Este pais, desde ántes del año de 1681, en que se rebelaron las naciones del Nuevo-México habia sido el objeto de las ansias de muchos misioneros apostólicos del órden de S. Francisco. De parte de S. M. C. por medio de los Sres. vireyes se habian hecho cuantiosos gastos para reconquistar lo perdido, y atraer á la obediencia del rey aquella region de Moqui, que les servia de amparo y refugio. El capitan Becerra, estando sobre aquellos mismos lugares, procuró informarse de los motivos que tenia aquella nacion para no reducirse á la obediencia, y de los medios que podrian tomarse para hacerla entrar en su deber. Entre otras cosas, supo que los moquinos habian deseado desde mucho antes misioneros prietos, (que así llamaban á los jesuitas) y que habiendo tenido tanta parte en la sublevacion del Nuevo-México, en que habian muerto tan. tos religiosos franciscanos, habian cobrado grande horror á los del mis. mo hábito, quizá por la memoria de su delito, ó porque temiesen irra. cionalmente que aquellos padres no habian de dejar de vengarse. Ello es cierto, qué por los años de 11 y 12 habian estas mismas naciónes por medio de otras mas vecinas, solicitado al padre Agustin Campos, misioneró de S. Ignacio en la Pimería para que pasase á sus tierras. El obediente y celoso jesuita pasó la noticia á sus superiores; pero ni el padre visitador Andrés Luque, ni el padre provincial Antonio Jardon, lo tuvieron por conveniente por no entrar en controversias con los religiosos franciscanos, que de tantos años ántes cultivaban aquellas re

giones con el sudor y aun con la sangre, El capitan Becerra, vuelto á Janos, y creyendo ser de su obligación dar noticia al Sr. virey de un medio tan fácil, y tan nada costoso para la conversion de aquellas perniciosas naciones, informó largamente al Exmo. Sr. marqués de Casafuerte, que desde el año antecedente habia succedido al marqués de Valero. Añadia el modo con que esto podia efectuarse sin nuevo gas. to de la real hacienda, sacándose los soldados de cada uno de los presidios vecinos, y encaminándose, no por el Nuevo-México, sino por la Pimería, donde pasado el rio Gila por el de la Asuncion, podian penetrar en tres ó cuatro dias de camino hasta las fronteras de Moqui: que los apaches que podian inquietar la marcha eran mucho menos temi. bles por este rumbo que por otro alguno; y que finalmente podian llevar consigo al padre Agustin Campos y algun otro de los misioneros jesuitas, que por sus contínuos viages hasta las orillas del Gila tenian mas noticia de aquellas regiones. El marqués de Casafuerte trató el negocio con los superiores de la Compañía; pero permaneciendo siempre la misma razón aun cuando accediese todo el peso de la autoridad de su excelencia, no pareció conveniente dar el mas leve motivo de sospe cha á los celosísimos operarios de aquella viña. El dicho padre Agus tin Campos, que á principios de este año se hallaba en el colegio de S. Andrés, presentó á su excelencia un exacto informe del estado de la Pimería, donde habia trabajado por espacio de treinta años contínuos, de los rumbos y naciones por donde podian estenderse las conquistas. Pretendia la fundacion de una villa en las orillas del Gila y nacion de los sobaipures, por donde desagua el rio de Terrenate, prome tiendo en nombre del padre provincial no pequeños socorros de gana. dos, semillas y utensilios para cien familias pobladoras. ›Tocaba, aun. que muy ligeramente, la entrada de la provincia de Moqui, y concluía pidiendo dos misioneros para la Pimería, donde habia de volverse cunn. to ántes. Estos grandes proyectos, no ejecutados por entonces, se han visto reputados por necesarios en estos últimos años en que las poblaciones de las riberas del Gila y otros medios mucho mas fáciles entónces que proponian los misioneros, se tratan de ejecutar con calor. Los dos misioneros no vinieron a concederse sino despues de algunos

años.

En la nueva eristiandad del Nayarit, vuelto ya el gobernador de su infructuosa espedicion contra los tobosos, se creia todo muy tranquilo, Cuando en el dia 1. del año de 1724, comenzaron á brotar las primeras

1724.

Rebelion de centellas de la conspiracion que habian premeditado tiempo ántes. Se los nayaritas. observó aquel dia un extraordinario concurso de nayaritas á la Mesa,

que á algunos mas cautelosos ocasionó algunas sospechas. Crecieron estas viéndolos formarse en pequeños corrillos y hablarse con voz mas baja y curcunspeccion; sin embargo, se atribuyó su número á la solemnidad del dia, y sus conversaciones á grosera curiosidad mezclada de respeto. No tardaron mucho en desengañarse de este errado juicio. Aquella misma noche desaparecieron del presidio y del pueblo todos los indios, tanto, que á la mañana se hallaron solos en toda la Mesa los soldados, y los padres Juan Tellez Giron y Urbano Covarrubias: ya no se dudó de los malos designios de los serranos. Por otra parte, los del pueblo de Santa Gertrudis habian ya prorrumpido en una abierta conspiracion con muerte de su cacique D. Domingo de Luna que habitaba en Santa Teresa. Este indio fiel habia venido pocos dias ántes á informar al gobernador de la mala disposicion que habia observado en sus gentes. No se le dió entero crédito, atribuyéndolo á nímia desconfianza; solo le mandó el gobernador que pasase á la Mesa su familia. Yendo á ejecutarlo la noche del 2 de enero le cercaron la casa, donde despues de una larga resistencia, muerto el capitan de los mal contentos, y heridos algunos, hubo de ceder á la multitud y caer á las flechas de mas de cien hombres que peleaban contra uno solo. Con esta noticia salió prontamente el gobernador para la Mesa del Cangrejo, donde se decia haberse hecho fuertes los amotinados; se halló sin ellos, y mandó luego un cabo con veinticinco hombres al pueblo de Santa Gertrudis con órden de transportar á la Mesa las imáge. nes y vasos sagrados, y provisiones de guerra y boca que hallasen en el presidio y casa del misionero. A la vuelta, el dia 5 de enero, en un lugar estrecho y escarpado, les acometieron los bárbaros, mataron á uno, hirieron á otros, de los que cayeron en la Celada los primeros. Los demas, avisados de los tiros, se pusieron en arma, abandonando las cargas: duró algun tiempo el combate: heridos siete de los nuestros y algunos nayaritas, y muertos tres, cayeron en sus manos algunas de las cargas, de que se aprovecharon, profanando todo lo sagrado. En Santa Gertrudis, Santa Teresa y el Rosario, quemaron las iglesias: hubieran hecho lo mismo en la Mesa del Tonati, á no estar allí el principal presidio. Los habitadores siguieron el ejemplo de los demas inquietos y llevando cuanto podian cargar, tomaron el camino de la Nueva-Vizcaya. El gobernador ocurrió á Zacatecas y á los reales vecinos por

socorro de armas y de gente que se envió con prontitud. Escribió asimismo á los tres misioneros de Jesus María, Peyotán y Guazamota, que se refugiasen á la Mesa para asegurar sus vidas. Los padres, como de concierto, respondieron que sus indios estaban quietos hasta entonces, que desamparándolos el pastor, acaso se descarrearian siguiendo las instigaciones de sus vecinos. Con efecto, fué cosa muy notable que de cinco pueblos en que habia entónces misioneros, solo se sublevaron los de Santa Gertrudis y Santa Teresa, cuyo ministro, el padre Ur. bano Covarrubias, estaba ausente en la Mesa, y los de la Mesa misma 6 pueblo de la Trinidad, donde aunque asistia el padre Juan Tellez Giron, prevalecia sin embargo al amor que debian á la suavidad y dulce trato del misionero, el ódio y abominacion con que miraban al gobernador y sus presidiarios. Así se vió que lo mismo fué salir el gobernador con su libre y codiciosa tropa ácia los confines de Durango en busca de los fugitivos, que venir ellos mismos á entregarse voluntariamente, envidiando la felicidad de los que descansaban á la sombra y amparo de los padres.

Vino este año la deseada licencia para el colegio de la Habana, en cuya atencion, á 7 de noviembre, se otorgó la escritura de fundacion por D. Gregorio Diaz Angel, renunciando este varon humilde el patronato en el gloriosísimo Patriarca Sr. S. José, cuyo título quiso dar á su colegio. Habitaban los padres en la isleta de Casas, situada entre la parroquial y el convento de Sto. Domingo, posesion que habia sido, como dijimos, del padre Eugenio de Losa, y que despues adjudicó á aquel colegio el padre provincial Andrés Nieto por los años de 1728. Los ministerios de confesonario y púlpito se ejercian en la parroquial. Se abrieron por este tiempo estudios de gramática: la clase era una pieza pequeña y baja, que servia ántes de cochera al Sr. obispo, y los cuartillos con que interrumpe el maestro sus lecciones, † salian á tenerse en la misma plazuela. Aunque con tanta incomodidad y pobreza no puede esplicarse bien con cuanta satisfaccion enviaban allá sus hijos las personas mas distinguidas, correspondiendo felizmente el aprovechamiento de los estudiantes, que hoy ocupan los primeros cargos de la república. Esta misma aceptacion y provecho comenzó á esperi

+ Entiéndase por cuartillos algunos cuartos de hora, en que los mas aprovechados estudiantes, repasan á sus compañeros las lecciones recibidas del macstro en la cátedra.

mentarse tambien en la ciudad de Celaya, donde obtenida tambien este año la licencia, comenzó á leer gramática el padre Agustin Mesa,

A 9 de julio, falleció en el colegio de S. Gregorio el padre José María de Guevara, natural de México. Renunció los lustrosos empleos que por la línea de las cátedras le prometian sus grandes talentos por dedicarse enteramente al servicio de los indios, en que se mantuvo por mas de diez y ocho años. Desde muy niño, parece lo escogió el Scñor para operario de este colegio, inspirando á su devota madre, que luego recien nacido, viniese á ofrecerlo á la Santísima Virgen en la santa Casa de Loreto. El venerable padre Salvatierra, predijo en términos formales que aquel niño habia de entrar en la Compañía. Para conseguirlo, tuvo que luchar algun tiempo con la opuesta resolucion de su padre que venció finalmente, huyéndose de su casa á nuestro noviciado de S. Andrés, donde ya desde mucho antes seguia en hábito secular toda la distribucion de novicio. Fué notable el fervor con que se ofreció entre los primeros al padre visitador Manuel Piñeiro, para pasar á Filipinas: la constancia con que segun el órden del padre visitador trabajó por conseguir á este fin la licencia de su madre, y el desinterés, pobreza y caridad con que deshecho el viage, hizo que sc repartiese entre los pobres cuanto el maternal amor le habia prevenido. Viéndose en S. Gregorio entre sus amados indios, no es ponderable la suavidad y ternura con que los atraia á la frecuencia de Sacramentos y práctica de la virtud. Vivia cuasi de contínuo en la iglesia por las mañanas, desde la hora en que se abria hasta las doce, sin mas interrupcion que la de un ligero desayuno, y dos á tres horas bastantes veces sobre tarde. Conservó, segun el juicio de sus confesores, intacta hasta la muerte la pureza virginal, y en su entierro el luto y lágrimas de los indios fueron solemne testimonio del aunor y veneracion que tuvieron siempre á tan fervoroso operario.

No fué méņos sensible en el colegio de S. Ildefonso de la Puebla la falta del humilde y devoto padre José Aguilar, natural de Durango. Once años se ocupó gloriosamente en una de las misiones de Taraumara, que pidió á los superiores fuese la mas trabajosa y la mas pobre. Treinta y cuatro en la Puebla en contínuo ejercicio de devocion y caridad. Toda la semana tenia distribuida en este género de ocupaciones. Los domingos con los niños de las escuelas salia cantando la doctrina por las calles, que luego hacia la esplicacion con exhortacion moral en la plaza. Los lúnes iba á la casa de las recogidas, don

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