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hecho fervorosos actos de contricion, animaron la confianza del concurso en la poderosa intercesion de la Madre de Dios, á cuyo favor se habian acogido, y del Santísimo Patriarca Sr. S. José, en cuya víspera estaban.

A estas voces, como de un profundo letargo volvió en sí la muchedumbre, y depuesto todo pavor, se ordenó lucidamente la procesion y se llevó á la Catedral la devota estátua, Despues de los nueve dias fué jurado solemnemente patrono de la ciudad contra aquel terrible azote el Santísimo Patriarca Sr. S. José, á cuya proteccion se atri. buia que en tantas ruinas de edificios y en tan peligrosas hendiduras de otros, y en tan fuertes y continuados temblores no hubiese muerto alguno, ni aun enfermado de peligro, saliendo al aire y durmiendo en las plazas y en el campo tantos achacosos de graves y maliciosos accidentes.

Pagó aquella nobilísima ciudad á los jesuitas sus buenos oficios, juntando entre los primeros republicanos seis mil pesos para reedificar su casa é iglesia. Entre los demas ciudadanos no faltaron tambien muchos que contribuyesen con sumas considerables. Gran parte se debió á la liberalidad del padre Dr. Juan Narciso de Robles, que habiendo sido ántes canónigo de aquella Santa Iglesia Catedral, por el singular amor que tenia á aquel colegio, donde habia concebido la resolucion de entrar en la Compañía, aplicó de sus bienes seis mil pesos para esta, entre otras muchas obras pías. El noble caballero D. Sebastian de S. Juan Santa Cruz, reedificó y adornó la capilla de nuestra Señora de los Dolores, con espensas de mas de doce mil pesos.

cicios de Pue

Nuestra provincia tuvo por este tiempo la mayor satisfaccion que Estreno de la podia apetecer en el reconocimiento, visita y ventajoso testimonio que casa de ejer dieron de las apostólicas fatigas y trabajos de sus religiosos los dos bla. celosísimos pastores el Sr. Dr. D. Nicolás Gomez de Cervantes, obispo de Nicarágua, y el Illmo. Sr. Dr. D. Benito Crespo, obispo de Durango. Visitó el primero personalmente las nuevas misiones del Nayarit, y quedó sumamente consolado de la paz y tranquilidad en que vivian aquellos, poco ántes fieras. No se cansaba de dar gracias al Señor y á los padres misioneros de ver tanta docilidad é instruccion en aquellos bárbaros, tantas, aunque pobres y pequeñas iglesias levantadas al verdadero Dios en aquel alcázar de la idolatría. En efecto, sosegadas las inquietudes primeras de los nayaritas desde el año de 1725 con la reformacion de la tropa que se redujo á solo cincuenta hombres

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y del gobernador que aquel mismo año, por órden de D. Pedro Rivera, visitador general de los presidios, se retiró de la provincia. De los cincuenta soldados se mandaron habitar treinta en la Mesa, diez en Guainamota, y otros tantos en Ixcatán. Los Sres. vireyes habian mandado ejecutar las mas estrechas providencias para la tranquilidad y buen gobierno de aquellos pueblos: que se repartieran entre los indios cinco mil pesos por los daños que les hubiesen hecho en la conquista: que á los padres asistiese siempre un soldado de escolta y dos cuando hubiesen de salir á sus pueblos: que no se dejasen sentar plaza foragidos ni solteros: que no se les permitiese tratar ni contratar con los indios, ni entrar en los pueblos sin beneplácito de los misioneros, ni servirse en manera alguna de los indios para sus particulares comodidades. Con estas disposiciones (bien que no todas veces observadas rigorosamente) respiraron algun tanto de sus pasados temores y vojaciones los nayaritas. Era singular la aplicacion y asistencia á la doctrina y á los demas ejercicios de cristianos que pudo llenar de com. placencia al Illmo. Sr. Cervantes.

El Sr. obispo de Guadiana (Durango) en cuya jurisdiccion está la mayor parte de nuestras misiones, dejada la espedicion del Moquí, intentó la visita de su vastísima diócesis, que cuasi toda ácia el Poniente y Norueste, debe aquella mitra á nuestros operarios. La Tepehuana, la Topía, la Sinaloa, Ostimuri, alta y baja Taraumara, la Sonora, la Pimería, son otras tantas regiones civilizadas, cultivadas y atraidas á la religion y obediencia de nuestros reyes, con solo el sudor y sangre de los jesuitas. En todas ellas halló mucho de que bendecir y alabar á Dios el celosísimo prelado. A la mision de S. Ignacio, que administraba el padre Agustin Campos, bajaron á presentarse á su ilustrísima mas de setenta indios del Sonoidac, del Bac, de Soamea y otras rancherías de sobaipuris y papavotas. Representáronle con demostraciones de no pequeño sentimiento, que habia muchos años que atraidos de la dulzura y caridad de su primer padre y protector el padre Eusebio Kino, habian solicitado padres para instruirse y recibir el santo bautismo: que el dicho padre Kino les habia enseñado á sembrar regu. larmente, á fabricar sus casas, y cuidar ganado para mantenerse así, y á los padres, que en vano habian esperado muchos años: que entre ellos habia muchos bautizados, y que si no lo estaban todos, era por no haber podido el padre asegurarse de que se les proveeria de ministro: que por orden de S. M. se debían haber destinado para la Pime

ría ocho padres, lo que jamás se habia verificado aun despues de muchos informes é instancias del padre Kino: que esta dilacion habia sido causa de la perdicion de otras muchas naciones y paises que dicho padre tenia ya reconocidas y bien dispuestas, como los yumas, quiquimas, cocomaricopas, hoabonamas y otros habitadores de los grandes rios Gila y Colorado, y aun los mismos apaches, cuya conversion en otros tiempos hubiera sido muy fácil, y hubiera libertado á la Taraumara y Sonora de tan contínuos sustos, é inmensos gastos á la real hacienda. El Sr. obispo, penetrado del mas vivo dolor, conferenciada con los padres la materia, y hallando ser verdadero cuanto expresaban aquellos buenos indios, resolvió escribir, como lo hizo, al Exmo. Sr. marqués de Casafuerte, virey, y al padre provincial de la Compañía pidiendo por lo menos uno 6 dos operarios, los que si no podian mantenerse á espensas del rey se obligaba su ilustrísima á mantener. los á su costa por el bien de aquellas almas. Aun á esta peticion tan autorizada y tan justa, se opusieron dificultades en México, que hicie ron al ilustrísimo recurrir á S. M. con el feliz éxito que veremos adelante. La misma representacion que ahora se hace al Ilmo. Sr. obispo de Durango habian hecho á fines del año antecedente los mismos sobaipuris al padre rector Ignacio Arzéo; pero estando esta narracion inserta en el informe que de aquellas misiones hizo al Sr. virey el brigadier D. Pedro de Rivera, hemos tenido por mejor vaciar aquí á la letra dicho informe, que es como sigue.

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Informe so

nes del obispado de Du.

ra.

,,Exmo. Sr. A mas de las órdenes generales que V. E. se ha servido ministrarme, la que consta por carta de 20 de junio de bre las misio 1725, en que se me manda observar el estado que tienen las misiones donde me fuese posible saberlo, por lo que conviene estar V. E. ente- rango al virado de la forma en que están divertidos los operarios del Evangelio, rey, del briinstruccion en la fé católica de los indios, reducidos á vida política por dro de Rivela gravedad de este punto y repetidos encargos de S. M.; y habiéndolo ejecutado por lo tocante a las misiones de Nuevo México y NuevaVizcaya que hallé á cargo de los reverendos padres franciscanos, ahora pasando por las de Ostimuri, Sonora y Sinaloa, vengo gustoso á informar á V. E. lo satisfecho y complacido que me han dejado las esperiencias del total complemento con que estos ministros se aplican en todas líneas á su obligacion. Las de Sonora y Ostimuri, están en riberas fértiles, en cuyo cultivo logran sus ministros cosechas con que tener bien abastecidos a los indios reducidos á pueblos. Estos, en en union

de casas, forman las misiones en vida política, estando ellos, sus mu. geres é hijos decentemente vestidos, y muchos en el trage español, inclinados al trabajo corporal del campo, y las mugeres á la labor y telares con que comercian con los españoles. Hay muchos instruidos en la lengua castellana, y sus ministros todos diestros en varios idiomas, segun los pueblos á quien en ellos administran y predican. Las de Sinaloa son ménos fructuosas; mas no obstante, se halla igualmente en todas con total decencia el culto divino, excediendo solo las de Sonora y Ostimuri en el mayor adorno de las iglesias, ornamentos y vasos sagrados, en que los padres emplean cuanto adquieren, y en cuyo reconocimiento tiene mucho que venerar y que aplaudir la devocion. Mantienen los ministros entre los moradores de esta provincia mucho crédito, estimacion y respeto por sus loables virtudes, buenas correspondencias, y distribucion de limosnas á los necesitados y misiones pobres. Y en cuanto á la conversion y educacion de los naturales, no tiene que oponer la mas rigorosa censura, porque á mas de estar los ya reducidos bien radicados é instruidos en nuestra santa fé, hay muchos tan adelantados en cada pueblo, que en todos ellos hay capilla de mú sica, de la cual, con los varios instrumentos que les han enseñado sus ministros asisten á los oficios diarios de la Iglesia, atrayendo á ella á los demas, y á la asistencia al contínuo rezo y esplicacion de doctrina á los niños y niñas, manifestando todos, obediencia, amor y respeto á sus ministros, que son celadores contínuos de sus operaciones. Mucho mas pudiera decir de lo que trabajan estos padres para honra y gloria de Dios, propagacion de la fé y bien de las almas, no solo entre las naciones bárbaras que reducen, sino entre los vecinos españoles de estos paises en el pasto espiritual que les comunican y el socorro en sus urgencias; solo añadiré que en las ocasiones que se ofrecen de hacer campaña, contribuyen con largueza dichos operarios con víveres, é indios amigos abastecidos de todo lo necesario, como lo esperimenté en la que acaba de hacer contra los apaches el capitan de presidio de fronteras. Asimismo satisfacen estos ministros á los piadosos deseos del rey nuestro señor, procurando atraer los indios aun gentiles al conocimiento de Dios, en cuya comprobacion, estando en dicho presidio, ví que copia de indios de la numerosa nacion de los pimas vinieron á pedir al padre rector Ignacio Arzeo, que respecto á no tener ministro, les diese el consuelo de ir á bautizar gran número de párvulos, lo que dicho padre ejecutó internándose mas de treinta leguas al Norte: bau

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tizó ciento cuarenta párvulos, y volvió muy compadecido del desconsuelo con que quedaban aquellos naturales de no tener ministro, y no poder él asistirles por la precisa residencia en los pueblos de su cargo. Por lo que jazgo necesario que V. E. procure se envie uno ó mas ministros para esta nacion de mas docilidad y racionalidad que todas las otras. Esto mismo que he dicho de Sinaloa y Sonora, debo decir de la de Tepehuana y Taraumara, segun he podido informarme de personas desapasionadas. He juzgado necesario individualizar estas noticias por la complacencia que el celo de V. E. tendrá por ceder todo en servicio de ambas Magestades, y ver ensalzado y alabado en partes remotas el santo nombre de Dios, mediante el insuperable trabajo de tan celosos ministros. Quedo á los piés de V. E. con el mas reverente respeto, pidiendo á Dios guarde á V. E. cuanto deseo y he menester. Real presidio de S. Felipe y Santiago de Janos, y febrero 14 de 1727. Exmo. Sr.-A los piés de V. E.-D. Pedro de Rivera."

Corroborada la peticion de los pimas sobaipuris con los autorizados informes del Illmo. Sr. obispo de Durango y del visitador general de los presidios, obtuvo finalmente de Madrid un despacho feliz de S. M. en 10 de octubre del siguiente año de 1728, mandó dos cédulas al Exmo. Sr. marqués de Casafuerte, y al Illmo. Sr. obispo de Durango: esta segunda, es del tenor siguiente.

El rey.-Reverendo en Cristo padre obispo de la Iglesia Catedral de Durango en la provincia de la Nueva Vizcaya, de mi consejo. Sa. bed: En carta de 22 de agosto del año pasado de 1728, me dísteis cuenta de que estando entendiendo en la visita general de vuestro obispado, os salieron al camino en la provincia de los pimas altos mas de setenta indios gentiles, dando á entender deseaban ser católicos cris. tianos, y no tener ministros que les instruyesen á ello, y que habiendo representado lo referido al virey de Nueva-España, luego que con. cluísteis la visita á fin de que diese providencia de que fuesen tres misioneros que por entónces bastaban al intento, no lo habia ejecutado, como tampoco el provincial de la Compañía de Jesus de México por decir no tenia órden alguna, sin embargo de haberle insinuado vos no se detuviese en enviar dichos ministros por falta de medios, pues os obligais al costo de su transporte, y mantencion anual; y habiéndose visto en mi consejo de las Indias, con lo que dijo mi fiscal, como quie ra que por despacho de la fecha de este, ordeno al referido virey de Nueva-España dé la mas pronta providencia, á fin de que pasen minis.

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