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de su familia y tal cual otro pariente y algunos aniigos, partió á S. Ignacio, donde á pocos dias, bautizados todos, se volvieron llenos de consuelo. No tardó mucho en volver con nuevos prosélitos, hasta agrogar al rebaño de Jesucristo toda su ranchería.

La prosperidad de estos sucesos con que se comenzó á abrir puerta al Evangelio por la playa del mar del Sur, se turbó en parte con una improvisa invasion de algunos salvages mas septentrionales, que 6 por édio del cristianismo, ó por antiguas enemistades con la nacion de los cochimies, cayeron de un golpe sobre la mision de S. Ignacio, con muerte de dos cristianos. Creyó el padre Luyando que la mansedumbre y paciencia cristiana triunfaría de la inhumanidad de aquellos bárbaros, así no permitió á sus neófitos que se vengaran, como intenta. ban, por las armas; mas la impunidad les dió nueva osadía, y llegaron á intentar la muerte del ministro, y el incendio de la mision. Fué forzoso entónces desengañarlos de que no era miedo ó cobardía la tolerancia de que habian usado hasta entonces. Se convocaron las vecinas rancherías cristianas en número de setecientos hombres de armas, de que se escogieron solo trescientos cincuenta. Se nombraron

dos caudillos de valor y autoridad entre ellos: se les proveyó de toda clase de arinas, todo con mucho órden, y cuanto mayor aparata fué posible, fabricado todo en la mision. A los dos capitanes se les dió órdon de no matar á nadie, sino traer á cuantos se pudiesen tomar vi. vos, y acabada una novena á la Santísima Trinidad, llevando por ban. dera la Santa Cruz, marchó la tropa en busca del enemigo. Informa. do por las espías el capitan, gobernador del pueblo de S. Ignacio, que los enemigos descansaban en un aguaje cerca de la sierra, se acercó á ellos de noche, formando un cordon, que insensiblemente fué estrechándose hasta cerrarles todo el paso.

A la punta del dia, se levantó de todos un horrible alarido. Los enemigos que dormian sin el menor recelo, despertaron alarmados, y quisieron ponerse en defensa; pero los cristianos eran en mucho mayor nûmero, bien armados, y les tenian cortado todo el paso. Era for. zoso morir é entregarse, no quedando arbitrio á la fuga: hubieron de poner los arcos en el suelo en señal de rendimiento. Pocos pudieron escaparse y dar aviso a otras cuadrillas mas distantes. Se trajeron en triunfo á S. Ignacio treinta y cuatro prisioneros, que fueron condenados á azotes. Se comenzó por el que habia cometido el homicidio; pero á pocos golpes los padres Sistiaga y Luyando, que se hallaban en

la mision, salieron á interceder por él y los demnas prisioneros. Esta caridad los cautivó de manera, que aun sueltos ya de las prisiones, se quedaron por muchos dias en el pueblo pasmados de la hermandad con que todos los acariciaban, y procuraban hacerles olvidar las antiguas discordias. Pidieron que se bautizasen sus párvulos, y á su instancia se hubo de hacer en algunos, ménos en el hijo del principal cacique. Pareció desconsolado, y tanto, que del camino volvió pidiendo con lágrimas el bautismo para su hijo, y prometiendo volver con todos aqueIlos prisioneros y cuantos mas pudiese, á instruirse tambien y bautizarse. No pudieron negarse los padres á tan piadosos ruegos, y él cumplió exactamente su palabra dentro de pocos dias.

Con igual fervor, aunque con muy diferente fruto se trabajaba en Nayarit. Los fervorosos operarios tuvieron el desconsuelo de saber por medio de un indio fiel llamado Francisco Javacué, que algunos aun de los ya reducidos á los pueblos adoraban los antiguos ídolos. Seña. ló los lugares donde celebraban sus juntas, y añadió que por no haber querido tener parte en sus abominaciones intentaban matarlo. El padre Urbano Cobarruvias, á quien se hizo la delacion, pasó la noticia al gobernador del presidio, y en su compañía pasó tambien al lugar señalado: quemaron los ídolos é infame adoratorio; pero ni el capitan tenia fuerzas bastantes para hacerse temer de los apóstatas, ni su pequeña tropa, compuesta por la mayor parte de foragidos y gente malvada, te.. nian tanto celo como él, para empeñarse en vengar las injurias de la religion. Estos, engreidos con el título de conquistadores, y no cre. yéndose bastantemente recompensados, no procuraban sino atraerse á los indios, permitiéndoles todo, porque les descubriesen minas, ó les sirviesen en sus tratos y labranzas, ó les disimulasen los excesos de Jascivia en sus mugeres y en sus hijas. Semejantes cristianos, bien claro está que habian de ser mas declarados enemigos de los ministros de Dios que los gentiles y apóstatas. Así á la pobreza y falta aun de lo mas necesario, á la imponderable aspereza de los caminos, á la rusticidad, inconstancia y malicia de los serranos, á la calurosa intemperie del clima, á los insectos y sabandijas molestísimas y aun ponzoñosas, tenian que añadir los celosos obreros las murmuraciones, los fraudes, los fingimientos, los malos modos, y aun las calumnias y declarados ódios con que los perseguian los presidiarios, impidiéndoles de cuantos modos podian aun los cortos alivios que permitia su situacion, y lo mas doloro. so, imposibilitando cada dia mas la propagacion del Evangelio y sólido

1730. Es nombrado provincial el

establecimiento de la fé católien. Vino este año el padre Segura con un misionero: los demas vinieron despues con el procurador Filipino. A 4 de noviembre de este año, en el nuevo pliego que vino, cumplidos los tres años de gobierno del padre Andrés Nieto, se halló nombrado provincial el padre Juan Antonio de Oviedo. En el siguiente de padre Oviedo 1730, se agregó á los demas piadosos ejercicios que practican los congregantes de la Buena Muerte en la Casa Profesa, el cuidado de la casa real de los Hormigos. Este recogimiento de mugeres escandalo. sas habia fundádose en México, á instancias de la real audiencia pa. ra reclusion de aquella peste de la república. El Sr. rey D. Cárlos II á fines del siglo antecedente, les habia comprado casa y dado algu nas fincas de que sustentarse. Se aplicaron singularmente á promover obra de tanta piedad los Sres. y reales ministros D. Francisco Saraza, D. Juan de Veguellina y D. Gaspar de Zepeda; pero muerto el uno, enfermo por mucho tiempo el segundo, y pasando el tercero al coro de la Santa Iglesia de Puebla, presto por la incuria de los administradores vinieron á padecer aquellas infelices cuasi estrema necesi. dad. Noticioso de esto el padre Nicolás Zamudio, prefecto de dicha congregacion, á quien su caridad para con todo género de gentes le hacia como el refugio comun de todos los necesitados, trató con sus nobles congregantes hacerse cargo de fomentar con sus limosnas á aquellas miserables. No fué dificil conseguirlo de tan caritativos y li. berales ánimos, y junta competente cantidad, se renovó su antigua habitacion, se pusieron en buen corriente sus antiguas fincas, y se impusieron á réditos para su sustento algunos miles. Se les introdujo agua, de que carecian. El padre prefecto asistia con frecuencia á confesarlas, y hacerles exhortaciones morales, y algunos otros padres las cuaresmas. Los congregantes con su prefecto en determinados dias les llevaban el alimento con bastante abundancia, les proveian de vesti. do á las que lo necesitaban, y repartian en reales competentes limosnas.

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En la California se trataba entre tanto de una nueva fundacion ácia la parte del Sur y cabo de S. Lúcas que es la punta mas meridional de la península que habitan los uchities, coras y parte de los guaicuros. Se habia, como vimos, por los años de 21 fundado allí la mision de San. tiago; pero quedaban aun muchos gentiles que causaban inquietudes. El capitan del presidio hizo muchos viages para sujetarlos y hacerlos entrar en su deber. En estas diferentes ocasiones los coras del cabo de S. Lúcas le instaron siempre por ministros, y creyendo que este

Muerte del

podia ser medio para reducirse los demas, propuso el asunto á los pa dres. For el mismo tiempo movió Dios el corazon del Sr. marqués de Villapuente inspirándole fundar otra mision en dicho cabo de S. Lúcas, sabiendo lo que incomodaba aquella gentilidad á los antiguos cris.... tianos. El padre José de Echeverría, que se hallaba actualmente en la California en calidad de visitador general de las misiones, pasó por el mes de marzo al cabo de S. Lúcas con el padre Nicolás Tamaral, dejando órden que le succediese en la Purísima el padre Sigismundo Taraval, que se esperaba de México. Fundada la mision en una abra espaciosa cerca de una alaguna de agua dulce, se detuvo allí algunos dias el padre Echeverría, y ofreció á Dios las primicias de algunos párvulos. Los adultos no parecieron sino en muy corto número, hasta que con el padre visitador regresaron los soldados. A poco tiempo fué preciso trasladar la colonia cinco leguas mas lejos del mar por los insectos y otras incomodidades del primer sitio. Aquí, con lus ordinarias pensiones se dió tanta prisa el fervoroso padre Tamaral, que án tes del año tenia ya bautizados mas de mil y treinta gentiles.

A fines de este año falleció con gravísimo y justo dolor y pérdida de padre Juan toda aquella cristiandad el padre Juan de Ugarte, hombre raro y de de Ugarte. aquellos que produce tarde la naturaleza. El padre Juan María Salvatierra confesaba ingénuamente que mil veces se hubiera desamparado la California a no haber sido por el celo y espediente del padre Ugarte. Habiéndosele frustrado el primer viage que hizo á la reduc ción de los guaicuros, se volvió diciendo:.... Esta empresa la reserva Dics para el Apóstol, nombre que daba al padre Ugarte, y frasismo que solia usar en las cosas que se proponian como imposible á la industria humana. Sus talentos singulares para la cátedra y el púlpito fe hubieran merecido las primeras estimaciones de la provincia que abandonó por consagrarse todo al bien de la California. De todas sus grandes prendas de alma y cuerpo, de su entendimiento, de su robusta salud, de su extraordinaría fuerza, de la fecundidad de su espíritu, de la grandeza de su corazon, de su habilidad para todo género de obras mecánicas, de su autoridad, de su mansedumbre y de todas las demas vir tudes, supo valerse maravillosamente para la fundacion, conservacion y fomento de aquellas desamparadas regiones, y por tanto en los últimos años le 'miraban como al padre de la Colonia y el atlante (que así Je llamaban) de la California. No le hicieron ménos respetable en lo aloméstico su pobreza, su invicta paciencia, su frecuente trato con Dios

en la oracion, en medio de las contínuas tareas de treinta años de mi. sionero, y algunos particulares dones con que le favoreció el cielo. Acábó su carrera el dia 29 de diciembre de 1730.

Habia mucho tiempo que el piadoso eclesiástico D. Nicolás de Agui. lar, vecino de la villa de Leon, en el obispado de Michoacán, movido de la apostólica predicacion y copioso fruto que tanto en aquel lugar como en otros vecinos hacia el padre Manuel Valtierra, deseaba fundar en su pátria un colegio de la Compañía. Tuvo que luchar por muchos dias el virtuoso sacerdote con la oposicion de algunos émulos de los jesuitas que con todo género de artificios y de engaños, procuraban im. pedir su residencia en Leon. Decíase que los jesuitas harian mas daño allí por su ambicion y codicia que provecho por su literatura y su doctrina: que en Roma los habian condenado de hereges, y no tardarian mucho en hacer lo mismo en España. Comprobaban estas falsedades con otra mayor, diciendo que en la Puebla habia salido de la Compañía un sacerdote profeso, y se habia casado dentro de pocos dias. Pro. metian al fundador que con mucho menos costo proveerian á la villa de ministros para la educacion de la juventud y de operarios para la reforma de las costumbres. Nada bastó á hacerle mudar de resolucion á D. Nicolás Aguilar. Consultó sus designios con personas sábias y virtuosas, y habiendo conseguido que entrasen en su poder dos haciendas de sus hermanos D. Manuel y D. Márcos de Aguilar, deseosos igualmente de contribuir á la fundacion, escribió al padre provincial Juan Antonio Oviedo, ofreciendo sitio para la iglesia y colegio; cin cuenta mil pesos para la fábrica, trescientos márcos de plata para su adorno y las haciendas para la manutencion de los sugetos. El padre provincial, con dictámen de la consulta, aceptó de su parte la liberali dad del fundador, y prometió enviar desde luego algunos padres á la villa siempre que se obtuviese la licencia necesaria de S. M., ofrecién dose á solicitarla de su general. Muy largo pareció este plazo á D. Nicolás, deseosísimo de ver alguna prenda que le asegurase el feliz éxito. Solicitó, pues, que entre tanto se ocurria á Madrid y á Roma, se pusiese allí con el beneplácito del Sr. virey y del Sr. obispo de la dió. cesis un hospicio con dos ó tres sacerdotes y un maestro de gramática, de mucho necesitaba el pais, tomando desde luego la Compañía posesion de las haciendas. Así se practicó obtenidas las licencias del Sr. marqués de Casa fuerte y del Illmo. Sr. D. Juan José de Escalona y Calatayud, obispo de Michoacán; se dió á la Compañía posesion del

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