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S. Javier. De aquí en una balsa pasó á la primera isla que los na. turales llaman Asegua, desierta, estéril, sin agua, ui otro alimento que algunos mescales y muchísimas aves, de donde toma el nombre, pequeña de ménos de un cuarto de legua en largo. Entre los pájaros se hallaron dos especies incógnitas, unos pequeños negros todos, que vi. ven de ordinario en el mar; pero duermen en tierra en nidos cavados en la arena. Otros grandes como anades 6 patos, pecho blanco, álas y espalda negras, pico y garras corvas, como aves de rapiña. Cavan tambien sus nidos en la playa, pero no los habitan sino en tiempo se. Dista esta primera isla cerca de seis leguas de la playa. La otra llamada Amalgúa, ó sea tierra de neblinas, está á poco mas de cuatro leguas de la primera, y las dos en altura de 31 grados, poco ménos. Amalgúa es mayor, larga como dos dias de camino y uno de ancho. Su longitud de Oeste á Norte con un monte en medio de buen alto. Desde su cima se vieron al Poniente otras dos islas pequeñas que no dieron noticia alguna los moradores de Amalgúa. Hallaron tres pequeñas bahías con pozos y fuentes de agua dulce, muchas y di. versas especies de pájaros, venados ó tayes, conejos negros pequeños y de pelo muy suave. Supieron que habia tambien castores y lobos marinos, y en el vecino mar no pocas ballenas que todo surtia de gasto á los isleños. Estos eran pocos y con facilidad vinieron en pasar al continente para instruirse y bautizarse, como se consiguió de todos, ménos de un malvado anciano, que habiendo resistido largo tiempo, y venido á fuerza por no quedarse solo en el camino, se arrojó á cazar lobos que vieron sobre un banco de arena, y á la vuelta murió despe dazado de un tiburon, no sin asombro y escarmiento de los demas. En 4 de noviembre de 1733, justamente á los tres años del padre Juan Antonio Oviedo, le succedió en el gobierno de la provincia el padre José Barba. Su trienio fué inquieto y tumultuoso por los diversos y ruidosos pasages del pleito de diezmos que en esta sazon se ventiló con mas ardor de parte del Illmo. Sr. D. Juan Antonio Bizarron, arzobispo de México, y de los Sres. jueces hacedores de la Santa Iglesia Catedral. No pienso se echará ménos en este lugar una relacion mas circunstanciada del curso de este pleito. Si en todos los demas negocios meramente temporales de los colegios hemos siempre procurado abstenernos de odiosas narraciones, mucho mas en estos años en que no pudiendo dejarse de nombrar personas que viven aun, ó ha poco que fallecieron, seria preciso renovar memorias nada agrada

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bles, especialmente cuando en ellas nada ganaria la edificacion de nuestros lectores. El Sr. Bizarron, es por otra parte muy acreedor á la estimacion de la provincia por lo mucho que la honró en los lustrosos empleos de arzobispo y virey de estos reinos. Se valió de muchos sugetos de la Compañía para muchas cosas de la gloria de Dios y bien de su rebaño, y finalmente, para el mas importante negocio de su salvacion, comunicando íntimamente en su última enfermedad con el padre Mateo Anzaldo, en cuyas manos murió en 1747. ‡ Pero volvamos á tomar el hilo de nuestra historia.

Por los años de 1733 y tiempos cercanos, eran muy famosas en el obispado de la Puebla las misiones circulares del padre Juan Tello de Siles, operario infatigable, y uno de los sugetos que ha tenido aquella ciudad mas enteramente dedicados á la salud de los indios. Acompa ñábale muchas veces en estas espediciones el Sr. Dr. D. Miguel de Nieto y Almiron, canónigo magistral, y despues maestre escuelas de aquella Santa Iglesia, ocupando en esto los meses de oraciones que le permitia el derecho. Este raro ejemplo seguia tambien el Sr. D. Pedro de Vargas, prebendado de la misma iglesia; peró en quien será de mucho ejemplo tomar la narracion desde mas alto.

Habia sido este Sr. cura beneficiado algunos años del partido de Huamantla. En este tiempo hubo algunos ruidosos disturbios entre él y el teniente de gobernador y otros vecinos principales del pueblo, por los cuales se hallaba actualmente capitulado y llamado á la capital, cuando llegó á hacer mision á Huamantla á peticion del Sr. Lardizaval el padre J. J. Martinez. Creyó el ilustrísimo que la mision seria el mejor medio para mitigar aquellos ánimos agitados y enemistados y evitar los escándalos que ocasionaban á todo el partido los choques del cura y del teniente; y así permitió al beneficiado que fuese en aquel tiempo á su curato. Empezaron los padres la mision con un fruto copiosísimo, como suele acontecer en la gente pobre y rústica; pero nada conseguian de los principales del pueblo, que ó por no concurrir con el cura, 6 por no verse obligados á deponer su enemistad evitaban cuidadosamente asistir á los sermones. Entre tanto, llegó la fiesta de S. 'Bernardino de Sena, patron jurado de aquel valle. Era en este dia inevitable la concurrencia; pero no siendo sermon de mision, no se les hizo muy dificil asistir á la iglesia. Era convidado para el sermon un

Segun la Guia de forasteros de México; mas segun el padre Alegre en 1748.

sobrino del mismo cura, recien ordenado, y la Providencia Divina dispuso que este, ó porque en realidad enfermase, ó por algun recelo que tuvo de predicar en aquellas circunstancias tan críticas, avisó la víspera á su tio que no podia predicar por hallarse enteramente indispuesto. El cura, en este aprieto, ocurrió al padre Juan Martinez, que admitió gustosamente, y comenzando por panegírico, declinó con destreza al punto moral que necesitaba su auditorio. Dios le inspiraba las palabras y un ardor á que no habia resistencia. Mirábanse unos á otros con susto los oyentes, y nadie prorrumpia por la confusion y la vergüenza. El párroco, creyendo que por su oficio y estado le convenia ser el pri mero en el buen ejemplo, se levantó del lugar en que presidia al clero, y fué para donde estaba el teniente. Calló el predicador, y todo el auditorio esperaba con susto y silencio el éxito de una accion tan desusada. El buen cura se arrojó á los pies del teniente pidiéndole perdon. Este, con los demas sus partidarios hicieron lo mismo. En toEscena patéda la iglesia no se oian sino perdones y lágrimas de alegría,. de com- tica, interepuncion y ternura á vista de semejante espectáculo. Una accion tan giosa. heróica premió Dios al Dr. Vargas con tal abundancia de gracias, que fué despues el ejemplar y espejo de los eclesiásticos. A poco tiempo le vino una prebenda, cuya renta toda repartia entre los pobres, contentándose con vestido honesto, y un grosero alimento. El tiempo de sus vacaciones lo ocupaba en salir á predicar é instruir á los indios de los pueblos, donde habia, sido cura para rezareir (como decia) el descuido y mal ejemplo con que habia quizá escandalizado en su juventud. El tiempo que estaba en la ciudad, cuanto se lo permitia el coro, lo empleaba en las cárceles y hospitales, y otros ejercicios de caridad, hasta que algunos años adelante, una mision que hizo á paises muy destemplados de la costa, le fué causa de la última enfermedad, y de una apetecible muerte.

A este suceso de tanta edificacion debemos añadir otros dos no de poco temor acontecidos en Guatemala. Llamaron con prisa al padre José de Villalobos para una confesion en un barrio distante. El padre, aunque actualmente estaba con una úlcera en el calcañal del pie, partió al instante con aceleracion; pero cuando llegó habia espirado la enferma. Halló á los asistentes estremamente congojados, y no lo quedó ménos el padre de haberla hallado muerta. Los circunstantes entonces tomándolo aparte: padre, le dijeron, no ha sido culpa de vuestra reverencia que haya muerto esta muger sin confesion. Seis sacer

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sante

y

reli.

Otro terrible

caso.

dotes se han llamado de la vecindad, y todos se han escusado. Cuan.
do llamamos á vuestra reverencia ya estaba en agonía. Estos son se-
cretos juicios de Dios: ella era una muger de vida notoriamente estra.
gada y que habia inducido tambien á dos de sus hijas al mismo infame
comercio. Ha muerto sin quererse confesar, y apartando de sí mien.
tras pudo el Santo Crucifijo que le poniamos en las manos.
Lo que
mas nos asombra es, que habiendo tenido muy blancos y hermosos dien-
tes, que era lo mas agraciado de su rostro, de anoche acá se le han
desaparecido de la boca. Entró el padre á ver el cadáver, y halló ser
verdad, que ni aun señal le quedaba de haber tenido dientes, sino solo la
raiz de un colmillo que mucho antes se le habia caido. El caso fué
notorio y muy espantoso para cuantos la habian conocido. El padre
Villalobos, grandemente compadecido encomendó á una persona de
probado espíritu que encomendase á Dios una alma, sin decirle el nom.
bre y las circunstancias del caso. No tardó muchos dias en darle esta
respuesta:.... Padre, le dijo, yo tengo la cabeza llena de ilusiones, y no
querria juzgar mal de nadie. Haciendo oracion por la alma que vuestra
reverencia me encomendó, ví que unos demonios la llevaban por un
campó presa con cadenas de fuego, y me decian en mi interior:....
A esta le sacaron los demonios los dientes ántes de morir en prendas
de que habian de llevar su alma como lo ves, por los muchos que con-
dujo á perdicion por el nímio cuidado de sus dientes.

No fué ménos horrorosa la muerte de otro sugeto de mas que mediana distincion y de grandes créditos en su oficio. Murió repentinamente en una calle pública dando espantosos bramidos como una fiera y sin poderse confesar á presencia de mucha gente que acudió á las voces y algunos sacerdotes. No se supo mas por entónces; pero á pocos dias yendo una muger á confesarse, bañada en lágrimas, dijo á uno de nuestros sacerdotes, que por mucho tiempo habia estado en mala amistad con aquel hombre infeliz: que la misma noche en que murió salia él de casa de un caballero que nombró (y donde era cierto que habia estado aquella noche:) que encontrándola en la calle la fué solicitando por dos cuadras que hay desde dicha casa al lugar donde murió: que resistiéndose constantemente por estar en la actualidad haciendo una novena á Sr. S. José, él la habia tenido por fuerza abrazada hasta conseguir su brutal deleite, é inmediatamente apénas se habia apartado de ella dos ó tres pasos, cuando con furiosos bramidos cayó en tierra y murió á poco rato.

Con muy diferente suerte murieron este año en la provincia dos hermanos, uno estudiante y otro coadjutor, dejando hasta ahora un suave olor de edificacion en los colegios donde florecieron. El 1. de febrero, víspera de la Purificacion de nuestra Señora en el colegio del Espíritu Santo de la Puebla, el hermano Bernabé Sanchez, natural de Cuba, mozo de angelicales prendas aun desde su mas tierna juventud, en que era ejemplo á los demas colegiales en el Seminario de S. Gerónimo. En la Compañía fué admirada de todos su exactitud en la observancia de los mas menudos ápices. Tan delicado en la pobreza, que jamás usó sin licencia particular aun de aquello que da á todos la religion. Su modestia y guarda de los sentidos, fué tal, que siendo so. ta ministro, fué necesario mandarle que alzase los ojos para cuidar del refectorio. Preguntado por su confesor poco ántes de recibir el Santo Viático sobre una materia en que recayese la absolucion sacramental, respondió que no se acordaba haber cometido algun pecado venial deliberadamente. En el colegio de la Habana, á 14 de agosto, pasó de esta vida el activo y devoto hermano José Ignacio Vila, natural de Cerdeña y ejemplar de coadjutores de la Compañía. Jamás se sentó sin mandárselo delante de algun sacerdote, ni les habló sino con el virrete en la mano. Acompañando á los padres en sus ministerios, siempre iba un paso atras, y no bien veia algun sacerdote con las manos ocupadas, cuando ocurria á servirlo. Cuidaba él solo de la sacristía, del refectorio, de la despensa, cocina, enfermería; era ropero, despertador, procurador, portero, cumpliendo tan diversos oficios con tanta exactitud, como si cada uno le ocupase enteramente, y ninguno lo ocupó nunca tan del todo, que se dispensase por él de la oracion, exámenes y leccion espiritual á las horas señaladas, á que añadia el oficio Parvo, muchas visitas al Santísimo Sacramento, y una cuotidiana y recia disciplina, con un cuasi continuado ayuno. Dentro y fuera de casa se hicieron por su salud muchas oraciones, misas y promesas, y el entierro lo tomó á su cargo con su religiosa comunidad el reverendísímo padre guardian de S. Francisco.

Para noviembre de este año, tenia ya convocada el padre provincial José Barba la vigésimaseptima congregacion provincial. Fué el dia 2 elegido secretario el padre Nicolás de Segura, prefecto que era entónces de la congregacion de la Purísima, y el 4, destinados procuradores los padres Juan de Guendulain, rector y maestro de novicios en Tepotzotlán, Andrés García, rector de S. Gregorio, y el padre Manuel

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