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el carácter de

bíase comenzado á sentir poco tiempo antes, en el mes de agosto, en el obrage de un pueblo de indios llamado Mixcoac, cercano á México, de donde pasó á esta ciudad á fines de noviembre. A juicio de los inteligentes era la misma especie de enfermedad que luego recien llegada la Compañía á Nueva-España, por los años de 1575 y 76, habia Descubrese asolado este pais. Un vehemente frio y temblor en todo el cuerpo, un esta epidemia fuerte dolor de la cabeza y estómago, una calentura ardiente y un flujo de sangre por las narices que era el término de la vida; he aquí los síntomas de la epidemia desoladora. La poca cautela y desabrigo de los pobres, los esponian mas abiertamente á los estragos de esta dolen. cia, que ya á fines de diciembre habia tomado un gran cuerpo. Habian precedido no pocas señales que tenian harto consternados los ánimos. Temblor de tierra el dia 7 de setiembre de 36, eclipse de luna en la conjuncion del mismo nes, y luego mas horrible del sol á 1. de febrero de 1737. Estraordinarias lluvias á fines de otoño, muchas y muy frecuentes exhalaciones nocturnas, huracanes fuertísimos el mes de por diciembre, y tal cual singular aspecto de estrellas que no faltó profesor de astronomía que juzgase ser cometa. Sin embargo, no se tomaba aun de la ciudad providencia alguna hasta que la frecuencia de viáticos y de entierros, la falta de operarios en las fábricas y de los indios en todos los diversos ministerios que por la mayor parte ellos solos ejercian en la ciudad, hizo colocer el estrago. A estas primeras noticias el Sr. arzobispo virey . J. Antonio Bizarron, consultado el real protomedicato, proveyó por su decreto de 2 de enero que se señalasen (como se ejecutó) cuatro médicos y seis boticas en que se diese á los pobres gratuitmente á costa de su Illma. lo que necesitasen para su curacion, cuyo costo solo en cinco meses montó á 35327 pesos, cantidad que solo basaría á inmortalizar el nombre de este pastor * y padre de la república. Esta providencia hubo de reformarse á fines de mayo por no parecelya tan necesaria, y mas aun, porque se creyó ser la causa de difundirse as el contagio, no recogiéndose por este motivo los enfermos á hospiles de los muchos que hay habia por entonces y que se aumentaron n la ciudad.

Nueve para divesos géneros de enfermedaes se cuentan en México; pero no bastando todos para la única que enonces asolaba la ciudad,

+ Este es mucho costo ciertamente; entiendo que mayor parte de las medicinas seria agua de borrajas con jarabe de claveles: sin da metieron los boticarios el buen dia en casa. Es gente por lo comun muy poco ritativa.-B.

se añadia con otros seis con que quiso el Señor servirse del celo, fer. vor y actividad del padre Juan Martinez, solícito operario del colegio máximo de S. Pedro y S. Pablo. Consiguió primeramente del Sr. Arzobispo dos mil pesos en reales que se repartieron á los pobres por medio de los padres de dicho colegio; pero como de esta limosna viese que la mayor parte cedia mas en alivio de la pobreza que de las enfermedades, determinó pedir limosna cuasi de puerta en puerta para erigir en hospitales algunas casas en los barrios mas apartados, donde era mayor el desamparo y la necesidad de los enfermos. Cooperó Dios á sus caritativos designios con tanta abundancia, que un pobre jesuita sin mas caudal que su misericordia levantó tres hospitales, uno frente á la parroquia de S. Sebastian, otro en el Hornillo que corrian enteramer. te por su cuenta, y el tercero en el barrio de'Santa Catarina Mártir, en que tuvo mucha parte D. Vicente Rebechi, á quien pidió el padre la que tenia destinada para plaza de gallos. El caritativo caballero no solo la ofreció gustosamente, sino tambien lo necesario para medicinas, abrigo y sustento de los enfermos, y aun su misma persona para la asis. tencia y curacion de ellos. En estos tres hospitales empleó el padre Juan Martinez muchos miles que con increible liberalidad le suminis. traban el Sr. arzobispo, la nobilísima ciudad, el consulado, y muchas piadosas personas, en que tenian no poca parte, el colegio de México, tanto en reales como en pan, carne, frazadas y otros alivios de comun necesidad. Al cuidado de lo temporal añadia el padre el mas importante de las almas; bien que en esto no le cedia algun otro de sus hermanos. Todos los sacerdotes de los cuatro colegios de México corrian incesantemente las calles acompañados de innumerable tropa de los que llamaban para confesiones entre las bendiciones de los desvalidos, y de todos los vecinos, encantados de ver un ejemplo de tanta caridad. Los mas no volvian en todo el dia al colegio, ó solo era para tomar un breve alimento. El padre provincial era el primero. No habia hora tan incómoda, lugar tan distante, pieza tan hedionda, enfermo tan asqueroso, no habia ocupacion que los apartase de estos oficios para con sus afligidos prójimos. Fuera de los tres hospitales en que llevaban solos todo el peso, asistian igualmente en todos los demas de la ciudad, en todos los barrios, en todas las plazas y calles donde se encontraban á cada paso los enfermos y moribundos. El hospital de S. Lázaro, que de una particular enfermedad destinó en este tiempo á la necesidad presente el zelo de su prior fray José Pelaez, lo habilitó en gran parte

de lo temporal el padre Nicolás de Segura, prefecto entonces de la con gregacion de la Purísima, y lo asistió enteramente en lo espiritual con algunos de sus congregantes sacerdotes y muchos de los jesuitas. En los barrios no solo eran confesores los padres, sino tambien párrocos, administrando todos los sacramentos por facultad que habia para ello concedido el Illmo.

á

Fuera necesaria una historia aparte para referir, ó las cuantiosísimas limosnas, ó las acciones de heróica caridad que entonces se practicaron en México. Las personas mas distinguidas del cabildo eclesiástico y secular, real audiencia y demas tribunales, salian por las calles acompañados de sus eriados y pages à repartir el sustento, el vestido, las medicinas á los pobres, asistir á su Viático, á recoger los tristes infantes, que tal vez desamparados, se hallaban solos en las casas difuntos ya todos los demás moradores, á juntar en carros la multitud de cadáveres, porque no bastando las muchas iglesias de la ciudad y sus cementerios, se abrieron largas y profundas zanjas en el de S. Lázaro y otros barrios. Se hizo muy de notar la piedad y fervor de algunas nobles señoras, que deponiendo toda la delicadeza propia de su sexo y educacion, se repartieron por los hospitales, singularmente en el de Santa Catarina y puente de la Teaj, à servir personalmente á los apestados, y no menos la del ilustre conde de Santiago D. Juan de Velasco Altamirano, que en todo el tiempo de la epidemia gobernó siempre el coche en que salía de la catedral el Augustísimo Sacramento, devocion en que se ha señalado su nobilísima casa, y motivo piadoso que lo conducia tambien á visitar las humildes chozas de los enfermos y remediar sus necesidades. ¿Quién podrá referir el ardor con que los párrocos y ministros de las iglesias y todos los órdenes re. ligiosos sacrificando sus vidas se consagraron enteramente al socorro de los pobres? Los espectáculos lastimosos que les quebraban el corazón á cada paso en la hambre, desnudez, en el desamparo de los miserables que á cielo descubierto muchas veces, y á las orillas de las acéquias, é confundídos los sanos con los enfermos, y los enfermos con los muertos en pequeñísimas piezas acababan finalmente todos al rigor de la fiebre? El trabajo que para confesarlos y administrar. los era menester por la estrechez de la habitacion ó por la cualidad de los enfermos? A pesar de tan continuas y horribles fatigas, ni del cuidado de la propia vida, ni del alimento, ni del vestido, ni del sueño, ni del descanso, parece que se acordaban los celosísimos obre

ros, únicamente ocupados en llevar á los graneros del cielo la miez copiosísima de que se les llenaban las manos. Tantos pecadores envejecidos en la maldad é ignorancia, muchos que jamás se habian confesado, muchísimos pue en largo tiempo no lo habian hecho, innumera bles de confesiones nulas y sacrílegas, á quienes el desengaño, el peli. gro ó la exhortacion hacia abrir los ojos; supersticiones, errores, ido. latrías, ocasiones présentes, tal vez en el mismo lecho, que era menester desarraigar, haciendas, créditos que era forzoso restituir, matrimonios inválidos, tratos inícuos que erà preciso deshacer, ocupaciones todas que tal vez necesitan el estudio y diligencias de muchos dias, y á que por necesidad se debia dar entonces un pronto espediente.

Entre tanto, no bastando la profusion de los caudales en limosnas, las precauciones de los magistrados, ni la pericia de los médicos para atajar el contagio que cada dia cobraba nuevas fuerzas; viéndose las plazas, calles, oficinas, los caminos en un triste silencio, desamparados los barrios, cerradas ó solitarias las casas, se hacian por todos los templos oraciones, plegarias, procesiones, novenas, y todo género de piadosos obsequios para aplacar la ira del cielo. Con la esperiencia de diez años ántes en el zarampion, se ocurrió desde luego á la Santísima Virgen en su milagrosa advocacion de Loreto, se llevó en solemne procesion á la Casa Profesa á peticion de la ciudad: se le cantó un hovenario de misas: lo mismo se hizo despues con la santa imágen de los Remedios, cuyo amparo ha esperimentado tantas veces està ciudad desde el tiempo de su conquista. No quedó santuario ni devota. imágen, á que pública 6 privadamente las comunidades religiosas, cofradías ó gremios, no repitiesen muchas veces sus ruegos y oraciones. Lo mismo que en México se practicaba en Querétaro, Celaya, Toluca, Cholula, Tlaxcala, y casi todas las ciudades y pueblos de Nueva. España, donde fué el mismo rigor de la peste, la misma vigilancia en los pastores y magistrados, la misma caridad en los vecinos, y la mis. ma actividad y fervor en los operarios. Sin embargo, se reservaba el Señor esta gloria para su Santísima Madre en la milagrosa imá gen de Guadalupe (de Tepeyac) á cuyo amparo queria que se pusiese todo el reino. Bien presente habia tenido la ciudad este uso desde los principios de la epidemia, y así en cabildo que se tuvo á 23 de enero con el ejemplar de lo acaecido en la última inundacion del año de 1629 en que el Illmo. Sr. D. Francisco Manzo y Zúñiga resolvió traer, y trajo efectivamente á México la sagrada imagen, se determinő

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pedir para el mismo efecto la venia del Illmo. y Exmo. Sr. Bizarron. No faltó quien en el mismo cabildo impugnase como temeraria esta resolucion, persuadiendo á que se jurase la Señora principal patrona de la ciudad en aquella maravillosa advocacion. Pasó la consulta á S. E. I., quien respondió con este memorable decreto. „México y enero 25 de 1737. Sin embargo de que debo y doy muchas gracias á la nobilísima ciudad por la proposicion que su celo fomenta en la presente consulta, es tanta la importancia de un movimiento tan respetable, que no determinándome á conformarme, ni á contravenir en accion que no cons. ta haberse practicado jamás en necesidades de México aun mas apretadas que la presente; debo, sí, excitar la piedad de su ayuntamiento á proponer alguna plegaria ó novenario, ú otro pio y deprecativo me. dio á obligar á la divina misericordia con la interposicion de la San. tísima Virgen, ejecutándolo en su Santuario de Guadalupe, refugio preciso como nacido de Nueva-España y de esta capital."

Hízose por entonces el solemne novenario, repartiendo entre sí los dias el cabildo eclesiástico y sagradas religiones; pero no descaeciendo un punto la fuerza del contagio, en cabildo de 11 de febrero se trató de fomentar aquel pensamiento de jurarla patrona. Para este efecto se nombraron dos comisarios, y otros dos por su parte el cabildo eclesiástico, á que accediendo la autoridad del Sr. arzobispo virey, se procedió á la eleccion por el cabildo secular en 28 de marzo y por el Jura México eclesiástico en 2 de abril, la que vista por S. E. I. con la respuesta por patrona principal á N. fiscal de 24 de abril, dijo: ,,Que aprobaba y aprobó en cuanto ha ludalupe en 26 gar, y con sumision á la sagrada congregacion de ritos y arreglamiende mayo de to á sus decretos, la eleccion de patrona principal de esta ciudad de

Sra. de Gua

1737.

México en nuestra Señora bajo el milagroso título de Guadalupe, y en su consecuencia asignaba el dia sábado que se contará 27 del corrien. te, para que á las diez horas de la mañana en la real capilla de este palacio comparezcan los diputados de uno y otro cabildo eclesiástico y secular á hacer ante S. E, I. el juramentofacostumbrado," como efectivamente se practicó con increible regocijo de toda la ciudad el 26 de mayo. +

Parece que el ángel esterminador no esperaba mas que esta resolu

+ Infiérese de lo referido por el padre Alegre, que aunque el juramento se prestó por los comisionados de ambas corporaciones en representacion del pueblo y clero, á este acto augusto no se le dió la debida solemnidad sino hasta el dia 26 de mayo. Seria de desear que refiriese las solemnidades que se hicieron en dicho dia.

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