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zaldo.

Abrese el plie- El padre Juan Antonio de Oviedo continuó su gobierno hasta el go y se halla dia 25 de junio en que abierto nuevo pliego, tuvo por sucesor al padre nombrado pro. vincial el pa. Mateo Anzaldo. En esta misma ocasion habia venido carta de nues. dre Mateo Antro padre general en que informado su paternidad, de los de dentro y fuera de la Compañía, de los gloriosos trabajos de los operarios de esta provincia en el tiempo de la epidemia, manda al provincial dé en su nombre las gracias a todos, tan afectuosas (dice su paternidad) como quisiera darlas á cada uno en particular, asegurándoles, no ménos, de la consolacion grande en que me dejan esas noticias por lo que prue. ban de fervoroso espíritu y celo en esa provincia, que de la segura confianza que tengo en la virtud y ardiente caridad de todos, para conti. nuar con el mismo empeño, tan glorioso á nuestro Señor, tan útil á los prójimos y tan propio de la Compañía, cuya causa y buen nombre pårece ha querido justificar el cielo, mostrando así, que los que tan per seguidos se ven al presente son los mas empeñados é interesados por el público hasta el estremo de perder sus vidas." El padre Mateo Anzaldo desempeñó esta órden con una carta circular, que siendo una hermosa descripcion del inmenso trabajo de nuestros operarios, y sien. do de superior á súbditos en que no cabe la adulación ni la lisonja, nos pareció insertar aquí á lo menos algunas de sus cláusulas.,,No pudo, dice, sufrir la caridad de vuestras reverencias las leyes que regularmente se establecen en las epidemias de que haya número deter. minado de operarios. No pudo sufrir la separacion de estancia, mesa trato y comunicacion, diligencias tan necesarias para impedir el contagio. No se pusieron estos ni otros preservativos al peligro, porque no lo temian vuestras reverencias, sino antes lo buscaban. No hubo distincion de gremios, diferencia de grados, preeminencia de puestos, ni exencion de canas. Los enfermos, los ancianos, los superiores, los maestros, todos eran aperarios: el único órden que observaron vuestras reverencias fué no admitir descanso alguno. No se media con las ho ras del dia la trabajosa tarea, continuaba toda la noche. Todos se aplicaron, todos se dieron por obligados; aun nuestros estudiantes, siempre exentos de semejantes escursiones, lograron la suerte de acompañar a los sacerdotes, mitigando la pena de no serlo para ayudar mejor a sus prójimos con suplir por nuestros hermanos coadjutores, cuyo anhelo no alcanzaba á lo exhorbitante de las tareas. Ni nuestros novicios pueden quedar escluidos de esta gloria, pues pedian con instancia ser enviados á servir la comida á los pobres, y animarlos con bue

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nos consejos. La caridad de Jesucristo empeñó á vuestras reverencias á entrarse por las casas de los apestados, á recorrer los barrios. Solian pasar de treinta las confesiones que hacia cada sacerdote, y se podian ajustar no pocas leguas en los distantes términos que repasaban mu▲ has veces al dia. Insensibles pudieran haber sido vuestras reverencias á la hambre, á la sed, á las vigilias, á las fatigas, á las destemplanzas del dia y de la noche, del sol y de la agua, si no los hubieran declarado muy sensibles los mortales accidentes que les resultaron por la continuacion del insoportable trabajo. Muchos fueron los heridos del contagio, y pudieron haberlo sido todos. Algunos murieron víctimas de la caridad: ninguno rehusó esponer su vida, y me constan los humildes sentimientos de muchos por no haberla perdido. Yo, en nom bre de nuestro muy reverendo padre general y mio, doy á vuestras reverencias las gracias, y podré dar á su paternidad reverendísima el consuelo de que aunque ha cesado el fuego del contagio, vive aun el de la misma caridad, celo y fervor en el de vuestras reverencias, &c., Los años siguientes de cuarenta y cuarenta y uno fueron muy pacíficos en la provincia, cuanto turbulentos en la de Sinaloa y Californias. Inquietaron á Sinaloa las sediciones de los yaquis y mayos patroci nados de algunos vecinos que los necesitaban para sus particulares intereses. No contribuyó poco el desafecto de un caballero de los que tenian mando en la provincia para con los misioneros jesuitas. Estos en todo el tiempo del motin, no hicieron otro papel que el de blanco de todos los tiros y calumnias con que quisieron denigrarlos sus émulos. Las cabezas de la rebelion eran tres ó cuatro indios bastantemente as tutos y ladinos. Al principal, y que destinaba para sí el señorío de la provincia, llamaban en su idioma Muni, otro llamado Baltazar, y otro llamado Juan Calixto eran sus principales oficiales, y este segundo mandaba en su ausencia las tropas de los malcontentos. Las hosti. lidades comenzaron por las misiones de Mayo con muerte del cacique gobernador de aquellos pueblos é incendio de las iglesias é imágenes sagradas. De Mayo pasaron al sitio que llamaron Cedros, donde cometidos impunemente los mismos sacrilegios, pusieron sus reales en Bayoreca. El gobernador, á esta noticia, se retiró á los Alamos. Los rebeldes saquearon todos los lugares, pusieron fuego á las casas y á los sembrados de que no podian aprovecharse. Súpose en el Yaqui por este tiempo la prision de Muni, que el capitan Mena habia tenido la Fortuna de haber á las manos, bien que presto, temeroso de mayores

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1740.

inquietudes, hubo de ponerlo en libertad. Con esto creció la confianza y el orgullo de los 'yaquis. En Barum y otros lugares vecinos, atropellando el respeto debido á sus ministros y aun amenazándolos con la muerte, lo llevaron todo á sangre y fuego. El gobernador disimulaba entre tanto no oir los clamores de toda la provincia hasta que se vió obligado á enviar á Mayo, donde reconocia ménos peligro, uno de sus tenientes con algunos soldados. Los mayos los recibieron con muestras de alegría y de tranquilidad, los regalaron con todo cuanto habia en sus pueblos, y dejándolos gozar desarmados, de las dulzuras de la paz se apoderaron de sus personas y cruelísimamente azotados los enviaron al gobernador. Despachó este luego sesenta hombres armados para castigar aquel desafuero; pero habiendo tenido el capitan la inad.. vertencia de fiarse de un indio que los guiase, este los condujo por unos pantanos donde, sin poderse revolver, fueron atacados improvisamente de los yaquis, que cazándolos como á fieras atadas, los dejaron á cuasi todos en el campo. Pasaron de ahí á Basacora, asolaron la provincia de Otsimuri que sus vecinos se vieron forzados á desamparar y acogerse á los bosques hasta que pudieron refugiarse muchos en Icora. De aquí se escribió pidiendo socorro al gobernador de Nueva-Vizcaya dándole noticia de los designios del enemigo, que eran penetrar á la Sonora á cuyas puertas estaba ya insolente con sus prósperos sucesos.

La distancia de este recurso dió tiempo á los sediciosos para acome. ter á Tecozipa, uno de los primeros pueblos de Sonora en que se hallaba D. Agustin de Vildasola con un otro oficial y algunos soldados del presidio. A estos dos bravos oficiales opusieron los yaquis sus dos gefes Baltazar y Juan Calixto. A la punta del dia acometieron por todas partes con bastante órden. Los españoles, aunque desprevenidos y medio desnudos, sostuvieron con valor sus primeros ímpetus entre la confusion y el desórden. Vueltos en sí dentro de poco, bien que en pequeño número respecto de los indios, dispusieron con tal regularidad sus descargas, que pudieron al fin rechazarlos. No consiguieron sin embargo ventaja alguna mientras estuvo Baltazar al frente de los suyos. Este bravo indio dió aquella mañana un grande espectáculo á los mismos españoles. Ni las balas, ni flas lanzas, ni las espadas fueron bastantes para apartarlo de la entrada que hahia abierto en el recinto y que pretendia franquear á sus gentes, hasta que cuasi á pedazos quedó muerto en el mismo lugar; con su caida huyeron los demas. Desde este punto comenzó á descaecer la fortuna y el valor de

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los yaquis. El capitan Usarraga entrando en la sierra de Tepohui en ocasion que con un baile celebraban la muerte de algunos españoles, los derrotó y puso en fuga con muerte de muchos, cuyas cabezas dejó para escarmiento clavadas en los árboles. A su vuelta de Alamos, donde habia sido enviado, le salieron repentinamente al camino; y aunque traia nuevo refuerzo de soldados lo derrotaron, bien que con poca pérdida de sus gentes, pues que viendo á su capitan herido, aunque no mortalmente de dos flechas se acogieron luego á sus pies. Este suceso dió aliento á Juan Calixto para que con mil y seiscientos yaquis asaltase segunda vez á Tecozipa, pero rechazado igualmente por D. Agustin Vildasola dió oidos fáciles á proposiciones de paz. No hubieran sido muy seguras por la vuelta en este tiempo á Sinaloa del sedicioso Muni, si el gobernador D. Manuel de Huidobro no hubiese pasado prontamente al Yaqui y asegurádose con la prision de muchos principales caciques. Ya estaba para proceder al castigo de los delincuentes, cuando se halló llamado á México y con órden de entregar el mando de aquellas provincias á D. Agustin Vildasola. Este, despues de haber recorrido las poblaciones de los Tehuecos y otras á las riberas del Rio del Fuerte, pasó á Mayo, donde entendió los perversos designios del Maní y algunos otros caciques, tomó con tiempo las mas prudentes medidas para impedir el contagio: se apoderó del Muni y de Bernabé que se habian ocultado en Tozim, donde á fines de junio de 1741 fueron pasados por las armas. Quedaba aun Calixto que causaba no pequeña inquietud por su génio altivo y bullicioso y auto ridad que tenia entre los suyos; pero no tardó mucho en venir á las ma. nos del gobernador y asegurar con su muerte la tranquilidad pública de la provincia.

En la California se habia padecido en este tiempo por muy distinto camino. La independencia de los dos presidios era una fuente inagotable de discordias sobre la jurisdiccion de unos y otros. Los misioneros se hallaban en un total desamparo, sin escolta para sus salidas y espediciones, especialmente en el Sur, donde era mas necesaria; pero donde el capitan del presidio les era abierta y declaradamente contrario. Eran graves y frecuentes las vejaciones y las quejas de los indios. No se pensaba en adelantar las conquistas, y solo se llevaba la atencion la codicia de las perlas por las cuales se hacian considerables estorsiones á los buzos de Nueva España. Los padres, conociendo cuán poco favorable estaba para ser oidos el sistema presente del go,

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bierno, se veian forzados á callar hasta que el peligro en que se hallaba todo y las quejas mismas de unos contra otros hicieron conocer al Sr. arzobispo virey el infeliz estado de la tierra, depuso al capitan del nuevo presidio, y puso en su lugar un teniente subordinado al comandante del presidio de Loreto, mandando que el nombramiento, admision y paga de uno y otro presidio corriese como ántes á disposicion del superior de las misiones. Dió á todas estas disposiciones mayor firmeza la nueva cédula del rey fechada en 2 de abril de 1742 en que se ordenaba se abonasen por la real hacienda los gastos causados con el motivo de la rebelion de Californias, y se propusiesen á S. M. los medios conducentes á su tranquilidad y entera reduccion. Llegó tam. bien este año otra cédula en que mandaba el Sr. D. Felipe V se encargase á la Compañía de Jesus la entrada y reduccion de las provincias del Moquí á informe y peticion del Illmo. Sr. D. Benito Crespo, obispo ántes de Durango y despues de la Puebla, y ya, como hemos dicho, lo había intentado,

A fines del año, cumpliéndose ya los nueve á que se había prorogado, se trató de juntar para el dia 3 de noviembre la vigésima séptima congregacion provincial. Hubo luego de diferirse para el dia 4 por la entrada del Exmo. 8. D. Pedro Cebrian, Agustin de la Cerda, conde de Fuenclara, virey de estos reinos. Fué nombrado secretario el pa. dre José de Moya, y luego el dia 6, elegidos primer procurador el padre Pedro de Echávarri, prefecto de estudios mayores en el colegio máximo: substitutos el padre José Maldonado, maestro de prima en el mismo colegio, y el padre Francisco Javier de Paz por rector del colegio de Guadalajara. Los dos padres procuradores murieron sin llegar á Europa en el colegio de la Habana. El padre Paz á la vuelta de Italia falleció tambien en Auxerre de Francia; pero esto fué algunos pocos años adelante.

A principios del de 1748 entró en el gobierno de la provincia el padre Cristobal de Escobar y Llamas, rector que habia sido muchos años del real y mas antiguo colegio de S. Ildefonso y á euya actividad y prudencia debe no solo la suntuosísima fábrica, sino gran parte del es plendor y crédito con que florece este colegio. El nuevo provincial en consecuencia de la cédula del rey, recibida el año antecedente, encargó al padre Ignacio Keler, ministro de Soamaca, que hiciese todo lo posible para penetrar al Moqui. Pasó el padre el rio Gila saliendo de su mision por setiembre, caminó algunas leguas al Norte; pero ha...

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