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biendo sido su caravana acometida y robada de los apaches en un asal, to nocturno con muerte de un soldado, los demas que lo acompañaban comenzaban á temer y aun á desampararlo. Así se vió precisado á volver á su pueblo, sin otro fruto que el de haber visitado de paso al. gunas rancherías de gentiles. Semejante órden tuvo otra espedicion que por junio de este año emprendieron dos celosísimos operarios del colegio de la Habana. Por la parte austrcal de la Florida hay una cordillera de pequeños islotes que llaman Cayos de los Mártires, por. que entre ellos y los terribles bajos de ese nombre hay un corto bra. ceage por donde vuelven de allí á la Habana embarcaciones pequeñas, Habitan estas pequeñas islas indios idólatras aunque sin domicilio estable, transmigrando de unas á otras segun las estaciones del año, oportunidad de la pesca y abundancia de frutas silvestres que les sir. ven de alimento. Son muy afectos de los españoles y enemigos de los ingleses, y por consiguiente de los vehizus sus aliados con quienes traen continuamente guerras. Estas, su brutalidad y continua embriaguez, son causa de estar reducida toda la nacion de estos isleños á muy pocas familias. Cada ranchería reconoce su cacique distinto y como á teniente suyo á uno que llaman Capitan grande, nombre que como el de obispo les ha enseñado el trato con los españoles, cuyo idioma entienden en lo bastante: obispo llaman á su sacerdote, La ceremonia de consagracion consiste en tres dias de carreras continuas, bebiendo hasta caer sin sentido, que á juicio de ellos es morir para resuci tar despues de santificados. El ídolo que adoran es una pequeña ta, bla con una muy grosera y mal formada imágen de una Picuda (espe cie de pescado), atravesada con un harpon y varias figurillas al rede. dor como lenguas. El sacerdote acostumbra llamar los vientos con ciertos silbos y apartar las turbonadas con diversos clamores, é inter. viene con varias supersticiones á los sahumerios con que honran los indios al cacique y sus hijos. Tienen grande horror á los muertos, y en sus entierros, que tienen á distancia del pueblo, tienen siempre guardias. En la muerte de los caciques matan uno ó dos niños que los acompañen y adornan los sepulcros con tortugas, piedras y otros animales, tabaco y cosas semejantes para tenerlos contentos. Niegan sin embargo la inmortalidad del alma, juzgándola igual á la de cualquier bruto, ni reconocen Dios creador, diciendo que las cosas se hacen por sí mismas.

Con los frecuentes viages á la Habana, habian pedido algunas

Inútiles es. pediciones á los Cayos de

los Mártires,

veces que se les enviasen padres para ser instruidos en la fé. Pareció al Exmo. Sr. D. Juan Francisco Güemez de Horcasitas, gobernador entónces de la Habana, * convenir mucho aquella reduccion, no solo para la gloria del Señor y bien de aquellas almas, sino aun para servicio de la corona y seguridad de la costa y barcos españoles. Propuso el asunto al padre rector del colegio, y admitieron gustosísimos la espedicion los padres José María Monaco y José Javier de Alaña, y salieron de la Habana el dia 24 de junio. Dieron fondo al siguiente dia en el cayo que llaman de Huesos, y siéndoles forzoso detenerse, tanto por el viento, como por un bergantin inglés que divisaron, el padre Alaña, que al celo y fervor de misionero juntaba tambien una gran. de instruccion en las ciencias matemáticas, ocupó el tiempo en exactísimas observaciones de la situacion, configuracion, alturas, fondo, aguadas y demás cosas pertenecientes á un completo informe del pais, formando de todo muy curiosos mapas hasta el lugar donde desemboca el rio, como dos leguas al Sudeste de boca de Ratones en el corriente de la Florida. Aquí, por medio de un español que encontraron cazando en Cayo-francés, tuvieron la noticia de que los indios que buscaban habian poco ántes hecho paces con los de Santaluzes y pasado allá ú celebrarlas. Que los Santaluzes, para mayor solemnidad del dia, sacrificaban á una niña. Penetrados los padres del mas vivo dolor despacharon luego en una pequeña canoa dos hombres suplicando al cacique Santaluz que suspendiese el sacrificio. Faltaban ya pocos momentos para la bárbara ejecucion cuando llegaron los enviados, á cuya propuesta condescendieron sin dificultad los salvages. El 13 de julio llegaron los padres á su destino, y poco despues vinieron á visitarlos los caciques de cuatro ó cinco poblaciones de maimios, santaluzes, mayacas y algunas otras naciones. Se les propuso el fin de su venida y se introdujo el punto de la religion de que habian tratado con el gobernador. La respuesta fué muy agena de lo que se esperaba. Dijeron que ni habian tratado con el gobernador cosa alguna en el asunto, ni habian pedido ni solicitado la venida de los padres. Sin embargo, el temor de que se volviese la goleta sin participar del ves

Primer conde de Revilla Gigedo, padre de D. Juan Vicente, famoso virey de México por su acertado gobierno así como el primero lo fué por la inmensa suma de dinero que se llevó á España, y por lo que se aseguró en una Gaceta de Holanda que habia sido el vasallo mas rico de la monarquía. Los ministros de este gran virey fueron jesuitas en México.-EE.

tido, bastimentos, hachas, cuchillos y otras cosas que el gobernador les mandaba repartir, les hizo fingir que oian de buena gana la instruccion y exhortaciones de los padres. Levantaron estos una choza en que se dijo la primera misa, entónces cantada el dia de nuestro padre S. Ignacio, y trabajaban por atraer á sí á los párvulos. Los adultos, repartido el bastimento, manifestaron desde luego lo que se podia esperar de ellos. Verosímilmente estaban persuadidos que el ser cristianos no era otra cosa que el comer bien, beber y vestir á costa del rey de España; y como decian con descaro á los padres, ¿cómo quereis hacernos cristianos si no traes aguardiente? Si quereis fabricar iglesia nos habeis de pagar tributo, como tambien todos los españoles que viniesen á vivir á nuestras tierras. Efectivamente, ellas eran tan á propósito para siembras y cria de ganado, que algunos habian ya interpuesto el respeto de los padres para obtener licencia de pasar á poblarlas. Para esto, para contener las fugas de los indios, refrenar su natural inconstancia y defenderlos de los uchizas, parecia necesario á los padres y demás españoles un presidio sin el cual no podia haber estabilidad en la reduccion, ni seguridad en el gobierno. El padre Alaña entre tanto, con ayuda de las gentes de la goleta y de los mismos indios, habia levantado un fortin en triángulo equilátero de veinticuatro varas por lado con tres baluartes en los ángulos, defendido cada uno con un pedrero, y en tal disposicion que dominasen al mismo tiempo el camino que venia del monte á la poblacion y el rio, todo de madera con su terraplen, foso y estacada, en que se enarboló solemnemente la bandera de España el dia 8 de agosto. Concluida la fábrica se determinó quedase allí el padre José Alonso, y volviese á la Habana el padre Alaña á informar al gobernador del estado de las cosas. Doce solda. dos y un cabo quedaron escoltando al padre Monaco. Este, considerando que en aquel pais mueren muchos niños de viruelas y matan á muchos sus ébrios padres ántes del uso de la razon, no perdonó diligencia alguna para asegurar su salvacion, especialmente creyendo con el tiempo y la paciencia reducir tambien á los adultos; pero en la Habana se discurria de otra manera. El gobernador, que confiado en las promesas y buena voluntad de los indios, habia creido poderse reducir y poblar la tierra sin costo alguno del real erario, respondió que para lo que se proponia debia dar parte al rey, y esperar la resolucion de su consejo. Entre tanto dió órden que el padre Monaco se volviese á la Habana, y poco despues hubo tambien de destruirse el fortin para

1744.

Mal de las culebras.

que no se apoderásen de él los ingleses ó los uchizas sus alíados, sin que hasta ahora se haya vuelto á pensar en la conversion de aquellas pobres gentes.

*

El poco fruto de esta espedición se compensó bastantemente en la misma isla de Cuba con el nuevo establecimiento de la Compañía en el Puerto del Príncipe. Esta poblacion no está hoy en el mismo lu gar en que se fundó en los tiempos de Cárlos V. Los moradores, infestados de la plaga de mosquitos, se dice haberse retirado rio arriba algunas leguas, donde por angostar mucho ácia aquella parte la isla están á casi igual distancia del uno al otro mar. Está situado en un Hlano hermoso, muy abundante de pastos para cria de ganados y re. gada de dos rios. Tiene dos parroquias, convento de San Francisco, Merced y S. Juan de Dios. Reside en ella un teniente de gobernador con suficiente tropa. Su gobierno político ha pertenecido algunas veces á Cuba y á la Habana. Dos son las incomodidades principales del pais. Las mugeres son muy espuestas á demencia, á lo menos tempo. rales, no pocas veces perpetuas, y en uno y otro sexo el mal de las culebras. Sus primeros síntomas son algun hervor de sangre, inflama. cion y como especie de erisipela ácia la parte dañada. A pocos dias de este tormento se comienza á distinguir en medio de la carne inflamada una culebrilla intercutánea, blanca, cuando mas del grueso de un Bordon 6 cuerda doble, y cuando mucho de una cuarta, poco mas, en longitud. La cura es muy prolija y dolorosa: se abre el cútis y se comienza á estirar muy suavemente: rarísima vez sale toda en ma opeLa parte que ha salido se devana y enreda en un ovillo de plátano, y se fija con agujas para que no se pueda o vuelva á introducir. Al dia siguiente se repite la operacion hasta que sale del todo la culebra. Si se hizo alguna mayor fuerza y se reventó al estirar, causa despues gravísimos y cuasi mortales accidentes, sin mas remedio que procurar se crien materias en que salgan despues por incision los pedazos que quedaban del animal.

racion.

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Esta enfermedad, decian los viejos del pais haber tenido principio cuarenta años antes muy á los principios del siglo, con ocaison de una

No era este gobernador el piadoso marqués de Villapuente, era un hombre de quien la historia nos ha dejado una relacion muy triste de su avaricia escandalosa. Si esta no hubiera sido tanta, y grande su amor á la religion, aquellos puntos abrian reunídose al gremio de la Iglesia católica. Cuando hay voluntad de obrar

todo sobra.

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armazon de negros que allí llegó infestada de este achaque. Otros mas verosimilmente creen que el contagio proviene de ciertas aguas y charcos vecinos que crian aquellas sabandijas, con la esperiencia de que solos los que bebian, se bañaban ó vestian ropa allí lavada contraen semejante accidente. Hoy en dia es tan raro, que apenas se encuentra uno ú otro que lo padezca.

El Puerto Príncipe está cercado, aunque á alguna distancia, de muy considerables poblaciones. Acia la parte oriental de la isla tiene al Bayaneo y á Cuba, y ácia la occidental á la Trinidad, Sancti Spiritus, El Callo, Villa Clara y otros pueblos menores. En esta parte de la isla se habia descado muchos años un colegio de la Compañía. Por estos mismos tiempos se habia llevado el negocio tan adelante en Cuba, á diligencia del Illmo. Sr. D. Pedro Morel, entónces dean y hoy dignísimo obispo de aquella Santa Iglesia, que ya estuvo para fundarse colegio á devocion y espensas del piadoso eclesiástico D. José Mostelier y algunos otros bienhechores. Mientras el dicho presbítero, temiendo la desaprobacion de un superior snyo nada inclinado á fomentar comunidades religiosas, dilata para mejor tiempo la ejecucion de sus designios, le sobrecogió la muerte ausente el Sr. Morel que solo pudiera haber asegurado la fundacion en lo futuro.

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Florece singularmente en el Puerto del Príncipe entre muchas otras la familia de los Varaonas. En el corazon de dos señoras de esta ilus. tre casa, (Doña Eusebia y Doña Rosa Varaona,) imprimió el Señor desde sus tiernos años un tan singular afecto á los jesuitas que aun sin haberlos visto jamas, en sus juegos pueriles no hacian sino fabricar ca. sas é iglesias que llamaban templos y colegios de la Compañía. Cuasó no poca admiracion à su padre D. Estévan Varaona, hombre muy reflexivo y maduro, que aun aquellas monedas que les daba para sus niñerías y adornos se las volvían á dar como en depósito para el colegio que decian habian de fundar á los jesuitas. Colocadas en matrimonios correspondientes á su calidad, la copiosa prole con que bendijo el Señor sus tálamos, no les dejaron libertad para disponer de su cuantiosa dote. Sin embargo, Doña Eusebia, muger de grande ánimo y no vulgares talentos, emprendió recorrer las casas de las personas principales, con tan feliz suceso, que en breve pudo juntar una grue. sa cantidad, á que se agregó el quinto de su hermana Rosa, que mu rió en este tiempo. Su marido D. Jacinto Hidalgo partió inmediatamente al Bayamo para comprar una hacienda, y aunque no consiguió

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