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la que pretendia, pudo conseguir otra. Vuelto al Príncipe, los dos consortes escribieron al padre provincial Cristóbal de Escobar, y este mandó por via de mision pasasen dos padres y de cerca examinasen los fondos y cualidad de la pretendida fundacion. No tuvo efecto es. ta órden por justos motivos; pero los jesuitas que no pudieron ir de la Habana los envió el cielo de otra parte. Por aquel tiempo habian los ingleses apresado un navío español cerca de Cuba, y hallándose sin bastimento para tantas bocas, determinaron dejar en la playa alguna parte de los prisioneros. De algunos jesuitas que venian en el barco espusieron tambien en tierra cerca del cayo que llaman de Confites, y fueron los padres Juan Cubedo y José Garrucho. Habiendo llegado los peregrinos á Guanaxara, á diez leguas poco mas del Príncipe, voló luego la noticia á Doña Eusebia, sabiendo cuanto se interesaba en todo cuanto miraba á los jesuitas. Asistidos los padres de un nieto su. yo, llegaron á la villa, donde apenas tomado un corto descanso hicie ron por veinte dias una fervorosa mision. Los vecinos no pudieron ver partir sin sentimiento y dolor unos operarios tan útiles. Don Jacinto los acompañó hasta la Habana, y desde allí, con informes de los mismos padres, repitió sus instancias al padre provincial, y este sus órdenes al rector de la Habana, sin determinarle sugetos. Eran entónces solo nueve, y todos ocupados. Se determinó, pues, ofreciéndose todos igualmente, y estando todos igualmente impedidos, que se echasen suertes; raro ejemplo de igualdad y de fraternidad, de amor y de pronta obediencia en los súbditos, así como de confianza paternal y amigable condescendencia en el superior que se veia precisado á tomar este arbitrio por no deshacerse de alguno de los sugetos, ni desairar por otra parte la prontitud con que todos se ofrecian á las incomodidades que necesariamente lleva consigo una nueva fundacion.

Cayó la suerte sobre los padres Martin Goenaga y Antonio Muñoz, sugetos de notoria religiosidad entrambos. Los dos misioneros, hallando ser suficientes las rentas, é informado el padre provincial, aceptaron en su nombre la donacion, y dieron principio á la residencia, mientras se impetraban las licencias necesarias de Madrid y Roma para la fundacion de un colegio.

Por este mismo tiempo, á repetidas instancias de la villa de Leon se consiguió del padre provincial Cristóbal de Escobar que volviese á ella la Compañía. El padre Mateo Ansaldo por la gran decadencia á que habian venido las fincas, habia determinado que los padres des

amparasen aquel hospicio, á lo menos mientras se pagaban las muchas deudas contraidas y se ponian sobre un pié regular las haciendas, Los vecinos intentaron todos los medios posibles hasta el recurso á S. E. para detener primero á los padres y para obligar despues al padre provincial á la restitucion de ellos. Nada se pudo conseguir del padro Ansaldo. Con el padre Cristóbal Escobar repitieron con mayor ardor las mismas instancias. Se esforzaron á mostrar por mil caminos que eran suficientes las rentas y el estado de las haciendas para la sub. sistencia de los padres, y concluian finalmente que interin esto no se verificase, ellos se obligaban á mantener á los sugetos por tiempo de scis años, en que seguramente podrian ponerse en buen estado las fincas antiguas de la casa. Ni fué esta sola una vana promesa. Efectivamente se obligaron á ello, y lo ejecutaron los mas distinguidos republicanos, cuyos nombres nos es necesario poner aquí para nuestro inmortal agrade. cimiento. Ofrecieron concurrir con cien pesos anuales, los señores D. Francisco Villaurrutia, D, Cristóbal Marmolejo, D. José Austrí, y D. Agustin Septien. Con cincuenta D. Antonio Pompa y Doña Catarina Navarrete. Con veinticinco D. Francisco Fuente, D. Diego Garcia, D. Francisco Mauricio Morales, D. Diego Velasco, D. José Palomino y D. Manuel Septien, fuera de otros menores renglones que componian suma del hospicio competente para el alimento de los operarios, y decencia de los santos de Leon. misterios. No pudo el padre provincial negarse á unas demostraciones tan generosas, y restaurado'el hospicio, se conserva hasta hoy con el mismo aprecio, estimacion y reconocida utilidad de aquel noble vecindario. En consecuencia de las órdenes espedidas por S. M. ełaño de 1742 para que se encargase á la Compañía la reduccion de las provincias del Moqui, y de haberse impedido el 43 el viaje del padre Ignacio Keler, se encomendó este de 44 la misma jornada al padre Jacobo de Soto Mayor, * ministro de Tabutama. Sus instrucciones decian, que pasado el Gila procurase investigar la verdad de si aquellas naciones habian efectivamente pretendido misiones de la Compañía. Que procurase asimismo saber si habian penetrado el Moqui por el NuevoMéxico los padres franciscanos. Que en este caso exhortase á los moquinos por él ó por sus enviados á reverenciarlos y obedecerles, y regresase á su mision. Que no estando entrase hasta sus tierras y

* Dígase Sedelmair, que no Suto Mayor, pues está borrado en el testo que copio y despues rectificado este nombre.

Restauracion

diese una exacta relacion del pais, y disposicion de sus habitadores para recibir el Evangelio. El padre Sedelmair emprendió el viage á princípio de octubre con la misma fortuna que el padre Keler: los indios medrosos se negaron á conducirle, ponderándole astutamente dificultades y peligros que verosimilmente no habia. Hubiera solo acaso penetrado hasta la primera ranchería del Moqui, que segun su cómputo, apenas distaria tres dias de camino del lugar donde se hallaba; pero debiendo ántes, segun el órden, enviar mensageros que los previniesen de su llegada, y no hallando en su comitiva quien se arries gase á la jornada, hubo de contenerse con reconocer rio abajo las orillas del Gila, visitar aquellas naciones de papabotas, comaricopas, yumas, que en otro tiempo el padre Kino vió confirmarlos en sus buenas disposiciones, darles algun conocimiento del verdadero Dios, y con la presa de mas de ciento cuarenta salvages que pudo ganar á Jesucristo, volverse á Tubutama. Por este mismo tiempo el padre Ignacio Su. gasti, por la mucha decadencia á que habia venido el seminario del Parral, alegando los informes hechos el año antecedente para la supresion de un curato y otros documentos semejantes, intentó pasar aquella dotacion al valle de S. Bartolomé, solo cinco leguas distante, donde á su parecer habia mucha mayor comodidad para los estudios. El padre provincial Cristóbal de Escobar no condescendió en manera alguna á esta mutacion, á menos que fuese con espresa voluntad del vecindario, lo que nunca se debia esperar; á que se agregaba que ya en estos tiempos, por nuevas órdenes de S. M., se habia quitado á los vi. reyes y presidentes de reales audiencias la facultad que antes tenian para erigir seminarios, y era dificil el recurso á Madrid con poca mayor utilidad. Por otra parte, en el Parral se mantenian tambien suge. tos para la residencia de Monterey mientras aquel seminario se desempeñaba algun tanto, lo que no habiéndose podido ejecutar en mu chos años antes, fué preciso retirarse los padres, y finalmente desamparar del todo la villa, como se ejecutó, restituyendo la Compañía las haciendas para que se vendieran, como se ejecutó á la voluntad del testador á 16 de febrero de 1745. Este año fué por contrario motivo muy plausible á la ciudad de Guanajuato que por el singular amor que ha manifestado siempre à nuestro padre S. Ignacio y á su Compañía, cuenta por una de sus mayores felicidades la de haber obtenido por es. te tiempo la licencia del rey para la ereccion y fundacion del colegio Desde que se estableció allí la Compañía por los años de 1732, fué

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con la condicion de obligarse á traer las licencias necesarias de Madrid y Roma dentro de seis años, obligándose la señora fundadora entre tanto, y los bienhechores arriba nombrados, á mantener á su costa los sugetos. Entraron estos, como dijimos, á fincs de setiembre, y poco despues acabó su gobierno el padre Oviedo. En el siguiente trienio, parte por otros mayores cuidados, parte por dictámen de algu. nos consultores no muy favorables á la nueva fundacion, se omitió enteramente el recurso á la corte. El gobierno del padre Peralta que no llegó á un año, no le dió lugar cuasi á conocer el estado de la provincia. Volvió á gobernar el padre Oviedo, pidió con instancias la licencia: de Madrid se exigieron los acostumbrados informes: mientras se consiguen, mientras se remiten, acaba su gobierno el padre Oviedo y espiran los seis años de la prometida limosna. Reclamaba á España la noble fundadora; pero ó por negligencia 6 por industria no llegaban á Madrid los informes, ni llegaron jamás. La fundadora entónces por su parte, y la ciudad por cabildo pleno, envian poderes á la corte donde actualmente se hallaba uno de sus hijos. El testimonio de este y otros sugetos que habian estado en Guanajuato y se hallaban en Madrid suplió por los informes, y en 20 de agosto de 1744 se espidió la real cédula, que pasada para el real acuerdo y cabildo eclesiásti co de Valladolid Hegó á Guanajuato en 30 de julio de 45. Tres años ántes habia muerto la noble señora Doña Josefa de Bustos y Moya. La fundacion se hallaba reducida á sola la dotacion de los cincuenta mil pesos. En estas circunstancias acaso no hubiera podido subsistir aquel colegio importante, si la Providencia del Señor no le hubiera preparado otro favorecedor. En 2 de abril del año antecedente habia muerto en el valle de Santiago D. Pedro Bautista de Retana, y con esta ocasion se declaró una donacion inter vivos que tenia hecha de cuatro haciendas avaluadas en cien mil pesos, dote de cuatro misione ros y un maestro de filosofia, caso de que S. M. concediese licencia para la ereccion de colegio en Guanajuato. Las plausibles demostraciones con que aquella nobilísima y populosísima villa celebró al dia siguiente 31 de julio el arribo de la real cédula con paseos, galas, iluminaciones nocturnas, colgadura de calles, solo pudo competir con las que justamente al año hizo el mismo dia de S. Ignacio de 46 para ceJebrar la fiesta de su patrono principal, con la circunstancia de ser la primera en que usaba de las mazas, honores y título de la ciudad. Renovó sus júbilos esta república verdaderamente Ignaciana al siguiente

1746.

año de 47 con la colocacion de la primera piedra para la iglesia de nuestro colegio que se puso igualmente en la solemnidad de S. Ignacio; iglesia que despues de diez y ocho años se ha dedicado con tan ruidoso aplauso y con tanto lucimiento y magnificencia propia del mas opulento real de minas de Nueva-España en este pasado de 1765. Volvamos al año de 1745.

Aunque lo restante, de él, no ofrece cosa alguna considerable en nuestro asunto, sino la cédula de S. M. en favor de las conversiones de California y Pimería que daremos despues inserta en sobre cédula del año de 47. En ella se pedia al padre provincial un exacto infor. me de aquellas misiones, y pudo hacerlo con mayor facilidad habiendo venido por este tiempo á México el padre Jacobo de Sedelmair. A este informe siguió bien presto la real cédula que veremos adelante. El fin de la jornada del padre Sedelmair en representar la necesidad que habia de algunas poblaciones á las márgenes del Gila para refrenar á los apaches y abrir paso á las provincias del Moqui conforme á los católicos deseos del rey que se debian mantener los presidios antiguos de Pitquin para contener los yaquis y mayos no bien pacíficos, y el de Terrenate para freno de los apaches que asolarian toda la frontera de Pimería si se dejaba descubierta desde el presidio de fronteras hasta la embocadura del Colorado. Este punto y otros muy imporfantes se pusieron en el informe al rey. No pudiendo por ahora conseguir el establecimiento de nuevas misiones que pretendia, volvió á su amada Pimeria por la primavera de 1746 A pocos meses emprendió registrar hasta Cabozea con el designio de hallar algun surgidero donde pudiesen arribar canoas de California para el embarque de ganados que podia suministar la Pimeria. El padre Sedelmair no consiguió su intento, ni hasta ahora se ha hallado cosa practicable; sin embargo, la piedad del Señor se valió de este viaje para remedio de mas de 200 gentiles, que de nuevo se recogieron de la costa al pueblo de Tubuta

ma.

Por la costa opuesta de la California viajaba entretanto el padre Fernando Consag, misionero de S. Ignacio, enviado por el padre provincincial para reconocer la costa interior del Seno Californio y examinar de raiz si tenia ó no cómunicacion alguna con el Occeano del Sur. Este viaje evidenció lo que antes tanto habia afirmado el padre Kino, que la California no era isla sino península, unida por el Norte al continente de la América. Salió el padre de su pueblo el dia 9 de junio para embarcarse en la playa de S. Carlos, á la altura 28 grados

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