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la provincia que antiguamente se llamó tambien Cuscatlán. Pertenc ee todo este territorio al arzobispado y audiencia real de Guatemala, de quien dista S. Salvador como setenta leguas al Sur. Se dice ser de un cielo muy apacible y de bellos aires y aguas. Hállase situada como á treinta leguas de la costa del mar pacífico en 13o 14' de latitud septentrional: en la longitud hay mayor dificultad. El padre Juan Sanchez, uno de los primeros fundadores de nuestra provincia, y el mas hábil y laborioso de cuantos geógrafos ha tenido la América, en los mapas exactísimos que nos dejó de toda esta costa hasta Panamá, le dá poco menos de 277 grados de longitud en un plano particular de la provincia de S. Salvador. En otro general de la audiencia de Guatemala, le dá 283. ¡Notable diferencia de un autor á sí mismo! Nosotros dando á México 278 de longitud, segun los mejores modernos, pondriamos á S. Salvador en 287.

A principios del año habia ido allí por alcalde mayor D. José Calvo dé Lara, vecino de Guatemala, hombre de mucha cristiandad y celoso en las cosas del servicio de Dios. A pocos meses esperimentó la gran. de falta que habia de instruccion en la juventud en letras y costumbres. El afecto grande que había tenido á la Compañía, le hizo tratar con los curas y vecinos mas distinguidos de la ciudad sobre la fundacion de un colegio. Convinieron todos gustosamente, y tanto, que en cabildo abierto tenido á este efecto el dia 28 de mayo, se ofrecieron cerca de cuatro mil pesos para la fundación. En este cabildo, habiendo D. Sebastian de Quintanilla ofrecido unas casas que tenia vecinas á la hermita de la Presentacion, pero con el cargo de un mil pesos que tenian de censo, luego el mismo alcalde mayor ofreció los mil pesos para redimirlos siempre que se verificase el establecimiento de los jesuitas en aquella ciudad. Halláronse presentes á esta junta algunos justicias y vecinos de la ciudad de S. Miguel y villa de S. Vicente de Austria, que concordando en la utilidad que á sus respectivos lugares resultaba de aquel proyecto, prometieron conferirlo con sus repúblicas que contribuirian desde luego con toda voluntad. Un testimonio de este cabildo autorizado por Mateo Mauricio de Quiñones, remitió luego D. José Calvo de Lára al padre Juan Ceron, residente en Guatemala, y este al padre provincial Diego de Almonazir. Al siguiente octubre, el mismo padre Juan Ceron con otro compañero que á instancias del Illmo. Sr. obispo de Honduras pasaban á hacer mision en Valladolid de Comayagua, hicieron tambien de paso en S. Salvador y en S. Mi

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guel. La presencia y edificativa conducta de los misioneros jesuitas, junto con el grande fruto de sus sermones, encendió mucho mas los deseos de toda aquella provincia. Sin embargo, no juzgó el padre provincial poderse admitir por entonces aquella fundacion, movido parte de la distancia, con el ejemplo de las antiguas residencias de Granada y Realejo; parte por la facilidad con que se suele prometer en semejantes ocasiones, lo que despues no se cumple sin sonrojo del que cobra y desabrimiento de los que pagan. Sin embargo, habiendo uno de los vecinos, fuera de dicho cabildo prometido para despues de sus dias una hacienda de campo, se declaró abierta la puerta para que en ese casó ó semejante, fuese atendida su buena voluntad. A la Cali. fornia hizo nueva entrada este año el capitan Francisco de Itamarra, que once años ántes habia entrado con el almirante D. Isidro Atondo. Esta nueva espedicion fué aun de ménos utilidad que todas las antecedentes. La grande empresa de la conquista en que desde el tiempo del primer conquistador Hernando Cortés se habian hecho tantas entradas y gastado tantos millares del erario real y de particulares, la tenia Dios reservada al celo infatigable del padre Juan María Salvatierra. Este mismo jesuita se hallaba en la actualidad gobernando el colegio de Guadalajara; pero tanto por otras noticias, como por la relacion del padre Eusebio Kino, tan inflamado en el deseo de aquella espiritual con. quista, que no parece que pensaba, ni sabia hablar de otra cosa, como en estos mismos términos informó á S. M. la real audiencia de Gua dalajara. Estos deseos crecian cada dia tanto en el corazon del padre Salvatierra, que escribiendo á su íntimo amigo y confidente el padre Zappa en carta fecha á 19 de noviembre de 1693, le dice estas palabras:,,Este fuego está vivo en mí, y ahora revienta por aquí, ahora por allí, y será fuerza si no le dan lugar por México, que reviente hasta Madrid y Roma.... Quam spero propitiam. ¡Oh si pudiera hablar media hora con V. R. de la grande injusticia que se comete contra la California! &c."

Despues de la muerte del padre Zappa, se notaron en el padre Juán María mas vivas las ansias, y es constante tradicion que al instante de espirar el padre Juan Bautista Zappa, se dejó ver á su amado compañero en trage de peregrino, animándolo á no desamparar aquella tanto difícil cuanto gloriosa empresa. Desde que estuvo en la Pimería, habia, como dijimos, encomendado al padre Kino la fábrica de un barco en que se pudiese proveer de víveres la desamparada y estéril Califor

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nia. El padre Kino, aunque deseosísimo de contribuir con todas sus fuerzas á la reduccion de aquel pais; sin embargo, no pudo poner mano á la construccion de dicho barco hasta los principios de este año de 1694. En los dos años antecedentes, este fervoroso misionero se habia ocupado en visitar los demas sitios y poblaciones de Pimas y Sobas. Estos viages eran de cuarenta, cincuenta y muchas mas leguas entre salvages, con suma incomodidad y fatiga. En en el territorio de los pimas se internó hasta donde hoy están los pueblos de S. Javier del Bac y Santa María Suamea, siendo el primero que hizo resonar el nombre del verdadero Dios entre aquellas naciones idólatras. En la jornada que hizo al Poniente á la nacion de los sobas hasta las orillas del seno californio, le acompañó el padre Agustin Campos. Por medio de los padres se compuso la antigua enemistad que habia entre esta nacion y los pimas de los Dolores, á causa de haber muerto estos en su gentilidad á un cacique de los pimas. Aquí hallaron mas de cuatro mil almas, de tal docilidad y blandura, que fué necesario arrancarse de ellos y negarse con dolor á las instancias que hacian para que alguno de los padres se quedase en sus tierras. Montaron la sierra que llamaron del Nazareno, y vieron claramente la costa opuesta de Califor. nia, que solo les pareció distante de quince á diez y ocho leguas. Hablando de este viage el capitan Juan Mateo Mange, que acompañaba al padre Kino en un diario manuscrito, dice así,,En 14 de febrero, á la tarde, subimos al cerro del Nazareno, de donde vimos el brazo de mar de California, y de la otra banda cuatro cerros de su territorio, que llamamos los cuatro Evangelistas, y una isleta al Norueste, con tres cerritos de las tres Marías, y al Sudueste, la isla de los seris, que llamamos de S. Agustin, y otras del Tiburon. El 15, caminadas doce leguas al Poniente, llegamos á la orilla del mar, donde en sesenta años que ha que se pobló la Sonora, ninguno habia llegado. Vimos con mas distincion los cerros del dia antecedente de la otra banda del mar, cuya anchura, segun las medidas instrumentales, será en esta altura de 30 grados, como de veinte leguas. Se hicieron en esta jornada como veinticinco bautismos, entre enfermos de peligro y párvulos, por la firme esperanza que se tenia de reducir á 'pueblos aquella inmensa gentilidad y atraerlos al grémio de la Iglesia.”

Reconocida la tierra y las naciones en estos primeros viages, se determinó el padre Kino á poner en ejecucion la proyectada fábrica del barco, para lo cual salió de los Dolores para la Concepcion de Cabor

ca en 16 de marzo con el dicho capitan Juan Mateo Mange, y veinte indios carpinteros, de los que habia enseñado el mismo padre, con hachas, sierras y demas instrumentos necesarios, y alguna madera labra. da de prevencion, segun las medidas y galibos que daba el mismo misionero, único constructor y carpintero de ribera. En 21 de marzo, despues de celebrado el santo sacrificio de la misa, se dió principio á la fábrica cortando un grande álamo, que sirviese de quilla, de 38 piés de alto; mientras se desvastaba y cortaban las demas maderas, se reconocieron muchas nuevas rancherías de pimas en los contornos de Caborca, y se descubrió en 31 de marzo el pequeño puerto de Sta. Sabine. Entre tante, se rccɔnoció no poderse seguir la fábrica del barco hasta que oreasen y secasen enteramente las maderas. Así dejando muchos materiales prevenidos, volvió el padre Kino á su mision hasta el mes de junio, en que pareciéndole estarian ya á propósito para poderse trabajar, volvió á Caborca. Entre tanto que la prosecucion de su obra le detenia en aquel sitio, persuadió á su compañero el capitan Mange, que con dos indios pimas, antiguos cristianos del pueblo de Uris, por intérpretes penetrase ácia el Norte. En este viage tuvo no. ticia del rio Gila, y de los grandes edificios que se ven en sus cerca. nías, de las gentes guerreras que en gran número poblaban aquellos paises, opas, cocomaricopas y otros bárbaros. Esta fué la primera ocasion en que se oyó hablar de estas gentes. El capitan, desamparado de sus guias, que por temor de aquellas naciones no quisieron seguir por aquel rumbo incógnito, se vió precisado á retroceder á Caborca. El padre Kino, que allí le esperaba, cuando vencida la mayor dificul tad se hallaba en estado de esperar salir con su intento, recibió carta del padre Juan Muñoz de Burgos para cesar enteramente en la construccion del barco. El religioso y obediente padre, aunque se hallaba con órdenes del padre provincial, y conocia la mucha utilidad de aquella obra, no pensó sino en obedecer ciegamente, y alzando desde luego mano, dió vuelta á su partido de Dolores. Con las noticias que le dió de su jornada el capitan Juan Mateo Mange, se encendió el padre en deseos de reconocer aquella gentilidad y anunciarle el Evangelio. Creció mas el ardor cuando viniendo poco despues á visitarle algunos indios de S. Javier del Bac, le confirmaron las mismas noticias, y se ofrecieron á servirle de guias. Salió efectivamente con ellos por el mes de noviembre, y caminando mas de cien leguas al Norte, llegó al Gila, vió los gran les edificios de que ya hemos dado noticia mas difu.

Alzamiento

de los pimas.

samente en otra parte. Celebró en uno de ellos el santo sacrificio de la misa, y habiendo encontrado por todo el camino innumerables genti. les, no tan fieros como los figuraba el temor de sus neófitos, los acarició y procuró darles algunas luces de nuestra santa ley. Así en mé. nos de un año hizo este infatigable jesuita cuatro penosísimos y di latadísimos viages, caminando en todos mas de cuatrocientas leguas por sierras, por arenales, por desiertos incógnitos y poblados solo de bárbaros salvages, sin otro interés ni designio que el de propagar la religion y el culto de Dios, cuyo celo le consumia.

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Todo el fervor y, magnanimidad de este grande hombre fué menester para que no se sufocase luego al principio entre los pimas la semilla del Evangelio, y se arruinase enteramente aquella cristiandad. La conjuracion de los gentiles janos y sumas, no se habia enteramente desvanecido. A tramos, y como por represas se dejaba caer algun cuer po de aquellos bárbaros, ya sobre uno, ya sobre otro, de los presidios mas remotos. Estos repentinos asaltos habian ya asolado muchas estancias de ganado y siembras, de Terrenate, Vatepito, S. Bernardino y Janos, y en la actualidad habia mucho fundamento para temer que acometiesen los lugares de Nacori y Bacadeguatzi. Desde el principio de estas revoluciones, se imaginó que los pimas y sobas fuesen los prin. cipales autores, ó á lo ménos partícipes y cómplices de tantos robos y estragos. Ni el informe del padre Juan María Salvatierra, ni las repetidas representaciones del padre Eusebio Kino, de D. Domingo Gironza Petrus de Crussat, gobernador de Sonora, ni de su sobrino el ca. pitan D. Juan Mateo Mange, habian sido bastantes para desvanecer aquella inícua nota que se habia puesto á los pimas. Persuadidos á ello, algunos capitanes de los presidios cercanos, pusieron por este tiem. po en grande riesgo aquella provincia, y á una grande prueba la fidelidad y docilidad de los pimas. El teniente Antonio de Solis, hombre de génio altivo y arrebatado, en el Tubutama, mision del padre Daniel Tenuske, castigó cruelmente á muchos pimas, y aun dió la muer. te á algunos por muy leves delitos. En S., Javier del Bac, hallando desierta una ranchería, y en ella alguna carne salada, se imaginó que seria de caballadas, que poco ántes habian faltado á los misioneros de Sonora. Sin mas fundamento que este su discurso, dando desde luego á los pimas por autores del robo, mató tres que pudo alcanzar en su fuga, y azotó cruelmente á dos. Por semejantes sospechas, el capitan Nicolás de Higuera, habia asolado algun tiempo ántes las rancherías

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