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de Mototicatzi. Unos tratamientos tan indignos, se creyó que hubie. ran agotado la paciencia de los pimas, y los hubieran hecho entrar en la liga de los jocomes y janos, con que se hubieran marchitado en flor las bellas esperanzas que se tenian de su reduccion. Sin embargo, ellos perseveraron fieles, como ántes, en dos campañas seguidas por setiembre y octubre de este año de 1694: auxiliaron gallardamente á los mismos, capitanes D. Antonio de Solis y D. Juan Fernandez de la Fuente, con grande pérdida de los jocomes y apaches.

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Sin embargo de que el cuerpo de la nacion hasta entonces estaba muy ageno de la traicion y hostilidades que querian imputársele, no faltaron algunos desabrimientos entre los principales caciques, singularmente en el pueblo de S. Pedro de Tubutama, que bien presto die, ron motivo á una cuasi general sublevacion. El ministro de aque} partido, con ánimo de industriar en los ejercicios de campo á los pi mas no acostumbrados, había llevado consigo tres indios opatas de las antiguas misiones de Sonora con un mayordomo español llamado Juan Nicolás Castziocto, hombre duro y ágrio, mas de lo que permitia el es. tado de una nueva cristiandad. Por ligeras causas azotaba y maltrata. ba á los pimas, especialmedte en ausencia del padre: hacian lo mismo los tres indios opatas. El demasiado orgullo y aspereza con que estos estrangeros abusaban de la paciencia de los pimas, y de la autoridad que les daba su ministro, los conmovió tanto, que resolvieron no sufrirlos mas. A la primera ocasion que estando ausente el padre, intentaron castigar á uno de los pimas, corrieron á las armas sus parientes, y vengaron el agravio con la sangre de uno de los opatas que dejaron atravesado de muchas flechas. Hubieran seguido la misma suerte el mayordomo y aun el mismo padre misionero, si se hallaran en el pueblo. Los agresores procuraron luego formar partido con los de Uguitoa y algunos gentiles vecinos y pasar á Caborca.

1695,

Para este partido, á que se habia dado el nombre de la Concepcion, Muerte del habia sido destinado y conducido allí pocos meses antes por, el padre padre Saeta, Eusebio Kino, el padre Francisco Javier Saeta. Al despuntar el sol, en sábado santo, 2 de abril de 1695, entraron á la pobre casilla del padre, que ignorante de todo, los recibió con su acostumbrada dulzura. No tardó mucho en conocer la mala disposicion de sus ánimos, é hizo llamar al gobernador del pueblo; mas este, temeroso de los bárbaros que habian venido en mucho número, no quiso esponerse al mismo riesgo, El buen padre, desamparado, hincó las rodillas en tierra, y recibió lue.

go dos flechazos. Viéndose así herido, corrió á abrazarse con una devotísima imágen de Jesucristo crucificado que habia traido de Europa, y á pocos instantes rindió el alma. El padre Kino, noticioso de esta desgracia, envió luego al cacique gobernador de Borna que dió sepultura al cádaver, y recogió algunas de las alhajas del padre. A la vuel. ta encontró el cacique al general D. Domingo Gironza, que con su teniente D. Juan Mateo Mange, los padres Fernando Bayesca y Agustin Campos, caminaba á dar el castigo á los sacrílegos, y les entregó el santo Crucifijo con que murió abrazado el padre, que hasta hoy se venera en la iglesia de la mision de Arizpe. Se hallaron el dia 15 de abril los huesos y cabeza del padre, y junto á ellos veintidos flechas con que lo habian herido ya moribundo. Mientras el general se empleaba en estos piadosos oficios, despachó la mayor parte de sus gentes á las serranías del contorno en busca de los agresores. Un indio que aprisionaron, declaró que los de Tubutama y Uguitoa habian sido los autores de aquella accion con sentimiento de todos los de Ca. borca, que no habian podido resistir á su furia y á su número. La tro. pa con sus capitanes marchó á Cucurpe, donde se hicieron á los huesos las exéquias con la mayor ostentacion que fué posible, cargando el pequeño cajon en que iban desde la cruz del pueblo hasta la iglesia el mismo general D. Domingo Gironza Petrus de Crussat.

Hecho esto, se dió órden al teniente Antonio Solis para que con la mayor parte de los soldados partiese otra vez á Tubutama y Uguitoa al castigo de los culpados. No se podía buscar hombre mas á propósito para revolver á toda la nacion, de quien era ya aborrecido. Hizo sin distincion algunos ejemplares castigos en los que pudo haber á las manos. A una cuadrilla que se entregó de paz se le concedió con la condicion de que habian de traer é indicar al capitan las cabezas del motin. Efectivamente, cumplieron su palabra, y á los tres dias volvieron con mas de cincuenta indios, mezclados muchos inocentes con algunos de los malhechores. Unos y otros dejaron las armas y caminaron de paz ácia el campo. Los soldados de á caballo é indios tepoquis y seris que los acompañaban, formando un gran círculo, los tomaron en el centro. En esta disposicion se comenzaron á indicar y asegurar los malhechcres, de quienes se habian amarrado tres, cuando los demas irritados de aquella traicion y perfidia, comenzaron á inquietarse, de suerte que la caballería trabajó mucho en contenerlos. El bravo oficial contra aquellos infelices desarmados, en vez de apaciguar

los con la seguridad de que nada se intentaba contra ellos sino contra los culpados, comenzó á degollar por su misma mano á unos cuantos. No tardaron en seguir este cruel ejemplo los tepoquis y seris, irreconciliables enemigos de los pimas, con lo cual en un instante quedó cubierto el campo de cadáveres. El teniente Solis, muy orgulloso de su victoria, y creyendo haber vuelto la paz á la provincia, marchó á juntarse con el general á Cucurpe. De aquí, juzgando no tener que hacer en la Pimería, se trató que quedando tres soldados y el cabo Juan de Escalante en la mision de S. Ignacio, y otros tres con el capitan Juan Mateo Mange en Dolores, el resto del campo marchase á Cocospera para proseguir la guerra contra los apaches, tecomes y janos que de nuevo y cada dia con mas atrevimiento y suceso hostilizaban la Sonora. Apenas emprendieron la marcha, cuando los pimas indignados de la alevosía é inícuas muertes de los suyos, se derramaron en varios trozos por las diversas poblaciones, quemaron los pueblos é iglesias de Tubutama, de Caboria, de Uguitoa y otras vecinas. Ahuyentaron el ganado á los montes y profanaron indignamente los vasos y vestiduras sagradas. El padre Agustin Campos, ministro de S. Ignacio, sabedor de sus designios, envió luego la noticia al general que se hallaba á catorce leguas de allí. Por mucha prisa que se dieron, no se pudo evitar el estrago. A las ocho de la mañana entraron los amotinados en el pueblo de S. Ignacio. El padre Campos, con sus cuatro compañeros, se habia ya puesto en salvo, quemaron la iglesia y arruinaron la casa del misionero, y lo mismo continuaron haciendo en S. José de los Imeris, en la Magdalena de Tepoquis, y otros pueblos cristianos. La primera noticia que tuvo el padre Kino, fué que los pimas habian quemado vivo al padre Campos y á los soldados de su escolta. Trató luego de ocultar en una cueva, no muy lejos de Dolores, las alhajas de la iglesia, y prepararse para morir á manos de los salvages con una serenidad, que espantó á su compañero el capitan Juan Mateo Mange. La grande veneracion y amor con que todos lo miraban como á su padre, libró de las llamas á la mision de los Dolores. El general D. Domingo Gironza, habiendo dado parte al gobernador y capitan general de Nueva-Vizcaya, D. Juan Fernandez de la Fuente y D. Domingo Terán de los Rios con las gentes de sus presidios, revolvió sobre los alzados, les quemó algunas rancherías, taló las sementeras y dió muerte á algunos que alcanzó en su fuga, con tanta viveza y prontitud, que no hallando modo de librar las vidas, hubieron de rendirse á pedir la paz que se les concedió benignamente el dia 17 de agosto.

Piden la paz y se les concede.

Muerte del

Pacificada tan brevemente la provincia de la alta Pimería, creyendo el padre Kino que las noticias de su alzamiento pudiese confirmar el concepto que se tenia de su infidelidad é impedir el progreso de su conversion, determinó pasar á México á informar al virey y á los superiores de la Compañía de los motivos que habian euasi obligado á los infelices pimas á una demostracion tan agena de su genial docilidad y constante aficion á los españoles. El éxito de su negociacion veremos adelante.

En lo interior de la provincia florecian con tranquilidad los ministe. rios espirituales con los prójimos, y la observancia regular en los claus. tros. El padre Pedro Matias Gogni, & instancias del venerable dean y cabildo de la Santa Iglesia de Guadalajara, hacia por este tiempo mision en el obispado. Corrió los pueblos de Teocualtichi, Xalostotitlán y algunos otros con mucho fruto, y mayor aun en las villas de Santa María de Lagos y Aguascalientes. En el primero de estos lugares pretendió impedir la mision el cura, no bien informado del estilo de nuestras misiones, y creyendo acaso, como algunos otros vecinos, que se les querian sacar por este medio algunas limosnas; venció la poca aficion del cura el constante afecto y piedad de D. Andrés de Sanroman, uno de los mas distinguidos republicanos, que conociendo la necesidad que tenia la villa de aquel espiritual socorro, ofreció á los padres su casa y aun les envió todo el avío necesario para pasar allá. El cura se desengañó bien presto y ayudó á recoger las redes llenas, á que apenas bastaban muchos operarios. En Aguascalientes habia sido desde muchos tiempos ántes general el afecto á la Compañía, y aun se habia tratado de fundar allí un colegio. Este deseo se suscitó nuevamente al sentir el provecho de la mision; pero lo impidieron no pequeñas dificultades con noble sentimiento de su celoso beneficiado D. Martin de Figueroa, uno de los mas interesados en aquella preten. sion.

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En la Casa de la Profesa de México falleció con sentimiento de topadre Pedro da la provincia el padre Pedro Echagoyan, natural de S. Luis Potosí, de Echagoyen. esta América septentrional, despues de haber obtenido los primeros cargos de la provincia. Fué dos trienios contínuos maestro de novicios, rector del colegio máximo, prepósito de la Casa Profesa y procurador á Roma y Madrid, de austera y constante penitencia, y muy contínuo trato con Dios, á que daba la mayor parte de la noche. La mortificacion de sus sentidos y singularmento de la vista resplandeció mu

cho en su viage á la Europa: toda la grandeza, antigüedades y preciosidades de Roma, no fueron bastantes para hacerlo interrumpir sa retiro y hacerle gozar de la recreacion que ofrece aquel gran teatro. Probóle Dios en sus últimos años con varios y dolorosos accidentes, de que lentamente consumido, á los 70 años de su edad, pasó de esta vida el 3 de junio

A los principios de enero siguiente de 1696, aunque no de tan remotos términos y tan diversos caminos, llegaron en un mismo dia á México los padres Zappa, Salvatierra y Eusebio Francisco Kino: el uno de Guadalajara, y el otro de la Pimería. Por el mismo tiempo, á 8 de enero, se abrió nuevo pliego de gobierno en que vino señalado provincial el padre Juan de Palacios. Uno y otro misionero comenzaron á practicar con el nuevo provincial y con el Sr. virey, conde de Galve, todos los oficios conducentes al feliz éxito de sus pretensiones. El padre Kino consiguió hacer patente la injusticia que se hacia á los pimas en imputarles los robos y muertes, de que solo eran autores los apaches. Representó que en el próximo alzamiento los culpados eran unos capitanes de los presidios, demasiadamente orgullosos. Mostró claramente la iniquidad con que habian sido atropellados los habitado. res de Mototicalzi, y obtuvo sentencia & favor de sus pimas y orden para que fuesen restituidos á sus tierras. Obtuvo del padre provincial cinco misioneros, aunque por nuevas dificultades que despues se ofre. cieron, solo Hevó consigo á su vuelta al padre Gaspar Varillas.

En este viage, caminando para la Taraumara en compañía del capitan D. Cristóbal de Leon y algunos otros españoles, aconteció, que pasando por cerca de una mision se apartaron los padres á saludar al ministro de aquel partido. En este intermedio los salteadores apaches cayeron sobre aquel convoy en tanto número, que á pesar del valor con que se defendieron todos los españoles é indios arrieros, quedaron sobre el campo. El padre Kino y su compañero, reconociendo la amorosa Providencia que los habia preservado de aquel riesgo para la salvacion de muchas almas, llegaron á la Pimería á la mitad de mayo. Pasó luego con el nuevo misionero á Tabutama y á Caborca. El padre Gaspar Varillas escogió esta segunda, tan frescamente regada con la sangre del padre Francisco Javier Saeta, circunstancia que le animaba al trabajo y le aseguraba juntamente del logró.

No fué tan feliz el padre Salvatierra: por diligencias que hizo tanto

TOMO III.

13

1696.

Vuelve el padre Kino á la Pimería, y solo lleva al pa dre Varillas.

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