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Williamstadt se defiende muy bien; pero yo creo que la toma de Gertruydemberg va á desalentar la guarnición; ella aumenta, desde luego, nuestros medios, en artillería, pues yo tomo en cada ciudad con qué coger la siguiente.

Buen ánimo, mi querido peruano; piense Vd. que nos quedan todavía grandes cosas que hacer.

En general en jefe,

Firmado: DUMOURIEZ.

El general Miranda al ministro de la guerra.

Lieja, 4 de marzo de 1793, terminada en San Tron el 6 y despachada á la una de la tarde.

El ataque de Maestricht, ciudadano general, continuaba con el mayor éxito, y el 2 de este mes se hallaban ya prontas nuestras baterías de á veinte y cuatro para empezar un fuego incendiario, que, sin duda, habría reducido la ciudad á la última extremidad y producido su rendición, cuando hacia las once de la mañana recibí la noticia oficial del general Lanoue, confirmada por el general Valence, informándome que los enemigos habían atacado nuestros puestos avanzados sobre el Roër, forzado su paso á través de las tropas del ejército de observación, mandado por el general Lanoue que cubría el sitio de Maestricht, y que se dirigían rápidamente con una fuerza de treinta y cinco mil hombres sobre la parte de Wick, para introducir un socorro de tropas en Maestricht, y salvar la plaza haciendo cesar el sitio y el ataque.

En estas circunstancias tuve apenas tiempo de hacer retirar el cuerpo de tres mil hombres á las órdenes del general Leve

neur, que se hallaba apostado delante de Wick, y el cual, tres horas después, era ya atacado por la vanguardia de los enemigos. Apesar de este movimiento, hice continuar nuestro bombardeo sobre la plaza de la manera ordinaria para ocultar mis intenciones, y con tanto éxito, que nunca fué el incendio tan considerable desde el principio.

A las doce de la noche hice empezar la retirada, haciendo marchar delante de nosotros toda la artillería de sitio, que llegó felizmente á Tongres, cubierta por un cuerpo de tropas de cuatro mil hombres, que formaba la retaguardia y al que el enemigo no logró hacer daño alguno, apesar de las fuerzas que envió á este efecto, habiendo sido fácilmente rechazadas por las nuestras. Un cuerpo de siete mil hombres fué apostado ventajosamente en Tongres, á las órdenes de los generales Egalité, Ruault y Blottefier, y otro de la misma fuerza á las órdenes de los generales Diettman é Ilher, que era el total de tropas que formaban por entonces el sitio de Maestricht, se dirigió sobre las alturas de Haccour, cerca de Viset, para cubrir á Lieja, é impedir que los enemigos pudieran penetrar por ninguno de los dos caminos que conducen á esta ciudad. Nuestras pérdidas en el ataque de Maestricht se reducen á veinte hombres muertos y diez heridos, lo que es poco considerable, visto el excesivo fuego de la plaza, que se estima, á lo menos en treinta y dos mil cañonazos. Una grave falta cometida por las tropas de observación que cubrían el sitio, detrás del Roër, es la causa de este desarreglo en nuestras opeciones. Espero que la repararemos con nuestros ulteriores esfuerzos, y que la nación nos secundará con medios suficientes en las grandes empresas que se ha dignado confiar á nuestra ejecución, para que se cumplan sus intenciones.

Los enemigos han intentado hoy cuatro ataques diferentes sobre los puestos qne ocupamos; dos sobre Tongres, de donde han sido rechazados con pérdidas de su parte; uno sobre Haccour, y otro sobre Herve. Me he dirigido esta mañana sobre Haccour para reforzar esta posición con un cuerpo considerable

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de tropas y á la vista de este movimiento, el enemigo, que se dirigía audazmente sobre Jupille, suspendió su marcha y retrogradó sobre sus mismos pasos, después de un corto cañoneo de nuestros puestos avanzados, de una orilla á otra del Meuse. Creo que las disposiciones que hemos tomado ayer, los generales Valence, Thowenot y yo, para el arreglo de nuestras tropas, serán talvez suficientes para contenerlos.

5 de Marzo. Ayer á las diez de la noche supe que los enemigos, por un cuarto ataque con un cuerpo de doce á trece mil hombres, habían tomado á Tongres, y forzado nuestras tropas á emprender su retirada sobre Hans y San Tron. Esta noticia nos hizo, á los generales Valence y á mí, tomar la resolución de hacer llegar todas las tropas de Viset, Herve, etc., sobre Haus, cerca de la ciudadela de Lieja, para hacer un movimiento de retirada en fuerza, sobre San Tron, donde podíamos sostenernos tomando uua buena posición militar, y hasta arriesgar, en caso necesario, una batalla.

En consecuencia, nos hemos reunido esta mañana en fuerza suficiente y puesto en movimiento para San Tron, por el gran camino de Lieja. A la mitad del camino, hemos encontrado un cuerpo de tropas de tres á cuatro mil hombres, que el enemigo había dirigido al pueblo de Oreye. Nuestras tropas ligeras lo han atacado, y se ha replegado á Tongres.

A las ocho de la noche ha llegado el ejército con toda su artillería á San Tron, donde hemos tomado una posición bastante ventajosa, que proteje la retirada de nuestros almacenes y hospitales del mismo modo que la de algunos pequeños cuerpos de tropas, que, por la imposibilidad de hacerles llegar las órdenes á tiempo ó por algún descuido de los comandantes, no han alcanzado aún al ejército.

Hemos tomado hoy disposiciones para proteger su retirada, y para hacerles llegar nuevas órdenes en todo el día.

El aspecto y espíritu de nuestras tropas son buenos; y hay que esperar que si la ocasión se presenta, su bravura y amor á

la patria sobrepujarán todos los obstáculos y triunfarán de nuestros enemigos.

El general Valence ha informado á Vd., sin duda, de cuanto concierne al ataque de los enemigos sobre los acantonamientos del Roer y de Aix-la-Chapelle, y le escribe á Vd. hoy también. Le ruego á Vd. me dispense mi retardo en atención á que los inmensos negocios que han exigido mi presencia delante de las tropas, me han obligado á estar casi siempre á caballo.

Firmado: MIRANDA.

El general Miranda al general Dumouriez.

San Tron, 6 de marzo, á las ocho de la noche.

Mi querido general,

Le anuncio á Vd. con placer que todos los cuerpos que se hallaban á retaguardia y en los alrededores de Lieja, se han reunido esta tarde al ejército, componiendo un cuerpo de diez mil hombres, tanto caballería como infantería. El bravo general Ilher los ha recogido y conducido con intrepidez, habiendo tenido ocasión esta mañana, con seis batallones que formaban su retaguardia, de batir y rechazar á un cuerpo de caballería enemiga que intentó atacarles. Pero lo más curioso es que la noche pasada ha guardado una puerta de la ciudad de Lieja, mientras que los enemigos se hallaban dentro, que no se atrevieron á desalojarlo.

Nuestras tropas se hallan en este momento perfectamente tranquilas, viendo que los enemigos huyen delante de ellas. No desean sino venir á las manos con ellos por recuperar una ventaja que compense el asunto desagradable de Aix-la-Chapelle.

Puedo asegurarle á Vd., mi querido general, que actualmente nos sostendremos firmes y que probablemente batiremos á nuestros enemigos, si la ocasión se presenta. Creo que podría Vd. dispensarse de venir en este momento; que podría Vd. muy bien continuar sus operaciones en Holanda, y hasta permitirme de ir á ver á Vd. un instante, ó de reunirme á Vd. con un cuerpo de quince mil hombres, sin que por ello pueda correr peligro alguno la seguridad de Bélgica. El cuerpo de tropas que quedará frente á Louvain es muy suficiente para resistir al ataque de una fuerza cualquiera. Adiós, mi querido general; que Minerva proteja vuestros triunfos y que Marte corone vuestras hazañas.

P. S. Le digo á Champmorin que se reuna á Vd. en el caso de que no pueda operar con seguridad su retirada hacia Louvain. Espero que apruebe Vd. esta resolución. La carta adjunta es mi despacho al ministro de la guerra.

Hago poner en la orden del día el enérgico escrito de Vd. al ejército, que no dejará seguramente de producir el efecto que se propone Vd.

Firmado: MIRANDA.

El general Dumouriez al general Miranda.

Moerdik, 7 de marzo de 1793
(año II de la República).

Comparando sus dos cartas de Vd., mi querido general, debe Vd. juzgar por sí mismo cuán gran servicio me hace la segunda; sobre todo después de la poca esperanza que me dejaba la primera. Pronto á pasar el Moerdick, á vencer todas las dificultades, y asegurar, en fin, para siempre la libertad y la gloria de mi

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