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tición de V. E., tuve con V. E. y con los señores Representantes de Bolivia y Chile en la misma tarde del 26 de Febrero, al tratarse de los hechos consumados en Cobija y alta mar, manifesté que el Gobierno peruano, por muchos y vivos deseos que tuviese de complacer á V. E., no podía tomar parte en un asunto de la exclusiva competencia de las autoridades bolivianas, por haber sucedido el hecho primordial en aguas de Bolivia; que, en cuanto al incendio de la «Domitila» en la bahía del Callao, ese sí era de la competencia de las autoridades peruanas y que podía ofrecer á V. E. que se seguiría el correspondiente sumario y que los autores y cómplices del delito, caso de haberlo, serían sometidos á juicio y castigados con todo el rigor de las leyes. Agregué que, según los informes verbales que me había trasmitido el señor Secretario de Guerra y Marina, se hallaban ya detenidos dos de los marineros á quienes el señor Cónsul de Italia había encomendado la guarda del buque, cuando éste le fué entregado.

Después de alguna discusión, quedó perfectamente reconocido en la conferencia, el principio de que los hechos ocurridos en Cobija y en alta mar no correspondían absolutamente á la jurisdicción peruana, y V. E. no tuvo inconveniente en aceptar la indicación del señor Martínez, para promover una investigación sobre lo ocurrido en alta mar, ante el Cónsul chileno, residente en el Callao.

El resultado de la conferencia me excusa, pues, de analizar el pensamiento de V. E. acerca de la responsabilidad que podría pesar sobre el Gobierno peruano por el hecho consumado en Cobija; pero tampoco puedo admitir que recaiga responsabilidad alguna sobre el Gobierno, por el incendio de la «Domitila», aun cuando el tenga el carácter grave que V. E. quiere darle. V. E. insinúa que el crimen ha sido cometido á la vista de las autoridades del puerto del Callao, y la frase de V. E. da á entender que esas autoridades, si bien no han tenido parte directa en el hecho, á lo menos lo han dejado consumarse impasiblemente. V. E. me permitirá no aceptar semejante insinuación, y las relaciones que del suceso han hecho los periódicos de Lima y el Callao, habrán contribuido poderosamente, no lo dudo, á rectificar los conceptos de V. E. De esas relaciones, insertas en «El Comercio» de Lima y en «El Porvenir» del Callao, correspondientes al 26 de Febrero, y corroboradas por los partes oficiales de las autoridades marítimas del Callao, aparece que el fuego principió á las once y media de la noche; que los primeros auxilios fueron enviados del buque de guerra nacional Victoria y que, á poco rato, la Capitanía del puerto y el Resguardo acudieron

en socorro del buque incendiado, portándose de una manera laudable, hasta el extremo de perder un hombre; pero que desgraciadamente todos los esfuerzos fueron inútiles.

Bien sabe V. E. que, merced á la condición de la humana naturaleza, no basta la mera existencia de las autoridades, ni aun en los países de más refinada civilización, para impedir l perpetración de delitos, y si algunos se cometen, no por esto pue de decirse que se realizan precisamente á la vista de esas antordades, dando á entender que ellas, pudiendo, no los han evitado. Y si esto es exacto, tratándose de delitos consumados en tierra, en donde podría decirse que es constante la permanencia de las autoridades, lo será, con mayor razón, si el delito se perpetra en el mar, en una extensa bahía, en donde existe gran número de embarcaciones y en altas horas de la noche.

Si el incendio de la «Domitila» ha sido ocasionado por un delito, V. E. ha debido estar seguro de que no quedaría impune, pues para eso hay en el Perú leyes y tribunales, y el Gobierno no cree que haya motivo para suponer que las autoridad peruanas falten á sus deberes y se forme de ellas, en ninguna parte del mundo, la triste idea de que V. E. hace mención, argumensado sobre una hipótesis ciertamente irrealizable. Los delitos, es verdad, deshonran no sólo á quien los comete, sino también á quien los tolera. Acepto la aserción de V. E. como un principio absoluto y sin aplicación á persona determinada; pero debo agregar que si V. E. tiene datos para creer que alguna autoridad peruana ha tolerado el delito, á que V. E. se refiere, el Gobierno estimará en alto grado á V. E. que se digne ponerlo en su conocimiento, para que esa autoridad reciba el más severo y condigno castigo.

Por lo demás, V. E. que parece hallarse ya perfectamente convencido de la razón que le asistía al Gobierno peruano, para no acceder á las demandas hechas anteriormente, sobre el arresto de los individuos que, en el puerto de Cobija asaltaron á la «Domitila», debe haber quedado satisfecho con las explicaciones que dí en la conferencia de 26 de Febrero, relativamente al incendio de ese buque y al juzgamiento de sus autores, si realmente ha habido delito. El hecho nada tendría en sí de extraordinario, ni creo que sea el Perú el único país del mundo donde semejantes hechos se consumen. Si ha habido delito, es un delito común, cuyo juzgamiento corresponde cxclusivamente á la autoridad judicial, y ésta, no lo dude V. E., desplegará todo el celo y actividad. que el caso exige, para esclarecer el hecho y des cubrir y castigar á sus autores y cómplices. El Gobierno, por

su parte, y en la esfera de sus facultades, no cesará de requerir á la autoridad judicial para la pronta terminación del juicio. Dígnese V. E. aceptar de nuevo los sentimientos de mi más alta y distinguida consideración.

T. Pacheco.

Excmo. señor Ministro Residente de S. M.-el Rey de Italia.

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Legación de Chile.

Lima, Marzo 14 de 1866.

Tengo el honor de anunciar á V. E. que el Excmo. señor Ministro de Italia, me ha contestado, en nota del 12 del corriente, que, por su parte, dá punto al desagradable incidente, últimamente ocurrido en el asunto de la «Domitila», y como por la mía debo considerarlo enteramente fenecido, me apresuro á hacerlo saber así á V. E.

Acepte V. E. la muy distinguida consideración de su atento S. S.

M. Martinez.

Al Excmo. señor Secretario de Relaciones Exteriores del Perú.

Lima, Marzo 16 de 1866.

He tenido el honor de recibir el oficio que me ha dirigido US. H., con fecha 14 del presente, anunciándome que el Excmo. señor Ministro de Italia, en nota dirigida á US. H. el 12 del mismo, había dado punto al desagradable incidente ocurrido últimamente en el asunto de la «Domitila». También US H. lo considera, por su parte, fenecido.

Al acusar á US. H. recibo de su citada nota, me complace manifestarle lo grato que es al Gobierno de la República ver con

cluído el incidente de la «Domitila» de un modo satisfactorio para todos los interesados en él.

Dígnese Us. H. aceptar las seguridades de mi mís alta y distinguida consideración.

T. Pacheco.

Honorable señor Encargado de Negocios de la República de Chile.

Real Legación de Italia en el Perú.

Lima, 30 de Marzo de 1866.

Excmo. señor:

En la publicación de la correspondencia cambiada entre V. E. y esta Real Legación relativamente al buque italiano «Domitila», he visto con sorpresa en la nota dirigida al señor Martinez con fecha 16 del corriente, que V. E. consideraba como terminado este desagradable incidente á satisfacción de las partes.

Creo que esta idea se halla fundado en una declaración hecha por mi al señor Encargado de Negocios de Chile en nota de 12 del corriente, en la cual hacía yo alusión á un incidente muy secundario sobrevenido con el señor Martinez en la cuestión de la «Domitila» del que está V. E. informado.

Muy á pesar mío, no he podido jamás declarar terminada la cuestión «Domitila», ni estaba en mi mano hacerlo, desde que á este respecto, y en espera de instrucciones, he debido hacer las más solemnes reservas en nombre del Gobierno del Rey.

Convencido de que V. E., al publicar esta correspondencia, no ha tenido otro objeto que ilustrar al público acerca del verdadero estado del asunto «Domitila», y confiado en su alta imparcia. lidad, yo, por un sentimiento de delicadeza, que V. E. se servirá apreciar, me dirijo á V. E. suplicándole la inserción en los diarios de està nota, destinada á hacer desaparecer cualquiera equivocación sensible, sobre una cuestión pendiente todavía.

En cuanto á la publicación referida, hecha sin que préviamente se me haya informado, me veo obligado á hacer las más ámplias reservas.

Aprovecho, entretanto, esta ocasión, para renovar á V. E. las seguridades de mi más alta y distinguida consideración.

Migliorati.

A S. E. el doctor don Toribio Pacheco, Secretario de Estado de Relaciones Exteriores, &. &. &.

Lima, Abril 3 de 1866.

En la tarde del sábado tuve la honra de recibir el estimable oficio de V. E., fecha 30 del pasado, cuyo objeto es consignar algunas apreciaciones de V. E. relativamente á la publicación de los documentos concernientes á la barca «Domitila.»

V. E. no se ha engañado al suponer que la publicación se ha hecho con el fin de ilustrar al público acerca del verdadero estado de la cuestión, y también, agregaré, por mi parte, con el de presentar los hechos tales como habían pasado, el giro que habían tomado las negociaciones y el término á que habíar llegado. Se hacía esta tanto más indispensable, cuanto que los periódicos, así del Perú como de Chile, habían dado versiones muy inexactas y emitido juicios erróneos, en que, si bien se dirigían algunos cargos de poca gravedad al Gobierno peruano, se hacían fuertes inculpaciones á V. E. mismo y á los señores Ministros de Bolivia y Chile.

Después de la conferencia del 26 de Febrero, el único punto que quedó pendiente, fue la información que, por indicación del H. señor Martínez, aceptada explícitamente por V. E., debía levantarse en el Consulado chileno, en el Callao, acerca de lo ocurrido en alta mar, con la antigua tripulación de la «Domitila » Anunciándome el señor Martínez la terminación de ese incidente, debía el Gobierno considerar, como considera actualmente, concluida del todo la cuestión suscitada por el asalto del buque. Si V. E. tiene motivos particulares para no convenir en que se dé por terminada dicha cuestión, no era de la competencia del Gobierno examinarlos, ni se hallaba en el caso de suponer siquiera que tales motivos existieran, desde que ni en los protocolos de las conferencias, ni en las notas de V. E. había una sola expresión que equivaliese á una reserva. El lenguaje de V. E. ha sido claro, explícito y terminante, como lo ha sido también

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