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nes; ¡objeto grande y magnífico, digno de un ánimo ilustrado y de un corazón recto! Así el plan está muy bien concebido, y no dudo merezca los elogios de cuantos de él se enteren. Tampoco dudo que graduarán la empresa de muy ardua; y Vm., que se ha puesto á vencer las dificultades de mil especies que la constituyen tal, será el primero que lo reconozca. Con todo, por lo que Vm. lleva hecho hasta aquí, se puede esperar que si no desmaya en la carrera, ha de llegar en ella muy adelante, y conseguir que su nombre se coloque al lado del de aquellos que hicieron ilustre el suyo con esta especie de trabajos.

Todo cuanto Vm. expresa en los cinco números es muy conforme á lo que exige la constitución de una buena tragedia y muy ajustado á las reglas que nos han dejado los maestros del arte; pero también pide todo, sobre las naturales disposiciones, que en Vm. seguramente no se echan menos, una atención y un cuidado sumo, para no tropezar ni levemente, ni subir ni bajar del tono con que se comienza. Mas si el trabajo y el esmero pueden mucho en los objetos que abrazan los cuatro números últimos; en el del primero es en el que no pueden tanto, y aquí es donde está para mí lo sumo de la dificultad. ¡Y en verdad cuánto va en la feliz ó infeliz elección del asunto! En 9

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XVI

el que de suyo es verdaderamente trágico, es decir, de personas elevadas y de caracteres verdaderamente grandes, y en cuyos sucesos iban grandes intereses, cuyo éxito en una y otra parte importaba mucho, en este, todo parece que ayuda al compositor: la imaginación se fecunda de ideas sublimes, el juicio presenta gran número de sentencias provechosas, y el lenguaje, proporcionado á esta disposición del ánimo, es elevado sin hinchazón; corriente y claro sin esfuerzo, y aun copioso sin redundancia; y sobre todo es animado con un calor dulce que encanta y arrebata. Todo esto parece que se viene naturalmente en pos de una elección hecha con acierto. Por el contrario, si en el asunto que se elige faltan aquellas calidades, hágase cuanto se hiciere, el fin de inspirar interés no se logrará, y por más que á costa de grandes trabajos se consiga hacer algunos trozos brillantes y agradables, el todo se resentirá de la aridez de la materia, y será quizá un no reprensible drama; mas no una tragedia. Ahora se ven frecuentemente sobre la escena muchos de estos dramas mixtos, que no dejan de hacer muy buen efecto, excitando la compasión y aun el terror hasta cierto punto; aunque no hasta aquel que da á las tragedias bien conducidas su mayor realce. Vm. quiere, y es laudable su querer, tomar los asuntos de

sus tragedias en la historia nacional, porque naturalmente nos han de interesar más los sucesos de nuestros héroes que los de otros grandes personajes, ó extranjeros ó fabulosos. No le diré á Vm., ni me pasa por la imaginación, que nuestro terreno haya sido estéril de héroes en los tiempos antiguos, medios y modernos: los grandes hechos de estas edades. autores tuvieron sin duda, y autores que debieron serles proporcionados; pero el defecto está en que sus caracteres nos son desconocidos enteramente. Dos calidades solas se nos han dado á conocer de ellos: su valor en los combates, y su religiosidad; peleó, se dice del mayor de nuestros grandes hombres, tantas veces contra los moros, y los venció, y fundó tal iglesia y tal monasterio; muy buenas cosas sin duda y dignas de loor; pero en las que el poeta trágico nada encuentra que le pueda servir para sus fábulas. De las demás acciones de estos hombres célebres para su tiempo, nada sabemos; y si alguna tosca pincelada se da de su carácter, más es para rebajar su mérito, que para dar á conocer sus virtudes ó sus vicios sociales y políticos, de donde dimanan las acciones propias para las composiciones teatrales. Caracteres grandes por eminentes calidades benéficas, sombreados con debi- · lidades y flaquezas, y aun con el vicio de la

ambición y los excesos á que esta arrastra, son los que pide la escena trágica; y á los escritores de crónicas se les pasaban estas cosas por alto, sin llamar de ningún modo su atención. Bajo este supuesto, si queremos sacar estos personajes al teatro, apenas podremos tomar de la historia más que sus nombres y los de algunos de sus contemporáneos; lo demás que queramos sea digno del coturno, lo hemos de escogitar y acomodar, como si se tratara de personajes de pura invención. Más diría para ponderar la dificultad de encontrar argumentos trágicos en nuestra historia y la de los demás pueblos de nuestra Europa desde los siglos tenebrosos acá; pero aun lo dicho me temo que les ha de parecer á algunos demasiado. En suma, me inclino mucho, mucho, al dictamen de Alfieri, de quien Vm. disiente. Los caracteres de los griegos y romanos tenían una esfera muy dilatada donde diversificarse; así no eran todos de una forma monótona. Las pasiones enérgicas, que en bien y en mal mueven á grandes cosas, no estaban en ellos sofocadas, sino que todo concurría á inflamarlas...; pero veo que sin pensar vuelvo á extenderme sobre un punto en el que no tengo por necesario, ni aun por conveniente, acumular más pruebas de mi opinión: baste para un inteligente haberlas indicado.

Todo lo demás que Vm. dice sobre el sistema que ha adoptado para escribir tragedias que no sean calcadas sobre un particular modelo, sino que lleven consigo cierta originalidad, guardando en ellas escrupulosamente la verosimilitud, contrastando los caracteres, observando las reglas de las unidades, acrecentando el interés en la proporción del progreso de la fábula, disponiendo un desenlace el menos artificioso posible, tomando del teatro francés y del italiano lo que respectivamente es laudable en cada uno, y cuidando de que el lenguaje sea puro, correcto y adornado convenientemente, según el género de poesía que se cultiva: todo esto repito á Vm. que está maravillosamente pensado: y también vuelvo á decir que hallo en Vm. grandísima disposición para ejecutarlo, hasta donde á nuestra limitación le es dado alcanzar. Por tanto, lejos de aconsejar á Vm. que se contente con los ensayos hasta aquí hechos, le exhorto, cuanto puedo, á que prosiga sudando en esta arena con la esperanza de ser coronado.

En las muestras que Vm. ha dado, las acciones están bien conducidas: no hay escenas supérfluas, el diálogo es animado, flúido y muy sostenido; y si hay descuidos, no son de los muy reparables en que se falta á las reglas del arte; que ya es muchísimo. Del principio

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