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rico, y se despedía de él con estas delicadas palabras llenas de sentimiento y de verdadera emoción:

«Hoy salgo. Voy á dejar mi tranquilo hogar por el estrépito de las Cortes, ó lo que es lo mismo, abandono las plácidas corrientes del Guayas por las tumultuosas olas del Océano.

>>Hoy salgo. Este es el momento en que conozco que tiene algún valor el servicio que voy á hacer. Como después que soy marido y padre no me he separado ni á tanta distancia, ni por tanto tiempo, ni con tantos peligros, ni con tantas incertidumbres sobre el regreso, nunca he sentido un pesar como éste, que á la verdad es... inexplicable.

»Este pesar se aumenta con la triste reflexión, que jamás he hecho en otros tiempos, sobre mi futura subsistencia y la de mi familia. Pero las obligaciones y el amor paternal reforman y castigan con los días los sentimientos meramente filosóficos. Voy á pasar dos ó tres años en inquietud, porque ya pasó la edad de las ilusiones. Me parece que volveré como me voy... Dios conserve muchos años á la cabeza 'de esta casa; pues ya sabe V. cuál fué la herencia de Alejandro. De todos modos, parto resignado, y en cierto modo contento; porque voy á obedecer y complacer á V., y porque voy á servir á la patria.»>

II.

SIGUEN LAS NOTICIAS BIOGRÁFICAS.

NTES de abandonar las playas de
América para dar cumplimiento en

Londres á la misión diplomática que le había confiado el siempre vencedor Simón Bolívar (según le nombra en carta dirigida al Libertador felicitándole por la victoria de Ayacucho (1), golpe decisivo contra las armas espa

(1) Esta carta, una de las siete inéditas publicadas por Caro en el núm. 10 del Repertorio colombiano, donde la reproduce conservando fielmente hasta la ortografía del original, merece particular atención. Por eso la traslado aquí al pié de la letra:

"Al libertador: al siempre Vencedor Simon Bolivar. = Mi querido señor y muy respetado amigo. En este momento me dicen que sale un buque para el Perú: y no quiero perder la primera ocasion de felicitar á V. por la memorable victoria de Ayaxcuco.-Con mi licencia poética trasformo así el nombre de Ayacucho porque suena desagradablemente: y ninguna cosa fea merece la inmortalidad.

Aora, aora sí me confieso absolutamente sorprendido: pues aunque jamás desconfié del suceso, era precisa una divina inspiración

ñolas encargadas de mantener en el Perú nuestra antigua dominación), el vate del Guayas dejó concluida la más célebre de sus composiciones poéticas. Habiéndole recomendado Bolívar que cantase los últimos triunfos de la insurrección americana, empresa que él había acometido ya por impulso propio no bien llegó á sus oidos la noticia de haber sido derrotados los españoles en Junín (1), esforzóse por dejar

=

para prever un triunfo tan completo y tan pronto. Hasta la sal de la sorpresa ha hecho mas grata la victoria. Este verdaderamente ha sido el dia de la América-el dia de Bolivar = He leido con trasporte la proclama de V.: es bella, es sublime. Nada deja que desear, nada: sino... sino que algunas palabras no despierten algunos celos en tierra, y... alguna tempestad en el mar.-Usted ha perdido todo derecho de increparme por esta licencia, desde que dejó correr impunemente y aun aplaudió mis observaciones sobre su primera proclama desde Pasto.-La última desde Lima es uno de los documentos clásicos de nuestra santa insurrreccion. Las tres últimas palabras son dignas del mármol y del bronce.-Fi donc!ellas son dignas de los corazones.-No mandar mas!!! Divina expresion: expresion de una alma que ya no puede soportar su propia gloria. Ella me suscita la idea de un hombre que habiendo fijado los ojos desnudos en el sol, los retira, los cierra atormentado de tanta luz. Oyes? oyes?—ó yo me engaño-¿qué estrépito es aquél?—Es el carro de la libertad que se pasea en triunfo desde las majestuosas riberas del Orinoco hasta el último borde del destemplado lago en que sobrenada la isla de Titicaca-dibujando en su carrera los colores del iris. = Salud y gloria.=JOSÉ JOAQUIN OLMEDO. Guayaquil enero 6-825.»

(1) En carta de Olmedo al Libertador, fechada el 31 de enero de 1825, dice lo siguiente:

«Siento que V. me recomiende cantar nuestros últimos triunfos. Mucho tiempo ha, mucho tiempo ha que revuelvo en la mente este pensamiento.-Vino Junin, y empecé mi canto. Digo mal; em

le complacido antes de emprender el viaje, satisfaciendo al par una necesidad de su espí– ritu inflamado en patriótico ardor.

Mucho hubo de luchar Olmedo consigo mismo para enlazar en su Oda la victoria de Junín, objeto principal del Canto á Bolívar, con la más importante ó trascendental de Ayacucho, que no mandó aquél personalmente. Las cartas que mediaron sobre dicha obra entre el caudillo colombiano y el poeta de Guayaquil, de las cuales me haré cargo más adelante al hablar de esta y de las demás poesías de Olmedo, lo ponen de manifiesto patentizando lo que uno y otro pensaban de tal poesía. Porque Bolívar, educado en España, tenía conocimientos y gusto literario que daban á su voto gran peso en materias de esta especie, haciéndole apto para representar á un tiempo mismo el papel de Augusto y el de Mecenas. Prueba indudable de la solidez y bondad que alcanzaba en nuestro país á fines del siglo anterior el estudio de las letras humanas, en armonía con

pecé á formar planes y jardines; pero nada adelanté en un mes. Ocupacioncillas que sin ser de importancia, distraen; atencioncillas. de subsistencia, cuidadillos domésticos, ruidillos de ciudad, todo contribuyó á tener la musa estacionaria. Vino Ayacucho, y desperté lanzando un trueno (*). Pero yo mismo me aturdi con él, y he avanzado poco. Necesitaba de necesidad 15 días de campo, y no puede ser por ahora.>>

(*) Alusión al principio de la oda comenzada. (Nota autógrafa.)

las ideas predominantes á la sazón en todos los pueblos cultos.

Olmedo, que no se había hecho notar en las Cortes españolas de 1810, logró sobresalir en el Congreso del Perú reunido en Lima el 20 de setiembre de 1822, ya como orador florido, elegante y correcto, ya como sincero patriota animado del mejor sentido y de las más rectas intenciones. Á estas nobles prendas de su inteligencia y de su carácter debió sin duda que Bolívar se fijase en él y le nombrase para sustituir al ilustrado granadino D. Juan García del Río en el cargo de agente diplomático en Inglaterra. Aquel glorioso caudillo, de quien dice el General O'Leary que era «gran conocedor de los hombres y del corazón humano; >> que «comprendía á primera vista para qué podía servir cada cuál, » y que tratándose de personas «en muy raras ocasiones se equivocó (1),» no era hombre para cometer la flaqueza de recompensar al cantor de Junín, por el mero hecho de recibir de él grandes elogios en versos no terminados ni publicados aún, con una misión tan delicada, tan difícil, de tanta importancia para el buen éxito de sus planes. Si no hubiese tenido en mucho la capacidad y méritos del elegido, no le habría encomendado un

(1) ESCRITOS PÓSTUMOS DE O'LEARY.-RETRATO DE BOLÍVAR. -Repertorio Colombiano, tomo II, pág. 254.

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