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>>¡Qué bien merece este pueblo su antiguo nombre de Lutecia!

>> Vengan los encargos por escrito. Anúncieme V. las obras que debo comprar para V. y para mí (1).»

Estas últimas palabras atestiguan la gran estimación en que tenía Olmedo el saber, el juicio y el buen gusto literario de Bello. Aunque uno y otro habían rivalizado dignamente, con noble rivalidad, escribiendo casi á un tiempo mismo La Victoria de Junín y La Agricultura de la Zona Tórrida, poesías que vivirán en el aplauso de las generaciones futuras mientras no desaparezca del mundo la hermosa lengua de Cervantes, Olmedo no vacilaba en reconocer cierta superioridad en su amigo, ni en someterse espontáneamente á su ilustrada dirección. El hecho de pedirle indicaciones

Olmedo en el puesto diplomático que éste desempeñó en Ingla

terra.

(1) Esta carta y varias otras de sumo interés para fijar acontecimientos y fechas en la vida de nuestro poeta y dárnosle á conocer íntimamente, no por segunda mano, sino según las propias y espontáneas manifestaciones de lo que pensaba y sentía, han salido á luz por primera vez en Santiago de Chile. Publícalas D. Miguel Luis Amunátegui, benemérito de las letras hispano-americanas, en su extensa VIDA DE D. Andrés Bello, impresa en dicha ciudad en 1882 (un vol. en 4.o mayor de 672 páginas). Tan curioso libro es rico arsenal de documentos interesantes para la historia literaria y civil de la América española. Gracias á tal publicación puedo engalanar con dichas epístolas las presentes noticias biográficas de Olmedo.

rís

acerca de las obras que debía comprar en Papara aumentar el caudal de sus conocimientos, habla muy alto en pró de su bien entendida modestia. Nadie más propicio á reconocer y acatar el mérito ajeno que quien lo tiene para brillar y sobresalir con luz propia.

Entre tanto el Libertador había acogido benignamente la súplica del poeta diplomático pidiendo permiso para regresar á América. Tan fausta noticia llenó de alegría el amoroso corazón de Olmedo, que se apresuró á darle gracias escribiéndole con efusión (1): «He recibido carta de setiembre de mi familia, llena de gozo, de esperanza y de gratitud hacia V. por la solemne promesa que le ha hecho de enviarme mi licencia. ¡V. había de ser á quien yo debiese el primer momento de placer que tengo en un suelo ajeno!» Á estas expresivas frases, claro testimonio de la honda impresión que la benévola condescendencia de Bolívar causó en el hombre en quien todo impulso afectivo era vehemente y muchas veces solía rayar en extremado, añadía Olmedo en la misma carta: «Yo salí fuera de mí con aquella noticia; y en el primer rapto empecé á meditar un segundo canto, que siendo tan grande por su objeto, contrastase en género

(1) El 14 de enero de 1827.

con el primero. Escenas campestres de Cachiri, en vez de los sangrientos campos de Junín; partidas de caza, rodeos de ganados, meriendas sobre la hierba, siestas bajo la fresca sombra de los árboles, en lugar de batallas y de carnicería. También habría un vaticinio como el del Inca, sobre los planes pacíficos que V. meditaba para calmar á Venezuela, en contraposición de las horribles escenas de Ayacucho. Cantos y danzas de pastores en lugar de alaridos, de alarmas y encuentros sangrientos; amores en lugar de odios y rabia; comedimiensy to en lugar de coraje; grupos de jóvenes de uno y otro sexo en lugar de los cautivos que cerraron la pompa triunfal del vencedor. En fin, imitando á los antiguos, yo quería concluir con un apoteósis: y aquí fueron mis trabajos para elegir la parte del cielo en que debía colocar la constelación de mi héroe. No debía ser junto de León, pues siendo símbolo de España, V. no lo dejaría vivir en paz. No cerca de Virgo, ya porque aun entre santa y santo pared de cal y canto, ya porque no parecería bien esta proximidad entre vírgenes y militares, por cuya causa yo los reservaría más bien para los poetas que, según me dicen, son menos peligrosos. ¡Contemple V. qué trastorno en la astronomía si un héroe, por un caso imprevisto, fuese á quitarle el timbre y el nombre

á su vecina!... Tampoco cerca de Aries, ni de Toro, ni de Capricornio, porque yo no quiero para la frente de V. otras ramas que las de laurel. ¿Dónde, pues? ¿Dónde? No tema V. quedarse sin plaza. Yo mandaré al Escorpión (es decir, al Alacrán, que es mi paisano), yo le mandaré recoger su nudosa y larga cola y ceder un espacio mayor del que cedió en otro tiempo á Augusto por orden de Virgilio (1),»

El tono festivo de las anteriores líneas demuestra la confianza con que se trataban el poeta y el caudillo, y que Olmedo había salido efectivamente fuera de sí y nadaba en transportes de júbilo al simple anuncio de su ansiado regreso á la patria y al seno de su familia. Lástima grande que no se prolongara aquel primer rapto lo suficiente para que nos regalase con el segundo canto de que habla, el cual se prestaba, según el plan que bosqueja, á pintar cuadros poéticos muy variados llenos de animación y frescura. Pero las imaginaciones fogosas, los espíritus que se dejan impresionar fácilmente suelen desimpresionarse también con facilidad, sobre todo si los solicitan y distraen quehaceres enojosos é ineludibles contrarios á sus naturales propensiones. Además, la realidad de los hechos que rápida

(1) TORRES CAICEDO: Ensayos biográficos, tomo I, págs. 128 y 129.

mente se sucedían en las nacientes repúblicas no estaba de acuerdo con las imaginaciones. del poeta, ni con sus patrióticos designios, ni con el idilio social que soñaba su fantasía. Desgraciadamente las cosas no pasaban en América según los propósitos y deseos de los principales promovedores y agentes de su libertad. Por lo tanto habría sido anacrónica en tal sazón cualquier meditada pintura de apacible tranquilidad y suaves goces campestres, y más anacrónico aún que, en medio de tanta mezquina lucha de ambiciones contrapuestas (en pueblos no libres del todo ni bien asentados ni constituidos), hubiese exclamado Olmedo recordando á Virgilio, como lo recuerda en el plan de su nunca realizado segundo canto:

Jam reddit et virgo, redeunt saturnia regna:

Jam nova progenies coelo demittitur alto. El mismo Libertador, que tan gran empeño ponía en organizar convenientemente los nuevos Estados americanos para que no se malograse el fruto de sus victorias ni fuesen estériles tantos sacrificios costosos, lamentaba en aquellos días tropezar á cada paso con las dificultades que le suscitaban sus émulos ó con la ceguedad é indisciplina de la multitud bullidora dividida en bandos, mal preparada y templada en los diversos pueblos del Sur para coadyuvar con abnegación y ordenado espíritu

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