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apasionado que se juzgaba el más insensible del mundo por no haber sucumbido á impulsos de tan gran dolor.

¡Singular coincidencia! La primera vez que Olmedo vino á Europa, como diputado por Guayaquil en las Cortes españolas de 1810, se encontró al volver con la pérdida de su madre. La segunda recibe al regreso, como primera noticia, la del fallecimiento de su consorte. Parecía que su corazón adivinaba tales desgracias, según lo mucho que siempre repugnó separarse del suelo que le vió nacer.

VII.

DE 1828 Á 1847.

N

o me cansaré de lamentar la indiferen

cia ó descuido con que hasta ahora han solido prescindir los eruditos americanos de allegar noticias relativas á sus escritores y poetas. Sin ese censurable abandono, tanto más censurable cuanto que los hombres estudiosos de la América española no necesitan engolfarse en arduas investigaciones para encontrar y reunir datos exactos con que trazar la biografía de cuantos después de la emancipación han ilustrado con su ingenio y saber las nuevas naciones de aquel hemisferio, no se encontrarían las lagunas que necesariamente se han de hallar en este bosquejo biográfico, y muy particularmente en la parte de vida de nuestro Olmedo que aún queda por historiar.

La inopinada pérdida de la amante esposa debió prestar alas al gran poeta para volar al lado de sus tiernas hijas, privadas ya del ca'lor de la dulce madre. Desde aquellos días de luto y de amargura no volvemos á saber de él por él mismo, hasta que algunos años más adelante renueva en esta carta su interrumpida correspondencia con Bello:

«GUAYAQUIL, enero 9 de 1833.

>> Mi querido compadre y más querido amigo: » Más vale tarde que nunca. Al cabo de mil años, tenga V. este recuerdo mío á cuenta de los frecuentísimos que hago de V. Usted se vino sin decirme nada, y después de mucho tiempo vine á saber que no estábamos tan lejos como cuando nos vimos la última vez. Quise escribir á V.; pero no me resolvía á hacerlo ligeramente, y la ocasión de escribir largo nunca venía, y si espero á que venga, siempre viviremos en incomunicación. Me contento, pues, con saludar á V., á mi amable comadre, á toda la familia y separadamente á mi Andresito.

>>El Sr. Vicendón entregará á V. esta carta: es amigo mío y de mi casa; y aunque él se recomienda á sí mismo por sus modales, por sus prendas y mérito, no debo omitir esta recomendación como un grato oficio de amistad.

XVI

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Negocios de interés le llevan á ese país, y V. puede tener la ocasión de prestarle servicios de que me constituyo deudor.

¿Qué noticias me da V. de las amigas Musas? Há tanto tiempo que ni las veo ni me ven, que recelo me hayan olvidado: desgracia que, por su sexo, es peor que si me aborreciesen. Habiéndose fijado, como dicen, en Chile, y por consiguiente en casa de V., no le será molesto saludarlas en mi nombre, y hacerles un recuerdo de su amigo y fiel votario.

>> Mil y mil cosas á nuestro carísimo D. Mariano (1), bien se halle sentado en su curul, bien recostado en su tirio lecho con su deseada Rosario. Nunca olvido las estaciones de Londres. Dígale V. que me remita la edición completa de las obras de su recomendable y docto papá, sin falta. Mándeme V. también alguna de sus nuevas composiciones, sin falta, sin falsa modestia, sin demora.

»>Y adiós, mi querido amigo. Si V. supiera la vida que me paso, me compadeciera. Adiós.

>> Su apasionado amigo de corazón—J. J. OLMEDO (2),»

El 26 de diciembre de aquel mismo año,

(1) Egaña.

(2) AMUNÁTEGUI: Vida de D. Andrés Bello, pág. 288.

escribía nuevamente á Bello desde Guayaquil en los términos siguientes:

«Mi querido compadre y amigo:

>> Conociendo de cuantos placeres me privo por nuestra incomunicación, no por eso venzo las dificultades que se presentan aquí para escribir á V. con la frecuencia que exigía nuestra amistad. Ahora mismo no escribiera á V. si no tuviera el mayor interés en hacerle una recomendación en favor de unos jóvenes con quienes tengo muchas y muy estrechas relaciones. Teniéndome á la capa en la borrasca que sufre al presente este país, no hay ánimo ni humor de escribir, y mucho menos de escribir á un amigo como V., para lo cual es indispensable ocio y reposo.

>>Los jóvenes de que he hablado antes son Matías Alzúa, con sus hermanos menores Liberato y Domingo, y Teodoro Luzurriaga, que va á unirse con su hermano Manuel, que se halla en la pensión del Sr. Zegers; todos cuatro recomendados al Sr. Lecica, de Valparaíso, por cuyo conducto serán puestos en el mismo establecimiento. El primero de estos jóvenes, Matías Alzúa, ha estudiado los primeros elementos de la ilustración, es decir, lenguas y principios de matemáticas; se inclina á la profesión de abogado, y va á Chile con el objeto de estudiar el derecho. Hará sus estu

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