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posteriores á esa fecha. Aunque todas sus cartas confidenciales atestiguan el constante amor que profesaba al estudio y su natural predilección por las letras, en sus últimos años debieron parecerle menos enojosos que antes los varios y agitados accidentes de la vida pública. En ningún tiempo ni en parte ninguna se ha dado el caso de elevar á los primeros puestos de una nación, disputadísimos siempre, á quien de un modo ó de otro no haya hecho algo para conseguirlo. Y si esto sucede en todo el mundo, aun tratándose de cargos menos codiciados que los de miembros del Gobierno supremo de una república, ¿no argüiría candidez inconcebible presumir que esta regla iba á fallar en país tan revuelto y de tan enconadas ambiciones como el Ecuador, por rendir excepcional homenaje al mérito de un poeta insigne poco amigo de figurar en política?

La circunstancia de haber Olmedo formado parte de todas las Asambleas legislativas desde la desmembración de Colombia y creación de aquella nueva República; la de haber sido su primer Vicepresidente (cargo importantísimo que trocó por el no menos importante, y más conveniente para él, de Prefecto del departamento del Guayas); y sobre todo, el hecho de habérsele nombrado en 1845, después de la revolución de marzo, miembro del Go

bierno provisorio (1) de Guayaquil, demuestran, por un lado, que, efectivamente, con los años se desarrolló en nuestro poeta la afición á intervenir en las luchas políticas; y por otro, me inducen á sospechar que Olmedo no debió ser extraño á la conjuración tramada por los liberales y dirigida por el expresidente Rocafuerte para derribar del poder y arrojar del suelo patrio al General Flores, á quien diez años antes había dicho en hermosos versos:

"... Por ti recobran

Su paz los pueblos y su prez las artes;

La alma Temis su santo ministerio;
Su antiguo honor los patrios estandartes,

La Ley su cetro, Libertad su imperio (2).»

« Olmedo (escribe el ilustre colombiano Don Miguel Antonio Caro) mudó de patria y de opiniones, arrastrado por la corriente revolucio

(1) Convendría ver desterrado del lenguaje común, y sobre todo de los documentos públicos de la América española, este intolerable galicismo. ¿Por qué no decir provisional, que es lo castizo y corriente?

(2) Son estos versos de la composición titulada: Al General Flores, vencedor en Miñarica.-Los que en 1845 ayudaron á Rocafuerte á derribar el Gobierno conservador del General Flores, Presidente legal de la República, tardaron poco en ver burladas sus esperanzas y recibir el merecido castigo. La herencia de aquel movimiento revolucionario no fué para el que lo inició con ánimo de recogerla, ni para los liberales que lo efectuaron; sino para los demagcgos, que elevaron á la presidencia al mulato Vicente Roca.

naria, que erigió las colonias en pueblos independientes, y ocasionó agregaciones y segregaciones sucesivas de provincias y naciones. Comparable á un árbol que, sin mudar de asiento las raices, cambia de posición cuando el nuevo cauce y curso vario de algún río trueca y altera las demarcaciones antiguas, Olmedo, apegado siempre al terreno nativo del Guayas, fué sucesivamente español-americano, peruano, colombiano, ecuatoriano. Peregrinas metamorfosis (1).» Extremoso en todo, el que había empezado monárquico, amante fervoroso de España y enorgullecido de ser su hijo, acabó por ultraamericano, y por consiguiente ultraliberal en opiniones políticas, trocándose desde luego en execrador frenético del nombre español (2). En ello influyeron sin duda mucho las circunstancias; pero acaso influyesen también, tanto ó más que éstas, la natural movilidad y vehemencia de su espíritu y la acritud de los males que le agobiaron en el último periodo de la existencia, negándole las dulzuras de halagueño reposo y sellándolo con el triste sello de prematura vejez. Dedúcese esto último de una carta dirigida á Bello por su hijo D. Carlos, en 22 de abril de 1846. Dice así:

(1) Repertorio colombiano: tomo III, pág. 141. (2) Frase de D. Miguel Antonio Caro.

«En Paita, único puerto en que tocó el vapor, y por dos horas, tuve el gusto de conocer al Sr. Olmedo. Está muy anciano, y tiene un aire y unas maneras que demuestran una excesiva cortedad, que al leer el Canto á Bolívar no era de presumirse en su autor. Me habló con sumo afecto de V., y me dijo que había pocos días que le escribió. Está para regresar á Guayaquil (1). »

Pero donde se pone más de bulto la perturbación é interna lucha que los desengaños, el dolor y las enfermedades causaron en el espíritu de Olmedo, abatiéndolo y agriándolo, es en la carta que escribió diez y siete días antes de morir á su nunca olvidado amigo Andrés Bello. No tengo noticia de ninguna otra posterior; y tanto por ser la última suya que conocemos, cuanto por la desdichada índole de lo más sustancial y grave de su contenido, merece particular atención. Héla aquí:

«GUAYAQUIL, enero 31 de 1847.

>> Mi muy querido compadre y más querido amigo:

>>Después de una larga peregrinación, he vuelto del Perú, á donde fuí á buscar salud, no la encontré.

(1) AMUNÁTEGUI: Vida de D. Andrés Bello, pág. 289.

y

» Pedí la Gramática Latina de Bello, y otros opúsculos del padre y del hijo, y todavía los deseo.

>> Con el Ministro del Ecuador Sr. Millán (amigo mío particular, y á quien recomiendo mucho) va en clase de adjunto mi sobrino Juan Icaza, joven apreciable, de muy buena conducta, y que ha hecho gran parte de sus estudios en París. Él tiene inclinación á esa carrera, y empieza con el mejor agüero, pues, deseando aprovechar, y necesitando luces y consejos, fácilmente todo lo encontrará en V., y ahí se lo entrego. Igualmente recomiendo al ministro principal, y espero que hallará en V. todas las facilidades que necesita para llenar el laudable objeto que le lleva. De la maldita y fantástica expedición de Flores, ya no hay que hablar. Si se realiza (que lo dudo), me parece que la mayor parte de nuestra libertad y de nuestra gloria está reservada para Chile.

>>Si en las copiosas librerías de Chile se encuentra la Divina Epopeya de Soumet, muy mucho agradeceré á V. que me la mande. Empezaba á leerla en Lima, cuando me vine, y el dueño de ese único ejemplar me lo quitó al salir. Le aseguro á V. que me ha llenado, mejor diré, rebosado el argumento de ese poema. ¿Qué es el incendio de Troya y la ruina de un

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