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increible dominio de aquella moda irracional, llamada inevitablemente á ser efímera y pasajera.

Á la escuela de Meléndez, que produjo desde luego tan buenos frutos, siguió inmediatamente otra nacida de sus mismas entrañas, pero de temperamento más varonil y fogoso. De ella dice D. Miguel Antonio Caro que «no es salmantina, ni sevillana, ni peninsular siquiera, sino hispana en toda la extensión de la palabra; clásica en las formas, pero animada de un espíritu revolucionario que trasciende á las formas mismas y las innova. » El ilustre colombiano tiene acertadamente á Cienfuegos por verdadero precursor de tal escuela, y á Quintana, que según él «dió forma determinada y prestigioso esplendor á aquel género de ideas y á aquel nuevo estilo de cantar, » por su figura culminante.

Con el predominio de esa escuela coincidió la aparición de Olmedo en el campo literario.

IX.

COMPOSICIONES POÉTICAS DE OLMEDO.
CARÁCTER QUE LAS DISTINgue.

L poeta de Guayaquil, de quien se ha dicho con exactitud que en sus cartas

y en otros documentos que se conservan de su pluma propende natural é invenciblemente al lirismo, y que su estilo es el de un hombre que piensa en verso (1), compuso pocos en sus sesenta y tres años de vida. Sólo nueve composiciones de él incluyó en la América poética D. Juan María Gutiérrez, viviendo aún el autor; y cuando al año de haber dejado éste de existir, el mismo Gutiérrez dió á luz en Valparaíso una edición más completa de las poesías de Olmedo, no logró reunir y publicar

(1) Frases de D. Miguel Antonio Caro.

número mayor de catorce (1). Del opúsculo donde en 1861 recogió Corpancho algunas poesías inéditas del vate del Guayas no tengo otra noticia que las que da el Repertorio colombiano, quien no dice cuántas sean aquéllas, y sí que apenas merecen atención, excepto la que se titula Á un árbol. Añadiendo ésta á las que contiene la edición suelta de Valparaíso, reimpresa incorrectamente en París por D. Ignacio Boix y Compañía en 1853, llegan á quince las obras poéticas de aquel peregrino ingenio de que tenemos noticia exacta, sin contar con que las ediciones de Gutiérrez y Boix estampan también bajo un mismo epígrafe las epístolas segunda y tercera del Ensayo sobre el hombre, del cual no se había coleccionado anteriormente más que la primera.

Del carácter que distingue á las poesías de Olmedo hay varias y hasta encontradas opiniones: citaré las más importantes y expondré.

(1) Son las siguientes: Victoria de Junín.-Canción indiana (inédita).—Ensayo sobre el hombre, por Pope (epístolas I, II y III). -A un amigo en el nacimiento de su primogénito (Lima, 1817).— Oda á Horacio, XIV del libro I.-En la muerte de mi hermana, soneto (1842).-Alocución pronunciada por la actriz Doña Carmen Aguilar en el nuevo teatro de Guayaquil, en la noche de su apertura, 20 de agosto de 1840.—Al General Flores, vencedor en Miñarica (1835). -Mi retrato (Lima, 1808).—Para un álbum.-En la muerte de Maria Antonia de Borbón, Princesa de Asturias (Lima, mayo, 1807). -Fragmento del Anti-Lucrecio (1816).—Alfabeto para un niño.— Inscripción para el teatro de Lima.

luego la mía con entera imparcialidad, sintiendo mucho no conocer directamente la de Don Juan León Mera, grande admirador de nuestro poeta, por no haber logrado hallar en parte ninguna su Ojeada sobre la Poesía ecuatoriana.

El Sr. Torres Caicedo se expresa de este modo en el tomo primero de sus Ensayos biográficos:

«Todo se halla en las poesías de Olmedo: inspiración, fuego, sentimiento, profundidad, elevación, delicadeza, cultura y riqueza de lenguaje, armonía. En ellas campean las galas y flores más bellas de la imaginación, las más sabias máximas de una sana filosofía y los principios de la moral cristiana. Si el estilo es el hombre, como dice Buffón, Olmedo está reflejado, vaciado en sus escritos: en ellos se exhibe el poeta, el filósofo, el cumplido ciudadano. >>

Menos apasionados y entusiastas, los señores Amunáteguis discurren de esta manera en su laureado Juicio crítico:

«Todo en él es pensado; todas sus producciones llevan el sello visible de la lima. Olmedo es lo que se llama un poeta verdaderamente clásico. Tiene más habilidad que inspiración, más ciencia que pasión. Es gobernado, no por el arrebato poético, sino por el cálculo de los efectos que pueden producir ciertos pro

cedimientos. Pone en juicio una táctica poética, como un General emplea la estrategia. Arregla las figuras, las comparaciones, los pensamientos, según un plan meditado con mucha detención. Coloca aquí un apóstrofe, allá una máxima; por un lado una antítesis, por otro una exclamación; prepara la venida de una reflexión profunda por medio de una descripción amena y florida; toma la precaución de colocar junto á los tintes oscuros otros más suaves para diversificar las impresiones; procura que las palabras tengan armonía imitativa correspondiendo á los sonidos, movimientos y afectos que ellas expresan; en una parte amontona las erres, destierra de otras las consonantes. Hace con sus ideas y con sus frases la que hace un General con sus cañones, sus caballos y sus hombres. Pero todo eso lo ejecuta con talento; sabe su arte con perfección; es un Sucre, un San Martín, un Bolívar en la poesía.»

Á estos diversos pareceres cumple agregar el autorizadísimo de Caro, persona de vasta y sólida instrucción, crítico sagaz desnudo de engañosas preocupaciones, castizo escritor en prosa, elegante poeta y versificador, apto, en fin, como muy pocos para conocer y aquilatar el mérito de toda producción literaria. Refiriéndose al vate del Guayas en el precioso es

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