Imágenes de páginas
PDF
EPUB

Del uno al otro mar. Las tempestades
Del cielo ardiendo en fuego se arrebatan;
Erupciones volcánicas arrasan

Campos, pueblos, vastísimas regiones,
Y amenazan horrendas convulsiones
El globo destrozar desde el profundo:
Ellos, empero, firmes y serenos

Ven el estrago funeral del mundo.»>

¿Cabe mayor grandeza en la idea, expresión más enérgica ni más robusta? Pues ved ahora este símil, que parece engendrado por el aliento de la antigua Musa helénica:

"Tal en los siglos de virtud y gloria,
Cuando el guerrero sólo y el poeta
Eran dignos de honor y de memoria,
La Musa audaz de Pindaro divino,

Cual intrépido atleta,

En inmortal porfía

Al griego estadio concurrir solía.

Y en estro hirviendo y en amor de fama,
Y del netro y del número impaciente,

Pulsa su lira de oro sonorosa

Y alto asiento concede entre los dioses

Al que fuera en la lid más valeroso

Ó al más afortunado.

Pero luego, envidiosa

De la inmortalidad que les ha dado,
Ciega se lanza al circo polvoroso,

Las alas rapidísimas agita,

Al carro vencedor se precipita,

Y desatando armónicos raudales,

Pide, disputa, gana

Ó arrebata la palma á sus rivales.>>

Dudo que haya en verso castellano retrato bosquejado con mayor brío ni con más seguro pincel que el de Bolívar que nos presenta Olmedo cuando va á principiar la batalla:

"¿Quién es aquel que el paso lento mueve

Sobre el collado que á Junín domina?

¿Quién el que ya desciende

Pronto y apercibido á la pelea?

Preñada en tempestades le rodea

Nube tremenda: el brillo de su espada

Es el vivo reflejo de la gloria:

Su voz un trueno, su mirada un rayo.»>

Ni es menos bello lo que pone en boca de Huaina-Capac respecto del héroe, al predecir la victoria de Ayacucho:

"Allí Bolívar en su heróica mente
Mayores pensamientos revolviendo,
El nuevo triunfo trazará; y haciendo
De su genio y poder un nuevo ensayo,
Al joven Sucre prestará su rayo.»

Pero donde tal vez sobresalen más la varonil concisión y energía del estilo, el esplendor de las imágenes, la propiedad de las voces y la hermosura y rotundidad del verso, es en la pintura de la batalla misma, trozo lleno de vigorosa animación. Héla aquí:

"Ya el formidable estruendo

Del atambor en uno y otro bando;

Y el son de las trompetas clamoroso;

Y el relinchar del alazán fogoso,
Que, erguida la cerviz y el ojo ardiendo,
En bélico furor salta impaciente

Dó más se encruelece la pelea;

Y el silbo de las balas que rasgando

El aire llevan por do quier la muerte;

Y el choque, asaz horrendo,

De selvas densas de ferradas picas;

Y el brillo y estridor de los aceros
Que al sol reflecten sanguinosos visos;
Y espadas, lanzas, miembros esparcidos
Ó en torrentes de sangre arrebatados;
Y el violento tropel de los guerreros
Que, más feroces mientras más heridos,
Dando y volviendo el golpe redoblado,
Mueren, mas no se rinden...>>

Sería cuento de no acabar si hubiese de citar todos los versos del Canto á Bolívar que merecen ser citados. Los que anteceden, no escogidos, sino tomados indistintamente, bastan para dar razón de la justa fama de Olmedo. La América del Sur puede ufanarse de haber producido al insigne poeta que en La Victoria de Junín ha dejado, para admiración de los venideros, una de las más hermosas páginas de la lírica española.

XII.

LA ODA «AL GENERAL FLORES, VENCEDOR

EN MIÑARICA. »

ESPUÉS del Canto á Bolívar, la composición más importante de Olmedo es la oda cuyo título encabeza los presentes renglones. Y digo después, porque la mayor importancia del asunto y del héroe de aquel poema ha conseguido despertar más vivo interés en todo pecho americano; mas no porque su bondad intrínseca ni su forma poética sean inferiores á las que resaltan en La Victoria de Junín. Cuando el vate del Guayas, pintando en ésta el júbilo de los vencederes, decía:

«Victoria, paz, clamaban,

Paz para siempre. Furia de la guerra,
Húndete al hondo averno derrocada.

Ya cesa el mal y el llanto de la tierra,

Paz para siempre. La sanguínea espada,

Ó cubierta de orín ignominioso

Ú en el útil arado transformada,

Nuevas leyes dará. Las varias gentes

Del mundo que, á despecho de los cielos

Y del ignoto ponto proceloso,

Abrió á Colón su audacia ó su codicia,
Todas ya para siempre recobraron
En Junín libertad, gloria y reposo,»

desgraciadamente no fué profeta. Si pudiera ponerse en duda que aquellos paises, dignos de mejor suerte y dotados de tantos elementos de prosperidad, no han conseguido paz ni reposo duraderos desde la época de su emancipación, la oda Al General Flores vendría á desmentir el bien intencionado pronóstico del poeta con los inspirados versos del poeta mismo. Esto deja conocer á primera vista por qué la oda de que ahora se trata no ha tenido entre los escritores de América tanta resonancia ni tanto encomio como el canto á Junín, á pesar del relevante mérito que la distingue. Testigos irrecusables lo demuestran en términos á que en otro lugar he aludido (1).

(1) Véanse las palabras de los hermanos Amunáteguis y de Torres Caicedo concernientes á este particular (tomadas del Juicio crítico de los primeros y de los Ensayos biográficos del segundo), que anteriormente he puesto por notas al narrar la vida de Olmedo y referirme á la época y á las circunstancias en que compuso la oda Al General Flores.

« AnteriorContinuar »