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con La prueba de las promesas, cuyo pensamiento dice Ruiz de Alarcón estar tomado de la obra de D. Juan Manuel, sino con las dos comedias de Cañizares que tienen por héroe á D. Juan de Espina, casi un siglo posteriores á la de Alarcón, y con el pensamiento capital de La vida es sueño; pues harto es sabido que los medios adoptados para hacer patente el fondo de esta maravillosa creación ideal traen á la memoria el cuento del mendigo á quien embriagan y tratan como á rey durante un día, devolviéndolo después á su primitiva esfera y haciéndole creer que ha soñado cuanto

en realidad le ha sucedido.

El no ser enteramente original la idea de El desengaño en un sueño, circunstancia que la en

vidia ha tenido muy buen cuidado de recordar, en nada disminuye á mis ojos el mérito de la obra. Ni la originalidad ni la verdad son patrimonio exclusivo de ningún ingenio, por grande que sea. Todas las verdades, todos los caracteres, todas las pasiones, hasta la idea de todas las formas expresivas existen más o menos vagamente en el mundo espiritual y son del dominio de todos los hombres. ΕΙ que tiene bastante fuerza en sí mismo para descubrirlas y formularlas apropiándose lo que le conviene, usa de un derecho, tanto más legítimo, cuanta mayor sea la parte de vida

propia que comunique á los elementos ajenos de que se apodere. De no ser así, la historia del ingenio humano se convertiría en un proceso criminal donde ningún hombre ilustre podría justamente librarse del ignominioso título de ladrón. Lo que importa en esta materia no es saber si se ha tomado algo de otro, sino si se ha tenido la habilidad de asimilárselo. No si tal situación, tal carácter ó tal idea semejan á otra idea, otra situación ú otro carácter, sino conocer si han recibido nuevo aliento en la distinta combinación que les han dado. Un mismo raudal contribuye á producir en unos sitios verdura y flores, y en otros desaparece infructífero entre arenales. El quid no está en el agua, está en el terreno; y todos los plagios del mundo juntos serán ineficaces para lograr que pensamientos extraños arraiguen y florezcan en una cabeza estéril. Por el contrario, hasta reproduciendo á veces cosas ajenas se puede llegar á la originalidad, si se les presta el fuego invisible que las reviste de aquel inapreciable matiz signo seguro de belleza.

X.

ECLARADA mayor de edad Isabel II poco después de haber caido Espartero á impulso de los mismos deplorables medios que le encumbraron, reconocida al fin como Reina de España por el Monarca de las dos Sicilias, el Duque de Rivas, á la sazón Vicepresidente del Senado, recibió el nombramiento de Ministro plenipotenciario en Nápoles. Poco favorable impresión le causó la antigua Partenope, de la cual su fantasía, la lectura de los clásicos antiguos y las descripciones encomiásticas de escritores españoles como Quevedo y Cervantes le habían hecho concebir halagüeña idea. Descubren esa mala impresión de su ánimo las amenas epístolas en varios metros compuestas al correr de la pluma y dirigidas á su cuñado el diplomático D. Leopoldo Augusto de Cueto, ahora Marqués de Valmar, residente en Lis

boa por aquel entonces. En una de las primeras le decía:

"Estoy desesperado, pues fallidas
Todas las esperanzas me han salido
Sobre esta tierra allende concebidas.
Y en llegando á Madrid, su merecido
He de dar á la turba charlatana
De tanto embaucador y fementido,

Que, como acordarás, por la mañana
Nos tuvieron con tanta boca abierta,
Y de venir aquí dándonos gana.

"No hay región en el orbe descubierta
»Cual Nápoles,» decían... (¡Embusteros!
No volverán á atravesar mi puerta.)

"¡Qué clima! ¡Qué placeres! Los eneros » Son cual los mayos son de Andalucía; Las mujeres palomas y corderos.

»Allí producen flores los abrojos,
»>Y en banquetes, teatros y funciones
»No hay nunca pesadumbres, nunca enojos.>
Todas eran mentiras é invenciones;

Que es Nápoles país abominable,

Y el peor que hay del Sur á los Trïones.
El clima, caro hermano, es detestable;

Ni un solo día he visto el cielo puro,
Ni un momento de sol claro y estable.

Sopla contínuamente el viento duro;
Llueve dos ó tres veces cada día;

Si no te abrigas, toses de seguro.

Hoy, primero de Abril, de nieve fría
Están cubiertos los vecinos montes,

Y el mar montes de espuma al cielo envía.
Ni un árbol solo en estos horizontes
Descubrirás con hojas verdeantes,

Aunque á las altas cumbres te remontes.

¡Cómo estarán de nardos y jazmines,
Á estas horas, poblados los paseos
Que adornan de Sevilla los confines!....

Este cariñoso recuerdo de su predilecta ciudad andaluza explica el mal efecto que le causó al pronto la que se mira en el poético golfo azul arrullada por las sirenas.

Como toda imaginación acalorada y vehemente, la del Duque se había forjado respecto de Nápoles ilusiones á que no llega nunca la realidad, por grande que sea su hermosura. Y como al pisar aquel suelo privilegiado carecía en él de amistosas relaciones, indispensables á las almas comunicativas; como le recibieron con aspereza los rigores de la estación, y había soñado encontrar allí perpetua y florida primavera, el desencanto superó á lo que en cierto modo habría sido razonable. Poco tardó, no obstante, en mudar de bisiesto, trocándose á sus ojos aquella tierra en una especie de abreviado paraiso. La ilustre alcurnia del Duque y sus nobles prendas personales obtuvieron

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