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EL CABILDO PIDE QUE SE TRATE CON SAN MARTIN.

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bildo de Lima pidiera al Virey que entablara negociaciones con San Martin y si nó capitular con él. Los tímidos aceptaron luego la idea, y aun cuando ella no podia ser conforme con la del ejército, por eso mismo tenia mejores resultados, desde que entre los de la misma causa se sembrába un nuevo motivo de discordia. [Cat. MS. núms. 12, 19, 35, 40, 190 y Cat. núm 27.]

PARA PREPARAR este plan se cuidó mucho de que el Cabildo, que se acababa de elegir, lo compusieran personas de ideas liberales aunque afectas á la causa del Rey, ó patriotas que intencionalmente encubrian sus ideas para servir mejor á su causa. Tambien se consiguió que el pueblo pidiera al nuevo Cabildo que se abriera nuevas negociaciones ó tratados con San Martin. Preparadas tan diestramente las cosas se presentó, en 16 de Diciembre, al Ayuntamiento ó Cabildo de Lima una manifestacion firmada por vecinos respetables, en que hacian palpable el inminente riesgo á que "se exponia la Capital en el caso de que avanzando el ejército de San Martin se comprometiera una batalla en las puertas mismas de la Ciudad, pues si se perdia entrarian en ella vencedores y vencidos, causando incendios, robos y ultrajes que acabarian con esa fiel metrópoli y con su leal vecindario." La peticion del pueblo fué apoyada por los Síndicos y elevada al Virey por el Cabildo en términos apremiantes.

La manifestacion del pueblo y del Cabildo exaltaron la ira de los Jefes Españoles que, de acuerdo con La Serna, trabajaban contra Pezuela; el apoyar cualquier proyecto que restableciere la paz equivalia á trastornar sus mismos proyectos; por esto excitaron á algunos Españoles, que formaban parte del batallon Concordia y que era la verdadera Guardia Nacional, para que elevaran al Virey una contra representacion á lo pedido ó apoyado por el Cabildo. Los términos de la peticion eran altane ros, insolentes é injuriosos contra los ciudadanos que firmaron la representacion al Cabildo y contra ésta misma corporacion, respetable por las personas que la componian y por su misma institucion: califi caban de detestables y degradantes las firmas de sus individuos, cuyo juzgamiento solicitaban por haber elevado una solicitud opuesta al decoro de las armas nacionales. [Cat. núm. 6. I.]

A pesar de que el Virey desatendió completamente la solicitud del Cabildo y la de los del batallon Concordia, estaba conseguido el principal objeto de los patriotas, de sembrar la discordia y descontento. [Cat. núm. 27.] De pronto no produjo mas efecto que preparar los ánimos para los sucesos que luego narraremos.

No se pudo concebir mejor plan para hacer palpables los progresos por las ideas liberales y para dividir los ánimos. Los del Cabildo, hombres respetables y de grandes relaciones é influjo, al verse ofendidos por los individuos del ejército y de la milicia, procuraron llevar á cabo su proyecto de abrir negociaciones con San Martin, aun cuando fuera variando un tanto las bases.

EL GENERAL ARENALES dejó en Ica, cuando emprendió su marcha sobre

la Sierra, una pequeña guarnicion al mando del Teniente Coronel D. Francisco Bermudes y del Mayor Aldao, y la aumentaban con los esclavos y prisioneros ó dispersos: la permanencia de esa fuerza causaba recelo y estorbaba la marcha de las tropas realistas que venian á refor. zar las de Aznapuquio; se resolvió pues desalojarlas, para lo cual salió de Lima D. Juan Antonio Pardo al mando de una columna. Desde que Aldao supo la aproximacion de las tropas de Pardo, emprendió su retirada sobre Huancavelica, confiando en el entusiasmo que habian manifestado ántes algunos pueblos ocupados por Arenales. Al saber Pardo que se retiraba Aldao, redobló sus marchas, y logró alcanzar la retaguardia de su columna á cinco leguas distante de la ciudad de Ica: en este choque, 26 de Noviembre, perdió Aldao 14 hombres muertos, 4 heridos, 13 prisioneros y muchas bestias, fusiles, y municiones. El resto de la columna de Aldao pudo continuar su marcha hasta llegar al pueblo de Córdova, 16 leguas al Este de Ica. En este lugar lo recibieron con hondas y piedras; un choque de media hora pudo salvarlo para continuar su retirada hasta el pueblo de Tivillo, adonde llegó al anochecer: allí tambien ayudó la jente á los desnaturalizados de Córdova, capitaneados por el cura inter D. Francisco de La Mata: este renegado sacerdote obligó á unos cuantos á rendirse, y so pretesto de favorecerlos los encerró en la Iglesia, donde fueron tomados prisioneros. [Cat. núm. 514. número 74.]

Ica y su Gobernador D. Juan José Salas se manifestaron entónces hostiles á la causa de su libertad, y contribuyeron á la retirada de Aldao y sus desastres consiguientes. [Cat. núm. 540 ]

Arenales con el deseo de avanzar sobre O'Relly cuidó poco de asegurar las provincias que habia ocupado; entregándolas á su propia defensa, y contentándose con comisionar á D. Francisco Bermudes para que protejiera el espíritu de independencia que todas ellas habian manifestado y que bien pronto debian pagar muy caro. Bermudes y Aldao reci bieron en Huancayo noticia de la victoria conseguida por Arenales en Pasco y merced á ésto pudieron dascansar algun tanto de sus fatigas.

MIENTRAS Arenales avanzaba sobre Pasco para conseguir esa victoria, el Brigader Ricafort logró reunirse en Andahuailas con las fuerzas que habian salido del Cuzco, compuestas del batallon Castro y dos escuadrones de Granaderos de la Guardia. Desde entónces Ricafort principió á ocupar los pueblos en que estuvo Arenales y en castigo del entusiasmo que manifestaron á favor de la patria, cometió atentados y crueldades que parecerian increibles si hasta hoy no existieran las ruinas de los pueblos incendiados y los hijos de los que fueron víctimas de su tirania. Bermudes y Aldao recibieron órden de Arenales de continuar su marcha inmediatamente y de no comprometer ningun encuentro con Ricafort.

LOS ENTUSIASTAS é indefensos indíjenas de Huamanga, acaudillądos por Landes y Terres, viendo que se acercaba Ricafort [29 de Noviembre] lo cercaron, ocupando con alguna artilleria lijera las posiciones que dominaban la entrada, disparaban los cañones sin la menor direccion, los indios

formaban aquí y acullá, en grupos haciendo fuego desordenado con los muy pocos fusiles que tenian, de suerte que su número les servia de mayor confusion. Ricafort ordenó al Coronel D. Antonio Seoane que los atacara, lo que ejecutó sin el menor riesgo, y haciendo una cruel carnicería ocupó la ciudad á las ocho de la noche: á las cinco horas mandó dos compañias en persecucion de los fugitivos, recibiendo la muerte cuantos fueron alcanzados. Terres se replegó sobre la entusiasta poblacion de Cangallo, decidido á vender cara su existencia. Noticioso Ricafort que aquel aumentaba su fuerza en Chupasconga cerca de Cangallo, le mandó ofrecer un indulto si se rendia; y como despreciase esas finjidas promesas, se dirijió á este punto el 2 de Diciembre, con cuatrocientos ochenta hombres de infanteria como 200 de caballeria y una pieza de artilleria. Los cerros por donde atravesaba estaban coronados de indios; esta muchedumbre se hallaba mandada por D. N. Barrera, porque el dia ántes habia sido asesinado por los mismos indios el Coronel Terres y su segundo Corvera. Segun órdenes de Ricafort el Coronel Seoane atacó la izquierda de los indios, mientras que Ricafort cargaba con la caballeria que mandaba el Teniente Coronel D. Valentin Ferras. No es difícil comprender que la muchedumbre de indios, cuyo número pasaba de 4,000, sin órden, ni disciplina, y armados solo con piedras y su entusiasmo, no pudiese resistir el ataque que simultáneamente hizo la caballeria, y la infanteria, que tambien cargó á la bayoneta. Todo fué carniceria y degüello, no perdonando la vida á quien alcanzaban; pasaron de mil los indíjenas que entregaron tan heróicamente su vida. Ricafort no perdió ningun hombre, y el número de los heridos y contusos apenas llegaba á ocho y dos caballos. Cansados de tanto degüello ocuparon la ciudad, la saquearon por 48 horas y despues la incendiaron. [Cat. MS. núm. 79.] Sus desgraciados moradores se refugiaban en los montes y cerros, y no teniendo Ricafort mas víctimas que sacrificar contramarchó sobre Huamanga, á donde llegó el 8 de Diciembre. Allí tuvo noticia que el valiente Aldao á pesar de la indigna conducta de los pueblos de Córdova y Tivillo, pudo salvarse con unos cuantos soldados y esclavos y que se dirigia sobre esa villa, pues habia recibido órden de Arenales de retirarse, uniéndosele sin comprometer ningun choque. Al dia siguiente hizo avanzar sobre Huanta al Comandante Ferras creyendo encontrar allí á sus enemigos. Apenas llegó Ferras al puente lo encontró defendido por 30 hombres, pero instruido de que podia pasarlo por otro punto les cortó la retirada quedando 10 muertos y 20 prisioneros, y solo escapó el oficial por estar bien montado.

LOS DE HUANTA tenian muy á la vista los degüellos y atrocidades que acaban de ejecutarse en Cangallo y Huamanga, para atreverse á intentar la mas pequeña oposicion; por esto Ricafort fué recibido entre los vivas y aplausos de una multitud que así salvaba sus vidas, y confundiendo las demostraciones del temor con las del corazon ahogaba los remordimientos que-debia causarle las atrocidades que habia come

tido. Los patriotas continuaron su retirada por Acobamba; allí fueron rechazados por los indios, con piedras y palos, para captarse así el afecto de los degolladores de Ricafort. [Cat. núm. 514 número 81.]

DESDE HUANTA siguió Ricafort su marcha sin peligros hasta aproximarse á Huancayo. Capitaneados los indios en este punto por los infatigables Bermudes y Aldao hicieron una heróica resistencia para inmortalizar sus nombres y hacer mas odioso el de Ricafort. La tropa de Aldao no era en realidad mas que montonera ó colecticia, sin órden, sin disciplina y sin armas: mas su valor y entusiasmo le hacia creer que con ella podia oponerse á su enemigo que contaba con batallones y escuadrones veteranos, mandados por jefes y oficiales valientes y conocedores de su deber. Aldao pretendió resistir en el pueblo de Huayucachi, como cinco millas al Sur de Huancayo, pero los oficiales le manifestaron que la tropa no queria pelear en ese punto por estar muy expuestos á la caballeria enemiga y tuvo que retirarse al de Huancayo; allí la misma tropa y oficiales dijeron que estaban decididos á esperar al enemigo y pelear hasta vencer ó morir defendiendo su libertad, familias y hogar. Aldao se preparó en el acto; montó lo mejor que pudo lo que él llamaba su caballeria formó mas de cinco mil indios armados con palos, hondas y rejones, y muy pocos hombres con fusiles. Como á las tres de la tarde del dia 29, el enemigo estaba á tiro de cañon, formado en dos columnas de ataque con infanteria protejidos á derecha é izquierda por caballeria y apoyados por dos piezas de artilleria. Al primer ataque simultáneo de la caballeria, infanteria y artilleria, desaparecieron los oficiales de milicias de Aldao, y pronto imitaron su ejemplo los indefensos indios: desde ese instante principió una horrorosa carniceria, pasando de quinientos los muertos de los patriotas sin ninguna pérdida de los realistas: las municiones,dos piezas de artilleria, muchos caballos y otros objetos de guerra fueron los trofeos de este fácil y sangriento combate, en el cual se distinguieron por su inhumanidad y fiereza Ricafort, Ferras y Seoane. [Cat. núm. 5. III. pág. 56 y núm. 6. I.]

Despues de este sensible desastre Bermudes se separó de Aldao en mala inteligencia y se dirijió al Cuartel General de Huaura; allí se le destinó al Estado Mayor, para no volver á figurar su nombre hasta que en 1823 se pasó á los realistas, para ser contado en el número de los traidores á su patria. Bermudes era Arjentino. (Cat. núm. 540) No por esto dejó el indomable Aldao de defender con heroismo palmo á palmo las provincias de Huancayo y Jauja. [t]

[t] Señor General en Jefe del Ejército Libertador del Perú

Excmo. Señor.

Por órden del Sr. General de vanguardia, comunicada al Comandante general de esta division, tomé su mando el 28 del presente mes, en las apuradas circunstancias de encontrarse campadas las fuerzas combinadas de Ica, y provincia de Jauja, en el pueblo de Huayucachi, á cinco leguas de Acostambo, donde se hallaba situado el enemigo.

ARENALES con su division se habia retirado sobre la costa despues de la batalla de Pasco, abandonando un inmenso territorio, entusiasta por la independencia, y que podia proveer al ejército de hombres y recursos de toda clase. Se vió obligado á precipitar su bajada á la costa por un incalificable error cometido por el Coronel D. R. Alvarado: este jefe se hallaba con las fuerzas avanzadas de San Martin en el pueblo ó hacienda de Palpa; creyendo Valdez que el objeto de Alvarado era dirijirse al pueblo de Sayan é internarse á la Sierra para protejer la division de Arenales, resolvió impedir el movimiento, ocupando ántes el citado pueblo de Sayan, distante diez leguas al N. E. de Chancay, interponiéndose así entre las tropas de Alvarado y de San Martin para batirlo con todas las ventajas de número y calidad de sus tropas. "El pensamiento era grande: la operacion estaba calculada con sumo detenimiento, y el Coronel Valdez era incuestionablemente hombre aptísimo para llevarlo á cabo." Creyendo que este proyecto mereciese la aprobacion del Virey le dió cuenta, y léjos de obtenerla, envió órden, con un expreso, para que regresara en el acto y se replegara sobre Lima: con esta desacordada medida frustraba una combinacion muy militar, que de todos

Hasta el momento de mi recepcion no teníamos nocion alguna de sus fuerzas efectivas; lo que me obligó inmediatamente á partir en persona, con una partida de buena caballeria á su mismo campo, á reconocerlo militarmente; pero la densa humadera que se levantaba de dicho pueblo, incendiado por el enemigo, no me permitió tomar otra idea, por lo que hace á su número y calidad, que la de ascender á dos mil hombres, cuya cuarta parte deberia ser la única tropa útil para un combate.

Bajo de este concepto, al dia siguiente á las diez de la mañana, formé mi línea de batalla y á las seis y media me representaron los oficiales de las tropas de Huancayo, Jauja y Tarma, que los soldados de sus cuerpos y ellos no se batirian en modo alguno en ese punto, por lo desarmados de ellos, y porque serian arrollados por la caballeria enemiga. Hice inmediatamente que se reuniesen los Coroneles Comandantes de los cuerpos, para que estos expusiesen lo conveniente; y el último resultado fué el de que nos replegásemos al pueblo con el objeto de retirarme en el órden posible sobre Jauja.

Llegado que fuí á Huancayo lo primero que traté fué el montar bien mi caballeria, y emprestando un caballo á los oficiales de infanteria logré ponerla bajo un pié alagueño. Los oficiales todos que para al efecto anterior se habian reunido, me dijeron por sí y á nombre de su tropa, y por el pueblo, que estaban decididos á derramar su sangre en defensa de la libertad, hogares y familias siempre que yo no retirase mis fuerzas de su país, tan comprometido y del mérito de Huancayo: que de milicias estaban á mi disposicion como cinco mil hombres; que sus armas eran en verdad palos, hondas, y rejones pero que las tropas que trajese Ricafort, en su mayor parte, eran de la misma condicion que las suyas; con la diferencia, que las del enemigo eran forzadas y una gente mercedaria sin espíritu público, y sin el interes vivo que las nuestras. Esta representacion, su modo y especialmente la idea que yo adquirí de la superior y bien montada caballeria enemiga, con el ningun tiempo para una concertada y no expuesta retirada, me decidieron á esperar al enemigo y batirlo en las inmediaciones de Huancayo.

Como á las tres de la tarde se puso el enemigo á tiro de mi artilleria, formado en dos columnas de ataque, poniendo á su frente dos compañias de tiradores y apoyados sus flancos en dos trozos de caballeria, que hacian en masa mas de trescientos hombres. En esta forma marcharon sobre mi tropa, parapetada en unos edificios ruinosos, hasta que á tiro ménos que de fusil hicieron alto, y destacando yo inmediatamente una compañia de tiradores

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