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soldados; algunas cabezas cayeron á los golpes de su sable; y todo on. sangrentado se presentó á Las-Heras llevándole dos prisioneros. Ciertamente que la vista del Capellan, con su hábito ensangrentado, el cerquillo en desórden, la cara empolvada y el sable en mano, prudujeron en el Jefe una desagradable impresion; pero si el Capellan olvidó los austeros y mansos deberes de un Sacerdote, dió pruebas prácticas de que era un verdadero ciudadano, amigo de la libertad de su patria y capaz de darle ó ayudar á darle nuevas glorias. Desde ese dia Fray F. Aldao se denominó el Teniente Aldao, se le destinó al regimiento Granaderos de á caballo; poco despues fué uno de los vencedores en Chacabuco y Maypú, mereciendo por su bravura el ascenso á Capitan efectivo. Con tal graduacion se embarcó en Valparaiso con la Expedicion Libertadora. San Martin conocia el incomparable valor de Aldao, pero tambien estaba al cabo de sus defectos y malas costumbres, y por esto cuidó desde el primer instante que llegó á Pisco de darle comisiones que solo requerian arrojo y valor hasta la temeridad. Aldao era entregado á la bebida; y las abstinencias que habia tenido en su convento, las desquitaba con usura en su nueva vida. En 1823 dejó la carrerra militar, habiendo obtenido por sus distinguidos servicios el grado de Teniente Coronel, se retiró á Pasco y de allí regresó á su patria Mendoza, en donde permaneció como particular, hasta que la anarquia que devoraba las provincias del Rio de la Plata le hizo tomar parte activa en esa sangrienta revolucion. Figuró en ella hasta llegar á ser General y Gobernador de Mendoza: desgraciadamente sus nuevos empleos y glorias como guerrero están manchados con sus vicios, desmoralizacion y escandalosa vida pública y privada. A pesar de ello tuvo el singular don de hacerse querer por todos sus soldados y despues que la vejez prematura y las enfermedades consecuentes á su relajada vida lo redujeron á la impotencia, continuó de Gobernador de Mendoza hasta que terminó su existencia (17 de Enero de 1842 (*)) llena de gloriosos recuerdos para los que solo miren en D. Felix Aldao al soldado defensor de la independencia de su patria; pero triste modelo para los que sufrieron por su crueldad relajacion y vicios. [Cat. núm. 336.]

Algunos escritores ilustres han juzgado á Aldao con todo el ardor de las pasiones políticas de que estaban dominados y han procurado es cribir mas bien una novela, que la verdadera é imparcial biografia de este hombre que, si tuvo vicios, poseia tambien cualidades distinguidas. En su comunicacion oficial y cartas privadas á San Martin se descubre su prevision y patriotismo. Los moralistas condenarán la memoria de Aldao, pero los patriotas ensalzarán sus méritos y servicios.

(*) No estamos seguros si es el año de 1842.

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