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ner su ministerio; pero que á los 80 años de edad en que se hallaba, su debilidad no le permitia defender como correspondia sus altas é indepen dientes obligaciones y prerogativas, y por tanto reiteraba la renuncia que tenia hecha desde el 24 de Julio, é insistia en ella, pidiendo en su consecuencia pasaporte para España. pues á las razones expuestas agregaba "no acomodarse existir en su pais donde se fuerza al Prelado á que cierre su boca y á que ahogue los mas fuertes sentimientos de su conciencia, sin que le sea permitido dejar de obrar contra ellos." Ya no convenia que un Prelado, que hizo tantos esfuerzos para retardar la declaracion del pronunciamiento de nuestra independencia, existiera en la capital, sin que se sucitaran cuestiones diarias. En tal concepto, se le

clamado de las providencias dadas por las potestades superiores de la tierra, las que persuadidas de mis justos fundamentos, las han revocado ó variado. Cuando un Prelado de la iglesia habla en puntos espirituales ó eclesiásticos, es acreedor á que se le oiga, se atienda sus razones; pues el mismo Dios amonesta por el evangelista S. Mateo, que quien los oye á la misma divinidad oye; y quien los desprecia, desprecia al mismo Ser Supremo.

No obstante la referida doctrina, me dice US. en su oficio, que si no he de obedecer sin réplica ni representar contra los decretos de Gobierno que son invariables, elija el partido que me convenga tomar. Ya tengo deliberado este partido desde el 24 de Julio último, desde esta fecha puse mi escrito de renuncia de la dignidad Arzobispal en manos de S. E. pidiéndole la admitiese por los justos fundamentos que le expongo, y me diese pasaporte para Panamá; pues mi edad de 80 años y mi debilidad no me permitia tolerar la dureza de los mares del cabo: S. E. condescendió con mi solicitud, y aun me ofreció que proporcionaria barco para el citado paraje. Si entónces formalicé mi renuncia por los motivos que expuse, ahora la repito de nuevo, agregando á aquellas causas la de no acomodarme existir en pais, en donde se fuerza al Prelado á que cierre la boca y ahogase los mas fuertes sentimientos de su conciencia, sin que le sea permitido dejar de obrar contra ellos. Nací para ciudadano de la patria celestial, este es mi único fin y todo lo que se le oponga me disgusta. Espero pues, que á la mayor brevedad se me admita la renuncia para que-. dar aliviado de una carga que ya se me hace insorportable.

Nuestro Señor guarde la vida de US. muchos años.-Lima, Septiembre 1. de 1821. Bartolomé Arzobispo de Lima.

Ministerio de Estado y Relaciones Exteriores.-Lima, Septiembre 4 de 1821. Excino. é Illmo. Sr: Los momentos actuales son demasiado preciosos á la salud de la patria; y no pudiendo S. E. el Protector detenerse á contestar ahora con razones victoriosas al oficio de V. E. I. de primero del corriente [que junto con él que pasé à V. E. I. se darán al público para que éste pueda formar juicio en la materia] me ordena manifieste á V. E. I. que ha venido en acceder á la renuncia de la dignidad Arzobispal, que por segunda vez ha tenido á bien hacer V. E. I. En su consecuencia, y en razon de las circunstancias actuales, ha dispuesto el Excmo. Sr. Protector que en el preciso término de 48 horas, se sirva V. E. I. trasladarse á la Villa de Chancay, en donde será auxiliado por este gobierno con todo cuanto sea necesario, interin se proporciona buque para la traslacion de V. E. I. á la Península. El Excmo. Sr. Protector me encarga que exprese á V. E. I. que espera de su celo religioso y de su interes por la salud de sus ovejas, que hará saber su renuncia al Cabildo eclesiástico para que éste proceda, segun derecho, á usar de su jurisdicciou. Asi mismo tiene la complacencia de ofrecer á V. E. I. que le acompañara la escolta que V. F. I. tenga á bien indicar, como necesaria al decoro de su persona. Tengo la honra de ofrecer á V. E. I. los puros sentimientos de mi mas-alta consideracion. Excmo, é Illmo. Sr. Garcia del Rio. [Cat. núm. 663 II. número 4.]

Excmo. é Illmo. Señor D. Bartolomé Maria de Las Heras.

admitió la renuncia [4 de Septiembre;] se le ordenó que en el término de 48 horas se trasladara á Chancay á esperar el primer buque que saliera para España y para conciliar el decoro de su persona, lo acompañaria una escolta de caballeria. Para evitar desórdenes se redujo á 24 horas el plazo. [*] El Prelado salió el Miércoles 5 de Septiembre á las 5 de la tarde, y se embarcó en Ancon. [Cat. núm. 746.] Antes de partir escribió á Lord Cochrane agradeciéndole las consideraciones que le habia dispensado y terminaba su carta en las siguientes palabras. "Estoy convencido que la independencia de este país está sellada para siempre yo manifestaré esta opinion al Gobierno Español y á la Santa Sede: haré al mismo tiempo cuanto pueda para vencer su obstinacion, mantener la tranquilidad y secundar los votos de los habitantes de la América que tanto aprecio." [Cat. núm. 8. I.]

Este Prelado fué virtuoso, y limosnero: como Prelado y Pastor de su rebaño es digno que su memoria se recuerde con respeto y que sus virtudes se imiten. Si olvidando que era Español se hubiere limitado solo á ser Pastor de su rebaño espiritual, la historia nada tendria que reprocharle: quiso imprudentemente oponerse á la marcha de las cosas, y fué arrastrado por el torrente de las ideas. Nació cerca de Sevilla, el 25 de Abril de 1743: fué Dean de los coros de Huamanga y de la Paz, y por sus méritos y servicios se le nombró Obispo del Cuzco, en 14 de Diciembre de 1789, sirvió en esta Diócesis hasta el 25 de Septiembre de 1806 en que salió á desempeñar el Arzobispado de Lima, á donde se le promovió desde el 25 de Noviembre de 1805. Murió en el convento de Trinitarios descalzos de Madrid, el 21 de Enero de 1823.

Aunque el destierro del Arzobispo era una leccion bastante positiva para contener á los que intentaran imitar su ejemplo, se intimó á los demas Obispos y Sacerdotes que si convertian la cátedra del Espiritu Santo en tribuna política, y el silencioso asiento del confesonario, y las casas de ejercicios espirituales en seguros y ocultos lugares de maquinaciones para trastornar el órden, se les castigaria severamente.

Es un hecho muy singular ver á un Prelado renunciar su cargo, puramente espiritual, ante el poder civil y que éste le admitia una renuncia agena de su ministerio. La notoria y decidida proteccion que el Arzobispo prestaba al partido del Rey era muy evidente y manifiesta; su permanencia en la misma capital, en los momentos que Canterac se acercaba con una respetable division, era un peligro grave, pues con solo su influjo podia contrarestar el poder del pueblo, siempre inclinado al fanatismo, fué la verdadera causa de haber promovido la cuestion de cerrar los ejercicios espirituales y haber abreviado el primer plazo que se le dió para dejar el pais.

[*] Los encerrados en la Merced son un motivo de alarma: al Arzobispo, en mi concepto, es preciso hacerlo salir hoy, sin embargo que no se le cumple el plazo. Si U. tiene un momento para pensar en esto, nos ordenará lo que guste. (Cat. núm. MS. 464)

CAPITULO XIV.

Cochrane increpa a San Martin el haberse declarado Protector-Exije el pago de los haberes de la marina-Se apodera de los caudales embarcados en Ancon-San Martin le manda de jar las aguas del Peru-Se dirije al Norte en busca de las fragatas "Prueba" y "Venganza” -Estos buques se entregan en Guayaquil al Peru-Cochrane los reclama como presas—Nuevos atentados de éste-So retira a Chile-Noticias biograficas de Cochrane.

COCHRANE, fingiendo no saber el nuevo carácter de que estaba investido San Martin, pasó á Lima, 4 de Agosto, á exigir el pago de lo que se debia á la Escuadra, puesto que la condicion de la oferta estaba cumplida, con la ocupacion de la capital: no satisfaciéndole las moderadas observaciones de San Martin, ni considerando las apuradas circunstancias en que se hallaba en esos dias el erario nacional, se retiró resuelto á buscar nuevos motivos de disgustos.

Aprovechando la ocasion que le daba la órden que recibió para que la Escuadra reconociera á San Martin en su nuevo carácter de Protector, se dirigió á éste por carta privada, y finjiendo amistad é interes por el bien público, le increpa el haber tomado un nuevo título, afeándole la demora que sufrian los marineros en el pago de las recompensas ofrecidas. Las increpaciones sobre la marcha política, las manifestaba aparentando liberalidad en sus ideas: podeis ser, le decia, el Napoleon de Sud-América, pero tambien podeis ser el hombre mas grande si volais con las alas de Icaro; vuestra caida destrozará las libertades del Perú, envolverá á la América en una anarquia, guerra civil y despotismo político. Pero volviendo al único punto en que podia apoyarse, el pago de los sueldos de la tripulacion y la recompensa que se le habia ofrecido, afea su conducta calificándola de engañadora. San Martin conoció á primer golpe todo el veneno que encerraba la carta de Co chrane y sus ulteriores miras, y no tardó en contestarle [el 9 de Agosto] con toda la dignidad de su alto puesto. "No es la vanidad, le decia, la que me hará variar de mis principios, y de los verdaderos intereses de Perú, y conozco que la buena fé, en el que manda, es su primer deber. En cuanto á las exigencias para pagar los sueldos y gratificaciones de la escuadra, estaba reuniendo los 50,000 pesos que habia ofrecido como recompensa de la toma de la Esmeralda, lo mismo que una cantidad equivalente á 12 meses de servicio; pero en cuanto á los sueldos atrazados, no era el Perú quien los debia sino Chile, que los contrató. [Cat. núm. 8. I.]

Era sorprendente que Cochrane se quejara de escasez y miserias en la Escuadra, habiendo hecho tan ricas presas, y tomado algunos caudales en los puertos en que desembarcó; pero la sed de oro por una parte, y el deseo, quizá mas ardiente, de poner dificultades á San Martin, eran sus principales móviles. Pronto veremos hasta donde llevó estas pasiones.

COCHRANE que en su carácter altanero y atrevido, abrigaba profundo odio y resentimiento contra San Martin, esperaba la ocasion para hacerlo conocer y ésta llegó pronto; toda armonia era imposible: dos héroes siempre chocan entre sí, tal es la ley funesta de la naturaleza. San Martin desde Chile habia ofrecido solemnemente pagar á la Escuadra sus sueldos atrazados y un año mas de gratificacion, tan luego como ocupara Lima. Una vez en esta ciudad le rodearon mil atenciones, y cuidó poco de dar toda la preferencia debida á su compromiso: no le faltó dinero para el ejército y otros gastos urgentes; pero ninguno lo era mas que pagar á la marina que habia prestado tan señalados servicios. Cochrane le habia escrito (30 de Junio) que al siguiente mes se cumpliria el enganche de las tripulaciones, á las cuales se les debia un año y medio, y que el no pagarlas en Chile ó en el Perú ocasionaria males: en otra carta de la misma fecha agregaba, que para cubrir los empeños del Estado de Chile, con mas un año de sueldos que S. E. El General en Jefe se dignó ofrecerles en caso de la toma de Lima, se necesitaba las siguien

tes sumas:

Haberes, incluso los atrazados.

Premios prometidos por S. E...

Idem por la toma de la Esmeralda..

Valor de la Esmeralda, por el avalúo mas ínfimo, inclu-
yendo pertrechos y víveres...

Suma...

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sin incluir la parte por várias presas: San Martin resistia el pago de los sueldos atrazados, fundándose en que esa deuda correspondia al Gobierno de Chile: razones buenas para discutirlas, pero no dignas ni oportunas.

EL VICE-ALMIRANTE cada dia renovaba sus pretensiones; las expresaba en lenguaje inmoderado, y fomentaba el descontento con sus conversaciones entre los oficiales y marineros, amenazando con una sublevacion próxima á estallar, y que él mismo, decia, la iba dirigiendo para sufocarla ó prevenirla. Esta discusion tomaba cada dia un carácter mas ágrio y alarmante, y no conoció límites cuando San Martin se declaró Pro-. tector: el orgullo del Almirante no podia consentir que tomara tan elevado puesto el jefe que consideraba su igual; pues creia que San Martin en su carácter de General en Jefe, no podia mandarlo como Almirante de la Escuadra. Tal era el estado de las cosas cuando al acercarse Canterác a la Capital, mandó San Martin depositar en los buques mercantes toda la plata piña reunida en la Casa de Moneda, perteneciente al Gobierno, y

en su mayor parte á particulares, precaviéndose de este modo contra los reveses, tan frecuentes en la guerra. Tan luego como Cochrane lo supo fué á Ancon y por la fuerza extrajo todo el dinero y plata depositada; la repartió entre la tripulacion y oficialidad, en pago de sus sueldos atrazados. Esta accion causó profundo disgusto al Gobierno y á todos los patriotas: olvidando las heroicas acciones del marino, solo vieron en esos momentos á un atrevido que, aprovechándose de la fuerza bruta y sin considerar los graves peligros y conflictos del Perú, cometia un atentado, con justo y fundado fin, pero con reprobados medios, é injustificables por la época y circunstancias. El Protector le reprochó tan temeraria conducta, pero él le contestó [20 de Septiembre], que todo lo habia hecho para evitar mayores males, dejando que los marineros se hicieran justicia á si mismo con tomar el dinero del Gobierno y se convir tiesen luego en piratas, y solo por consultar los intereses de Chile y del Perú. [Cat. núm. 574.]

Se imputó al Almirante haber tomado mas de cuatrocientos mil pesos y negádose á devolver el dinero perteneciente á particulares; éste aseguró que toda la plata de particulares habia sido devuelta, cuando se le comprovzba la verdad, y que la suma total ascendió á doscientos cinco mil pesos, de cuya cantidad pertenecian al Estado ciento treinta y siete mil, sin incluir cien mil pesos del contrabando embarcado en la Luisa.

De la razon exacta de los valores que existian en la Casa de Moneda de Lima y que se trasportaron á Ancon, resulta que se embarcaron pertenecientes al Estado:

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244 pallones y paquetes de monedas cortadas, se ignoraba el peso.

De individuos particulares 2,170 marcos 3 onzas; mas cinco zurrones de plata piña pertenecientes á D. Francisco Almiral, cuyo peso se ignoraba; es decir que el valor de todo esto no llegaba á doscientos mil pesos, valores de entónces. Se entregó á los comisionados de San Martin para recibir la plata perteneciente á los particulares, 1537 marcos 6 onzas, y el resto lo retuvo alegando pertenecer al Estado, con expresiones tan audaces como altaneras. [Cat. núm. 542 número 31.]

CON ESTAS ridículas disputas, atentados y tropelias del Almirante, la moral de la marina estaba completamente relajada: los marineros se desertaban; los que habian cumplido sus contratas se enganchaban en la marina del Perú, que se estaba nuevamente creando; algunos oficiales cambiaron de escarapela: Cochrane imputaba todo á San Martin, al extremo de asegurar que él mismo habia sido solicitado para continuar prestando sus servicios bajo el pabellon peruano. Muchos de los marineros, nuevamente enganchados en la armada peruana fueron tomados

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