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la Administracion que lo hizo poner en práctica. No hay mejora trascedental en esa época que no lleve el nombre de Monteagudo.

Asi mismo se dictó el reglamento de cárceles [23 de Marzo de 1822] estableciendo principios de humanidad y moralidad desconocidos hasta entónces. La parte considerativa de este rglamento es tan filosófica como sublime y é da a conocer las ideas del Ministro que lo dictó [Monteagudo] y de los vicios que existian, dice: "Las leyes no pueden extinguir la malicia de los hombres, pero pueden al ménos reprimir su exceso: todo crimen que se comete en la sociedad es un doble mal, por que la agresion y la pena á su turno aumentan las miserias que la aflijen. Desgraciadamente es necesario que hayan delincuentes, y que estos sean inmolados en las aras de la justicia para disminuir su número. El rigor que se ejercita en desagravio de las leyes es santo cuando es proporcionado á su infraccion: mas el menor abuso á este respecto, presenta un nuevo culpado en el mismo que administra el poder contra los que lo son. ¡Infeliz el hombre que se hace reo á los ojos de la autoridad, pero no ménos infeliz el que le oprime mas de lo que exije la razon! Estos abusos caracterizan á los gobiernos despóticos, y no podian dejar de haberlos en la administracion que antes rejia. Nada prueba tanto los progresos de la civilizacion de un pueblo, como la moderacion de su código criminal: su exámen basta para resolver, si él ha sido dictado en las selvas ardientes del Africa, en las fértiles orillas del Ganges, ó en el Norte de la Europa, donde tuvo su orijen la sublime invencion de juzgar á los hombres por el fallo de sus iguales. El Perú, la América y el mundo entero, están en marcha á ese grado de civilizacion que trae consigo las últimas reformas administrativas, que pueden esperarse en la sociedad humana. Para aproximarnos gradualmente á esta época, el gobierno ha mandado construir una nueva cárcel en Guadalupe, que consulte la seguridad y el alivio de los miserables que antes han gemido en lugares impropios por su localidad y falta de desahogo. El Reglamento de cárceles unido al de la administracion de justicia que está sancionado, harán extensiva la filantropia del Gobierno á las demas cárceles del territorio independiente." [Cat. núm. 600.]

CAPITULO XXIII.

Regresa el Protector y vuelve a tomar el mando-Activa la reunion del Congreso-Solicita del Virey un arreglo pacifico-Instalacion del Congreso Constituyente-San Martin entrega el mando y se retira al pueblo de la Magdalena-El Congreso lo nombra Generalisimo de las armas y solo acepta el honor-Sublimes expresiones de San Martin en suj notas, proclamas y cartas de despedida-Se embarca para Chile.

NO ESTABA del todo sosegado el pueblo, conmovido tantos dias por el tumulto que ocasionó la caida del Ministro Monteagudo, cuando el Protector llegó al Callao [19 de Agosto] despues de su entrevista con Bolivar. Profunda fué su impresion al saber los atropellamientos de que habia sido víctima su primer Ministro, fiel amigo y antiguo compañero de glorias é infortunios: se abatió su ánimo al ver la ingratitud con que se trataba al mas valiente campeon de los patriotas, pues recibia una leccion amarga y un aviso preventivo de lo que se le esperaba; mas tuvo bastante fortaleza de alma para disimular y callar: conocia que la ineptitud de Torre-Tagle fué la causa principal de que se valieron los enemigos de Monteagudo para su caida: habia pensado continuar separado de toda ingerencia en la administracion, ocupándose solo en preparar los elementos de guerra para la próxima campaña, conforme á los grandiosos planes que habia concebido y principiado á poner en práctica; pero en vista de los sucesos tuvo que quebrantar sus propósitos, y el 21 de Agosto volvió á tomar su puesto con el fin de separar del mando al inepto Torre-Tagle. [Cat. núm. 347.g.] El General San Martin estaba firmemente decidido á no continuar en el Gobierno: "él era hombre de guerra y siempre habia tenido aversion á las tareas del Gabinete; su salud estaba muy quebrantada y era preciso nombrarle un sucesor: este nombramiento debian hacerlo los representantes del pueblo." [Cat. núm. 612.] Todas sus aspiraciones se reducian á retirarse de la vida pública, y para apresurar esa época activó cuanto pudo la reunion del Congreso Constituyente. [*]

[*] PROCLAMA.

Compatriotas: Cuando deposité el mándo Supremo del Estado en el gran Mariscal Marqués de Trujillo, resolví no recibirme de él hasta el dia en que debia entregarlo á la representacion nacional; pero las reiteradas renuncias de aquel ilustre y benemérito peruano, me han hecho reasumirlo mientras se reune el Congreso que se vá á instalar. Creedme, que si algun derecho tengo al reconocimiento del Perú, es el de haberme vuelto á encargar de lo que me es mas repugnante.

ANTES de partir para Guayaquil habia encargado á Torre-Tagle y Monteagudo que allanaran las dificultades que se presentaran para la pronta reunion del Congreso; y fueron tantas y de tan vital importancia que no pudo verficarse el 28 de Julio, porque muchas provincias no habian nombrado todavia sus Diputados, y otras estaban aun ocupadas por el enemigo. Se ocurrió al sistema de elecciones supletorias: estas consistian en que los vecinos de cada Departamento, existentes en Lima, se reunieran y entre ellos hicieran la eleccion. (29 de Junio.) Si este medio no es exactamente conforme con los principios eleccionarios, al ménos era el único modo de que aquellas provincias tuvieran un Representante. Salvadas todas las dificultades, arreglados y reconocidos los poderes, determinado el ceremonial que debia adoptarse el dia de la instalacion del Congreso, se señaló para este sublime y memorable acontecimiento el 20 de Septiembre. [Cat. núm. 600] En ese dia dimitia el mando Supremo en el Congreso Constituyente y cesaba en el ejercicio de sus funciones, él y todas las autoridades civiles, eclesiásticas y militares nombradas por el Gobierno provisorio, de cualquier clase y condicion que fueran, y solo podian continuar por la ratificacion del Congreso. De ese Cuerpo Representativo de la Nacion emanarian todas las órdenes y resoluciones hasta que el Ejecutivo que fuese nombrado expidiese las que correspondiesen. [18 de Septiembre.] San Martin dictando este decreto llegó al apogeo de su gloria. En él se vé la abnegacion del que de veras no quiere mandar, pero que desea establecer el órden legal, y que reconoce el profundo respeto á la Soberania Nacional. "Vá á llegar la época porque tanto he suspirado [decia á su íntimo amigo O'Higgins.] El 15 ó 20 del entrante voy á instalar el Congreso; el siguiente dia me embarcaré para gozar de una tranquilidad que tanto necesito." [*]

La libertad del pais asegurada por su representacion, no será pertubada por nuestros enemigos. Tres batallones de los bravos de Colombia, unidos á la valiente division del Perú, deben arribar á estas playas, de un momento á otro, à unirse á sus compañeros de armas, y terminar esta guerra desoladora.

Habitantes de la capital: Yo os reitero todo mi afecto; y espero de vosotros la mas decidida cooperacion para fijar la suerte venturosa del Perú.-San Martin.

[*] Señor D. Bernardo O'Higgins.-Lima, Agosto 25 de 1822. Compañero y amado amigo: A mi regreso de Guayaquil me ha entregado nuestro Cruz sus apreciables de U. 9, 11 de Julio y 3 de Agosto. Mucho he celebrado haya U. salido felizmente de su Congreso, asi como que se componga todo él de hombres honrados. A mi llegada á ésta me encontré con la remocion de Monteagudo. Su carácter lo ha precipitado: yo lo hubiera separado para una Legacion, pero Torre Tagle me suplicó repetidas veces lo dejase, por no haber quien lo reemplazase. Todo se ha tranquilizado con mi llegada.

Vá á llegar la época porque tanto he suspirado. El 15 ó 20 del entrante voy á instalar el Congreso El siguiente dia me embarcaré para gozar de una tranquilidad que tanto necesito; es regular pase á Buenos Ayres á ver á mi chiquilla; si me dejan vivir en el campo con quietud permaneceré; sino, me marcharé á la Banda Oriental.

A LA VEZ que activaba la reunion del Congreso para entregar ei mando y retirarse para siempre de la vida pública, se preparaba con empeño para la guerra, sin desperdiciar ocasion de obtener la independencia del Perú por medio de la Paz. Con tan noble y humanitario propósito, el mismo dia (14 de Julio) que se embarcaba para Guayaquil á combinar el modo de preparar los medios de terminar pronto la guerra, se dirigia al Virey La Serna en términos tan filantrópicos como humanitarios: lleno de dignidad y nobleza, reconociendo el valor y mérito de sus enemigos, le ruega, le suplica que deponga las armas y que reconociendo la independencia del Perú acepte en favor de España proposiciones áltamente ventajosas al comercio de la Península y al bien estar de sus ciudadanos. La Serna no recibió cual merecia una carta tan cortés; estaba mal aconsejado y la contestó con palabras no conformes al espíritu ni lenguaje empleado por el Jefe independiente: se negó á toda transaccion y se decidió por la guerra. La carta de San Martin no solo es sublime por su contenido sino por su forma y lenguaje: era obra de ese Ministro que once dias despues estaria espuesto á la ira y es carnio de un pueblo extraviado. La contestacion de la Serna la recibió San Martin el dia de su regreso al Callao, ¡rara coincidencia! en Guayaquil se encuentra á su llegada con una importante carta del Libertador de Colombia; en el Callao recibe la última palabra del agonizante Virey del Perú. [*]

Se ha reforzado el ejército con cuatro batallones y tres escuadrones, tres de los primeros son de Colombia; el total del ejército se compone en el dia de once mil

veteranos.

El éxito de la campaña que, al mando de Rudecindo, y Arenales, se va á emprender, no deja la menor duda de su éxito. U. me reconvendrá por no concluir la obra empezada; U. tiene mucha razon, pero mas tengo yo; créame amigo mio, ya estoy cansado de que me llamen tirano, que en todas partes quiero ser Rey, Emperador y hasta demonio. Por otra parte, mi salud está muy deteriorada, el temperamento de este pais melleva á la tumba; en fin, mi juventud fué sacrificada al servicio de los españoles y mi edad media al de mi patria, creo que tengo un derecho de disponer de mi vejez.

La expedicion á intermedios saldrá del 12 al 15, fuerte de cuatro mil trescientos hombres escojidos. Arenales debe amenazar de frente á los de la Sierra, para que Rudecindo no sea atacado por todas las fuerzas que ellos podian reunir. La division de Lanza fuerte de novecientos hombres armados, debe cooperar á este movimiento general, es imposible tener un mal suceso,

Creo que esta será la última que le escriba; Adios mi querido amigo, de particular conocerá U. la amistad de su--José de San Martin.

[*] Excmo. Sr. La guerra de América ha tomado ya un carácter tan decidido, que aun suponiendo alguna vicisitud parcial en el territorio del Perú, no podria poner en peligro los intereses generales.. La situacion de V. E. es hoy por lo mismo nueva en todo respecto, asi porque el dominio español está limitado á las provincias que ocupan las armas de V. E. como porque la Península ni puede, ni quiere ya hacer la guerra á los americanos. Convengo en que si el general Aymerich hubiese triunfado en Quito, V. E. habria tenido entónces un apoyo para entrar en combinaciones que aunque no de

EN EL CAPITULO anterior hemos visto cuan próspero era el estado del Perú para que lo recibiera el Congreso que representando la soberania nacional marcara la primera época de la existencia política del Perú libre e independiente. El 20 de Septiembre de 1822, dia para siempre memorable se reunieron en el local de la Universidad 51 de los Diputados electos; despues de reconocer sus pode

tuviesen el torrente de la fuerza moral que combate en todo el hemisferio contra el dominio español, al menos habria retardado la conclusion de la guerra, y puesto á los pueblos á prueba de naevos sacrificios. Pero la victoria de Pichincha deja á V. E. enteramente aislado, sin que haya un solo objeto que pueda llamarnos la atencion al norte ó medio dia de las provincias que actualmente ocupa. No quiero detallar la masa disponible de poder y de recursos que puedo emplear para conquistar la paz del Perú, porque me seria sensible se creyese que yo no conozco el carácter de los valientes y el de los jefes españoles. Mas sin defraudar ninguno de aquellos miramientos, no extrañará V. E que considere irrevocable el destino de estos pueblos, y en extremo crítica la situacion del ejército de su mando.

Prescindiendo de la superioridad que nos han dado los sucesos de América, tambien merece consideracion la opinion que ha pronunciado al fin la España, como verá V. E. por los documentos que se insertan en la Gaceta de gobierno de 13 del que rije; y aunque estoy al cabo de que ellos no producirán en su ánimo un pleno convencimiento, pienso que si considera V. E. la conexion de estas noticias con las que se han anunciado en todos los papeles públicos de Europa, y con las que deben haber llegado a ese ejército directamente de España, no pondrán en duda las sábias medidas que ha adoptado el poder lejislativo de la Península, manifestándose con el voto de la nacion que de doce años á esta parte ha visto correr inútilmente en América rios de sangre española mezclados con la nuestra, y ha sufrido tan grandes quebrantos en sus relaciones mereantiles, sin que la política presente otro medio de restablecerlas, que el reconocimiento de nuestra independencia.

Reflexionando sobre nuestra situacion recíproca, yo seguiria sin trepidar la linea de conducta que hasta aqui, sino creyese que los hombres tienen derecho á que se economise su sangre, y que son responsables los que no emplean los arbitrios de la prudencia para evitar su efusion. Con este fin me he decidido á dirijir á V. E. las adjuntas proposiciones, y cualquiera que sea su resultado jamas me arrepentiré de haberlas hecho. El Congreso Constituyente está próximo á reunirse; y apenas se instale, cumpliré mi palabra resignando el mando supremo, porque ya han cesado las circunstancias que exijieron de mí el sacrificio de ponerme al frente de la administracion. Pero ántes quiero dejar marcado el último periódo de ella con una nueva prueba de mis ardientes votos por la paz, y por la cesacion de las calamidades públicas. Ya no es tiempo que se crea comprometida la delicadeza de V. E. accediendo á una transaccion que la política de España y la fortuna de las armas de América, sujieren como el último partido racional y decoroso para salvar los intereses de ámbas partes. V. E. está autorizado para ahorrar desastres infructuosos, y consultar el decoro de las armas de su nacion; y me atrevo á esperar que en el fondo de sus sentimientos aprobará los mios. Yo pido la paz en las circunstancias mas favorables para hacer la guerra: si ellas fuesen contrarias, no correria el riesgo de que mi zelo se confundiese con la debilidad. Uniformando V. E. sus deseos con los mios, nadie creerá que el valor español ha sucumbido: en todas partes los bravos hacen la guerra para obtener la paz, y cuando llegan á este término, no es porque haya degenerado su carácter. Por último, señor General; V. E. y yo estamos en aptitud de dar un dia de consuelo á la humanidad, de satisfaccion á España, y de gloria á la América. La guerra no puede añadir á nuestra fama un esplandor igual al que vá á merecer, si promovemos la reconciliacion de los pueblos que separados por la naturaleza y por el sentimiento de las injurias que han sufrido, no pueden volverse á unir, sino haciéndose

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