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la de la ley recopilada que se cita y con otros artículos de las de Enjuiciamiento. Ahora bien, si tal es el precepto de la ley, la soJucion que debemos dar á este caso respecto á la promocion del juicio voluntario de testamentaría, no puede ser otra que la sostenida por el suscritor en su bien razonado dictámen, conforme con la opinion de los comentaristas citados; aunque el testador haya nombrado testamentarios ó contadores para que hagan extrajudicialmente la particion, aunque haya ordenado que en los actos de su testamentaría no intervenga la autoridad judicial, los herederos á quienes correspónde por la léy cierta parte de los bienes pueden promover el juicio voluntario de testamentaria.» laitos bvvero

Y nada importa para esta cuestion la circunstancia de que por todos los testamentarios nombrados ó por alguno de ellos se hayan presentado unas particiones hechas extrajudicialmente, si á ellas no prestaron conformidad los interesados ni se obligaron á respetarlas ; la voluntad del testador en esta parte no tiene fuerza por sí misma, si los herederos no muestran su consentimiento, no les obliga porque el testador lo haya consignado expresamente én su última disposicion, pues superior y más respetable que ésta es para la ley el derecho á la legítima que deben percibir íntegra, del cual es com plemento necesario la facultad de acudir á la intervencion judicial para todas las operaciones de la testamentaría, inclusa la adjudicacion de las respectivas hijuelas. De aquí la naturaleza especial de este juicio, que no tiene verdaderamente carácter de tal, porque más que la Autoridad judicial, proveyendo, acordando segun la ley, son los mismos herederos los que dan fuerza y valor por medio de sus acuerdos á las diligencias que se practican, y los que pueden terminarle en la forma y modo que más crean convenirles fuera de los casos en que es necesaria la aprobacion judicial de las partiJibb, birandog eobol asleizs lea nigong our mom lo obumang A. CHARRIN.

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SOBRE LA INFLUENCIA DE LA VOLUNTAD EN EL DERECHO (a) Job neidomong sl & ob9q297

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SEÑORES La sabia ley de nuestros Estatutos nos reune hoy con extraordinaria solemnidad, para dar una vez más, culto y honor á la antigua y nobilísima ciencia del Derecho, aquella ciencia cuyo elogio hicieron los juriconsultos romanos al definirla: divinarum atque humanarum rerum notitia, justi atque injusti scientia, y cuya naturaleza social nos ha revelado, en toda su grandiosa realidad, un publicista moderno (1) al exclamar: el derecho es la vida.

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Obligado, desde este puesto de honor, á que me elevasteis sin merecimientos, á inaugurar el año académico de 1877 á 1878, discurriendo sobre algun punto interesante del Derecho, después de confesar y lamentar sinceramente mi falta de cualidades para cumplir los graves deberes que vuestra confianza me ha impuesto, con aquel prestigio y brillantez con que han sabido hacerlo siempre los ilustres maestros y claros varones á quienes antes que á mi y con mejor acuerdo habeis encomendado la direccion de vuestros estudios, nada me ha parecido mejor para encubrirla que llamar vuestra atencion sobre la influencia de la voluntad en el derecho, influencia profunda, trascendental y luminosa que demuestra que los conocimientos que constituyen el valioso caudal de la ciencia jurí༥༩ ༥༠,༩༠.༤༥༥ diga, 49, son debidos 4 afortunadas adquisiciones, realizadas aquí y no alli, sin cplace ni conexion, por la labor de la historia, sino por el contrario,, pueden y deben ser considerados como lógicas deducciones y desarrollos, naturales de un, principio fundamental, de una idea madre, susceptible de ser conocida y demostrada, en la cual existen todos potencialmente contenidos como en la semilla el árbol, esperando el momento propicio y las condiciones externas adecuadas para germinar y crecer, para dar sombra, flores y frutos.

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que,

(a) Discurso pronunciado por el Excmo. Sr. D. Alejandro Groizard, Presidente de la Academia Matritense de Jurisprudencia y Legislacion, en la sesion inaugural del curso de 1877 á 78, celebrada el 29 de Noviembre de 1877.

(1) Lerminier.

La voluntad, como el derecho, puede ser estudiada bajo un triple aspecto. Puede serlo como manifestación espontánea de nuestro espíritu, provocando al efecto y recogiendo las afirmaciones del sentido íntimo; como idea, en el entendimiento, elaborándose por la razon al reflejo de las naciones à priori, y como hecho en la experiencia, esa buena amiga y compañera del hombre, que recoge diariamente sus actos, y unidos y clasificados se los ofrece para verificar y comprobar el valor de las intuiciones y de las teorías puras.

No voy, en los breves momentos en que me es permitido dirigiros la palabra, á profundizar, ni ménos à resolver, bajo ninguno de esos puntos de vista, las abstrusás cuestiones que la determinacion de la naturaleza de la voluntad entraña. No llegan a tanto mis fuerzas, ni áun llegando lo consentirian las naturales dimensiones de esta oracion inaugural. Mis propósitos son más modestos. Impresionado vivamente ante las conexiones de la voluntad y el derecho, abrigo sólo el de excitaros à estudiarlas, á conocerlas y á compararlas, persuadido de que cuanto más avanceis en las vías de esta fecunda, puesto que dificil investigacion, desde más cerca ós ha de ser dado contemplar el ideal de la ciencia, que no es hoy, ni dejará de ser nunca otro, que el conocimiento integral de la nocion del derecho.

Desde que Descartes, en el siglo xvn, fijando su investigadora mirada en lo más íntimo de nuestro ser, formuló su célebre entimema, yo pienso, luego soy, abierto en roca viva el cimiento de la filosofía subjetiva, acabó en la esfera del espíritu el reinado de la autoridad; y la razon, no por accidente, ni de una manera subrepticia, sino á la luz del dia y con la conciencia de su fuerza, tomó por derecho propio la direccion de los humanos destinos.-",imas

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La idea de la existencia no es, sin embargo, nuestra primera certidumbre. Existimos porque pensamos. Pero no pensaríamos, al ménos con la reflexion necesaria para darnos cuenta de nuestras impresiones, si no quisiéramos. Antes, pues, que como ser pensador, se posee el hombre como ser volente. pedalaq and Tobro Mas si la voluntad humana es la primera clave que puede servir á la razon para descifrar el enigma del mundo interior, la voluntad divina, segun la revelacion y las creencias generales recogidas por la historia, es la causa de las causas, el principio y orígen del Universo.

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Dios hizo por su voluntad los cielos y la tierra y todo el ornamento de ellos. «Hagamos, dijo luégo, al hombre á nuestra

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» imágen y semejanza, y tenga dominio sobre los peces de la mar, » y sobre las aves del cielo, y sobre las bestias, y sobre toda la

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tierra, y sobre todo reptil que se mueve en la tierra.» Así escribió Moisés (1)dood Schreb

Obra acabada de la voluntad divina el mundo, y obra el hombre hecha á imágen y semejanza de Dios, dentro del mundo, aquella voluntad omnipotente y creadora que dió vida á la vida, tiene por ello su mejor reflejo en la voluntad humana, tambien creadora, aunque encerrada en los límites misteriosos en el principio de los tiempos trazados á la soberbia de sus aspiraciones.

La ley revelada y la ley racional, el mundo interior y el mundo exterior proclaman así de consuno la omnipotencia de la voluntad en Dios, pero tambien proclaman la potencia de la voluntad en el hombre.

¿Cómo esa fuerza, obra? ¿Es libre en sus voliciones el hombre, ó son éstas resultados de externas influencias? La causa de nuestros actos, ¿está en nosotros, ó fuera de nosotros?

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He aquí, señores, una pregunta en diversos términos formulada, á que no han contestado del mismo modo todas las filosofías, y á la cual da, sin embargo, una respuesta clara, imperativa y categórica la conciencia.

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Entre dos cosas, el, hombre es libre para elegir una, y áun para no elegir ninguna de ellas, sino decidirse por una tercera. Los estímulos y motivos exteriores, los impulsos de fuera adentro, podrán excitar su organismo, mover sus pasiones, influir en su inteleccion, solicitar su voluntad, pero jamás hasta el punto de llegar suv por sí solos á dominarlo.

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No desconozco ni la fuerza ni la inmensa variedad y graduacion de on, de nuestros sentimientos, ni su constante relacion con las circunstancias que nos rodean. Me complazco, por el contrario, en recordar las palabras que Balmes dedica á demostrar que su enumeracion es empresa superior á esfuerzo humano. Le aplaudo y admiro cuando exclama: «Hay momentos de calma y de tempes

(1) El Génesis.

tad, de dulzura y de acritud, de suavidad y de dureza, de valor y de cobardía, de fortaleza y de abatimiento, de entusiasmo y de desprecio, de alegría y de tristeza, de orgullo y de anonadamiento, de esperanza y de desesperacion, de paciencia y de ira, de postracion y de actividad, de expansion y de estrechez, de generosidad y de codicia, de perdon y de venganza, de indulgencia y de severidad, de placer y de malestar, de saboreo y de tedio, de gravedad y de ligereza, de elevacion y de frivolidad, de seriedad y de chiste..... (1).» Pero, sostengo, sin negar, la infinita variedad de las disposiciones del alma, ni la inconstancia y continua movilidad de sus afectos, que sin más que quererlo, en ese mar sereno ó borrascoso, no hay momento en que no pueda el hombre distinguir, para orientarse, la luz fija de la conciencia, brillante siempre en su espíritu, como faro construido sobre granítica mole para desafiar tormentas y huracanes.

Deliberando entre el bien y el mal, el hombre adquiere á un tiempo dos íntimas certidumbres: la de que su deber es resolverse en el primer sentido, y la de que su voluntad puede, sobreponiéndose á ese deber, desbordarse en contraria direccion.

El remordimiento ineludible de la conciencia, cuando obramos en contra de lo que en ella sentimos, es prueba decisiva del señorío del espíritu sobre la voluntad, de la existencia del libre albedrío, de la realidad de la responsabilidad humana, piedras angulares de la moral, de la justicia y del derecho.

¿Cuáles son los límites de la voluntad? En lo interior, ninguno; es absoluta. Queremos lo que queremos; pensamos en lo que queremos pensar, y resolvemos lo que resolver queremos.

En sus primeras exteriorizaciones, ninguna resistencia tampoco encuentra al trasformar sus voliciones en actos. Los miembros la obedecen como esclavos, respondiendo con movimientos adecuados á las resoluciones por ella creadas. Ando si quiero andar, y me paro si quiero detenerme. Entre mi querer y mi cuerpo no hay oposicion ni contrariedad. El espíritu manda, y los miembros sirven: aquel dirige; éstos ejecutan.

Los primeros obstáculos que la voluntad encuentra vienen del

(1) Balmes, El Criterio.

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