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tido sin conocerlo." Volviéndose entónces a los miembros de la junta, i tomando el sombrero para retirarse, les dijo al despedirse: "Mi presencia ha dejado de ser necesaria aquí (48) "

Los últimos incidentes de este glorioso drama se desenvolvian a entradas de la noche; i durante un momento fueron turbados por una alarma que inquietó todos los espíritus. Se sintieron a lo léjos algunos disparos de fusil i un cañonazo, i se creyó que las tropas habian empeñado un combate contra el pueblo. Habia ocurrido, en efecto, un choque que pudo ser el orijen de un sangriento conflicto, pero que por fortuna no tuvo consecuencia. Los milicianos i hombres del pueblo que se reunian en la Alameda, cerca del cuartel de artillería (situado como sabemos, donde hoi se levanta la Universidad), se mostraban inquietos i agresivos; i algunos grupos de ellos fueron a pifiar con silvidos e insultos a la tropa de la Guardia de honor, que habia quedado en San Agustin. Un oficial de ésta, el capitan don Joaquin Arteaga, ardoroso servidor de O'Higgins, sacó un piquete de soldados, i disolvió i persiguió esos grupos disparando algunos tiros, mas para

(48) Los incidentes de este dia memorable, recordados largo tiempo por la tradicion popular, fueron, como debe suponerse, desfigurados por ésta en muchos de sus pormenores. Cuando nosotres consultamos en años pasados a algunos de los testigos presenciales de ellos, recojimos muchos rasgos utilizables, pero tambien numerosas contradicciones en los detalles. Al escribir estas pájinas, nos hemos atenido principalmente a los documentos que dejamos citados, i a las versiones orales que hemos hallado mas conforme con ellos. Entre esas versiones, la mas atendible es una relacion escrita por el jeneral don José María de la Cruz. Éste no se halló presente en la asamblea del Consulado. En la noche de ese dia llegaba, como ya dijimos, de Quechereguas; pero recojió de boca de algunos testigos, i principalmente de su padre, el jeneral don Luis de la Cruz, la esposicion detenida de esos sucesos, que mas tarde, ayudado por su memoria prodijiosa, consignó en unos apuntes qne hemos tenido a la vista. Cuenta el jeneral Cruz, que su padre, despues de referirle las ocurrencias de la asamblea del Consulado, le decia estas palabras: "O'Higgins fué mas grande en esas horas de lo que habia sido en los dias mas gloriosos de su vida., Debe recordarse que ambos, padre e hijo, fueron siempre afectos i leales a O'Higgins, i que el segundo de ellos no lo recordaba en los últimos años sino para ensalzar las virtudes i el mérito del que su padre liamaba "el mas ilustre de los hijos de Chile...

Casi no necesitamos decir que los discursos que las relaciones históricas ponen en boca de los oradores que hablaron en aquella asamblea, no constan mas que de la - tradicion mas autorizada; pero si sus palabras no son testualmente las mismas que se pronunciaron, no pueden apartarse mucho de la verdad. Don Miguel Luis Amunátegui, que ha referido estos sucesos en el capítulo final de La dictadura de O'Higgins, ha arreglado, dándoles buenas formas literarias, el último discurso de O'Higgins al deponer el mando, que es el mas importante i trascendental de todos,

amedrentar a los fujitivos que para herirlos. Los artilleros, a su vez, creyéndose amenazados de un asalto, sacaron del cuartel una pieza de a 4, i dispararon un cañonazo por alto. Esta escaramuza no habia causado muertos ni heridos; pero habria sido la primera señal de un combate sin la intervencion de algunos oficiales que llegaban del Consulado anunciando el pacífico desenlace de la asamblea, mediante la jenerosa abdicacion del director supremo.

La ciudad entera pasaba entónces por horas de un contento indescriptible. O'Higgins se retiraba del Consulado acompañado i aclamado por casi todos los asistentes de la asamblea ante la cual habia hecho abdicacion del mando. Volvia al palacio donde residia su familia, dispuesto a dejarlo el dia siguiente, i a hacer sus aprestos pa: a partir al estranjero. Nadie se atrevia entónces a hacerle acusacion alguna, ni a negarle las muestras de respeto a que el pueblo lo creia merecedor. Esa noche fué visitado por muchos de los mas considerados vecinos de la ciudad, i todos le tributaban atenciones que en esa situacion no podian dejar de ser sinceras. El pueblo creia haber obtenido el triunfo mas glorioso que era posible alcanzar, i felicitaba al ex-director supremo por haber contribuido a él para evitar la anarquía i la guerra civil.

Toda la marcha decente de esta revolucion tan trascendental para Chile, dice un distinguido historiador aleman, estaba en armonía con la historia entera del pais, i formaba un contraste mui ventajoso con los acontecimientos semejantes que se sucedian en otros nuevos estados (49). En efecto, si O'Higgins dejaba el mando bajo la presion de un movimiento revolucionario que parecia irresistible, es lo cierto que ese dia se habia impuesto a las tropas por su prestijio i por su bravura personal, que contaba con ellas i que habria podido disolver la asamblea del pueblo casi sin hacer uso de las armas. Un ambicioso vulgar lo habria hecho así, i habria ensangrentado el pais para sostenerse en el mando. O'Higgins, cuya audacia en los momentos de ma

ajustándose en el fondo a la relacion del jeneral Cruz que tenia a la vista. Nosotros nos hemos limitado a darle una redaccion mas abreviada.

La narracion de estos mismos hechos que contiene el último capítulo del tomo VI de la Historia política de Chile por don Claudio Gay, aunque confusa en algunos de sus puntos, merece ser tomada en cuenta, por estar basada, como dijimos, en los informes de don José Miguel Infante i de otros personajes que tomaron parte principal en ellos.

(49) . G. Gervinus Histoire du XIX siècle depuis les traités de Vienne (trad. Minssen), vol. X, páj 94.

TOMO XIII

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yor peligro no podia ponerse en duda, no quiso tomar ese camino; i el 28 de enero de 1823, al separarse del poder, fué, como decia el honrado i juicioso jeneral Cruz, mas grande que en los dias mas prósperos de su gobierno. Por eso la historia nacional coloca la abdicacion de O'Higgins entre los hechos mas gloriosos de nuestro pasado (50).

Pero el término del gobierno de O'Higgins no fué, como se habia creido, el principio de una era de paz i de prosperidad para la patria. Se abre entonces, por el contrario, un período de tormentosos ensayos en que Chile, sin poder afianzar sólidamente sus nuevas instituciones, vivió algunos años en medio de trastornos que mas de una vez hicieron temer que la anarquía era un mal crónico de la nueva República. I entónces, cuando debió sentirse la falta de la mano firme que habia consolidado la independencia del pais i afianzado el crédito de Chile en el estranjero, O'Higgins fué víctima de acusaciones temerarias i de injusticias incalificables que la historia i la posteridad han reparado, confirmándole el honroso título de padre de la patria que don Mariano Egaña le daba en la memorable asamblea del Consulado.

(50) Despues de consagrar todo el estenso capítulo anterior a señalar las causas i antecedentes del movimiento revolucionario de 1822-1823, hemos destinado el presente a referir estos graves sucesos. Aunque ellos habian sido contados con regular estension i con bastantes noticias, nosotros creemos haber adelantado mucho mas la investigacion histórica, i trazado un cuadro no mas interesante i dramático, pero sí mas completo i luminoso. Las narraciones publicadas ántes de ahora, fundadas en la tradicion i en algunos documentos, no daban idea cabal de la filiacion i desarrollo de los sucesos, i de muchos accidentes. Faltaban las relaciones primitivas que se encuentran sobre algunos otros acontecimientos de nuestras historia, i los archivos públicos son en jeneral escasos de documentos sobre aquellos hechos. En cambio, en el archivo particular de O'Higgins, encontramos un grueso legajo de papeles, en cuya cubierta el mismo jeneral habia escrito de su mano estas palabras: Documentos orijinales i otros sobre los movimientos de Concepcion i de Coquimbo en 1823. Aunque algunos de ellos eran conocidos i aun habian sido publicados mas tarde, el mayor número permanecia inédito, i contenia piezas del mas alto valor para conocer el desarrollo de aquel movimiento. Ellas nos han servido para escribir este capítulo, i para hacer entrar en él noticias auténticas que no habian consignado los trabajos históricos anteriores. No debe, pues, estrañarse que pudiendo disponer de materiales desconocidos, hayamos dado gran desarrollo a estas pájinas para revelar pormenores que no habian sido tomados en cuenta.

FIN DEL TOMO XIII

CAPÍTULO II

LA ESPEDICION LIBERTADORA DEL PERÚ:

FELIZ PRINCIPIO DE LA CAMPAÑA: CAPTURA DE LA ESMERALDA

(SETIEMBRE A DICIEMBRE DE 1820)

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