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ministerio Calomarde un gabinete enteramente nuevo, que fué nombrado el 1.° de octubre de 1832.

Mientras pasaba el episodio de setiembre, ó sea la revocacion hecha en la Granja de la pragmática sancion, hallábanse tomando baños en Andalucía los señores Infantes D. Francisco de Paula y su esposa Doña María Luisa, hermana de la Reina. Informados SS. AA. del estado peligroso del Rey y de lo que en la córte pasaba, volaron al lado de la Reina, contribuyendo no poco la influencia de S. A. la señora Infanta cerca de su augusta hermana para fortificar su Real ánimo en la peripecia en que la habian colocado la deslealtad y los intereses estranjeros, así como para llevar á efecto el cambio de la situacion del ministerio que acabo de referir.

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El decreto de la revocacion fué recogido de manos del gobernador del Consejo de órden de la Reina por el duque de San Fernando, que como otros muchos de su clase habia permanecido constantemente al lado de la Reina durante la transicion de la Granja, en cuyo número habré de contarme, pues este fué el primer negocio político en que tomé parte despues del año 1823. Al llegar á este punto, y al mencionar aquella ocasion célebre, no habrá quien estrañe pague yo un tributo de justicia á la alta aristocracia; clase cuya conducta desinteresada y generosa en vano

aspirarán á empañar las pasiones y el espíritu de partido por mas que la victoria mas o menos pasajera de ciertas ideas, señalada con rasgos de negra ingratitud y atroz injusticia, quiera mancillarla y oscurecerla. El trono en su esplendor, la libertad legal, la regeneracion del pais y la completa abnegacion de sus intereses particulares sacrificados sin vacilar en las aras del bien nacional, fueron la divisa de esta clase del Estado desde 1808 á 1820, y desde 1820 á 1823; la misma en 1832. Hablen con la mano puesta sobre su honor y su conciencia muchos de los desgraciados proscriptos de todas las épocas, y digan si no compartió con ellos su fortuna; si no miró con acalorado afan el remedio de la situacion de todos los que imploraron su auxilio; si los trataron como amigos durante su infortunio en los diez años trascurri― dos desde 1823 á 1833; si en este tiempo hubo entre los individuos de esta clase, muchos de los cuales eran despreciados y aun perseguidos, otra opinion que la de amnistía, olvido y fusion: que se abrieran á todos las puertas de la patria y se aprovechasen en beneficio público el saber, la probidad y las virtudes con total abstraccion de opiniones y antecedentes políticos. Esta es la verdad, y esta es la conducta seguida por esa aristocracia que se aborrece, que se llama retrógrada, enemiga de la

libertad y de la felicidad pública, contra la que se han escitado las pasiones y querido aplicar esas doctrinas desorganizadoras y ya gastadas de la revolucion francesa, incrustadas en las cabezas y en los corazones de ciertos fanáticos que no aprendieron ni perdonaron nunca. Nada tenian á fe que perdonar, antes sí mucho que agradecer á aquellos que todo lo sacrificaron y sacrificarán siempre á la idea de ver su patria tranquila y feliz; á los que nunca negaron á los desgraciados su mano y su corazon durante su infortunio, recibiendo hoy en vez de beneficios, ultrajes, en pago de servicios, proscripcion y ruina; á los que poseyendo la gloria histórica de nombres eminentes y venerandos en nuestros fastos, siendo dueños de una gran porcion del territorio español, no osaron nunca con presuncion liviana llamarse nacion, ni á sus agravios y derrotas calificarlas de ofensas ni ultrajes nacionales. Por el contrario, acataron siempre la verdadera nacionalidad donde quiera que la percibiesen. La aristocracia, en fin, cuanto pensó y cuanto hizo fué siempre con la conviccion de honor y conciencia de ser aquello á que aspiraba lo mejor y mas ventajoso para una patria con quien tantos vínculos la unian. Su mano no fué opresora del pueblo, no, nunca: por el contrario, fué mano amiga: sus privilegios, cuando los tuvo, ganados á lanzadas contra los moros, desapa

recieron con las libertades castellana y aragonesa desde que Cárlos V y los Felipes hicieron reemplazar esta aristocracia por la sola que en los reinados sucesivos ha sido fuerte, poderosa y funesta, y que

aun hoy tal vez es una principal causa de todos los infortunios nacionales: hablo de la aristocracia de los empleados públicos. Puedan las pasiones enhorabuena aniquilar y destruir la antigua aristocracia española, pero no hay duda que será infaliblemente reemplazada por otra, ora salga de las filas del ejército, que fuera su mas noble orígen, ora de la influencia del poder ó del dinero, de la prensa ó de la tribuna: pero ¿qué habria ganado la sociedad? no mucho seguramente. En resúmen, hablando de la antigua aristocracia de la cuna y de la riqueza territorial en España, exige la verdad y la justicia decir que siempre fué protectora de la libertad y de la justicia, y cuando menos, muy honrada, benéfica y caballerosa. Acaso un dia, despues de agotadas las malas pasiones, una reaccion moral, provechosa á los intereses sociales de la España, vendrá á hacerla justicia. Vuelvo á tomar el hilo de los acontecimientos.

La caida del ministerio Calomarde, y la instalacion del ministerio Zea verificada en 1.o de octubre de 1832, eran una nueva transicion política que podia decidir enteramente del porvenir de la España.

Esta variacion se verificaba por la fuerza misma de los acontecimientos ocurridos como consecuencia de la mudanza de la ley de sucesion, sin la cual no era presumible se hubiera realizado entonces. Mas en todo caso, dada aquella nueva situacion, era evidente que la mudanza ministerial envolvia la necesidad para el nuevo ministerio de resolver cuestiones de Estado las mas graves. La primera y principal era si el nuevo gabinete debia seguir sin ninguna alteracion la marcha gubernativa hasta entonces seguida, ó si debia hacerse en ella algun cambio notable. La ocasion de ventilar este punto gravísimo no tardó en presentarse; mas siempre era fácil conocer que á la muerte del Rey, cuya salud débil no ofrecia esperanzas de larga existencia, debia haber una conmocion social cuyos principales elementos habian de ser, por un lado la cuestion de sucesion, y por otro la cuestion política que se agitaba siempre subterráneamente y sin descanso desde 1814, pero que necesariamente debian presentarse unidas á la muerte del Monarca.

Desde la reaccion de 1823 (pues jamás las reacciones ponen término á las revoluciones, sino que las amortiguan y concentran en la lobreguez del secreto para que en la primera ocasion renazcan mas embravecidas) mil tentativas revolucionarias se habian

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