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como útiles cuando prevalecia la política de Luis XIV, estaba en todo su vigor el pacto de familia, y no habia ni gobiernos representativos ni libertad de imprenta, existiendo la tendencia de conquista y de engrandecimiento que hoy con las nuevas condiciones sociales del mundo no son ni siquiera posibles, han venido á ser ya completamente inútiles; diré mas, acaso nuestros intereses bien entendidos exigen un cambio casi fundamental en nuestras relaciones esteriores.

Tambien habrán de ocupar una parte importante de mis MEMORIAS los servicios hechos por la Gran Bretaña á la causa de la Reina Isabel, sin poder omitir al lado de aquellos servicios la relacion leal de sucesos que no deshonran por cierto al gobierno inglés, pues que no es deshonra defender lo propio con preferencia á lo ageno. Pero si es muy natural que ministros ingleses defiendan y protejan inteseses ingleses, no será vedado á un español que tuvo mision de defender intereses españoles que publicando memorias, refiera con santa verdad los sucesos tales como fueron, tales como pasaron. Esto no puede ofender en manera alguna al gobierno inglés, y sentiria á par de mi alma que se tomara por ofensa, pues sobre mi admiracion y simpatías hácia aquel pais de gigantescas proporciones y de una moralidad

individual admirable, me unen ademas relaciones de amistosa correspondencia con los ministros ingleses que dirigian los negocios en el tiempo á que mis MEMORIAS se refieren, y muy particularmente con el que dirigia los negocios esteriores de la Gran Bretaña, á quien aprecio en gran manera. Asociado amistosamente con él, tuve la honra de hacer el tratado de la cuadruple alianza, debíle siempre la mas amistosa intimidad; aun mas, espresiones lisonjeras en su correspondencia. Mi gratitud no puede borrarse nunca recordando lo que Lord Palmerston me decia en carta fecha en Londres á 14 de enero de 1838. "V., me decia el ilustre ministro de relaciones estranjeras de la Gran Bretaña, ha prestado grandes servicios á su «patria como diplomático aquí: no dejará V. de ha«cerlos igualmente como senador en Madrid." Y concluia: "Trate V., mi querido cólega, de inspirar á << sus compatriotas la misma energía que V. desplegó «en 1834, y el resultado coronará sus esfuerzos co«mo coronó los de V. entonces." Mas español antes que todo, y siguiendo el ejemplo de mi ilustre amigo, ardoroso defensor de los intereses ingleses, debo serlo yo, aunque en posicion hoy menos eminente, de los intereses de mi patria, insistiendo siempre hasta la saciedad en consignar una y mil veces mi principio fundamental, de que desgraciado el pais que

aguarde su dicha de mano del estranjero. Amistad sincera y cordial con todos, negativa abierta, tenaz y decidida á no consentir influencia esclusiva ni aun preferente, tal es el camino del bien y de la verdadera independencia nacional.

Lisonjearme debí al formar en París en 1839 el designio de escribir estas MEMORIAS apenas concluyese mi embajada, que siempre tuve resuelto dejar, cambiando el puesto eminente de embajador por el de un simple ciudadano, ocupado solo en sus propios asuntos, apenas la guerra civil se hubiese terminado; lisongearme debí entonces, repito otra vez, de poder haber hablado de las potencias que no han reconocido el gobierno constitucional de España con mayor estension que por desgracia podré hacerlo en mis MEMORIAS, si bien lo haré hasta donde me sea permitido.

Al ver el dia, para mí memorable, 6 de julio de 1840, pasar la frontera española antes de lo que todos pensaban al famoso Cabrera con veinte y siete mil hombres, y ser encerrado en una fortaleza por el gobierno francés, que en esta época nadie podrá decir no llenara cordialmente las condiciones de aliado muy sincero de la España, dando de este modo completo fin á la horrorosa guerra civil que la devastó por espacio de siete años, no era violento pensar que la

po

cuestion de reconocimiento resuelta en favor del gobierno que yo representaba en París, hubiera dido poner completo término á mi embajada. Habíame lisonjeado de ello, y fuera acaso no en vano, si la Divina Providencia no hubiera permitido caer sobre la desventurada España nuevas agitaciones tan funestas como innecesarias. Entonces ciertamente hubiera podido hablar en mis MEMORIAS de estas potencias con mas interés que el que puede escitarme hoy su papel oscuro en esta contienda, en que parapetadas en una posicion poco digna de no reconocer ni á la Reina ni á D. Cárlos, si bien simpatizando y protegiendo un dia clandestinamente á este, se crearon una de aquellas situaciones en que las grandes naciones se rebajan, porque en ellas no se ostenta ni fuerza ni poder, y solo aparece ó el sistema equívoco de anteponer principios y controversias políticas á intereses reales, ó la impotencia de obrar en direccion de sus deseos. Sea la historia y no yo la que juzgue esta política incomprensible de abandonar absolutamente la España dejándola entregada á la influencia rival de la Francia y la Inglaterra, que debatieron y debatirán siempre en la península intereses contradictorios, y acaso inconciliables, que podrían un dia hasta comprometer los principios del equilibrio europeo. Sea de esto lo que quiera, suce

sos tristemente dolorosos influirán probablemente en retardar el reconocimiento de la Reina Isabel por las potencias indicadas, sin el cual la consolidacion del trono español no me parece muy probable. En todo caso el no reconocimiento dejará este vacío en mis MEMORIAS, pues no siendo ya embajador en la actualidad, ninguna intervencion personal puede caberme cuando llegue el caso de verificarse tan impor

tante suceso.

Los mismos acaecimientos desgraciados que retardan aquel reconocimiento podrán acaso en su dia influir en reanimar algun tanto el ánimo completamente desfallecido de los carlistas, cuyo partido difícilmente se alzará por sí solo, porque murió mas á manos de sus propios errores que de nuestros triunfos; y partido político que se suicida, tarde ó nunca llega á renacer; pero hasta el reconocimiento conservará esperanzas. Sea lo que quiera, ora renazca el partido carlista de sus cenizas, pues en cenizas quedaba á la época de agosto de 1840, en que yo me separé de los negocios, ora jamás vuelva á renacer, espero que el pueblo español verá en mis MEMORIAS Con gusto consagradas muchas páginas á consignar, respecto á este partido, datos históricos que no han sido hasta ahora publicados, y que son en verdad muy curiosos y útiles para la historia.

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