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CAPITULO XXX. expedición á puertos intermedios. El ejército del Alto Perú, debilitado y fraccionado, y con otras atenciones, estaba lejos. Arenales dándose cuenta de la situación, sometió al general en jefe un nuevo plan de campaña. Previendo la evacuación inmediata de Lima por el enemigo, y partiendo de la base de que dominadas las aguas y ocupada la sierra por los independientes, los realistas quedaban sin teatro si se obstinaban en mantener sus posiciones en la costa, concibió la idea de trasladar el teatro de la guerra á la cordillera, donde debía decidirse la cuestión. En consecuencia proponía, en primer lugar que pasase inmediatamente á la sierra toda la parte del ejército independiente que había quedado en la costa, — salvándolo así de la mortandad que lo diezmaba, -con excepción de las fuerzas necesarias que con auxilio de las guerrillas entretuviesen el bloqueo de Lima; formar un ejército respetable en la sierra que les aseguraba la victoria, é insinuaba á San Martín la conveniencia de que se trasladase á la sierra para dirigir en persona las operaciones (8). En segundo lugar proponía, avanzar hasta el Cuzco con rapidez, penetrar hasta el Desaguadero y regresar á Lima por el mismo camino, ó bien buscar los puertos intermedios en combinación con la expedición de Milter, respondiendo del éxito de esta operación con su cabeza en tres semanas (9). Estos planes no tuvieron la aceptación de San Martín, cuya atención estaba concentrada sobre Lima y el Callao, á cuya posesión daba mayor importancia, no considerando la campaña de la sierra y la expedición á puertos intermedios sino como concurrentes al logro de este objetivo.

Situado Arenales en Huancayo, abrió comunicaciones con las guerrillas de Yauyos y Huarochirí, que cerraban al sud

(8) Arenales : « Memoria Hist. », pág. 41-44.
(9) Arenales : « Memoria Hist. », cit., pág. 44-46.

este de Lima el paso de Yauly en la cordillera. Mientras tanto Carratalá se había replegado á Huanta, y posesionado del puente de Iscuchaca. El porfiado general se propuso atacarlo por tercera vez, antes que fuera reforzado. Calculando que la atención del jefe español estaba sobre Iscuchaca, amagó un ataque por el frente, mientras Alvarado con la vanguardia cruzaba el río y atravesando caminos que se reputaban inaccesibles, con el auxilio de buenos guías de la comarca, caía sobre su flanco izquierdo. Estaba á punto de realizarse la combinación, cuando Arenales recibió la notificación del armisticio de Punchauca, que suspendió el curso de sus operaciones. Esta tregua, si bien fué favorable para los realistas, fué más provechosa aún para los patriotas, según San Martín lo había calculado desde su cuartel general en Ancón, y lo reconoce el historiador de Arenales, quien pudo entregarse con desahogo y confianza á la remonta y organización metódica de sus tropas, á la reparación y aumento de sus medios de movilidad y al establecimiento de talleres y maestranzas para la recomposición de su material (10).

IV

Transcurrido el término del armisticio, Arenales volvió á su plan de destruir á Carratalá. Alvarado renovó el movimiento antes suspendido, y el 29 de junio cayó sobre el batallón Imperial Alejandro, que se hallaba en Huando, en el fondo de una quebrada, cubriendo el flanco izquierdo de la posición de Iscuchaca, y al frente del Numancia tomó prisionera una compañía de 120 plazas. Carratalá que estaba más

(10) Arenales: « Memoria Hist. », cit., pág. 57.

á retaguardia, hacia Huancavelica, recibió al batallón en fuga, formó su caballería y emprendió la retirada. La caballería patriota iba á dar alcance á su retaguardia, cuando se presentó un oficial parlamentario, haciendo saber la prórroga del armisticio por ocho días más. Esto ha dado lugar á acusar á los independientes de violación de las leyes de la guerra. En efecto, la prórroga del armisticio había sido antes notificada por Carratalá; pero por un cúmulo de circunstancias no llegó oportunamente á conocimiento de Arenales. Á tiempo que Alvarado ejecutaba su movimiento de flanco, presentóse en el puente de Iscuchaca un oficial español parlamentario, exigiendo de Aldao que lo vigilaba, se diese por notificado. El jefe patriota contestó que no reconocía otras órdenes que las que recibiese de su general, y le negó el pase por no venir munido de los documentos necesarios. En esos momentos tenía lugar el ataque sobre Huando. Irritado el oficial español, regresó al puente, y se dirigió por la ribera opuesta del río en dirección á Jauja donde se hallaba Arenales. Al llegar al pueblo de Moya, por donde Alvarado había pasado poco antes, los naturales, al ver acercarse por un desfiladero un oficial con cinco húsares y un corneta, que reconocieron ser realistas, cayeron furiosos sobre ellos sin respetar la bandera blanca que llevaba. Dos de los soldados fueron. muertos á pedradas, y el oficial habría corrido la misma. suerte sin la interposición de unos artilleros que por acaso pasaban por allí conduciendo una carga de municiones (11). Después de la refriega de Huando, Carratalá se retiró á Huamanga, y Arenales reconcentró todas sus fuerzas en Jauja, al mismo tiempo que San Martín con el convoy naval se re

(11) Véase Camba: «Memorias », t. I, pág. 393. Arenales : « Mem. Hist. », pág. 67-69.- Paz Soldán : « Hist. del Perú Indep. », pág. 177. Nota de los comisionados de paz del virrey de 28 de junio y contes tación de los de San Martín del 30 del mismo de 1821, bajo los números 47 y 48 del « Manifiesto, etc. de Punchauca », pág. 59-68.

plegaba de Ancón á Huacho y el virrey se preparaba á evacuar la capital (principios de julio).

Había llegado el momento de prueba, el momento de los grandes y bien combinados esfuerzos para poder «< terminar » la campaña en cuarenta días » como lo había indicado San Martín en su proclama. Aquí es donde se puso de relieve la figura de Arenales, el segundo cabo del ejército libertador del Perú, y el único que después de Cochrane comparte con San Martín, como general, la gloria de esta campaña. Hemos trazado antes su retrato (véase cap. V, § VII). Es el caso de agregarle algunas pinceladas complementarias. Austero, estoico, adusto, tan precavido como audaz en sus concepciones militares como metódico y tenaz en su ejecución, reunía á un carácter recto un sentimiento profundo de la justicia y del deber. Era duro en el mando con sus subordinados, y todos le temían y respetaban; pero cuando cometía alguna injusticia, se apresuraba á darles una satisfacción (12). Cuidaba de los intereses públicos más que de los suyos propios, que se reducían á bien poca cosa. No tenía más escolta que un ordenanza para su servicio y custodia, ni más tren que un caballo de batalla y una mula de marcha, en que llevaba su ligero equipaje. Él mismo ensillaba y desensillaba sus cabalgaduras, y no consentía que ninguno lo hiciera. Sabía herrar como un herrador de oficio. Él mismo remendaba sus botas y su uniforme. Cuidaba muy poco de su vestido, y San Martín

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(12) En una ocasión, prevenido contra Lavalle por falsos informes, después de una expedición que le había confiado, Arenales le dijo, en rueda de oficiales : « Usted, señor capitán, no ha cumplido con su » deber ». Lavalle, arrebatado, le tomó del brazo, y sacudiéndolo le repuso: <«< Señor general, es una impostura que yo he de vengar La interposición de los presentes previno un lance. Lavalle fué arrestado; pero mejor informado el general, lo puso en libertad y le dió una completa satisfacción por medio de una orden general, haciendo pedazos la sumaria que le había levantado por su desacato. Véase Roca : « Apuntes póstumos », página 46-47.

>> con sangre ».

tenía cuidado de preguntar á uno de sus hijos en qué estado se hallaba el guardarropa de su padre, para hacérselo reponer sin que él lo notara. Jamás recibió regalos ni obsequios de nadie, ni siquiera un ramo de flores. El mismo conducía sus provisiones en una alforja, que se reducían á queso y un pedazo de carne fría. San Martín le llamaba « compañero » y respetaba mucho sus opiniones, permitiéndole franquezas que no toleraba en ninguno de sus subordinados. Él, á su vez, le correspondía con la lealtad propia de su carácter, y no le escaseaba verdades en materia de operaciones de guerra, salvo obedecer estrictamente sus órdenes, bien que resguardando confidencialmente su responsabilidad moral cuando disentía de los planes de su general. De estas relaciones entre los dos generales van á verse algunas muestras características.

En Jauja tuvo noticia Arenales, de que los enemigos se preparaban á evacuar á Lima para trasladarse á la sierra y que tenían el propósito de dividir su ejército, que computaba en 5,000 hombres, en dos divisiones iguales, con el objeto de atacarlo por el frente marchando por Huancavelica para unirse á Carratalá, y á su vez por su flanco á retaguardia atravesando la cordillera por San Mateo ó Guarochirí. Inmediatamente, y sin trepidar, escribió oficial y confidencialmente á San Martín como hombre que tenía su resolución tomada y sus ideas hechas (7 de julio de 1821). « Ya se deja » ver, que La Serna, si logra la reunión de sus fuerzas con » Carratalá, debe venir á ocupar en masa los puntos que yo » ocupo. Si no se embaraza esta operación concentrada, las >> consecuencias son claras. Supuesto esto, resulta serme ne» cesario abandonar la sierra ó decidirme á batir esas >> fuerzas, con que lo menos se aventura un ataque. Evacuar >> yo la sierra y atravesar la cordillera, trae el preciso resul›› tado de perder la opinión, perder la caballería, estropear » la tropa, perder 1,500 reclutas, todos los recursos, y por >> último esta división. Vamos claro. Ha llegado el caso en

TOM. III.

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