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y bajo nevadas. Aquí le esperaba la última de las sorpresas. San Martín, reaccionando sobre sí mismo, comprendía como en la primera campaña de Arenales, el error de abandonar la sierra, y le prevenía, que era preciso se sostuviese en ella, aunque con la recomendación de no comprometer acción desventajosa, prometiéndole reforzarlo y auxiliarlo con todo lo necesario. Arenales contestaba con razón, con cierta ironía amarga : « No puedo dejar de admirar esta » advertencia, y me es sensible no poder conciliar, como qui» siera, mis operaciones con sus deseos. Dije con repeti»ción, lo digo y lo diré siempre, que si esta fuerza salía una >> vez del centro de la sierra, y llegaban á ocuparla los enemigos, no seríamos capaces de recobrarla. Tengo bien pre» sente, que en una de sus comunicaciones me decía V. en >> contestación, que poco le importaba perder la sierra en comparación con otras meditadas medidas. Pero dejemos » este punto no me toca, ni trato de inculcar sobre las disposiciones de mi superior. Conozco que, rigurosamente y >> sin remedio debemos adoptar otro sistema de guerra, por » otros lugares y con distintos designios. Por mi parte, yo estoy bien desengañado, de que á pesar del empeño que he » puesto en observar lo que se me prevenía, todo, todo recae >> contra mi opinión. Bien conozco, y le signifiqué antes á V., » que si me dejaba estar en la sierra, y sucedía algún infor» tunio ó desventaja, lo había de pagar yo; y si me retiraba, >> del mismo modo. Convencido de que debo hacer lo que se » me manda, prefiero no obstante consultar lo más conve» niente al buen éxito de nuestra empresa, aunque mi opi»nión, mi crédito y mi persona padezcan >> » (28).

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La prevención de San Martín, que oportunamente habría

(28) Carta de Arenales á San Martín de 27 de julio de 1821 en San Juan de Matucana, M. S. (Arch. San Martin, vol. LX, núm. 3.)

decidido á Arenales á permanecer en la sierra, llegaba tarde, como la contraorden en la anterior campaña. No era posible reconquistar las posiciones perdidas sino abriendo una campaña formal de ejército contra ejército. La guerra divisionaria se había hecho imposible, ó por lo menos muy difícil y sin resultados. Además, como lo había previsto Arenales, la mayor parte de los naturales de la sierra habían desertado en la retirada, y su división, desprovista de lo necesario para emprender operaciones, estaba reducida á poco más de la fuerza con que abriera su expedición. Esto mismo representó Arenales oficialmente. Empero, dando forma práctica á su insinuación de « sostener la guerra por otros caminos y con otros designios », propuso un nuevo plan:- marchar con su división al puerto de Ancón, embarcarse allí en los transportes del ejército y dirigirse á Pisco ó puertos intermedios, á fin de hostilizar las costas del sud, con la mira de posesionarse de Arequipa y del Cuzco, y aun del Alto Perú, aunque fuese á costa de un combate, para tomar así por el flanco y la retaguardia al ejército enemigo situado en Jauja y Tarma, debiendo mientras tanto el grueso del ejército independiente operar de un modo análogo sobre Pasco y las alturas de la Oroya. Este plan, que en su sentir, podía dar la pronta terminación de la guerra, tenía por objeto preservar la fuerte división de la sierra de un desmembramiento y disminución sensible; pero por si esto no pareciese bien, pedía órdenes para ir con su división á tomar por asalto el Callao, las que cumpliría en el momento, para quitar ese estorbo al ejército. «Lo que importa, sobre todo, acababa diciendo, es no que>> darnos quietos, porque los enemigos no lo estarán un >>> instante» (29). Volvía á hablar Arenales, como un general, como un profeta y como un héroe.

(29) Arenales : « Memoria Histórica» etc., pág. 131-136.

El ayudante de Arenales, portador de estos despachos, y encargado de dar informes verbales, encontró á San Martín en su gabinete de trabajo, rodeado de gran cantidad de mapas y papeles. El general informóse minuciosamente de todo, y se convenció de la imposibilidad de que la división volviera á la sierra. Al día siguiente ordenó á Arenales que se replegase á Lima, y le escribió confidencialmente, que el Callao estaría pronto en su poder, y en cuanto á lo demás discutirían sus planes y otros que tenía entre manos. En consecuencia, la división entró en triunfo, con más de mil hombres de baja de los que había sacado de Jauja. El general de la sierra, se sustrajo modestamente á toda demostración pública, entrando de particular á Lima, en momentos en que se juraba la independencia del Perú.

Así terminó la segunda campaña de la sierra. « De este >> modo, - como lo observa un testigo presencial que mili>> taba en las filas independientes, los patriotas abando

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>> naron las provincias del interior, de las que tomaron tranquila posesión los enemigos en divisiones aisladas; y este >> incomprensible error de parte de los patriotas, compensó » á sus enemigos de la pérdida de Lima » (30). Este error debía costar cuatro años más de guerra.

(30) Miller: « Memorias » etc., t. I, pág. 321.

CAPITULO XXXI

EXPEDICIÓN LIBERTADORA DEL PERÚ

(Expedición de puertos intermedios)

Los puertos intermedios.

Callao por sorpresa.

AÑO 1821

Planes de Cochrane. - Tentativas para tomar e Conjuraciones tramadas al efecto. - Nuevos planes

Retrato de Miller.

de Cochrane. Filiación de la expedición de puertos intermedios.
embarco en Pisco.
Cuzco.

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Conjuración de Lavin en el Las tercianas. · Reembarco de Pisco. Ataque y toma de Arica y Tacna. Landa y Portocarrero. Miller toma la ofensiva. - Acción de Mirave. Resultados de la campaña de Miller. Repliegue de Miller sobre Tacna. Suspensión de hostilidades. Reembarco de Miller. Actos caballerescos de los beligerantes. Nueva toma de Pisco. Derrota de Santalla. Miller se posesiona de Ica. Terminación de la campaña. Examen de la expedición de puertos intermedios.

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I

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Simultáneamente con el avance del ejército de Huaura sobre Lima, de la apertura de la segunda campaña de la sierra y el armisticio de Punchauca, se desenvolvieron las operaciones de la expedición á puertos intermedios, de la que vamos á ocuparnos, para llevar de frente la narración de los sucesos hasta el momento de la ocupación de Lima por las armas independientes.

Lo que en el Perú se conoce bajo la denominación vaga de « puertos intermedios », son los que se hallan situados á lo largo de la costa del sud de Lima, escalas entre el Callao y

Valparaíso, cuando el Pacífico era un mar cerrado y estos dos puntos extremos determinaban los lindes de su mundo comercial. Para nuestro objeto, basta conocer los principales puertos de esta zona intermedia, que son Arica, puerto de Tacna, que ya conocemos; Ilo, puerto de los valles de Moquegua y Torata, al pie de la cordillera; Islay, que corresponde á Arequipa, y la rada de Pisco con su bahía de Paracas, célebre por el desembarco de San Martín y la primera internación de Arenales á la sierra. Tal fué el espacio comprendido por las operaciones que vamos á narrar.

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Cochrane, no habiendo conseguido comprometer á San Martín en empresas aventuradas sobre Lima, tenía fijos sus ojos en el Callao y en los puertos intermedios, como puntos objetivos de ataque y teatro de las excursiones á lo largo de las costas dominadas por su escuadra. El almirante en sus <«< Memorias », atribuye á emulación del general, que no le confiara fuerzas de tierra adecuadas para realizar sus planes, y contradiciéndose, á la vez que olvida mencionar un hecho que consta de documentos originales que llevan su firma, dice, que « por verse libre de sus importunidades », le confió una división con tal objeto. Este fué el punto de partida de la expedición á puertos intermedios, que formó parte de la combinación del avance sobre Lima y la apertura de la segunda campaña de la sierra al tiempo de iniciarse las negociaciones de Punchauca.

El almirante había proyectado apoderarse de las fortificaciones del Callao, por un golpe de mano de su invención. Al efecto, practicó personalmente un reconocimiento, y se persuadió de que su plan era practicable (1). No había empresa imposible para el genio audaz del vencedor de Valdivia y del captor de la Esmeralda, pero tal intento no era factible sin

(1) Cochrane: « Memorias », pág. 124.

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