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Á Guayaquil entró Bolívar bajo arcos de triunfo, con las leyendas: «<Á Simón Bolívar « Á Simón Bolívar - Libertador de Colombia --Al rayo de la guerra, al iris de la paz » (11 de julio). Al hacerse las salvas de honor, las cañoneras de la ría, arriaron el pabellón celeste y blanco de Guayaquil y enarbolaron el de Colombia. «¿Por qué tan pronto? » exclamó en alta voz algo sorprendido, pensando que era la señal de la incorporación de la provincia disputada. Al arriar el pabellón de Colombia, después de terminadas las salvas, y ascender de nuevo el del estado mediatizado, resonó un grito unánime: «< ¡Viva Guayaquil independiente ! » Miró de soslayo, se caló el elástico que tenía en la mano, y siguió su marcha triunfal. Este incidente fué muy comentado en el público, y especialmente en la legación peruana, como indicante de las intenciones del Libertador (8).

No eran un secreto para nadie las intenciones de Bolívar. Para convertirlas en hecho se hizo acompañar de un cuerpo de ejército de 1,500 hombres, que ocupara militarmente la ciudad en actitud amenazante. Su actitud era agresiva. - Dos incidentes análogos al de Quito vinieron á poner otra vez de relieve su orgullo, su rivalidad con los peruanos y su prevención contra los argentinos. En un banquete con motivo de un aniversario de uno de sus triunfos, uno de sus jefes brindó porque el omnipotente lo conservase por siempre. Se levantó y dijo: «Sí, señores: hoy hace treinta y nueve años que he nacido tres veces, para el mundo, mi gloria y la república » (9). En

(8) Espejo« Conferencia de Guayaquil », pág. 65-66, que habla como testigo presencial, y cuya veracidad es notoria.

(9) Carta del general chileno Luis de la Cruz á O'Higgins, de 23 de julio de 1822, publicada por Vicuña Mackenna en « General San Martín »>, p. 53. Usamos con cautela de los datos contenidos en esta carta, aunque escrita por persona digna de fe, porque si bien algunos de los rasgos -que atribuye á Bolívar corresponden al carácter que la tradición le presta en su vida familiar, el cuadro está evidentemente recargado de

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otro banquete, tocóle tener á su frente al coronel argentino Manuel Rojas, secretario de la legación peruana. Rojas le miraba de hito en hito, como si quisiese penetrarlo. Encontrándose por acaso sus miradas, el Libertador bajó los ojos. Repitiéndose el hecho por segunda vez, le preguntó con ceño: --¿Quién es usted? — Manuel Rojas, contestó apaciblemente el interpelado -¿Qué graduación tiene usted? - Coronel, replicó Rojas, inclinando el hombro izquierdo y mostrando la pala de su charretera. —¿De qué país es usted? Tengo el honor de ser de Buenos Aires, dijo poniendo la mano sobre las medallas argentinas que llevaba al pecho. Bien se conoce por el aire altanero que representa. Es un aire propio de hombres libres, repuso por último el argentino, inclinándose. Aquí terminó este singular diálogo. Ambos interlocutores bajaron la cabeza. Todos permanecieron en silencio. Un frío glacial circuló por toda la concurrencia. Dos días después (13 de julio), el mismo día que San Martín le dirigía su carta, lisonjeándose de que ambos « cambiarían de acuerdo » y en grande los intereses de los pueblos », el pabellón independiente de Guayaquil era arriado y se enarbolaba el iris colombiano con esta inscripción : « La América del sud, libre por la República de Colombia » (10).

No habían pasado veinticuatro horas de la entrada triunfal del Libertador en Guayaquil, cuando los partidarios de su anexión á Colombia sostenidos por sus bayonetas, dirigieron

sombras, y el autor, poniendo algo de su pasión propia, se hace á la vez el eco de la maledicencia contemporánea. No mencionaríamos, pues, este hecho trivial y característico, si no nos hubiera sido confirmado en Buenos Aires en 1887, por el general Rufino Guido, uno de los hombres más rectos y verídicos que hayamos conocido, y que acompañó á San Martín como ayudante de campo en su entrevista de Guayaquil. Vicuña Mackenna en su obra, cit. (nota), confirma el hecho como comunicado también á él en Nueva York por el mismo general R. Guido, en 1853.

(10) Carta del general Cruz, cit. en Vicuña Mackenna, op. cit. pág. 53.

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una representación al síndico procurador de la municipalidad pidiendo que se hiciese efectiva inmediatamente. La municipalidad se negó por unanimidad, porque los representantes del pueblo estaban convocados para resolver esta cuestión. Esta resistencia irritó á Bolívar. Repetida la petición sin mejor resultado, elevóse otra enderezada directamente al Libertador (julio 12). Bolívar, tomando pie de esta tramoya, declaró á Guayaquil en estado de anarquía, y al asumir el mando político y militar, significó á la junta por medio de su secretario que la provincia quedaba bajo la protección de Colombia (julio 13), intimando por medio de un edecán su voluntad á la asamblea popular (11). Al mismo tiempo expidió una proclama en que decía á los guayaquileños: «Os veis reducidos » á la situación más falsa, más ambigua, más absurda para » la política como para la guerra. Vuestra situación era un » fenómeno que estaba amenazando la anarquía. Yo he venido » á traeros el arca de la salvación.» Empero, tributando en la forma un homenaje al principio que sostenía San Martín, les aseguraba que su reasunción del mando absoluto en nada. coartaba la libertad del voto que pronunciase su representación; pero decretaba imperativamente de antemano, que la anexión era un hecho fuera de cuestión: « Sois colombianos vues>>tros votos han sido por Colombia: habéis pertenecido por » tiempo inmemorial al territorio que tiene la dicha de llevar » el nombre del padre del nuevo mundo; mas yo quiero con»sultaros, para que no se diga que hay un colombiano que no ama sus sabias leyes. » La junta se dió por notificada y declaró que «< cesaba desde luego en el ejercicio de sus fun»ciones gubernativas » (12). Así quedó consumada de hecho.

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(11) Ceballos : « Resumen de la Hist. del Ecuador », t. III, pág. 404. (12) « El Patriota » (periódico de Guayaquil) de 13 de julio de 1822 y « Suplemento» del mismo día.

la incorporación de Guayaquil á Colombia. Bolívar hacía lo que podía, y puede decirse lo que debía, para resolver la cuestión y prevenir un conflicto inminente; pero lo hacía mal, sin franqueza en las palabras y con violencia en los actos.

San Martín por su parte se preparaba á ejecutar una maniobra análoga, consecuente con su política y sus declaraciones comprometidas de sostener el voto libre del estado mediatizado. Al efecto, se había hecho preceder por la escuadra peruana, que á la sazón se encontraba en Guayaquil bajo las órdenes de su almirante Blanco Encalada, con el pretexto de recibir la división auxiliar peruano-argentina que desde Quito debía embarcarse en dicho puerto. Ocupada así la ciudad por agua y por tierra, el Protector contaba ser dueño del terreno, para garantir el voto libre de los guayaquileños, y tal vez para inclinarlo á favor del Perú. Pensaba que á su llegada, aun se hallaría el Libertador en Quito, hasta donde era su intención dirigirse, como lo había anunciado, á fin de buscar allí el acuerdo en actitud ventajosa; pero Bolívar « le ganó de mano »>, según él mismo lo declaró después (13). Los miembros de la disuelta junta de Guayaquil se refugiaron á bordo de la escuadra peruana, á pesar de las instancias del Libertador, poniéndose como vencidos bajo la protección del vencido.

IV

Consumada de hecho la incorporación de Guayaquil, Bolívar, al contestar la carta de San Martín, que le anunciaba su visita, lo invitaba á verle en « el suelo de Colombia », ó á esperarle en cualquier otro punto, envolviendo en palabras

(13) Informe verbal del general Rufino Guido, ayudante de campo de San Martín, quien se las oyó pronunciar al tiempo de retirarse de la entrevista. Véase unos apuntes del mismo (publicados anónimos) en la « Rev. de Buenos Aires », t. XV, pág. 74.

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lisonjeras el punto capital, que era «< arreglar de común » acuerdo la suerte de la América ». Decíale: «< Con suma >> satisfacción, dignísimo amigo, doy á usted por la primera >> vez el título que mucho tiempo ha mi corazón le ha consagrado. Amigo le llamo, y este nombre será el que debe quedarnos por la vida, porque la amistad es el único título » que corresponde á hermanos de armas, de empresa y de opinión. Tan sensible me será que no venga á esta ciudad, como si fuéramos vencidos en muchas batallas; pero no, no dejará burlada la ansia que tengo de estrechar en el suelo de Colombia al primer amigo de mi corazón y de » mi patria. ¿ Cómo es posible que venga usted de tan lejos › para dejarnos sin la posesión positiva en Guayaquil del > hombre singular que todos anhelan conocer y si es posible >> tocar? No es posible. Yo espero á usted y también iré á >> encontrarle donde quiera esperarme; pero sin desistir de » que nos honre en esta ciudad. Pocas horas, como usted dice, bastan para tratar entre militares; pero no serían >> bastantes esas mismas para satisfacer la pasión de la amis

>>

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> tad que va á empezar á disfrutar de la dicha de conocer el

objeto caro que le amaba sólo por la opinión, sólo por la >> fama » (14).

Al firmar Bolívar esta carta el 25 de julio de 1822, á las 7 de la mañana, anuncióse que se avistaba en el horizonte una vela á la altura de un islote elevado á la boca del golfo llamado « El muerto ». Poco después la goleta « Macedonia »>, conduciendo al Protector, echaba anclas frente á la isla de Puná, y la insignia que flotaba en su mástil señalaba la presencia del gran personaje que traía á su bordo. Anunciada la

(14) Carta de Bolivar á San Martin de 25 de de julio de 1822. M. S. Esta carta, publicada varias veces, existe original en el Arch. San Martin, vol. LXI. M. S.

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