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con dos columnas de infantería mandadas personalmente por ellos. Los guerrilleros se replegaron sobre Canta por las alturas y tomaron nuevas posiciones. Aquí se trabó nuevamente el combate, con pérdidas por una y otra parte, siendo Ricafort gravemente herido y las guerrillas se retiraron con su presa á las escabrosidades inaccesibles de la montaña. Más adelante se renovó el ataque al día siguiente (3 de mayo) en otro desfiladero, cuyo camino estaba cortado en tres puntos; pero la posición fué flanqueada como la anterior, y sus defensores se dispersaron con alguna pérdida (1). Los españoles se dieron el aire de triunfadores y entraron á Lima con Ricafort tendido en una camilla, mientras las campanas se echaban á vuelo en su honor para cubrir este pequeño contraste, infligido por los montoneros, como ellos los llamaban.

Tal era el estado de la guerra en las cordilleras al tiempo que Arenales se dirigía nuevamente á la sierra, para abrir su segunda campaña.

III

La segunda campaña de la sierra, como concepción amplia relacionada á un plan general, corresponde en sentido inverso al atrevimiento y precisión de la primera. Como operación de guerra en sus objetivos inmediatos, era perfectamente calculada para llenar los dos fines que se buscaban: obligar al enemigo á la evacuación de Lima y ocupar el punto

(1) Seguimos el parte del mismo Valdez, 8 de mayo de 1821, publicado en la « Gacela Ext.» del Gob. de Lima de 9 de mayo de 1821, que dice sustancialmente lo relatado en el texto, teniendo presente la concisa versión de Camba, un poco más franca, en sus « Memorias », t. I, pág. 385. Torrente, más modesto, no canta el triunfo, y se limita á deplorar la desgracia de los heridos españoles. Es el testimonio de tres adversarios.

de retirada en que podía rehacerse, ganando durante las negociaciones pacíficas que iban á abrirse posiciones ventajosas. Como ejecución, no correspondió á su concepción ni á los cálculos que la aconsejaron, pero obtuviéronse algunos de sus resultados, como más adelante se verá.

El objeto principal de la expedición de la sierra, era batir las divisiones de Ricafort y Valdez, marchando decididamente sobre ellas. Logrado esto, posesionarse de Jauja y Tarma, avanzar hasta Huancayo y extender la insurrección hasta Huamanga y Huancavelica. Una vez obtenido el objeto principal, abrir comunicaciones por Ica con la expedición de puertos intermedios y cortar las comunicaciones del enemigo por el sud, ó bien, si las circunstancias lo aconsejasen, amenazar con toda su masa á Lima, cerrando todas sus avenidas á la sierra, á cuyo efecto las guerrillas que cubrían las quebradas quedaban prevenidas para « obedecer ciegamente las órdenes de Arenales ». Se preveía la eventualidad de que el ejército se trasladara á Ica, y entonces debían combinarse las operaciones para cortar la retirada al enemigo, encerrándolo en las gargantas áridas de la cordillera. En caso de contraste, debía la división expedicionaria replegarse á Catajambo (provincia de Huaylas á retaguardia de la posición de Huaura) donde quedaba establecido el parque de reserva. Los objetos, que serían la consecuencia de estas operaciones, eran, privar á Lima de recursos, reparar la salud de los soldados inutilizados por el clima malsano de la costa y remontar los cuerpos que se hallaban muy disminuidos, concurriendo á la vez á formar el plantel de un ejército nacional en la sierra, sobre la base de la insurrección 2.

(2) Esta sinopsis del plan de la segunda campaña de la sierra, es tomada ó deducida de las instrucciones de San Martín á Arenales, de 20 de abril de 1821 en Huaura, que se conservan autógrafas en borrador. Arenales, en su « Mem. Hist. », cit. sobre la segunda campaña de la sierra, pág. 14, dice, que « San Martín no le hizo extender instruccio

La división destinada á realizar este plan, constaba de 2,132 hombres, y se componía de los cuerpos siguientes: batallones núm. 1.o y 7.° de los Andes y el Numancia, regimiento de Granaderos á Caballo y 32 artilleros con cuatro piezas de montaña, sin contar jefes y oficiales, ó sea como 2,200 hombres, que reunidos á las fuerzas salvadas por Gamarra, alcanzarían á 2,500 hombres (3). Como el ejército independiente constara á la sazón como de 5,800 hombres, y desprendiese al mismo tiempo 600 hombres á la expedición de puertos intermedios, el general en jefe sólo quedaba con 3,000 enfermos y convalecientes para hacer frente al ejército de más de 7,000 hombres que tenía arrinconados en Lima y el Callao y se proponía reducir á la última extremidad con sus combinaciones, « sosteniendo, según la enérgica expresión de los peruanos contemporáneos, el cadáver de un ejército desaparecido al rigor del clima » (4).

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nes expresas », á su padre el general Arenales. Si la palabra expresas no implica una reserva mental, para que se entienda que las instrucciones eran amplias y le dejaban libertad de acción, como le dejaban en efecto, es un error ó una reticencia, según lo demuestra el documento citado. Con este motivo debemos hacer una aclaración. — En el Prólogo se dijo, que en los legajos de San Martín, no se encontraba ningún documento con relación á la segunda campaña. Posteriormente encontramos entre los papeles del general, algunos de bastante interés, como son, las instrucciones citadas y una parte de su correspondencia oficial y confidencial con Arenales, que hemos podido completar con la que Paz Soldán trae en su « Hist. del Perú Indep. », y formaban parte de su colección de manuscritos originales. Estos documentos los hemos incluído en el índice que sirve de complemento al prólogo, y nos referimos como comprobantes, al Arch. San Martín, vol. XL, núm. 3, M. S. S.

(3) Este cómputo es tomado de las mismas instrucciones antes citadas, en que se detalla del modo siguiente: Núm. 1 de los Andes, 400 plazas; núm. 7 de idem, 600 id.; Numancia, 800 id.; Granaderos á caballo, 300 id.; Artilleros, 16. Total 2,116, á que se adicionan 16 artilleros para dos piezas más de artillería que luego se le agregaron. Ningún historiador trae este dato. (« Arch. San Martín », vol. LX, núm. 3, M. S.)

(4) « Impugnación á la Abeja Limeña », antes citada.

Los soldados que componían la división destinada á la sierra eran « espectros en lugar de hombres », según el testimonio de uno de sus generales (5). Ante estos hechos hay que reconocer, que á pesar de sus errores, y del sistema lento y espectante de conducir la guerra, impuesto por otra paric por la exigüidad de sus medios, el genio del general de los Andes conservaba todavía toda su inspiración y fortaleza primitiva.

Arenales, tan resuelto en la acción como cauto en la preparación, situó su campamento en el pueblo de Oyón sobre las vertientes occidentales de la sierra, á suficiente altura para aclimatar gradualmente á las tropas en la región en que iban á operar (26 de abril de 1821). Allí se contrajo á su organización y disciplina, y cuando todo estuvo pronto, atravesó la cordillera por el paso de Oyón (9 de mayo). Las alturas estaban cubiertas de nieve. Hacia la parte oriental, al descender la cuesta, el camino se extendía á lo largo de vastas llanuras cruzadas por numerosos arroyos, y las cadenas de montañas nevadas que se sucedían en lontananza agrandaban y embellecían este sorprendente espectáculo. El frío era intenso. Aldao con los restos de su división marchaba á la vanguardia (6). En este día, tuvo Arenales noticia de que Ricafort y Valdez se habían replegado hacia Lima, y que sólo había quedado Carratalá con su división para hacerle

(5) Alvarado : « Mem. Hist. biog. », antes citada. M. S. En cuanto al número que asignamos al ejército español se demuestra con exceso en las cifras que hemos presentado antes. Hallábase á la sazón en Lima, el primer cuerpo de ejército de 3,000 á 3,500 hombres, con que Canterac inició después la evacuación de dicha ciudad, y el segundo cuerpo de 2,500 á 3,000 con que el virrey se retiró, que forman la suma de 3,000 á 6,000 hombres disponibles, y á más la guarnición del Callao y 1,000 que quedaron en los hospitales, ó sea un total de 8,000 á 9,000 hombres, y por eso, descontando los enfermos, y rebajando mil, ponemos sólo 7,000.

(6) Arenales : « Mem. Hist. », pág. 21.

á

frente en Pasco, y en consecuencia, se dirigió á este punto en su busca. Pocos momentos después, sintióse en la vanguardia un tiroteo. Era una partida de Aldao que se había encontrado con una avanzada realista, la que transmitió la alarma al campo de Carratalá, quien se puso luego en retirada. Arenales ocupó sin resistencia á Pasco el 11 de mayo las 2 de la mañana, marchando sobre la nieve, y desprendió un destacamento sobre el pueblo de Reyes á 62 kilómetros á vanguardia, con el objeto de sorprender al enemigo; pero éste lo había evacuado, incendiando el pueblo. Quince días después la división de la sierra se hallaba en Tarma, é inmediatamente se posesionaba de Jauja, con un aumento de 600 soldados (20 á 23 de mayo). Carratalá, disputando el terreno, se retiró con serenidad á Concepción, con 400 hombres de infanteria y 300 hombres de caballería (7). Arenales intentó por segunda vez sorprenderlo en esta posición. Al efecto, destacó 200 cazadores de infantería montada y 500 hombres de caballería al mando de Gamarra. Este jefe peruano, de quien tanto se esperaba, llegó al amanecer del 25 de mayo á la margen derecha del río de Concepción, y esperó la salida del sol para cruzarlo, dando así tiempo á Carratalá á retirarse tranquilamente por la margen opuesta. Las fuerzas patriotas se extendieron á lo largo del valle hasta Huancayo.

Un vasto campo se abría á las operaciones de la división de la sierra. La división volante de Carratalá en retirada, sin más punto de apoyo que la débil guarnición de reserva de Arequipa, no podia oponerle resistencia hasta Iluamanga y Huancavelica. Las fuerzas del general Ramírez en Puno, eran de poca consideración, y además tenían la atención de la

(7) Es la fuerza que le da Torrente : « Hist. de la Revol. H. A. », t. II, pág. 165, y la que le asigna genéricamente Camba, « Memorias », 1. I, pág. 383, de 4 compañías de infanteria y 2 escuadrones.

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