Anales del Ateneo del Uruguay, Volumen1

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Ateneo del Uruguay, 1881
 

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Página 260 - Tíber serpentea del monte Albano en la risueña falda — , vago rumor se siente. . . el rumor de una raza despertada con el sello de Dios sobre la frente! Y en el confín lejano del mar, que muere en la desierta playa del Asia envejecida, con eterno lamento, hondo clamor hasta los cielos sube, que en son medroso, el viento esparce por la tierra estremecida!
Página 189 - Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte, contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando...
Página 188 - La poesía, para ser grande y apreciada, debe pensar y sentir, reflejar las ideas y pasiones, dolores y alegrías de la sociedad en que vive; no cantar como el pájaro en la selva, extraño a cuanto le rodea, y siempre lo mismo.
Página 263 - El río que en otrora Turbulento y audaz cruzó la tierra, Ya por blandas y vírgenes llanuras O por yermos de arena abrasadora Al soplo animador de la fortuna, De su cauce alejado Fué á morir como lóbrega laguna ¡Inmóvil y callado!
Página 263 - Fué á morir como lóbrega laguna ¡Inmóvil y callado! Pero el raudal ingente De la ánfora sagrada, la corriente Inagotable y pura, despeñada Por ignoto sendero, Con rumor de torrente surgió un día En la tierra encantada Del indómito Ibero, Donde todo es amor, luz, armonía, Y el sol más bello, el aire más liviano Y siempre altivo, desbordante y joven, ¡ Palpita...
Página 268 - Con qué ansiedad te alzabas, el labio mudo, palpitante el seno, a interrogar el horizonte oscuro de vagas sombras y rumores lleno, cuando el alba indecisa aparecía mensajera de Dios en el Oriente, trayéndote perfumes de los cielos para mojar tu frente ! Y...
Página 268 - Siglos pasaron sobre el mundo, y siglos Guardaron el secreto. Lo presintió Platón cuando sentado En las rocas de Engina contemplaba Las sombras que en silencio descendían A posarse en las cumbres del Himeto, Y el misterioso diálogo entablaba Con las olas inquietas Que a sus pies se arrastraban y gemían ; Adivinó su nombre, hija postrera Del tiempo, destinada A celebrar las bodas del futuro .En sus campos de eterna primavera, Y la llamó la Atlántida soñada.
Página 262 - Largo y fecundo ! El hacha del lictor estuvo siglos Alzada sobre el mundo. Cantó su origen inmortal, Virgilio, Sus desastres, Lucano, Mientras brillaba en el lejano oriente La luz primera del ideal cristiano. Y en brazos de los Césares dormía, Al rumor de los sáficos de Horacio, Enervada y tranquila, Cuando sintió tronar en el espacio El rudo casco del corcel de Atila.
Página 266 - Fué a demandar en el confín remoto El homenaje de los reyes muertos. La espada de Austerlitz, la vieja espada En los escombros de Moscou mellada, Ya no describe círculos gigantes Esparciendo el pavor de la derrota: Cayó en los campos de Sedán sombríos. Ensangrentada y rota!
Página 261 - Cuando siente a su dueño, Rugió de gozo y le rindió homenaje — Todo lo holló con planta vencedora : La montaña y el páramo salvaje, Las misteriosas selvas seculares En que al compás de místicas endechas Afilaba el germano taciturno Con siniestra ansiedad el haz de flechas; Y las negras pirámides distantes, Que a la luz del crepúsculo parecen Abandonadas tiendas de campaña De una raza extinguida de gigantes!

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