Itúrbide (Classic Reprint)

Excerpt from Itúrbide

Al leer el titulo de esta obra, habrá tal vez quien murmure el nombre o los nombres de' algunos perso najes contemporáneos. Protesto de estas aplicaciones, como ya he protestado de ellas en las Córtes españo las. Móviles tan mezquinos no guían mi pluma. Con tieso, sin embargo, que de haber tenido tiempo á mi disposicion, y, sobre todo de haberme sentido con fuerzas, habria acometido la audaz empresa de hacer un paralelo entre la revolucion iniciada en Méjico por Itúrbide y la última revolucion española iniciada en las playas de Cádiz. Tácito describía la ingénua sencillez, el fiero amor a la libertad y las virtudes pri mitivas de los germanos para dejar en aquel cuadro inmortal una sátira del refinamiento, de la decaden cia y de los Vicios de Roma. Mirabeau, cuando eseri bia su gran obra sobre la m0narquia prusiana, y hacia una esposicion tan admirable de sus principios en ma terias de Administracion y de politica, de legislaciony de Hacienda, hablaba de Prusia, es cierto, pero tenia la mente puesta en Francia. Tambien en nues tros dias, Mr. Beulé, del Instituto, ha recordado en páginas elocuentísimas la austera verdad de la histo ria sobre Augusto y sobre Tiberio, menos para abo minar de estas muertas tiranias, que para presentar las como semejanzas del imperio levantado en su patria, que viene a considerar tan corrompido como el de Augusto v tan cruel como el de Tiberio. Pues bien; confieso que yo, pobre escritor, á quien el fer voroso patriotismo que en su pecho palpita inspira altísimos propósitos que la menguada condicion de su inteligencia no le consiente realizar, desearia que al guien en mi pobre patria, con la riqueza de entendi miento y de fantasía que á mi me falta, siguiendo las nobles, las luminosas, las inmortales huellas de Tá cito, de Mirabeau y de Beule, estudiara las fases di versas de la revolucion mejicana, que tantas armonías y consonancias guarda con la nuestra, y presentara á todos con vencedora elocuencia y con claridad terri ble el abismo á que caminamos, que nos atrae, que nadie evita y que puede fácilmente devorar a España. Nosotros, despues de Alcolea, hemos podido realizar una revolucion admirable, solo con imitar el espiritu práctico de los ingleses, solo con seguir su gran ejemplo de 1688 solo con que nuestra Asamblea Constituyente hubiera copiado al pié de la letra el acta del Parlamento inglés cuando declaró la caida de Jacobo II, sin empeñamos en temeridades, en an.

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