Poesías de la América meridional

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Anita J. de Wittstein
F. A. Brockhaus, 1867 - 339 páginas
 

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Página 98 - Sereno corres, majestuoso; y luego en ásperos peñascos quebrantado, te abalanzas violento, arrebatado, como el destino irresistible y ciego. ¿Qué voz humana describir podría de la sirte rugiente la aterradora faz?
Página 98 - ... mil olas, cual pensamiento rápidas pasando, chocan y se enfurecen, y otras mil y otras mil ya las alcanzan, y entre espuma y fragor desaparecen.
Página 98 - ¡Ved! ¡llegan, saltan! El abismo horrendo devora los torrentes despeñados: crúzanse en él mil iris, y asordados vuelven los bosques el fragor tremendo. En las rígidas peñas rómpese el agua: vaporosa nube con elástica fuerza llena el abismo en torbellino, sube, gira en torno, y al éter luminosa pirámide levanta, y por sobre los montes que le cercan al solitario cazador espanta.
Página 277 - ... llegué ¡bien haiga el humor! Llenitos todos los bancos de pura mujerería, y no amigo cualquier trapo sino mozas como azúcar. Hombres, eso era un milagro; y al punto en varias tropillas se vinieron acercando los escueleros mayores cada uno con sus muchachos, con banderas de la Patria ocupando un trecho largo; llegaron a la pirame y al dir el sol coloriando y asomando una puntita.
Página 14 - Mira ! Su ruedo de cambiante nácar el Occidente más y más angosta; y enciende sobre el cerro de la costa el astro de la tarde su fanal. Para la pobre cena aderezado brilla el albergue rústico, y la tarda vuelta del labrador la esposa aguarda con su tierna familia en el umbral.
Página 14 - Brota del seno de la azul esfera uno tras otro fúlgido diamante; y ya apenas de un carro vacilante se oye a distancia el desigual rumor. Todo se hunde en la sombra : el monte, el valle, y la iglesia y la choza, y la alquería ; ya los destellos últimos del día se orienta en el desierto el viajador.
Página 16 - La tentación seduce ; el juicio engaña : en los zarzales del camino deja alguna cosa cada cual : la oveja su blanca lana, el hombre su virtud. Ve, hija mía, a rezar por mí, y al cielo pocas palabras dirigir te baste ; "Piedad, Señor, al hombre que criaste ; eres grandeza ; eres bondad. ¡ Perdón...
Página 99 - ... atizar la infanda guerra, y desolar frenéticos la tierra. Vilos, y el pecho se inflamó a su vista en grave indignación. Por otra parte, vi mentidos filósofos, que osaban escrutar tus misterios, ultrajarte, y de impiedad al lamentable abismo a los míseros hombres arrastraban. Por eso...
Página 97 - Yo digno soy de contemplarte; siempre lo común y mezquino desdeñando, ansié por lo terrífico y sublime. Al despeñarse el huracán furioso, al retumbar sobre mi frente el rayo, palpitando gocé; vi al Oceano azotado por austro proceloso, combatir mi bajel, y ante mis plantas sus abismos abrir, y amé el peligro, y sus iras amé; mas su fiereza en mi alma no dejara la profunda impresión que tu grandeza.
Página 275 - ... gato, Se enderezó, y ya se vino El alfajor relumbrando : Yo quise meterle el poncho...

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