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Cuerpo Legislativo, 26 de junio de 1862, que Juárez no valía nada; pero que Miramón no valía más. Ahora bien, Miramón es un importante elemento de la parte sana. ¿Por qué proteger lo que nada vale, y cómo esperar que gentes á quienes de tal modo se trata, establezcan un gobierno sólido y estable?

Veamos como se expresaba M. Favre, con respecto á la recepción que las poblaciones mejicanas hicieron á los soldados expedicionarios:

"Tendremos que preguntarnos si, en efecto, no se ha ejercido en Méjico ninguna presión moral; si se ha encontrado allí la adhesión de la parte sana de la población; si se ha buscado apoyo en hombres merecedores de la estimación y consideración de todos; y entre tanto me es imposible no hacer aquí una observación que de seguro habréis hecho ya vosotros mismos: es que por oportuno y aun necesario que parezca, ciertamente es muy peligroso dar á un plenipotenciario armado poderes tan vagos é inconsistentes; eso de autorizarle para que vaya á un país extranjero á inquirir, al frente de un ejército cuyas intenciones pueden ser apreciadas diversamente, cuál es la opinión pública, y dejarse arrastrar por la primera corriente que le parezca favorable, es seguramente, señores, exponerle á aventuras que comprometen el honor y el porvenir de la Francia y que podrían colocarla en inextricables embarazos. Porque, bien lo comprendéis, no hay que hacerse ilusión en presencia de estas expresiones: "La parte sana de la población." ¡La parte sana de la población la que saliese al encuentro del extranjero que invade el territorio ! Para mí, señores, esa es la parte más despreciable y de que habría que desconfiar sobre todo. Esse lenguaje era el que usaban los hombres de guerra que hollaban el territorio de Francia con la convención de Pilnitz en la mano. Ciertamente que no es mi intención hacer aquí una asimilación completa; pero sí señalo, porque tal es mi deber, el peligro que el carácter de tales instrucciones haría correr á Francia ; y por desgracia no es ya una vana hipótesis, pues los acontecimientos se han encargado de justificar mi opinión. Como quiera que sea, habiendo sido publicados estos documentos y habiendo aceptado la opinión que de esta expedición

dirigida contra Méjico y en la cual no intervenía Francia, sino con un débil contingente de 2.500 á 3.000 hombres, no terminó el año sin que primero vagos rumores y después otros más consistentes infundieran en todos los ánimos una inquietud muy legítima. Se decía, en efecto, que eso de vengar á los nacionales era un programa que sólo servía de pretexto para encubrir otros proyectos; que los aliados no iban á Méjico sino para destruir la forma de gobierno allí establecida y reemplazarla con una monarquía; se decía también el nombre del príncipe aventurero, aunque austriaco (risas y ruido), que había aceptado semejante candidatura y cuyos boletines llevaban quizás nuestros soldados en el papel de sus cartuchos. En medio de estas incertidumbres y ansiedades se abrió nuestra sesión, y no se habrán olvidado las interpelaciones que en esa época se hicieron al gobierno. Aun estais oyendo el discurso de nuestro honorable colega M. Jubinal, que tan claramente presentaba la cuestión. Si vais á Méjico para vengar nuestros agravios, os asiste derecho para ello; pero violais abiertamente éste si teneis la pretensión de imponer á este gobierno una forma que no quiere; y si abusais de vuestra fuerza considerable contra el débil, cometeis á los ojos de la Europa un acto verdaderamente criminal, tanto más grave cuanto que se trata de un pueblo que no puede resistiros, que ha conquistado su independencia á costa de mil peligros, que puede indudablemente vivir entregado á deplorables convulsiones, pero que tiene derecho á preferirlas á la servidumbre, y al cual, en fin, no teneis derecho para imponerle otro gobierno."

Las ideas emitidas por M. Thouvenel en sus instrucciones al agente francés, ya habían sido expresadas por M. Billault, en la sesión del Cuerpo Legislativo, sesión del 12 de marzo 1862.

Ese ministro decía:

"Pero nuestra presencia en las costas de Méjico, puede dar origen á eventualidades ante las cuales no nos sería posible permanecer inactivos. Estamos en presencia de un gobierno que está disolviéndose, pero en seguida que aparezca nuestra bandera, la población entera vendrá á agruparse á

su sombra, y dejando en su aislamiento á esos miserables agitadores que la oprimen, nos proclamará como sus libertadores. ¿Qué hacer, decía el señor ministro, en presencia de tan bello espectáculo? No podremos rehusarnos la satisfacción de presidir militarmente la fundación de un gobierno."

¿Todo esto no prueba hasta la evidencia que el plan de monarquía era oficialmente concertado? Y adviértase que hacemos uso de las piezas publicadas, que apelamos á hechos conocidos de todos, ¡y cuánto no se ha hablado de ciertas juntas presididas por altos personajes !

Sigamos con nuestras pruebas.

En una carta dirigida por el señor general Prim á uno de sus amigos, á fin de explicarle la retirada de las tropas españolas, se leen estas palabras:

"Los soldados del emperador quedan aquí para elevar un trono al archiduque Maximiliano."

En un extracto de la sesión del Congreso de Diputados, 1 de junio de 1862, bajo la presidencia del señor Mon, se halla un interesante discurso pronunciado por el señor Olózaga. En ese discurso, en que se analiza detenidamente la cuestión mejicana al hablar de los proyectos de monarquía, dice:

"Pero entre otros medios de prueba que tenemos de que el gobierno no quería limitarse á las reclamaciones justas que podíamos hacer al de Méjico, leeré una posdata de una carta que parece confidencial, firmada con las iniciales G. M., que yo supongo sea de don Gaspar Muro, primer secretario de nuestra embajada en París en la cual dice al general Serrano (pág. 27): "Se trabaja para el establecimiento de una monarquía, y aunque se dice que no se intervendrá, los gobiernos firmantes del tratado apoyarán el pensamiento si hay un partido fuerte que lo inicie."

Tenemos aquí sabida la intención del gobierno si nos aténemos á la manifestación de una persona que no deja de tener importancia.

puesto que citamos el discurso del señor Olózaga trascribiremos otras palabras de tan elocuente orador, que vienen

perfectamente en apoyo de la tesis que sostenemos. Hélas aquí:

En Méjico mismo, nó hemos gastado inmensas cantidades para formar allí un partido monárquico? ¿Y con qué derecho se irá á disponer de la suerte y del gobierno de una nación independiente? Es cierto que aflige el ánimo ver á los americanos destruirse en esas luchas. intestinas; pero dejemos que ellos se den la forma de gobierno que más apetezcan. ¿Es bueno que donde hay un poco más ó menos de libertad, á pretexto de desórdenes, se pretenda intervenir, y que allí donde pesa el despotismo más duro, se deje que impere con todas sus terribles consecuencias ?”

Y pasamos por alto otras importantes declaraciones, no menos explícitas, hechas por distinguidos diputados, y entre ellos por el señor Rivero.

En la proclama que con fecha 17 de abril de 1862, dirigieron á la nación mejicana los representantes de Francia. M. M. A. de Saligny y E. Jurien se leen estos pasajes:

"Mejicanos: no hemos venido aquí para tomar parte en vuestras disensiones: hemos venido para hacerlas cesar (esto es intervenir). Lo que queremos es hacer un llamamiento á todos los hombres de bien, para que ellos se consagren á la consolidación del orden, á la regeneración de vuestro bello país. (¿Y quién los autoriza para hacer tal llamamiento á la cabeza de fuerzas que han invadido el territorio de la república?)

"Entre 61 (el gobierno del señor Juárez) y nosotros, la guerra se ha declarado. Sin embargo, no confundimos el pueblo mejicano con una minoría opresiva y violenta (la mayoría no se ha rebelado hasta hoy ;) el pueblo mejicano ha tenido siempre derecho á nuestras más vivas simpatías. Sólo le falta hacerse digno de ellas. Hacemos un llamamiento á todos aquellos que tienen confianza en nuestra intervención (aquí la palabra expresa fielmente el pensamiento), no importa el partido á que hayan pertenecido." (Y sólo los Márquez, Vicario y compañía, han correspondido al llamamiento.)

Las Novedades, fecha 31 de mayo de 1862, reproducía una carta dirijida al Reino, y que se atribuye al señor Gutiérrez Estrada, uno de los más sinceros partidarios de la monarquía,

y por quien tenemos vivas simpatías, á pesar de que nuestras opiniones son diametralmentre opuestas, al menos en la cuestión mejicana.

Esa carta, que pudiéramos muy bien llamar oficial, atendido el caráter de su autor, contiene revelaciones de suma importancia. Veamos algunos párrafos de ella, sintiendo sólo encierre vivos ataques contra algunos miembros del gabinete español.

"El silencio del señor Mon no se comprende, en verdad, por que está bien enterado de todo. Por conducto de Hidalgo. y de Almonte sabía todos los pensamientos de los mejicanos emigrados y cuantos pasos daban estos; y según mis noticias, por conducto directo de la emperatriz, á quien reía con frecuencia, y del emperador y de sus ministros, conocía todos los planes y hasta los pensamientos más íntimos de este gobierno. Nada se le ha ocultado; se le mandaban á la embajada. cuando los casos eran urgentes, hasta los despachos más secretos que este gobierno recibía, el cual procuraba sin duda corresponder con una fran-queza é intimidad inusitadas, y con todo género de deferencias, á la singular abnegación del gobierno español, que por su parte se prestaba á todo, que no tenía exigencias de ninguna clase, que no se cuidaba de manifestar ni menos de sostener las aspiraciones que pudieran tener al trono de Méjico los príncipes españoles, y con ellas la influencia de esa metrópoli en sus antiguas colonias, que no hizo el menor reparo ni objeción á la candidatura del príncipe alemán, de la cual tenía conocimiento por despachos del señor Mon, anteriores al tratado de Londres, y que, debiendo estar minuciosamente enterado de todo por su embajador, ni proponía nada, ni resolvía nada, ni se oponía á nada, y se comprometía en una gran empresa que había en cierta manera iniciado, sin cuidarse de sus contingencias y resultados posibles.

"Se comprende, después de esto, que el general O'Donnell y sus compañeros de gabinete quieran cohonestar su extraña y poco patriótica conducta aparentando ignorar los proyectos del emperador que le constaban de un modo positivo, y por este medio eludir compromisos y seguir al frente del gobierno; se comprende también que con este fin hayan faltado al señor

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