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Mon; pero que el señor Mon se falte á sí mismo, que se reduzca á la nulidad, y que consienta con su silencio en hacerse responsable de culpas agenas gravísimas, y en atraer sobre si toda la odiosidad de ese país contra los que tan mal parados han dejado su dignidad y su altivez en la malhadada cuestión de Méjico, eso es lo que no tiene explicación posible.

"Yo doy poca importancia á los documentos diplomáticos, cuando se trata de cuestiones ó de empresas de gran magnitud frustradas en todo ó en parte; por que sé por experiencia, y consta á todos los que conocen algo los secretos de las cancillerías europeas, que los más graves asuntos, los planes más importantes y los más atrevidos proyectos se inician, proponen y tratan primeramente de palabra, y sólo se reducen á notas ó despachos diplomáticos, cuando se ha establecido un completo acuerdo entre las partes contratantes. Esto es lo que sucede generalmente, y así ha debido verificarse en la ocasión presente, como tal vez podría demostrar, por que creo conocer perfectamente todos los pasos que se dieron para preparar el tratado de Londres, y tengo noticias importantes acerca de las conferencias verificadas por el conde Flahaut, embajador francés en Londres, con lord John Russell, y por el señor Mon con M. Thouvenel.

"Los periódicos ministeriales han dado mucha importancia á la audiencia que el emperador y la emperatriz se dignaron conceder al señor Mazo, y han pretendido sacar partido en favor del gobierno por las frases benévolas y cariñosas para España y para los españoles, que le dirigieron SS. MM. II. Esto es verdad. La emperatriz es siempre española y á ella aludí en mi carta del 18, cuando decía que cierta persona muy conocida en España acogió la idea de los mejicanos emigrados y facilitó las primeras entrevistas de algunos de ellos con el emperador, el cual ha deseado siempre conservar buenas relaciones con ese país y por esto accedió á que las tropas francesas fuesen á Méjico á coadyuvar á una empresa que en su origen se consideraba más bien que francesa española, como que había sido propuesta por el gabinete de Madrid; pero ahora el emperador está ofendido y disgustado, si no irritado."

Y ya llegamos á otra importantísima notabilidad, que el

mundo ignoraba, y que la cuestión mejicana nos ha revelado todo tiene su buen lado en este mundo! Es un señor don J. Hidalgo, que se gloría de haber trabajado "con toda su alma, con toda su conciencia y con toda su fuerza," para favorecer una intervención en su país contra la forma republicana y esto cuando, por confesión de él mismo, servía la secretaría de la legación que la república tenía acreditada en París. Esa notabilidad, que habla con unción del catolicismo, de la moralidad, de la raza latina, del idioma de Cervantes y de varias otras cosas muy excelentes, nos dice cómo ha vivido en la intimidad con soberanos y renombrados personajes, cómo ha tenido entrevistas con el emperador Napoleón III. Pero esto no viene al cuento; dejemos al señor Hidalgo en sus altas y serenas regiones, y aprovechémonos de las hábiles revelaciones que nos hace, sin creer que el Temps ande acertado en achacarlas á vanidad.

Es, pues, el caso que el señor Hidalgo dirigió al señor Arrangoiz, monarquista también y partidario de las expediciones, pero hombre de alto valer y juicio propio, una larga carta (que algunos malignos no han hallado ni muy literaria, ni muy diplomática), y que lleva la fecha de 18 de abril de 1862.

En esa carta, publicada primero en La Epoca y reproducida por su originalidad en otros diarios, se leen estos. párrafos :

"Hallándose el general Santa Ana en la plenitud de su poder en 1854, como que acababa de ser facultado por la nación para darla la forma de gobierno que creyese más conveniente, pidió á la Europa el establecimiento de la monarquía en Méjico con un príncipe de extirpe real. Confió tan delicada misión al señor José María Gutiérrez de Estrada, que tan valientemente había iniciado en 1840 este pensamiento salvador: y este caballero, que conocía ya mis ideas políticas, me honró pidiendo al gobierno quedase yo á sus órdenes secretamente, para lo cual se me nombró secretario en Madrid....

"En París pude conocer por mí mismo cuán grande y sincero era el deseo del emperador Napoleón por hacer algo.

en favor de Méjico; pero su política no le permitía apartarse de su propósito de obrar en las cuestiones de América. de acuerdo con Inglaterra. Esta nación que no ha hecho nunca nada que pueda desagradar á los Estados Unidos, se negaba rotundamente á contribuir al término de la sangrienta anarquía en que estaba sumergida la república mejicana. El emperador oía con bondad suma los votos y los ruegos de los mejicanos, que tanto esperaban de su poder y sabiduría ; pero en la lealtad de su política estaba no lisonjear nuestras

esperanzas.

Cuando el nombre de S. A. se pronunció en presencia del emperador, S. M. acababa de dignarse responder que no tenía candidato. La candidatura fué, pues, propuesta al emperador, bueno es que lo sepan los que ven en ello una combinación de Napoleón III para trocar la Venecia por Méjico, lo cual no sería digno de ninguno de los dos emperadores.

"La verdad es que el emperador Napoleón, conocedor de las relevantes prendas del archiduque, ha encontrado muy de su agrado esta candidatura, y que, olvidando noblemente que hace dos años estaba en guerra con el Austria, tiende una mano leal á un príncipe exclarecido y otra al país que le pide, así como España, le dé una nueva vida...

"No puedo levantar la mano sin añadir otras consideraciones que tanto me preocupan. Si los aliados van, como espero, hasta la capital, es seguro que la opinión se pronunciará en favor del sistema monárquico. El pronto planteamiento de la monarquía en Méjico traerá indudablemente movimientos análogos en las demás repúblicas hispano-americanas, y en ellas no podrá menos de tomarse en cuenta el mérito de los príncipes que usted me nombra, tan dignos, tan cumplidos. La monarquía volvería á poner en su asiento á la desventurada sociedad mejicana; acabaría con la impiedad y la matanza; protejería á la religión, y sus pastores no serían ya perseguidos ni apedreados; el comercio adquiriría un brillante desarrollo las magníficas é innumerables minas de plata serían beneficiadas, y sus asombrosos productos vendrían luego á hacer frente á la desproporción de metales preciosos de que la Europa estaba amenazada; la agricultura, con sus ricos y fabulosos frutos,

socorrería en momentos dados á la Europa consternada; los productos tan variados y riquísimos de aquella tierra, tales como el algodón, que allí se cultiva sin esclavos, muy superior al de los Estados Unidos, serían un alimento perenne de la industria europea, y emanciparía á la Europa de la tutela de la Unión Américana; la inmigración trocaría su hambre y desconsuelo por la abundancia y el bienestar, y por encima de todo esto, dominaría la raza latina, el catolicismo y la lengua de Cervantes.”

El Diario de Barcelona, fecha 1o de mayo de 1862, así como otros varios diarios de la Península, dieron á luz una carta del señor Pérez Calvo, cronista de la expedición española, y en ese documento se leen párrafos interesantísimos, en que resaltan la lealtad y buena fe castellana. Entre otras cosas dice:

"Las palabras más ó menos autorizadas de los periódicos que se publican en París, sobre el establecimiento de una monarquía en Méjico, y hasta la designación del archiduque Maximiliano como futuro rey para el futuro trono, palabras que no han sido desmentidas por el Moniteur, periódico oficial, tan cuidadoso en desmentir noticias de menor gravedad; la coincidencia de reforzarse el ejército francés con cuatro mil hombres más, á las órdenes del general Lorencez, y la circunstancia agravante de haber arribado á Veracruz poco antes que el general francés los señores Almonte, Andrade, Haro y algunos otros personajes expulsados de la república é incapacitados de volver á ella, personajes, que dicho sea de paso, han acariciado en París proyec tan insensatos, han sido causa de que las cuestiones que ncan traído á Méjico, y que estaban en suspenso para todos, las remueva cada cual, de que se abra la puerta á la desconfianza, de que se entre en el azaroso terreno de las conjeturas, y de que se tema por el quebrantamiento de los vínculos que unen á las tres potencias.

"Es una verdad, y por cierto lamentable, que el considerable refuerzo que van á tener los franceses, refuerzo que no hay motivo racional que lo justifique, barrena desde luego la convención de Londres; es una verdad también, que el reembarque de las tropas inglesas, en el momento que habían reu

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nido todo el material y medios de trasporte para obrar con nosotros en Córdova y Orizaba, es una especie de protesta de que se falta á lo pactado con el sólo anuncio del arribo de cuatro mil franceses más; pero, á pesar de todo esto, son tan grandes y solemnes los compromisos que hay de medio, es tan descabellado el proyecto que se anuncia. hay tan absoluta falta, no digo ya de razón, sino de pretextos, ni aun siquiera para iniciarlo, que tengo la seguridad de que si á dos mil leguas de distancia, no han faltado quienes les induzcan en el error, al pisar el territorio de la república, los engañados se penetrarán de la verdad. ¡Pues que así se improvisau tronos en pueblos que apenas saben lo que es eso! ¡Así se rompe con las costumbres, con la tradición y con la independencia y nacionalidad! Así se imponen monarcas! Esto no puede ser, esto no será: el pueblo mejicano no lo quiere, y sin que el pueblo mejicano lo quiera, ninguna de las potencias aliadas, sin faltar á lo que se debe, á sí propia, sin romper solemnes tratados, sin rebajarse á los ojos del mundo civilizado, sin labrar su propia ruina, puede intentarlo cuanto menos llegarlo á imponer."

M. E. Delprat escribía en el Courrier du Dimanche, fecha 3 de julio de 1862:

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Pero, ¿por qué Francia ha tomado tanto peño en derribar á Juárez? Evidentemente con la esperanza de verlo reemplazar por un gobierno mejor. Por cuál? Con trabajo se puede creer que el archiduque Maximiliano no haya sido designado directa ó indirectamente por las personas que hablan á nombre de Francia: el eneral Prim afirma que ha sido designado; afírmalo el act no las conferencias de Orizaba; el almirante inglés lo afirma ta general Almonte se vanagloría en afirmarlo. Esta candidatura ha sido el objeto de conversaciones diplomáticas entre M. Thouvenel y el embajador de España. M. Billault mismo, en cierta parte de su discurso en el Cuerpo legislativo, nos dice: "Que el emperador ha indicado este candidato por que no podía despertar ninguna rivalidad entre los aliados, etc."

"La Opinion Nationale de 20 de mayo de 1862, dando por

TOMO V

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