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"Arruinado completamente á consecuencia de la expedición. no teniendo ni pudiendo hacer más aquí, me veo precisado á volverme á Méjico para dar cuenta de mis gestiones á mis acreedores. A pesar de que nada he omitido para procurar cubrirles totalmente de lo que les debo, como no he podido lograrlo á consecuencia de circunstancias extraordinarias que no he podido evitar, no tomarán en cuenta los enormes sacrificios que he hecho para conseguirlo, y me tratarán sin ninguna consideración. Querrán saber por qué en 1861 M. de Saligny que era entonces ministro en Méjico, les prometió en nombre de Francia que se les pagaría lo que mi casa les adeudaba, y por qué en 1863 me retiró tan bruscamente el gobierno francés esta extraordinaria protección.

"Aunque haya guardado hasta ahora el mayor secreto sobre el negocio, á pesar de que se me haya excitado fuertemente á que lo publique, me veré obligado á defenderme para no verme arrojar á una prisión por deudas. Me veo forzado á decir á mis acreedores lo que ha pasado, entregándoles todo lo que tengo de este negocio, que ellos reclamarán además como perteneciente á mi liquidación. El gobierno mejicano quedará encantado al conocer á fondo este negocio para arreglar su conducta ulterior con Francia.

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'Bien preveo el efecto que producirá en el público semejante confesión y el poco favor que hará al gobierno del emperador, sobre todo en las críticas circunstancias en que vivimos. Mas no puedo evitarlo, á no ser que se me faciliten los medios de hacer una proposición á mis acreedores impidiendo por este medio que exijan que les dé cuenta de mi liquidación. Esto me sería tanto más fácil cuanto que entre la propiedad que ha podido embargar el gobierno mejicano, con motivo de la intervención de mis acreedores, que han reclamado como perteneciente á la liquidación de mi casa lo que es de su propiedad, posée ésta todavía minas y ferrerías que no ha podido explotar en los últimos tiempos, á causa de la penuria en que se encuentra; pero que, con fondos suficientes, dejarían buenas utilidades y podrían cubrir lo que debo, especialmente ahora que acaban de perfeccionarse en Alemania. aparatos para concentrar el mineral que permitirían reducir el

más pobre, que abunda siempre, y obtener beneficios que no habían podido dar antes con el sistema antiguo en uso todavía en Méjico.

"No dudando de que en el interés de usted por el emperador, tenga la complacencia de comunicarle estas observaciones, suplico á usted que acepte las seguridades de mi distinguida consideración.-J. B. Jecker.

M. Conti dirigió una nota al Journal de Bruselas en que respecto de esta carta dice: "M. Jecker se la llevó en persona y vien-do que contenía una petición de dinero bajo amenaza de que no accediendo á ella divulgaría documentos difamatorios, le amenazó á su vez con llevarle ante los tribunales como culpable del delito de jactancia, y le despidió de su casa, desde cuyo momento no le ha vuelto á ver."

Es. pues, cierto que la carta existe; no parece que lo sea menos, pues nadie lo ha desmentido, lo que asienta el desgraciado M. Jecker, que fué pasado por las armas por los revolucionarios de la Comuna, al mismo tiempo que monseñor Darboy y el virtuoso M. Deguerry, cura de la Magdalena." (Arrangoiz.-Historia de Méjico desde 1808 hasta 1867.—

Tomo III.)

Francia resuelve retifar sus tropas de Mèfieo, y abandonar á Maxi

miliano.

A un mismo tiempo recibió el emperador (Maximiliano) á fines de junio, la noticia de la derrota del general Mejía en Matamoros, que dejaba dueños de la frontera del norte á los republicanos, y la nota de M. Darró trascribiendo el despacho de M. Drouyn de Lhuys de 31 de mayo, relativo á la misión del ministro de Maximiliano en que decia. "El general Almonte ha puesto en manos del emperador (Napoleón) las cartas de S. M. el emperador Maximiliano y entregado al gobierno francés las comunicaciones de que era portador. S. M. tiene el sentimiento de deber expresar aquí la sorpresa que le han causado esas comunicaciones. Desde hace más de un año las instrucciones dirigidas á los agentes franceses en Méjico, inspiradas por el sentimiento de los deberes y de las obligaciones recíprocas que hemos contraído, tenían por objeto hacer llegar al gobierno mejicano consejos dictados por el interés de los dos países,

no

menos que por la sincera amistad que S. M. profesa al emperador Maximiliano. Estos consejos parece que no han sido comprendidos. Bastante lo indican las proposiciones formuladas por el general Almonte, al mismo tiempo que ellas revelan la falta completa del conocimiento de una situación, sobre la cual no puede diferirse el ilustrar á la Corte de Méjico.

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"No es ahora del caso recordar el origen de la expedición francesa, cuya legitimidad está demostrada; obligados á hacernos justicia, la experiencia de lo pasado nos imponía el deber de buscar garantías contra la repetición de actos que habían atraído sobre ese país, á costa de expediciones onerosas, represiones severas, mas siempre ineficaces. Estas garantías debían resultar principalmeute de la constitución de un gobierno arreglado, bastante fuerte para romper con las tradiciones de desórden, triste legado de poderes efímeros. Por más que se deseara el establecimiento de ese gobierno, nosotros menos que nadie podíamos pensar en imponerlo, y hemos protestado siempre en alta voz contra semejante designio. No hemos querido creer, sin embargo, que faltasen á la sociedad mejicana los elementos de una regeneración política indispensable, y nos habíamos prometido secundar todos los esfuerzos que intentara el país mismo para arrancarle á la anarquía que le devora. Esta empresa era grande: sedujo al emperador Maximiliano. Al llamamiento del pueblo mejicano se consagró completamente á la empresa, sin que le arredrasen sus dificultades y peligros: él pensaba, como el emperador Napoleón, que se enlazaban grandes intereses de conciliación y de equilibrio con la independencia de Méjico y la integridad de su territorio, garantizados por un gobierno estable y reparador, y él sabía que no le faltaría nuestro apoyo para ayudarle á realizar una obra que interesaba al mundo entero.

"Los deberes del emperador hacia Francia le imponían, sin embargo, la obligación de calcular, según la importancia de los intereses franceses comprometidos en esta empresa, hasta donde había de extenderse el concurso que le era permitido ofrecer á Méjico para asegurar el buen éxito. He aquí el objeto del tratado de Miramar. Ahora bien, del contrato que ha

bía establecido nuestros derechos y nuestras obligaciones, Francia ha cumplido largamente las cargas que aceptó, y no ha recibido de Méjico sino muy incompletamente, las prometidas compensaciones equivalentes. Este es un hecho que debemos hacer constar, porque no depende de nosotros el suprimir sus consecuencias. Estamos lejos de desconocer los obstáculos y las dificultades de todo género contra los que ha tenido que luchar S. M. el emperador Maximiliano. Si hemos deplorado á menudo que sus intenciones no fuesen mejor secundadas, hemos aplaudido siempre su activa solicitud y su generosa iniciativa.

Los resultados no correspondían á nuestras esperanzas á pesar de la hábil y enérgica dirección del mariscal (Bazaine), y del concurso de un ejército que nada dejaba que desear..........

"El gobierno francés facilitaba el arreglo de empréstitos que auxiliaban en sus apuros al gobierno mejicano, y, sin embargo, nuestros sacrificios no han sido recompensados sino con arreglos de cuentas ilusorias. Hemos dado consejos amistosos; pero la resistencia sistemática de los consejeros de S. M., se manifestaba sobre todo en lo que concernía á los intereses de Francia. Deberemos recordar aquí á costa de cuántos esfuerzos pudo la legación de Francia obtener al fin reparación insuficiente de los daños y perjuicios sufridos por nuestros nacionales, mientras se arreglaban, sin contestación; las reclamaciones inglesas: en los momentos mismos en que se encontraban recursos para solventar sin demora y en metálico créditos dudosos y no exigibles, hemos visto discutir hasta el origen de las reclamaciones francesas, no obstante estar reconocidas por el tratado de Miramar como la causa determinante de nuestra expedición, y que aun en el caso de no haberse estipulado nada en su favor, constituirían una deuda de honor é indiscutible.

"Después de haber indicado en todas circunstancias al gobierno mejicano, la necesidad en que estaba de proveer por sí mismo á su propia seguridad, y de haberle declarado repetidas veces que el concurso que le prestábamos no sería mantenido sino en tanto que las obligaciones correspondientes

contratadas con nosotros, fueran estrictamente cumplidas, hemos hecho que se le expongan las consideraciones imperiosas que no nos permitían pedir á Francia nuevos sacrificios, y que nos decidían á retirar el ejército expedicionario. Al adoptar esta resolución, sin embargo, hemos prescrito que se ejecute en los plazos y con las precauciones necesarias, para evitar los peligros de una transición demasiado brusca. Hemos debido ocuparnos, al mismo tiempo, de sustituir á las estipulaciones del tratado de Miramar, sin valor en lo sucesivo, otros arreglos dirigidos á afianzar la seguridad de nuestros créditos. El ministro del emperador en Méjico ha recibido, en consecuencia, las instrucciones necesarias para celebrar sobre este punto una nueva convención. Dichas instrucciones, como todos los actos del emperador Napoleón, están inspiradas por los sentimientos naturales que le unen al emperador de Méjico, y por su deseo sincero de conciliar intereses que no quiere separar. El ha apreciado las razones que han decidido á sus representantes á no apresurar la conclusión inmediata de los arreglos que se les indicaban; pero ha sentido el ver al gabinete mejicano aprovecharse de su condescendencia para trasladar á París el centro de una negociación que no podía seguirse útilmente sino en Méjico.

"El emperador Napoleón ha sentido sobre todo, ver reproducidos en el proyecto de tratado sometido á su gobierno por el general Almonte, proposiciones ya formuladas, y que cada vez que se han reproducido le han obligado á rechazarlas las razones más poderosas. Según ellas, la permanencia de las tropas francesas habría de prolongarse más allá del término convenido; se nos piden nuevos anticipos de fondos, previendo la insuficiencia de los recursos del tesoro mejicano, y se aplaza el reembolso para épocas indeterminadas; ninguna prenda se nos ofrece, ninguna garantía se estipula para asegurar nuestros créditos. Después de las declaraciones francas, leales y explícitas del gobierno francés, cuesta trabajo explicarse la persistencia de las ilusiones que han presidido á la concepción de su proyecto. Es imposible admitir las proposiciones del general Almonte y autorizar su discusión. Será preciso estipular un nuevo convenio.

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