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mos allí alojados tres tercios de españoles; donde ha"bíamos dado muestra. Y se habían pasado á muchas pla"zas de soldados que no había, en daño de la Hacienda de "Vuestra Majestad y de su servicio, y yéndome de la mota

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con orden del Duque de Parma á ver la gente española "para informarle de su cantidad y otras cosas, los alfére"ces y Capitanes, temerosos de que no se echase de ver la "falta que había de las plazas de muestra á las efectivas, en particular en los mosqueteros, hicieron pasar dos veces algunas mangas sin que el dicho.... lo echase de ver. "Y esto fué en mucha cantidad de gente y yo le avisé del engaño lo más secreto que pude, considerando que en aquella ocasión era el aviso de más importancia que lo que montaba la plata. Y no fué esto tan secreto que no "lo supieran algunas personas interesadas, con quien tuve "harta pesadumbre sobre ello....

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"En la villa de Amiens, Reino de Francia, después de ha"berla ganado el Gobernador Hernán Tello Porto-Carrero, por trato, como Vuestra Majestad mejor sabe, yo me ha

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se tomó el dique y fuí el primer capitán que entró en él, peleando "con los enemigos.

"Y en el reino de Francia, estando el campo de Su Majestad á "orden del general de Rona, queriendo salirse el Conde á tierra "del Rey, juntó á los Maeses de Campo y capitanes para tomar su parecer y yo fuí uno de ellos, y el Conde propuso con eviden

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te inclinación de salir fuera del reino con el ejército, y todos se "fueron tras él. Y certifico á Vuestra Excelencia que no hubo más "de mi parecer contrario, porque dije que no convenía salir por "las razones que allí se me ofrecieron. Y, aunque el Conde y todos "los demás me procuraron traer á su parecer, no pudieron, porque ansí me pareció que no era justo y ansí le dije que, pues Su Señoría era general y tenía tantos pareceres con el suyo, que "no tenía necesidad del mío, y que ansí me parecía aquello y ansí "lo decía y que Su Señoría no quisiese obligarme (á decir) lo que no sentía. Y mi parecer sólo bastó para que entonces no saliese "el campo de Su Majestad de Francia."

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"llé con el tercio de don Alonso de Mendoza á mi cargo, "donde hice á Vuestra Majestad muchos servicios y en el tiempo que duró el defendella fuí herido dos veces. Y ̈ juntando el Gobernador á todas las personas más principales y de caudal de aquella ciudad para en nombre de "Vuestra Majestad pedir, como pidió, algún préstamo de "dinero para acudir al reparo de muy grandes necesidades que se le ofrecían en defensa de la dicha villa y sustento "de la gente de guerra (por las cuales había enviado á pe"dir socorro de dinero al serenísimo Archiduque Alberto y

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no se envió sino una carta en que mandaba lo buscase en "aquella villa, atento á que sería muy dificultoso el pro"veerle de ello, por las incomodidades del camino y por

estar el Rey de Francia con su campo encima de la villa;) " lo cual hizo el dicho Hernán Tello con las palabras más "encarecidas que supo, obligando á Su Alteza á la satis"facción muy ampliamente, mostrando su carta en que

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prometía pagarlo luego en España ó en Italia á donde "cada uno lo quisiese, y de pagar los réditos, si algunos "los quisiesen tomar, y hacer otras mercedes en recom

pensa del dicho servicio, que estimaría en mucho; con to"do no hubo nadie que ofreciese ninguna cosa, y yo me levanté en pie para animarlos y dije que para negocio tan importante al servicio de Vuestra Majestad era muy "justo que todos hiciésemos de nuestra parte nuestro po

der y más con tan gran ganancia como la que prometía "el Serenísimo Archiduque, y ofrecí seis mil ducados de á "diez reales y los dí en oro y en plata ú otras cosas, y con todo esto nadie acudió con nada sino fuimos el dicho "Gobernador y yo."

Así, pues, Alonso de Rivera, cuando fué nombrado por el Rey Gobernador de Chile, no era un desconocido sino un militar muy distinguido y ya reputado, Y precisamente debió el nombramiento á sus relevantes cualidades.

Felipe III al subir al trono (septiembre de 1598) recibió como primeras noticias del apartado Reino de Chile las de la trágica muerte de su Gobernador don Martín García Oñez de Loyola y la gran sublevación que le siguió; los Consejeros del nuevo Monarca procuraron enviar acá un hombre capaz de sojuzgar á los indómitos araucanos, que durante tantos años se burlaban del poder español, y eligieron al efecto á Rivera, ofreciéndole crecido número de soldados para que emprendiese una campaña decisiva: por de pronto, á su paso por Panamá, debía recibir allí trescientos hombres y se le prometía enviarle muy luego directamente refuerzo más considerable.

Tales eran los antecedentes del nuevo Gobernador y, si los hubieran conocido por acá, de seguro que, como nunca, habrían tenido esperanzas de ver concluída la guerra de Chile, la cual, según la expresión tan común entonces en el reino, se iba haciendo "infinita."

CAPÍTULO II

VIAJE DE ALONSO DE RIVERA Á CHILE.

Partida de Rivera.-Las recomendaciones que trae para Sotomayor. Por qué no debía tocar en el Perú.-Consejos de don Alonso de Sotomayor.-Peticiones de Rivera al Rey.-Rivera y Aramburú: mala voluntad de éste; número y calidad de los soldades que entrega al Gobernador de Chile.--Por qué se resuelve Rivera á tocar en el Perú.—Su forzada permanencia en Panamá: paga tributo la tropa al clima del Istmo. -Desembarca Rivera en Paita y sigue por tierra á Lima.-Llega á esta ciudad.-Demora. que ahí tiene que soportar.-Atribúyela á deliberado propósito de don Luis de Velasco.-Las palabras del mismo Virey parecen confirmar el dicho de Rivera.-En que ocupó Rivera el tiempo. de su permanencia en Lima: larga serie de memoriales que presentó al Virey.-Pide y consigue que se aumente el situado.Rehusa don Luis de Velasco fijar el sueldo de los militares.- Reiteradas é inútiles instancias de Rivera para conseguir artillería. --Sale para Chile el Gobernador.

A principios de 1600 se embarcó Alonso de Rivera en San Lúcar en uno de los barcos de la armada, que iba á Portobello á las órdenes del general de galeones Marcos de Aramburú, el cuál debía entregarle al llegar allá los trescientos hombres de que hemos hablado.

HISTORIA. TOMO II

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Llevaba Rivera muy especiales recomendaciones para don Alonso de Sotomayor, el antiguo Gobernador de Chile, Presidente entonces de Panamá: Sotomayor recibía encargo no sólo de facilitar á Rivera los barcos que necesitase para venir directamente á Chile (1) y cuantos recursos pudiese, sino también de ayudarlo con los consejos que le sugiriera su larga experiencia en las cosas de este reino. La orden que traía Rivera de venir directamente de Panamá á nuestras playas, tenía por objeto evitar que los soldados se desertaran en Lima, ó que, habiendo conocido la prosperidad y holganza del Perú, quedasen con deseos de volver allá y huir de Chile cuando experimentaran la miseria y escasez de esta tierra.

El viaje de la armada fué muy feliz: sin novedad alguna llegó á Portobello el 3 de junio.

Sotomayor recibió perfectamente á Alonso de Rivera y en el acto ordenó se aprestaran en Panamá dos navíos "el uno de la armadilla y otro de merechantes" para que lo trajesen á Chile. Las noticias que de lo acá sucedido le dió no podían ser más desconsoladoras y á su juicio era necesario el situado y un poderoso refuerzo de tropas para poner á raya la pujanza del araucano. En lo personalmente relativo al Gobernador, le habló de la imposibilidad de cobrar en Chile el sueldo y le aconsejó pidiese al Rey que mandara situar "la cobranza dél en Potosí ó en otra parte, "como lo ha tenido Martín García y lo tiene ahora el Te"niente General Vizcarra".

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"Así mismo me dice don Alonso, agrega Rivera, que yo no puedo pasar sin algunos indios de servicio, andando en la guerra: suplico á Vuestra Majestad mande inviar

(1) Todos los datos referentes á la salida de Rivera para América y á su permanencia en Panamá los tomamos, á menos de señalarles otra fuente, de la carta escrita al Rey por el mismo Rivera desde Portobello el 30 de junio de 1600.

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