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del Sol, dió oído á las viles adulaciones de los cortesanos, depositó su fé en los consejos de pérfidos amigos, y hasta se desvaneció con las dulzuras del mando.

Los peruanos llegaron, en el colmo de su adulación, hasta iniciar el insensato proyecto de proclamarle Emperador de los Andes, proyecto éste que él combatió enérgicamente, dejando entrever el desprecio que le merecian sus autores.

El Vice-Presidente de Colombia le comunicó los graves sucesos ocurridos en Caracas, llamándole con urgencia: esto fué á principios de Julio. Bolívar decidió regresar en el acto á Bogotá; pero no pudo ponerse en marcha hasta el 4 de Setiembre, día en que se embarcó en el Callao con rumbo á Guayaquil.

Digamos entre tanto que Bolívar había dotado á Bolivia de una Constitución (calcada de la de Haíti) en la cual lo más notable era el establecimiento de un Presidente y un Senado vitalicios. Recreábase en su obra, porque le parecía perfecta, y anhelaba que se adoptara en Colombia, como lo había sido ya en el Perú.

El señor Guzman (A. L.) de cuya misión á Lima hablaremos más adelante, había publicado allí un folleto en alabanza de esta constitución, y recibió de Bolívar el encargo de trasladarse á Colombia con el fin de recomendarla; empresa difícil, á lo que parece, porque la constitución colombiana había determinado por el artículo 191 un plazo de 10 ó más años para su fiel observancia, y dispuesto que sólo después de vencido aquel plazo, se reuniera por el Congreso una gran Convención para examinarla ó reformarla en su totalidad. De manera que hasta 1831 aquel pacto no debía

tocarse.

En Venezuela, sin embargo, la Constitución colombiana no gozaba de la aprobación ni del favor popular.

Salió, pues, Guzman para Guayaquil ántes que Bolívar, y conferenció allí con las personas más importantes, acerca del objeto de su misión. El Intendente Mosquera (Tomás Cipriano) que á la sazón no era sino Comandante, promovió una Junta popular que nombró Dictador á Bolívar, autorizándole para convocar

la Convención que acabamos de mencionar.

Cometido este atentado, se embarcó Mosquera, y salió al mar en busca de Bolívar, á quién encontró cerca de la isla Santa Clara. Trasbordóse allí al buque en que éste venía, y dióle cuenta de lo ocurrido.

Bolívar no desaprobó lo hecho; pero convino con Mosquera en que no le diera noticia de aquel suceso sino en la recepción oficial que le harían al llegar á Guayaquil. Mosquera fué en seguida premiado por él con el grado de coronel efectivo, probablemente en ejercicio ya de la Dictadura, pués por la Constitución vigente tal promoción no podía hacerse sino por el Gobierno, con prévio consentimiento del Senado.

De Guayaquil se dirigió Bolívar á Quito, adonde llegó el 28 de Setiembre, y entró en Bogotá el 14 de Octubre.

La verdad es que esta ciudad se preparaba á hacer una apoteosis á Bolívar, cuando tuvo noticia de su regreso del Perú, pero los sucesos de Guayaquil y otros semejantes ocurridos en el tránsito, produjeron un desconcierto ge

neral. El recibimiento fué frio y desabrido: pronto lo conoció Bolívar, y olvidándose de la dictadura que venía ejerciendo desde que salió de Guayaquil, prorrumpió en vivas á la Constitución de Colombia al penetrar en las calles de la ciudad. El pueblo respondió entusiasmado: «¡ Viva el Libertador! » i

Encargóse éste de la Presidencia el 23 de Noviembre y revistiéndose de las facultades extraordinarias que la Constitución le daba, las delegó, durante su ausencia, en el VicePresidente Santander, y se puso en marcha para Venezuela en la mañana del 25, llevando consigo de Secretario al de Relaciones Exteriores, José Rafael Revenga.

Cuando salió para Venezuela, los sucesos de Carácas se habían agravado considerablemente. Escalona había sido puesto en posesión del mando en reemplazo de Paez; pero éste, mal aconsejado, en vez de efectuar su viaje á Bogotá donde su presencia habría disipado la tempestad y permitidole regresar triunfalmente á su pátria, optó por la rebelión, solapadamente al principio, y con la visera alzada

poco después. Es lo cierto que retirado Paez á Valencia, nodriza de todas las revoluciones habidas y por haber en Venezuela, sus amigos y partidarios se pusieron en movimiento, y después de emplear por algún tiempo las amenazas, llegaron hasta organizar partidas de bandoleros armados, que de noche atacaban á los vecinos inermes; csto con el fin de demostrar que sin la autoridad de Paez sería imposible gobernar al país.

Una de estas partidas asesinó el 29 de Abril á tres infelices ciudadanos, arrojó sus cadáveres á las puertas del Ayuntamiento, y cometió todo género de desafueros. Al día siguiente ocurrió una gran asonada de unas mil personas, la cual aclamó á Paez « Jefe militar del Departamento »>, y todas las autoridades y tropas de la Plaza le reconocieron como tal. Poco después fué proclamado Jefe civil y militar de Venezuela.

Consumó, pues, el general Paez, vencedor y héroe en el campo de Carabobo, el crímen de sedición y defección que fué causa de la ruina de Colombia y de la prematura muerte de Bolívar.

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