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XVIII

Fué consecuencia de la conjuración del 25 de Setiembre el levantamiento de los coroneles Obando y López en Popayán, desconociendo la autoridad de Bolívar. De manera que existían por el momento dos peligros en Colombia, la insurrección mencionada y la guerra del Perú.

Bolívar, á pesar de sentirse muy afectado por el aciago acontecimiento de Bogotá, se ocupó sériamente en los asuntos del Sur y organizó en pocos días una división de 1,500 hombres, que al mando del general Córdova

fué enviada en persecución de los dos insurrectos coroneles.

Él mismo resolvió pasar en persona al Sur, y en efecto salió para Popayán el 28 de Diciembre, dejando antes expedido el decreto en que se convocaba el Congreso constituyente de Colombia para el 2 de Enero de 1830.

Á la fecha, una de sus grandes medidas había sido encargar á Sucre el mando civil y militar de aquellos departamentos para organizar en ellos un ejército que oponer á las fuerzas invasoras del Perú al mando del general Lamar. Pensamiento muy acertado fué encomendar la defensa del Sur de Colombia á Sucre y á Flores, generales ambos valerosos é inteligentes que, sin duda alguna, destruirían el ejército del presuntuoso Lamar.

Modesto y generoso Sucre, é inspirado por Bolívar, propuso al peruano un arreglo honroso, que no fué aceptado, porque envanecido Lamar con la posesión de Guayaquil, con la superioridad de su ejército, y con el auxilio moral que le procuraba la insurrección de Popayán, hizo exigencias más que ridículas,

y aun intentó un movimiento secreto sobre Cuenca, que fracasó, recibiendo así en el pueblo de Saraguro la primera derrota en una sorpresa que le hizo Flores, y que le obligó á huir para salvarse.

Á

A pesar de esto, el ejército peruano era superior al de Colombia, pero esta superioridad no arredró á Sucre, que le buscó para destruirlo en una acción más formal, encontrándole al fin en el Portete de Tarqui.

Trabóse allí la batalla, y los peruanos fueron completamente derrotados, dejando el campo sembrado de cadáveres, y entre muertos, heridos y prisioneros 2,500 hombres, con 60 jefes y oficiales, en tanto que la pérdida de los colombianos fué apenas de 300.

Sucre, generoso siempre é inspirado en el amor que tenía al país que había redimido con su espada, ofreció á Lamar una capitulación que éste aceptó el 28 de Febrero en Girón.

Antes de proseguir en los términos de este convenio, digamos que Sucre, entusiasmado con el valor y pericia que desplegaran en aquella jornada el general Flores y el coronel

O'Leary, concedió al primero el grado de general de división, y al segundo el de general de brigada, ascensos ambos muy merecidos. Ordenó, además, que se erigiera una columna en el campo de batalla para conmemorar los nombres de los cuerpos de tropa y de los jefes y oficiales que combatieron aquel día. Este monumento debía tener en el lado del campo enemigo la siguiente inscripción incrustada en letras de oro : « El ejército peruano de 8,000 soldados que invadió la tierra de sus <«< libertadores, fué vencido por 4,000 bravos « de Colombia el 27 de Febrero de 1829. »

Obligóse Lamar por la capitulación, entre otras cosas menos importantes, á entregar á Colombia la corbeta Pichincha, á devolver la ciudad de Guayaquil y á nombrar plenipotenciarios que, unidos á los de Colombia, celebraran en el mes de Mayo siguiente el tratado definitivo de paz. Convenido ésto, se retiraron á su patria llevándose apenas la tercera parte de las fuerzas con que invadieran á Colombia.

Á tiempo que Sucre obtenía tales triunfos, otros no menores alcanzaba Bolívar sobre los

insurrectos de Pasto, al mando de Obando López. Envióles comisionados excitándoles á la concordia, y al fin se sometieron, convencidos de su propia impotencia; pues si bien es cierto que resistiendo habrían impedido á Bolívar el paso hacia el Sur que tanto le inquietaba porque aún no conocía los triunfos de Sucre, una vez que el enemigo extranjero había sido vencido, la derrota de aquellos facciosos no se habría hecho esperar.

En virtud de ésta capitulación pudo llegar Bolívar á Quito en la tarde del 17 de Marzo. Allí le recibió Sucre, y ambos se abrazaron en medio de la más profunda emoción.

Narremos ahora la parte grotesca de la guerra peruana. El general Lamar apenas se vió fuera del alcance de las tropas colombianas, pasó una nota á Sucre quejándose de haber decretado la erección de un monumento tan deshonroso para el Perú; afrenta que éste no podía soportar, y en consecuencia pedía la revocación de dicho decreto, anunciando que si no se accedía á su solicitud, se resistiría á devolver la ciudad de Guayaquil y á cumplir

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