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blicó en su auto-biografía várias cartas que dirigió á Bolívar. Hay, sin embargo, una que no fué publicada, y cuyo original está en poder nuestro. Esta carta desvanece todas las sombras; la historia se encargará de comentarla.

Dijimos antes que el acta revolucionaria de Caracas, desconociendo á Bolívar, había sido firmada el 24 de Noviembre. Ocho días antes, con fecha 16, escribió Paez la siguiente carta á su querido general y amigo. Héla aquí.

PAEZ Á BOLÍVAR.

Valencia 16 de Noviembre 1829.

A. S. E. el Libertador presidente Simón Bolívar, etc.

MI QUERIDO GENERAL Y AMIGO,

Ya le he manifestado en mis anteriores el motivo que hubo para que hubiesen pasado algunos correos sin que hubiese recibido carta mia, de lo que se queja en su muy apreciada de 5 de Setiembre que tengo á la vista.

Á muchos he oido discurrir aquí acerca de la utilidad que resultaría á Colombia de que V. se acercase al Congreso Constituyente que ha de reunirse en Bogotá, é inspirando confianza á los representantes, les ayudase

con sus consejos, hijos de la experiencia, á afianzarnos la dicha de un Gobierno estable. Si todos se persuadieran tanto como yo de la sinceridad con que V. desea el bien : si la calumnia no asestara sus tiros sobre la reputación más bien establecida si la infamia no se complaciera en acercarse á lo ménos á los más grandes héroes, no dudaría yo un instante en pensar del mismo modo, pues estoy cierto que Colombia sacaría de esa operación todos los frutos y ventajas que debe esperar de su creador, de su padre, y del hombre de quien ha recibido cuantos. beneficios está poseyendo. Vd. parece nacido para colocarse en posiciones peligrosas, y yo, aunque mucho inferior y en mi corto alcance, para ser compañero de su destino. Vd. está colocado entre la fuerza del deber, y el poder de la calumnia: deberia Vd. hacer cuanto crea útil para la patria, sin temer á las pasiones, dejando á la posteridad la absolución ó condenación de su conducta el poder de las pasiones dura poco, el de la virtud es tan eterno como el de la razón y la justicia. Cuando sus obras sean meditadas con la calma de la reflexión, entonces el nombre de Bolivar atraerá las bendiciones de todos los corazones tiernos, de los hombres justos, y entonces vendrán á conocer que Vd. sirvió para la patria y se sacrificó por ella.

Los consejos de Vd. desde tanta distancia, serán siempre traicionados; los creerán unos, los interpretarán mal otros, cada cual los verá conforme á sus sentimientos, y procurará encontrar en ellos, ó el acierto de sus ideas ó el fundamento para ejercitar su mordacidad. Con todo, Vd. no podrá menos de darlos, porque ¿cómo podría su silencio ser excusado, mucho menos absuelto en momentos de tanta importancia? ¿cómo podría ser

justo que nosotros perdiésemos la masa de razón y de experiencia que Vd. ha conseguido en tantos años de ilustres servicios hechos á su patria? Vd. que ha tocado todos los males, y que ha estado luchando con los obstáculos de la administración, está obligado en conciencia y en justicia á indicar la senda de nuestra prosperidad, aun cuando la impostura quiera armarse contra la buena fé, porque Vd. es el único que posee todos los secretos de la revolución.

Mi situación no es menos penosa; las cuestiones sobre forma de gobierno han comenzado á tratarse por los ciudadanos las novedades políticas siempre causan sus alarmas, y éstas, por sus consecuencias, no han dejado de causar bastante inquietud: yo he creido que lo mejor era no sofocar el torrente de los primeros movimientos, sino sostener con mano fuerte el Gobierno, según la organización actual, y esperar que la reflexión rectifique las ideas y domine las animosidades. Sin entrar en partidos, sin profesar ninguna opinión, con el carácter de un jefe y de un soldado, me he presentado cumpliendo las órdenes que tengo, y protegiendo la marcha de la administración pública: mi silencio no ha dejado de dar lugar á siniestras interpretaciones; alguna parte del pueblo desconfía de mí, porque me considera muy amigo de Vd. y algunos amigos de Vd. me consideran su enemigo, porque yo no hago todo lo que ellos quisieran. ¡Qué trabajo, general, gobernar en un gobierno naciente, y un gobierno tal, en que el Jefe está al alcance de todos! Aun en mi pequeño círculo me arrebata también la calumnia y despedaza en las aires mi reputación, con más facilidad que el águila juega y despedaza con sus garras la presa. Miserable de mí, ni tengo los recursos

mentales de Vd. ni los medios políticos para sostenerme; estoy ahora colocado en la crisis más peligrosa y enfadosa que he tenido en mi vida: ántes estaba mortificado con el mando, ahora estoy renegando. Sólo me queda un consuelo y un firme apoyo, que es la amistad de Vd. estoy cierto que nunca la perderé, porque hago cuanto está de mi parte para merecerla. Si Vd. ha de morir en la Cruz como Jesucristo, espero que á lo menos me haga á mí la promesa que él hizo al buen ladrón, de que aquel mismo día estaría con él en el Paraíso, aunque las dos tengamos que bajar primero á los infiernos á resucitar los cuerpos de Jiraldot, Cedeño, Plaza y todos los santos patriarcas de la revolución, que tomen venganza de todos los ultrajes que se nos hagan. Á Vd. no le será posible separarse del mando: será llevado á la silla del Gobierno con violencia, porque su nombre está identificado con Colombia; pero yo debo ya descansar, y le pido y le repito, que cualquiera que sea el desenlace del Congreso constituyente después de su reunión, me quite esta carga, y me deje sólo dos placeres, el primero sea considerarme su mejor amigo, y el segundo poner en ejecución lo que antes de ahora, en mi carta de 21 de Junio de este año le tengo ofrecido y es, poner á su disposición todas mis propiedades y acompañarle en su suerte. Si estos solos bienes me quedan, estoy contento con Vd. y con la patria; con ésta, porque me ha recompensado más de lo que yo merezco, y con Vd. porque tengo la amistad que más he anhelado en el curso de mi vida : compañero en las armas y compañero en su suerte, quedarán mis deseos enteramente satisfechos, y la posteridad hallará en mí la conducta de un hombre sincero desde la

vida de un pastor hasta la elevación de un general. Mucho y muchísimo he sentido el ataque de fiebre que Vd. me dice ha padecido: cuídese mucho, porque su existencia es preciosa: el nombre de Vd. está en todas partes, y es el que mantiene el órden: en Vd. están todas las facultades y todos los derechos de los Colombianos, y su falta sería la disolución del pacto, porque Vd. es el único pacto que existe entre nosotros. Me alegro que Vd. como me dice se vaya restableciendo en su campo, pues que le ha aumentado el apetito : Vd. sabrá con la bella sociedad extender esa pequeña isla y hacerla célebre.

Espero que Vd. nos comunique muy pronto la paz con el Perú. Para cuando ésta llegue á sus manos, estará la Escuadra en el Pacífico, y entonces podrá exigir las garantias del tratado que puede dar un gobierno revolucionario, y salir de los embarazos que se le presenten. Sobre todo, yo espero que Vd, nunca pierda la confianza de vencer todas las dificultades, y que me cuente como siempre en el número de sus mejores amigos, como que soy de todo corazón su obediente servidor.

JOSÉ A. PAEZ.

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