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pendiente. La base de la reacción existía ya en el país, como hemos dicho anteriormente. Tres provincias resistian. Nuevos auxilios al mando del Brigadier Cagigal habian llegado á Coro, y con ellos resolvió Ceballos emprender una campaña en el interior de Venezuela. En su tropa había un oficial llamado D. Domingo Monteverde, nativo de Canarias, tan ignorante como presuntuoso y fiero. Con una fuerza que Ceballos le confió, á veces siguiendo sus órdenes, á veces desobedeciéndolas, aquel hombre tuvo la buena suerte de penetrar en el corazón del país.

Á tiempo que este fatídico personaje alcanzaba tales triunfos, ocurrió en Venezuela un suceso que por su gravedad y consecuencias bastaba para aniquilar la causa de la Revolución.

El 26 de Marzo de 1812, á las cuatro y siete minutos de la tarde, sintióse el espantoso terremoto que destruyó una gran parte de Venezuela, particularmente las ciudades de Carácas, La Guaira, San Felipe, Barquisimeto y Mérida no sólo quedaron destruidas muchas

ciudades y sepultados bajo las ruinas sus habitantes, sino que los pocos que sobrevivieron á tan horrible catástrofe, apénas pudieron pensar más que en salvarse.

De este desastre salió ileso Monteverde, quien aprovechando el momento para proseguir su marcha, y desenterrar pertrechos de guerra, logró ocupar la ciudad de San Carlos después de haber vencido las fuerzas republicanas que pretendieron impedirle el paso.

El Congreso Venezolano reunido en Valencia, concedió facultades omnimodas al Gobierno para que hiciera frente á la situación. Este las delegó en el Marqués del Toro, y como no aceptara fué nombrado para reemplazarle el general Miranda, con el carácter de Generalísimo, título que prefirió al de Dictador.

Várias provincias, en el estupor de la desgracia, creyendo que el terremoto era castigo del Cielo por haberse rebelado contra su amado Fernando VII, se adhirieron al punto á la causa realista.

Casi todos los pueblos son supersticiosos, pero especialmente los dotados de imagina

cion ligera y ardiente, ó sumidos como el de Venezuela, en aquella época, en la más completa ignorancia.

¡Con tan pobres elementos debia contar el General Miranda para alcanzar la independencia de su patria!

Como militar de consumada pericia, hizo cuanto pudo, reclutando y armando hombres, y estableció su Cuartel general en Maracay. Fué una de sus principales disposiciones asegurar la Plaza y fortaleza de Puerto-Cabello con el jefe y tropa de más confianza, y para ello nombró á Bolívar comandante general.

Vanos esfuerzos, porque Monteverde, teniendo segura su retaguardia con la adhesión de las provincias occidentales, avanzó alcanzando parciales triunfos sobre los republicanos, hasta acantonar en el pueblo de San Mateo. Miranda retrocedió con su ejército colecticio á La Victoria; pero sabiendo que el enemigo carecía de pertrechos, ántes de comprometer un combate formal, ordenó que fuese tiroteado por las avanzadas consecutivamente cada día, hasta obligarlo á rendirse, puesto que le era

imposible recibir elementos de guerra de Coro, distante 80 leguas de aquel lugar.

La fatalidad había dispuesto las cosas de otra manera, y el 30 de Junio de aquel año se sublevó la fortaleza de Puerto-Cabello, enarbolando en el acto el pabellon de Castilla. Un oficial indigno, seguido de los presidiarios y de los reos políticos que allí estaban encerrados, efectuó con buen éxito aquel movimiento.

Bolívar que era el Jefe militar de la plaza, hizo cuanto pudo por someter los rebeldes, pero sin resultado alguno. Disputó la ciudad y sus alturas á viva fuerza, buscó la muerte por doquiera; pero abandonado por la tropa y extenuado después de cinco dias de combate y fatigas, embarcóse para La Guaira, seguido apénas de algunos oficiales de su Estado a mayor.

Las cartas que ahora insertamos referentes á tan triste suceso, ven por primera vez la luz pública. Durante setenta y un años han permanecido secretas en el importantísimo Archivo que dejó el general Miranda, y que poseemos hoy.

Más tarde publicaremos por separado otros documentos de más importancia llamados á esclarecer ciertos hechos históricos que estaban envueltos en las sombras de la duda y de las conjeturas.

Las dos cartas que Bolívar dirigió á Miranda al llegar á Carácas, son dignas de la más completa admiración: revelan el militar pundonoroso, honrado y valiente, en lucha contra el infortunio y la adversidad de los humanos sucesos. No pueden leerse estas cartas sin experimentarse una emoción profunda.

«< ¡ La patria se ha perdido en mis manos!... » exclama Bolívar, presa del desaliento. Y era él quien debía salvarla más tarde, y ser el verdadero padre de la patria y el fundador de la República é Independencia de casi todo un continente !

Caracas 12 de Julio de 1812.

Mi General. Despues de haber agotado todas mis fuerzas físicas y morales ¿con qué valor me atreveré á tomar la pluma para escribir á V. habiéndose perdido en mis manos la Plaza de Pto Cabello? Mi corazón se halla des

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