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trozado con este golpe aún más que el de la Provincia. Esta tiene la esperanza de ver renacer de en medio de los restos que nos quedan su salud y libertad sobre todo Pto Cabello no espera más que ver parecer el ejército de Venezuela sobre Valencia para volverse á nosotros; pues nada es más cierto que aquel pueblo es el más amante á la causa de la Patria, y el más opuesto á la tiranía española. Á pesar de la cobardía con que al fin se han portado los habitantes de aquella ciudad, puedo asegurar que no por eso han cesado de tener los mismos sentimientos. Creyeron nuestra causa perdida por que el ejército estaba distante de sus cercanías.

El enemigo se ha aprovechado muy poco de los fusiles que teníamos allí pues la mayor parte de ellos los arrojaron á los bosques los soldados que los llevaban, y los otros quedaban muy descompuestos creo que apénas lograrán doscientos por todo.

en suma

Espero se sirva V. decirme qué destino toman los oficiales que han venido conmigo. Son excelentísimos, y en mi concepto no los hay mejores en Venezuela. La pérdida del Coronel Jalon es irreparable, valía él solo por un ejército.

Mi General: mi espíritu se halla de tal modo abatido que no me hallo en ánimo de mandar un solo soldado: pues mi presunción me hacía creer que mi deseo de acertar, y el ardiente zelo por la Patria suplirian en mí de los talentos de que carezco para mandar. Así ruego á V. ó que me destine á obedecer al más infimo oficial, ó bien que me dé algunos dias para tranquilizarme y recobrar la serenidad que he perdido al perder á Pto. Cabello: á esto se añade el estado físico de mi salud que después de trece noches de insomnio, de tareas y de cuidados gravísimos,

me hallo en una especie de enagenamiento mortal. Voy á comenzar inmediatamente el parte detallado de las operaciones de las tropas que mandaba, y de las desgracias que han arruinado la ciudad de P to. Cabello, para salvar en la opinión pública la elección de V. y mi honor. Yo hice mi deber, mi General, y si un soldado me hubiese quedado, con ese habría combatido al enemigo. Si me abandonaron no fué mi culpa. Nada me quedó que hacer para contenerlos, comprometerlos á que salvasen la Patria; pero; ah! ésta se ha perdido en mis manos.

De su súbdito.

S. BOLÍVAR.

Caracas 14 de Julio de 1812.

Mi general lleno de una especie de vergüenza me tomo la confianza de dirigir á usted el adjunto parte, que apénas es una sombra de lo que realmente ha sucedido.

Mi cabeza y mi corazón no están para nada. Así, suplico á usted me permita un intérvalo de poquísimos dias para ver si logro reponer mi espíritu en su temple ordinario.

Después de haber perdido la mejor plaza del Estado, ¿cómo no he de estar alocado, mi general?

¡ De gracia, no me obligue usted á verle la cara! Yo no soy culpable, pero soy desgraciado y basta.

Soy de usted, con la mayor consideración y respeto, su apasionado súbdito y amigo que

B. S. M.

SIMON BOLÍVAR.

tiempo después, por órden mía, con el objeto de mandar al Castillo la intimación que consta bajo el N°1.° en que les ofrecía libertad, vida y bienes, á condición de demás y que le entregasen con todos los efectos pertrechos de guerra que en él se hallaban. Me contestó segun el N° 2.° que rindiese la Plaza; envíase á buscar al C. Domingo Taborda; entregase, interim el mando

(N.o 1.0) Los reos, Oficiales, Cabos y soldados que actualmente se hallan sublevados en el Castillo de San Felipe, pueden contar con un perdón absoluto de vida y bienes bajo todas las seguridades que puedan exigir para la evacuación del Castillo, y su marcha adonde tengan á bien y deséen irse; con la condición de que en el término de una hora hayan de entregar dicho Castillo con todos los pertrechos y demas efectos de guerra que haya en él; en inteligencia de que no hacerlo así y continuen en la obstinada hostilidad que pretenden hacernos, serán pasados al filo de la espada irrevocablemente dichos reos y delincuentes. Esta misión no tiene otro objeto que el de salvar la sangre humana que deberá correr si yo empiezo á hacer jugar mis baterías de las Vijias y la Plaza.

Puerto Cabello, Junio 20 de 1812. SIMON BOLÍVAR. Á los individuos que actualmente se hallan en el Castillo de San Felipe.

(N. 2.) El comandante del Castillo de San Felipe de la Plaza de Puerto Cabello, ha hecho enarbolar el pabellón del Rey nuestro Señor Don Fernando 7°, y como sus fieles vasallos prometen defenderlo hasta derramar la última gota de sangre, ha intimado la rendición de la Plaza al Comandante de ella, inteligenciado, que lo demás es una temeridad, y querer derramar sangre inútilmente. Pide después de dicha entrega por Comandante de la misma Plaza al C. Domingo de Taborda, despachando inmediatamente á buscarle con un bote; y en el interin que venga que quede por sustituto el C. Faustino Garcés; viniendo para este convenio los Comandantes de la Plaza, Artillería y Cuerpo veterano. Ciudadanos Simon Bolivar, Diego Jalón y Miguel Carabaño.

Dios guarde á Vd. Ms. As. Castillo de San Felipe 30 de Junio de 1812. FANCISCO FERNANDEZ VINONY. Ciudadano Comandante de Puerto Cabello, Simon Bolívar.

al Teniente Coronel Garcés, y fuese yo personalmente en compañía del Coronel Jalón y Teniente Coronel Carabaño, á concluir aquel convenio en el Castillo.

Hice segunda intimación notificando á los sublevados que si no cesaban sus fuegos, y se rendian en el término de una hora, no tendrian despues perdón, y serian pasados al filo de la espada: la contestación fué negativa, en los mismos términos que la primera (N° 3.o).

Repetí tercera intimación (N° 4.) que no tuvo contestación alguna, porque los fuegos de ambas partes se cruzaban, y era ya de noche. Viendo la obstinada resistencia de los reos, me determiné á batirlos con todas las fuerzas que estaban á mi mando : para lo cual marchó á la Vijía del Solano el Capitan Montilla, á relevar al Teniente Coronel Garcés que la mandaba, con órden de hacer fuego desde allí; pero observando que no alcanzaban, sino por elevación, y sin ningun acierto, juzgué más conveniente hacerlo cesar para ahorrar las municiones. Y después de haber tenido una conferencia

(N.o 3.) Todo lo que no sea venir á este Castillo los Comandantes nombrados en el primer Oficio es supérfluo tratarse, por que todos los indivíduos de él están resueltos á perder su vida antes de rendirse, y por lo que respecta á cesar los fuegos, se verificará en el momento que se rinda la Plaza ó suspenda los suyos y toda operación militar, y vengan acá los sujetos nombrados.

Dios guarde áVd. Ms. As. Castillo de San Felipe; 30 de Junio de 1812. Francisco Fernandez Vinony; Señor Comandante de la Plaza. D. Simon Bolivar.

(N.o 4) Yo cesaré el fuego cuando Vds. capitulen, y entonces les concederé la vida, y la libertad.

Puerto-Cabello 30 de Junio de 1812. SIMON BOLÍVAR. Señor Comandante del Castillo de San Felipe.

con Garcés, lo devolví á su destino, por haberlo hallado en mi concepto inocente, y más que todo, porque su popularidad y gran crédito entre la clase de Pardos, lo hacian temible si se le hacía el ultraje de quitarle el mando y desconfiar de él como sospechoso; y en este caso no me quedaba recurso alguno para sostener la Plaza, pues los únicos que la defendian eran pardos.

El bergantin Zeloso, bajo los fuegos del enemigo. salió del Puerto con la mayor bizarría, y aunque con algun descalabro lo salvamos. El Bergantin Argos se sostuvo por nosotros á pesar de los repetidos cañonazos que le tiraron, y la marinería á nado vino á tierra. El Comandante del Apostadero, C. Juan Bautista Martinena, fué sorprendido á bordo de su buque, y conducido al Castillo, donde permanece preso con la mayor severidad.

La goleta Venezuela, la tomaron, y llevaron parte de la marineria al Castillo.

Toda la noche del día 30 hubo un combate el más obstinado de artillería y fusilería entre el Castillo y nuestras baterías; éstas estaban cubiertas de nuestras tropas que se portaron con un valor extraordinario; y en particular el Teniente Coronel Carabaño y el Capitan Granados que fué muerto de un tiro de metralla, como también varios cabos, sargentos y soldados.

La causa que tuvo, segun las conjeturas, el subleniente Vinony para vender la fortaleza, fué hallarse quebrado de los fondos de su compañía, por una parte, y la seducción de mando ó riqueza que esperaba este traidor por recompensa de su felonía, luego que los reos de Estado estuviesen en libertad, y su paisano Monteverde se apoderase de la Plaza.

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