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La respuesta de Paz del Castillo, que era una negativa disimulada de salir a campaña, contrastaba con la sumision habitual de los demas ausiliares, i provocó en el Congreso aquella esplosion de nacionalismo contra las tropas estranjeras a que nos referimos ántes. La negativa de Paz del Castillo de fraccio nar su division era, a nuestro juicio, un pretesto para no tomar parte en la espedicion al sur. Bolívar no tenia confianza sino en sí mismo o en algunos de sus mas inmediatos tenien tes, i queria evitar que el ejército colombiano se comprometiese bajo la direccion de los jenerales del Perú.

Puede atribuirse esta resistencia a ambicion, porque no poniendo su ejército a las órdenes de nadie, hacia indispensable su venida al Perú a mandarlo, i los enemigos del Libertador no han dejado de interpretarlo así. Pero no es necesario buscar

fuerzos a conservar las débiles reliquias de lo que pertenecia a Chile, i es un milagro debido solamente a la constancia i virtudes de nuestros oficiales que a la fecha exista un hombre con la escarapela tricolor.

<Pero ya que estas desgracias son en el dia irreparables, puede a lo ménos esta esperiencia presentar en lo sucesivo medios seguros de evitarlas, i de indemnizar algo de lo perdido. Este gobierno envía a Chile un diputa do a pedir a nuestro gobierno tropas i otros ausilios que en el dia le son de la mayor necesidad i que no tiene otra parte donde poder ocurrir, pues las tropas de Colombia mas bien se han presentado con el carácter de invasores que de ausiliares: a las de los Andes las van a reducir a un batallon, i solamente el gobierno de Chile es quien puede presentarle una mano protectora en la posicion peligrosa en que hoi se ve esta capital. Si nuestro gobierno se decidiese a remitir tropas, me parece que debia preceder un tratado entre ámbos gobiernos, cuya base, por lo que hace a la parte militar, debia sentarse en los artículos siguientes:

<1.° Que el gobierno del Perú se comprometa a mantener los batallones i escuadrones que viniesen de Chile, en la misma fuerza que se embarcaren en Valparaiso, reemplazando mensualmente las bajas que tuvieren.

<2.° Que el batallon de artillería i los batallones de infantería números 2, 4i 5, i los escuadrones de caballería que hoi forman el Ejército de Chile en el Perú, se reorganicen i se levanten hasta ponerlos en el pié que salieron de Chile, debiendo mantenerse cada uno de estos batallones de in. fantería en la fuerza de 750 plazas, i los de caballería en la de 300, que es la que sacaron de Valparaiso.

<3.° Que las bajas de estos cuerpos indicados, sea reemplazada mensualmente del mismo modo que las del artículo 1.o

<4.° Que a los tres meses de concluido el tratado deba haberse ya entre

en sus pasiones la esplicacion que puede encontrarse en causas mas elevadas. Bolívar debia saber el estado de los ejércitos que servian al Perú, i era lójico que quisiese salvar el suyo del abismo a que lo arrastrarian la indisciplina i las rivalidades. Ademas, la guerra del Perú no habia producido hasta entónces un solo hombre de guerra digno de confianza. Cuando se recuerda lo sucedido en Ica en 1822, i lo que ocurrió en la campaña a que se invitaba a Paz del Castillo, se encuentran motivos para justificar la conducta de Bolívar, no para censurarla. Bolívar consideraba su ejército como el último baluarte de la libertad sud-americana, i ese juicio era exacto, porque en aquel momento ni Chile ni la Arjentina estaban en situacion de ahogar el dominio español del Perú, i por consiguiente, habia una gran razon de patriotismo para no comprometer a la lijera la mas séria garantía que le quedaba a la causa de la independencia.

Nosotros creemos que Paz del Castillo estaba empapado en

gado a los batallones la fuerza que les falta para el completo de 750 plazas i a los escuadrones para la de 300.

<5.° Que el ejército perteneciente a Chile se mantenga unido, i no pueda diseminarse en destacamentos, esceptuándose solamente los cuerpos que se tuviere por conveniente destinar a la vanguardia, luego que todo el ejército rompa su movimiento sobre el enemigo.

<6. Que los desertores que hayan tenido los cuerpos de Chile desde su desembarco en las playas del Perú, bien sea los que actualmente forman este ejército, i los que se remitieren posteriormente, sean escrupulosamente entregados en cualquier lugar o cuerpo que se hallaren.

<7.° Que el equipo i pagamento del ejército de Chile sea de cuenta del gobierno del Perú.

<8.° Que el montepío e invalidez que mensualmente se descuenta al ejército de Chile, sea una deuda de esta tesorería a la de Chile, la cual se satisfaga cuando mejores circunstancias lo permitan.

No me ha parecido prudente inculcar sobre el equipo i pagas de la tropa, para que vea el Perú que solamente trata Chile de sostener la dignidad de su bandera tan vilmente desatendida, i para que nuestro ejército tenga un monumento del interes que toma nuestro Gobierno en su favor, tratando de evitarles tantas humillaciones como las que ha esperimentado por haber estado a discrecion de todo el mundo.

<Tengo la honra de ofrecer a V. S. los sentimientos de la mas alta consideracion i aprecio.

<F. A. PINTO›

estas ideas i que no queriendo revelar el verdadero motivo de su proceder, se apoyó en las razones que ostensiblemente le daban justicia, como fué la necesidad de no partir sin que mediase un convenio prévio, que pusiese sus tropas a salvo de la situacion a que habian llegado las de los Andes i de Chile.

Mas tarde tuvo una exijencia mas grave i ménos justificada. Su division fué destinada a formar parte del ejército de Arenales, i él se resistió a servir a las órdenes de un jeneral que no fuera natural del Perú. Como es sabido, Arenales era español de orijen, pero habia escrito con su espada su carta de ciudadanía sirviendo a la independencia con fidelidad i heroismo ejemplares. Esta declaracion, ademas de ser una ofensa para este glorioso soldado, era un obstáculo insuperable para realizar la parte que le estaba confiada en el plan de campaña.

Despues de estos incidentes i de las discusiones a que dieron márjén, presentó las siguientes condiciones para tomar parte en la campaña que se proyectaba: que el ejército de Colombia, como ausiliar del Perú, fuese pagado por él, vestido i repatriado despues de la guerra, por su cuenta. El Perú le daria reemplazos para llenar sus bajas, calculando que tuviese siempre las mismas plazas con que salió de Colombia, i el mismo armamento. Los reemplazos se harian, al principio, con los soldados colombianos que habia en la division que condujo Santa Cruz a Pichincha, i despues con naturales del Perú. Ademas, la division de Colombia obraria siempre reunida, «sin que en ningun caso, pueda desmembrarse de ella ningun cuerpo».

Esta última condicion era imposible de cumplir para el gobierno peruano; no así las otras. No habia cuestion en cuanto a la justicia con que se exijia del Perú que pagase, vistiese i trasportase los soldados que servian en su defensa. Lo relativo a los reemplazos era mucho mas grave, pero no era injusto, i a mas de estar autorizado por precedentes dignos de ser tomados en cuenta, Paz del Castillo obedecia en este punto órdenes terminantes de su gobierno. Existia el antecedente de que Chile habia reemplazado las bajas del ejército arjentino, sin hacer jamas cuestion de su tributo de sangre, de tal modo que la mayoría de los soldados que figuraban bajo su bandera eran chilenos, reclutados en Chile.

Colombia tenia razones especiales para exijir esto del Perú. Los cuerpos peruanos que concurrieron a la campaña de Pichincha fueron atendidos i pagados en la misma forma que los colombianos. Habiendo perdido los batallones Piura i Trujillo 250 soldados por desercion, sus vacantes se llenaron con hijos de Colombia, suministrados por el gobierno: los muertos en Pichincha, que ascendieron a 300 hombres mas o ménos, fueron reemplazados del mismo modo i se dieron a la division del Perú 300 mas en el momento de embarcarse en Guayaquil (26). Ademas de estos precedentes, existia un convenio formal ce lebrado entre San Martin i Bolívar en Guayaquil, cuando se trató del ausilio que Colombia debia prestar al Perú. Entónces se estipuló verbalmente, entre ellos, que las bajas de la division colombiana serian reemplazadas, primero con los soldados de este pais que llevaba la division de Santa Cruz i despues con naturales del Perú. El jeneral Paz del Castillo recordó este antecedente en la discusion i el secretario de la guerra de Lima reconoció su efectividad (27). Habia, pues, un compromiso en este punto cuyo cumplimiento reclamó el gobierno de Colombia por la pluma del jefe de sus tropas en el Perú.

Bolívar dió poder al jeneral Paz del Castillo para que deter minase las condiciones en que continuaria sirviendo, i con esta autorizacion Paz del Castillo formuló las exijencias que hemos dado a conocer. El gobierno peruano le contestó aceptando las obligaciones de pagar, vestir i trasportar de su cuenta las tropas de Colombia; negándose a dar reemplazos, i conviniendo en que la division de Colombia operase reunida i bajo el mando de sus jefes, pero solo «cuando el plan de campaña lo permita› i subordinada en un todo al jeneral en jefe.

En vista de esta respuesta, Paz del Castillo regresó a Colombia con su division, en trasportes que le proporcionó el gobierno de Lima.

Esta discusion destemplada i la retirada de las tropas colombianas, ocurrió en los mismos dias (el 8 de enero de 1823) en

(26) Nota de Paz del Castillo a Guido, publicada por Paz Soldan en la pájina 315 del Perú Independiente. Lima, noviembre 5 de 1822.

(27) Notas de Paz del Castillo i de Guido. Lima, octubre 22 de 1822, publicadas por Paz Soldan, pájina 314.

que se decidió en el sur de un modo desastroso la suerte del ejército espedicionario. Las notas que se cruzaron con este motivo entre Paz del Castillo i el gobierno, fueron preñadas de amenazas, i nadie puede pensar, al leerlas, que hubieran sido escritas por hombres animados por el sentimiento de una causa gloriosa i de un peligro comun. Al traves de las aparentes protestas de cordialidad, se deja ver un fondo de amargo desengaño i de ira violenta, que no alcanzan a ocultar las vaguedades de la retórica oficial, i vése al mismo tiempo qué honda herida habian abierto en la fraternidad de Colombia i el Perú, las desconfianzas que hemos dado a conocer. Cuando el jeneral Paz del Castillo supo que el gobierno e negaba a aceptar las condiciones que habia presentado, se dirijió a él en estos términos: «Si los colombianos en el Perú no han dado el menor motivo de queja a sus habitantes; si el ardor i apresuramiento con que vinieron a tomar parte en su defensa, no permitiéndomenor descanso de las fatigas de la última campaña, no fueron recibidos con la fraternal caricia que era de esperarse; si no pudieron evitar se les saludara con las diatribas i calumnias impresas contra su gobierno; i si no han tenido otra parte en los recelos infundados que se han inspirado en el pueblo del Perú, que el dolor con que los han visto i la resignacion con que los han soportado, ¿quién podrá atribuirles falta de jenerosidad i desgano para arrostrar los peligros que a la menor insinuacion de sus jefes vinieron a buscar en defensa de la libertad? A nosotros nos toca únicamente obedecer. Es llegado el caso que nos es imposible existir aquí sin un convenio que supla la falta de confianza i de armonía que otros causaron, i que nos han reducido a carecer de los ausilios de nuestro pais i de los de este gobierno para hacer fructíferos nuestros esfuerzos como deseamos. Por tanto, no habiéndose convenido la Suprema Junta en las proposiciones que hice segun los poderes e instrucciones que he recibido, espero que U. I. se digne pedir se dé la órden para que se apreste la division i se apronten los buques que han de trasportarla del Callao a Guayaquil a la mayor brevedad posible (28). »

(28) Paz del Castillo a Guido. Lima, diciembre 20 de 1822.

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