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Estos temores nabian desarrollado ciertas ideas que influyeron en la política internacional a fines de 1824, i es probable que se pensara lo mismo al principiar el año. El Gobierno de Chile raciocinaba así: si La Serna vence, teniendo la preponderancia naval que le da la posesion del Callao i aumentada ésta con los nuevos buques que se aguardan de la Península, lo probable es que pretenda invadir a Chile. Si es vencido, los restos de su ejército que alcanzaren a llegar a la costa se embarcaran para Chiloé, i esas fuerzas, agregadas a los dos mil hombres que suponia que tenia Quintanilla en el archipié lago, podrian amenazar a Chile (27).

Es natural que, en vista de estas nuevas preocupaciones, hubiera cambiado la opinion del Gobierno de Chile en órden a la guerra esterior. Se consideraba ahora mas urjente destruir el nido de piratas que se habia formado en Chiloé, i suprimir el peligro que aparecia por el sur, para espedicionar despues con mayor confianza i seguridad al Perú. En efecto, a principios de 1824 el director Freire se puso a la cabeza del ejército llegado del Perú i emprendió la primera campaña de Chiloé, que tuvo un éxito desgraciado.

Conocidos estos antecedentes, se comprenderá cuán infructuosos fueron los esfuerzos que hacia el ministro Salazar por conseguir del Gobierno chileno que cumpliese la promesa que

pais. Lo que aviso a US. para conocimiento de S. E. el Libertador.-Juan Salazar»

Este don Juan de Dios Búlnes era hermano de mi abuelo, llamado Manuel Búlnes. Don Juan de Dios se fué de Arequipa a España i, segun creo, fué canónigo en Toledo i aun tuvo otras dignidades mas elevadas. Tenia en Chile una propiedad de campo situada en el departamento de la Florida, que conservó hasta su muerte, i por tradicion de familia he oido contar que murió cuando mi padre era Presidente de la República i que en su testamento lo desheredó por haber sido «insurjente», porque ni aun entónces transijia con la revolucion de América, i legó su hacienda a los hijos de una hermana suya que fué casada con don Cárlos García, que era marques del Postigo, el que fué padre de don Cárlos García del Postigo, cuyo nombre aparece varias veces en este libro, i que mandó en jefe, en clase de contra-almirante, la escuadra chilena en la campaña al Perú de 1838. (27) Estas ideas se manifiestan en la Memoria de Guerra de 1824 firmada por el director Freire i su ministro el jeneral Pinto.

en repetidas ocasiones les habia hecho al Libertador i a él. Ademas de las jestiones oficiales tuvo conferencias personales con Freire.

A principios de Marzo exijió que se le diese una respuesta categórica para no mantener en el Perú espectativas falsas i peligrosas, i don Mariano Egaña, que representaba a Freire en Santiago con el carácter de Director delegado, le contestó que en el momento no podia ofrecer otra cosa sino que el 12 de Mayo partiria la espedicion, fecha en que debia suponerse que la de Freire estuviera de regreso de Chiloé. Salazar protestó de esa respuesta i pocos dias despues reiteró la pregunta que habia hecho repetidas veces. El Congreso tomó entónces intervencion en el asunto i le hizo decir a Salazar que tan luego como se supiese que la espedicion al archipiélago habia tenido éxito favorable, la espedicion volveria al Perú (28).

Con esto terminó toda esperanza de cooperacion de Chile a la campaña que el Libertador se preparaba a iniciar contra el ejército español. Sin dejar de comprender que las razones que determinaban el cambio en la política chilena no carecian de justicia, no se puede desconocer que el antiguo espíritu de nuestra política internacional se habia modificado en un sentido que no era el de la abnegacion jenerosa en favor de la causa del Perú. Chile se decia ahora que la caridad empieza por casa, i abandonaba el campo grande i decisivo de la revolucion sud-americana por uno mas estrecho. Los temores que se abrigaban nos parecen utópicos, en cuanto a la reconquista. de Chile por la division imajinaria de Quintanilla. Estamos mui lejos de decir con esto que la necesidad de incorporar el archipiélago a nuestro pais no tuviera importancia, sino que el verdadero peligro no estaba allí, sino en el Perú, i, como se comprobó con los hechos, si la division de Pinto vuelve allí, Chile habria cumplido su palabra empeñada; habria coronado sus antiguos esfuerzos segando a la par de Colombia los laureles

(28) Las comunicaciones cambiadas con motivo de esta negociacion son del 6 de Marzo de 1824, del 17 del mismo i del 3 de Abril. La sesion del Congreso en que se tomó el acuerdo referido es del 13 de Abril. Sesiones etc., tomo IX.

de Ayacucho, sin que la reconquista del archipiélago se hubiese retardado, porque la division vencedora hubiera podido regre. sar del Perú i marchar a Chiloé ántes de 1826, en que el archipiélago se incorporó a la República.

VII

En Julio el Ejército Libertador atravesó la cordillera que conduce al valle de Jauja. A lo largo de los espantosos caminos porque tuvo que pasar, el soldado encontró barracas de madera preparadas por Sucre para resistir la inclemencia de las noches, que son sumamente frias, i depósitos de leña para calentarse i hacer su comida; las caballerías, galpones con forraje tambien · debidos a la vijilancia de Sucre (29).

Seguia al ejército una columna de indios que conducian los víveres a hombros. Los soldados de caballería iban montados en mulas, llevando cada uno su caballo de tiro, herrado de las cuatro patas, siendo de advertir que para fabricar las herraduras i clavos hubo que fundir piezas usadas de mas valor. Los caballos i mulas habian sido recojidos en su mayor parte en la costa por Bolívar.

Detras del ejército marchaba una masa de seis mil cabezas de ganado vacuno que habia acopiado el Estado Mayor sacándolas metódicamente de todos los rincones en que las ocultaban sus dueños.

Los soldados iban bien provistos de abrigos para pasar la cordillera. La mayor parte de la infantería llevaba fusiles fabricados en Inglaterra i Francia i no peores que el comun del armamento menor en la época. La caballería tenia lanzas i espadas, i como arma de fuego la pistola o la carabina (30). El espacio que recorrió es, como todo camino de cordillera, un angosto sendero, hecho por el uso, al borde de los abisinos, donde hai que confiarse a la bestia sin dirijirla. La infantería seguia en largas e interminables líneas. A cada paso se le ofrecia el

(29) MILLER, Memorias, tomo II, páj. 131. (30) MILLER, Memorias, tomo II, páj. 134.

contraste de una montaña escarpada i de un valle profundo, cimas que se pierden en las nubes, i torrentes que se divisan como un hilo de agua en el fondo de vertijinosas honduras. Era frecuente el que despues de hacer un camino pedregoso, fatigante, sin mas vejetacion que la débil grama que sirve de alimento a las llamas, o la pita de que los aboríjenes hacen hilo, sin divisar otro sér vivo que el cóndor, o una manada de vicuñas que se detiene a mirar al viajero, los soldados se encontraran de repente al borde de un valle, en cuyo fondo perpendicular se veia un campanario blanco envuelto por un arbolado del mas rico fruto. El ejército bajaba a aquel valle para subir a una nueva altura, i esto incesantemente. En las quebradas el sol refrijeraba sus miembros fatigados, i en la tarde los soldados tenian que dormir acurrucados alrededor de las fogatas para no helarse. Una inmensa fila humana seguia los contornos accidentados de los barrancos semejando una culebra inmensa que envol viera con sus anillos en espiral las inflexiones de los cerros. En ciertos puntos el soldado sentia vértigos i tenia que ausiliarse de su compañero; en otros la rarefaccion del aire le impedia marchar, i hubo batallones enteros que cayeron al suelo, atacados de soroche, que parece ser el guardian celoso de esas soledades eternas (31). De trecho en trecho Sucre habia colocado cornetas que señalaban el camino con toques, para evitar que la interminable columna se estraviara.

Así pasó el ejército la cordillera del Perú. Todo lo que la prevision permitia se puso en práctica para hacer mas soportable la peligrosa travesía. Fuera de los inconvenientas natura. les, el Ejército Libertador no sufrió otros, i a fines de Julio se encontró reunido en la alta meseta.

El 2 de Agosto el Libertador le pasó revista en una llanura que hai al pié de Cerro de Pasco. Se componia próximamente de 6,000 colombianos i de 3,000 hombres que llevaban la escarapela del Perú.

A poca distancia estaba Canterac. Un paso mas, i los ejércitos tenian que chocarse. La hora decisiva en los destinos del Perú iba a sonar.

(31) MILLER, Memorias, tomo II, páj. 133.

Cuando esto ocurria, venia de viaje desde Trujillo, para reunirse al Libertador, el jeneral O'Higgins, que habia solicitado empeñosamente un puesto en el ejército, para encontrarse presente en la batalla que decidiria la guerra de la independencia. Las dificultades del camino eran tan grandes i tan escasos los elementos de trasporte, por habérselos llevado todos el ejército, que a pesar de su jeneroso anhelo, no pudo encontrarse en el combate de Junin i solo se reunió con el Libertador en Guancayo el 18 de Agosto. El 19 fué dado a reconocer en su clase de capitan jeneral, pero no se le dió colocacion en el ejército, i siguió al lado de Bolívar, venciendo las dolencias de su salud i sobreponiéndose a los sufrimientos que debió esperimentar al ver que no se le daba el puesto que buscaba tan empeñosamente. Continuó, sin embargo, sin proferir una queja; al contrarió, ponderando los méritos del Libertador i halagado con la idea de que habria siquiera un representante oficial de Chile en la batalla decisiva. No le fué dado, sin embargo, tener esta satisfaccion. Bolívar volvió a la costa ántes de Ayacucho, i con él, el jeneral O'Higgins, lo que no le permitió concurrir a la batalla.

La injusticia mas terrible hacia que su patriótica cooperacion fuera una carga i un inconveniente para el Libertador, porque su incorporacion en el ejército habria. despertado recelos en Santiago, que a Bolívar le convenia evitar.

¿Lo comprendió O'Higgins?

Quién sabe si la injusticia de los hombres le propició la suprema amargura de que solo a él, al Director de 1820, le fuera negado hacer en obsequio de su Patria lo que era una obligacion para el último de los hijos de Sud-América! (32).

(32) No es una suposicion gratuita decir que en Chile habria despertado recelos el que se hubiese dado colocacion efectiva en el Ejército Libertador al jeneral O'Higgins. Esa desconfianza se habia revelado una vez en 1823. Ese año, poco despues de la deposicion del director, don Miguel Zañartu empezó a publicar en Santiago un periódico titulado el Clamor de la Patria, i en el prospecto de ese periódico insertó un artículo recomendando que se aprovechara la presencia de O'Higgins, que todavía estaba en Chile, para enviar a su cargo una espedicion ausiliar al Perú. «Respecto, decia, a que tenemos aun al capitan jeneral don Bernardo O'Higgins, a ese hombre de recursos, a ese republicano que siempre está dispuesto a empuñar la espada cuando el clamor de la Patria lo llama, prepárensele, si es posi

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