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El enemigo se encontró delante de «selvas densas de ferrados picos», segun dice el cantor de Junin, i el empuje de su ataque se detuvo ante esa maniobra inesperada. Sin embargo, el choque fué terrible. El coronel Necochea recibió siete heridas i fué tomado prisionero, i se le conducia a la retaguardia a las ancas de un soldado español cuando fué libertado por los suyos. Miller le sucedió en el mando. Durante el combate no se disparó un tiro. No se oia otro ruido que el chasquido de las lanzas i las vibraciones de los aceros que rasgaban el aire. Parece, segun todas las versiones, que en el primer encuentro la suerte sonreia a los españoles, i que los cuerpos colocados a retaguardia, en el estrecho espacio que dejaba el borde de la laguna, se arremolinaron en desórden i empezaron a retroceder. Canterac, con su atrevimiento habitual, penetró en las profundas masas i las desorganizó; pero de improviso, i segun él dijo, «sin que pudiera imajinarme cuál fué la causa», sus escuadrones retrocedieron acometidos por todas partes i huyeron diseminados por el valle perseguidos por los vencedores.

No es fácil decir con certeza qué fué lo que ocurrió, porque a la oscuridad natural de un rápido encuentro al arma blanca, hai que añadir la confusion sistemática que han empleado los escritores que se han ocupado de referir estos hechos, los que movidos por sentimientos de nacionalismo, se han disputado la victoria. El frances M. Lafond la atribuye a los granaderos a caballo que mandaba en jefe el frances Bruix; el jeneral Miller, a las tropas que él dirijia al principio del combate, i los escritores peruanos, al comandante de uno de los escuadrones del Perú, don Vicente Suarez. Desgraciadamente fomenta esta confusion el laconismo de los partes oficiales, que son sumamente parcos de detalles, al punto de que el historiador que solo busca la verdad, tiene que proceder a tientas, por temor de incurrir en una inexactitud o una injusticia.

Parece que los hechos pasaron así. Los cuerpos de Canterac, exajerando el efecto de la primera embestida, se comprometieron demasiado ántes de que la línea de vanguardia estuviese vencida, i forzando el flanco izquierdo de los patriotas, fueron envueltos por las masas desordenadas de la retaguardia i por las tropas de vanguardia. Viéndolos en esa situacion desfavo

rable, los cuerpos republicanos hicieron un movimiento simultáneo contra ellos, cabiendo especialmente el honor de esta decisiva embestida al rejimiento de Húsares del Perú, mandado por el comandante Suarez, el cual habia quedado libre de la desorganizacion por la configuracion del terreno. Los granaderos de Colombia, rejidos por el comandante don Felipe Braun, atacaron valientemente la izquierda, los húsares del mismo pais el centro i Miller la derecha (3).

El enemigo, envuelto por todas partes, se entregó a la fuga, perseguido por los vencedores que los median con sus lanzas, i dejaron la planicie cubierta con los caballos que habian perdido sus jinetes, con sus armas i con sus muertos i heridos, que ascendian a cerca de 400.

La caballería vencedora continuó la persecucion hasta que los jinetes despavoridos se incorporaron en sus divisiones de infantería, las que al recibir el contajio de ese terrible pánico, aceleraron su marcha i la continuaron toda la noche i al dia siguiente hasta las oraciones, sin descansar. El jeneral Cante. rac se les reunió en la tarde del 6.

La caballería española estaba vencida i disuelta i desde entónces hasta la batalla de Ayacucho no figuró como entidad militar apreciable. Una corriente de pánico dominaba al ejército del Norte. La infantería no era una division que se retiraba, sino masas que huian dominadas por indescriptible terror.

El frio de la noche concluyó la obra del dia. Los heridos, que casi en su totalidad no fueron recojidos del campo de batalla, murieron por el frio (4).

Junin fué una embestida gloriosa, sin grandes disposiciones tácticas, en que el terreno favoreció a los patriotas i en que se dieron por ámbas partes pruebas innegables de bravura. Considerado en sus consecuencias, es un combate de grande importancia, porque la confianza de la victoria pasó de los realistas a los patriotas, i él en gran manera esplica el éxito de la batalla de Ayacucho.

(3) Así lo dice el parte del Estado Mayor Jeneral, firmado por Santa Cruz.

(4) MILLER, Memorias, t. II, páj. 143.

Los sables que destrozaron a la caballería española en la pampa de Reyes, rompieron el anillo mas fuerte de la cadena que mantenia al Perú atado a la dominacion española (5).

IV

Despues de una marcha de 24 horas, el ejército español llegó a Jauja, donde se detuvo poco tiempo. El 8 de Agosto habia recorrido 160 kilómetros, i tomándose apénas el suficiente tiempo para comer i reponerse del cansancio, siguió al sur. El ejército vencido buscaba una barrera que lo protejiese del vencedor, i la primera que debia de encontrar en su camino era el Rio Grande de Jauja.

Probablemente jamas debió pasar el jeneral Canterac dias mas amargos que los que siguieron al combate de Junin. Las lanzas colombianas, los sables peruanos i arjentinos, habian

(5) A título ilustrativo inserto la siguiente carta de Miller escrita en el campo de batalla i que no he visto publicada:

JOHN THOMAS SQUIRE

Campo de batalla de Junin, 6 de Agosto, 8 P. M.

Mi querido Thomas: Nuestra caballería alcanzó el ejército de Canterac a las 4 de la tarde. Nos cargó con once escuadrones. Nosotros le hicimos frente de la misma manera. Hubo mucha confusion en ámbos lados. Nuestras tropas fueron al principio derrotadas parcialmente. Los bravos coraceros, despues de haber sido rechazados i flanqueados por un número superior (cuádrupie), hicieron cargas en retirada i ganaron la jornada. Cerca de 300 hombres del enemigo han sido ya contados entre los muertos sobre el campo. Nuestras pérdidas no pasan de 120 entre muertos i heridos. Se ha aplaudido mucho a la caballería peruana i el Libertador me ha felicitado mas de lo que merezco. El enemigo se ha retirado. Nosotros lo seguiremos. Ni su infantería ni la nuestra se vieron comprometidas. Wyman está bien, conmigo. Escriba a Juan. Le enviaré detalles tan pronto como pueda. Su

W. MILLER

Toda la caballería del ejército era mandada por nuestro Necochea, habiendo sido herido.

roto el tejido de la subordinacion en sus filas i, como el temporal de pánico arreciaba, los soldados peruanos forzaban el encierro de los campamentos para desertarse, i se aprovechaban de los accidentes del terreno para arrojar sus armas i fugar. El camino iba quedando como un campo de batalla, sembrado de soldados fusilados para evitar el terrible contajio, de las armas de los desertores i de los arreos militares que arrojaban para acelerar su fuga.

Canterac adoptó las disposiciones mas minuciosas i severas para impedir la desorganizacion total. Los soldados de orijen español marchaban fuera de las líneas en los lugares de observacion, con órden de hacer fuego sobre todo el que se separase de su puesto. Durante la noche hacian rondas al rededor de los campamentos para mantener acorralados los batallones dominados por el pánico. I a pesar de esta severa vijilāncia, el ejército sufrió una desercion tan fuerte que, segun datos autorizados, alcanzó a mas de la tercera parte de su número. «A la verdad, escribia en esos dias el jeneral O'Higgins (6), el tímido ciervo de los Andes no huye del cazador con mas presteza que Canterac i hasta el último de sus soldados, de nuestras tropas; pero no lamentemos tal ajilidad, pues que huyó de ella con ventaja mas de 2,000 soldados para escaparse de Canterac, i solo sus estraordinarios esfuerzos, los de sus oficiales i los chapetones de su ejército, ausiliados de los mas sanguinarios castigos, han podido impedir la total desercion de los hijos del pais, que constituyen las cuatro quintas partes de sus fuerzas. »

Esta es una circunstancia que nos vemos en la precision de anotar a fuer de historiadores leales. Hemos dicho en otras ocasiones que el ejército real del Perú se componia en su gran mayoría de soldados peruanos, a veces reclutados voluntariamente, pero las mas tomados a la fuerza por las autoridades, i de los prisioneros enrolados del mismo modo despues de una batalla. En él habia un reducido número de españoles, sobrevivientes de las espediciones peninsulares, los que por su nacionalidad eran los únicos que inspiraban confianza a los jefes. Durante las marchas el campamento se cubria esteriormente

(6) Carta del 17 de Setiembre de 1824 a don Manuel Vidaurre.

con centinelas sacados de entre los europeos; éstos iban a buscar el agua i la leña para hacer el rancho, i siempre que se mandaba en esas comisiones a los peruanos, se les hacia custo. diar, como a los presos de las ciudades, por algunos europeos que marchaban al lado de ellos bala en boca. Llegada la noche, el ejército realista estaba obligado acampar en cualquier parte, por temor de las deserciones en la oscuridad.

Esta situacion, que fué ordinaria i en cierto modo normal durante la guerra del Perú, se agravaba o mejoraba segun fuera el aspecto de la contienda. Se comprende que despues de Junin el jeneral Canterac tuviese que adoptar precauciones estraordinarias para evitar i castigar la desercion de un ejército formado así (7).

En esta situacion no tenia el jeneral Canterac otro partido que tomar que retirarse, colocando el mayor número de obstáculos entre Bolívar i él. Dar una batalla para seguir ocupando los importantes campamentos en que habia vivido durante dos años, hubiera sido una locura. Solo el conservar los restos del ejército era ya bastante difícil, i se necesitó de un hombre de su clase para que todo el no se dispersara por las serranías del tránsito. Su enerjía prestó un señalado servicio a la causa española, porque permitió al Virrei continuar la resistencia i tentar la suerte en una nueva batalla.

El territorio se prestaba admirablemente para frustrar la persecucion. Sus breñas inaccesibles, sus torrentes, sus rios profundos, eran otras tantas barreras. Considerada topográficamente

(7) La apreciacion que contiene la carta citada del jeneral O'Higgins, está comprobada en una obra del Conde de Torata, que examino mas adelante. El ayudante del jeneral Valdes, don Bernardo F. Escudero i Reguera, calcula que en las tropas que lidiaron en Ayacucho desde el Virrei hasta el último corneta, no llegaban a 900 españoles.» El mariscal Valdes, en su Refutacion al Diario del capitan Sepúlveda, los calcula en 500 de soldado a jefe. El comisionado rejio don Diego Consul Jove Lacomme, que estuvo en el ejército del Alto Perú durante la contienda de Olañeta con el Virrei, estimaba en Agosto de 1824 el ejército real del Alto i Bajo Perú en 20,000 hombres i decia que en él «apénas habrá mil doscientos de ellos que sean europeos», i agrega que en la division del Alto Perú, que constaba próximamente de 4,000, habia 39 europeos.-(Representacion reservada al Rei de 27 de Agosto de 1824).

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